jueves, 13 de abril de 2017

Fray Luis recita a Calderón el Libro de Job y Borges recupera la vista en lo luminoso.

CALDERÓN se adelantó a Mary Shelley y edificó, con Segismundo, una suerte de personaje que acrisola el ideario de varios arquetipos. Más allá de las fuentes orientales que barajó en La vida es sueño. Hoy, cuando comenzaba a releer El libro de Job me acordé de tres autores. Uno de ellos Borges, el otro fray Luis y claro está Calderón.
Este último resuena en el comienzo del Primer ciclo de discurso, cuando Job maldice el día de su nacimiento. Podemos leeer lo siguiente como si el propio Job estuviera en la torre de Segismundo:

[...]
"¡Perezca el día en que nací,"

y pasados unos versículos, cuando se refiere a los hechiceros y a su poder de cambiar el curso de los astros:

"Maldíganla los que maldicen el día,
los dispuestos a despertar a Leviatán"

Remata el texto bíblico de esta forma:

"¿Por qué no morí cuando salí del seno,
o no expiré al salir del vientre"

La desdicha como fuera motriz:

"¿Para qué dar luz a un desdichado,
la vida a los que tienen amargada el alma"
[...]

Borges, por su parte, acude a los fragmentos finales del libro, a los discursos del propio Yaveh que revelan a Job los enigmas en una posición omnímoda y trascendente que tanto gustaba al escritor argentino. Lo hace jalonado por la lectura de la Exposición del libro de Job de fray Luis de león, -un paradigma de la evolución de la prosa el pensamiento en una lengua, en este caso, la española-. 
Borges encontró en estos discursos cómo la capacidad de contemplación humana es perfectamente limitada e insostenible ante el principio de unidad del cosmos. Borges encontraba en Job un reflejo de sí mismo como discípulo de la búsqueda del uno, de la metarracionalidad con que tratan de escribir el mundo. Ese Job está latente detrás de muchos de sus personajes, de los pasajes en que todo sucede más allá del tiempo de vida del individuo y se incardina en una trascendencia entendida como imposible de razonar. En ese panorama tan solo queda la entrega. Dice el propio Job, como después dirá Dante en la Divina Comedia

""Sí, he hablado de grandezas que no entiendo,
de maravillas que me superan y que ignoro,
[...]
"Yo te conocía solo de oídas,
mas ahora te han visto mis ojos"