sábado, 29 de julio de 2017

Teología y álgebra en el pentagrama. Aforismos (2007). El ritmo en la poesía es una forma de hacer presente el tiempo.

ME he dado cuenta que dentro de un diario se convocan todos los géneros literarios. En mi caso, excepto el dramático, pero eso también tendría muchos matices, ya que no pocas veces el monólogo aparece emboscado en forma de reflexión o pensamiento. Diríamos que, formalmente, el diario está formado por retales narrativos, aforísticos e, incluso, líricos, cuando uno no encuentra su voz su palabra, su decir fluctuante y solo acude al verso o, en mejor decir, al intento de escribir algo parecido a un poema. 
Así las cosas, ya que han pasado una década continuada de escritura, sin desmayo, con casi tres mil textos que forman el río subyacente de este Trópico, encuentra uno sorpresas que se habían ido excluyendo de la memoria; una de ellas es la creación continúa de aforismos o, en muchos casos, sentencias que apetecen arrinconadas, desperdigadas o en piélagos desaparecidos por el arrastre de la marea narrativa. Así, como un espeleólogo voy reuniéndolos, agavillados solo por el tema o el día de creación, en este verano, en una suerte de corriente alterna al año de 2017 titulado "Al paso de la edad". 

En estos tiempos, en que las modas nivelan los mercados literarios, han surgido de nuevo los aforismos. Hay quien ve en ellos un trabajo menor del intelecto, pero siempre recuerdo cuándo aprendí el valor y la altura de un aforismo y de una sentencia: con Nietzsche. Fue el primer libro que leí de Nietzsche, una recopilación de aforismos, en una edición seleccionada por Andrés Sánchez Pascual en edhasa. Corría el año 2000, por lo tanto, diecisiete años del primer acercamiento serio al género. Después llegaron en tropel Séneca, Epicteto, Marco Aurelio, Diego de Torres Villaroel, Stravinsky, etc. Pero el que me llevó a la consciencia plena de esta creación fue el filósofo alemán. Recuerdo que, tras leer el libro de aforismos, sobre todo los relacionados con la música, leí El nacimiento de la tragedia, libro que mantengo en la memoria como uno de los más luminosos y preclaros del autor alemán. No todo de él me agrada, pero el inicio apegado al mundo clásico sí me fascina. Incluso Gómez De la Serna y poetas como Oliverio Girondo o el propio Borges revolvieron las reflexiones sobre el acontecer aforístico pasados los años. No digamos más sobre la Biblia o el propio Don Juan Manuel o la tradición de los libros orientales que entran gracias a Alfonso X, todos ellos como el Calila e Dimna, Bocados de oro o el propio Quijote, que macera el refranero popular con la sentencia de altura. 
Todo esto venía a cuento de que leyendo lo que había escrito en julio de 2007 he ido encontrando tanteos con el género y acercamientos que habían llegado gracias a unas lecturas solventes con el género y cuando no existía el aluvión actual y las modas de paso. 
A veces, la brevedad es certera andanza. Otras tantas, insoportable necedad. Sólo quien imprime a su discurso una conjetura sintáctica engolada en el pensamiento puede recoger ciertos frutos. El fructífero decir de la paciencia, de las encinas meditabundas.

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El poema, si es prodigio, se asemeja a la música y a la idea. Si tentativa, se desvanece sin más ni más.

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Llueve. La naturaleza se despoja de sus acuíferos.
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Todo lo que podamos nombrar no existe. Sólo lo innombrable es lo esencial.
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El poema debe aspirar al silencio que antecede al silencio, eso es todo.
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El ritmo en la poesía es una forma de hacer presente el tiempo.
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Es un ir hacia algo, un desvanecerse de la realidad hacia no se sabe dónde.
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El poema grandioso es el que transforma su ritmo en el ritmo especular del ser del lector.
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Es posible que el ritmo sea anterior a la palabra. Acaso su sustento y su anclaje al mundo.

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La poesía es el género de lo cristalino.
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La música es un fragmento de nuestro origen y por ello es irreconocible. Solo nos cabe el regocijo.
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Si la composición musical debe erigir un templo en el oído, la poética debe ser su habitante.
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La vida es una imposibilidad desde su esencia.
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Estas palabras provienen de tu ausencia.

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Todo el día mortal, pero trayendo a la memoria la vida de Montaigne.
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Hoy he dejado de ser y he sido más yo que nunca.
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Variaciones de un tema sin fin, la vida.
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No confundamos la eternidad con agotar el mundo de lo posible.
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Asistimos a la vida para algo más que a la muerte.
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Las más de las veces la virtud está en la renuncia.
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Si la música ha sido siempre una mágica combinación de teología y álgebra, la palabra es solo pentagrama.

(Trópico de la Mancha, 2007-8)