sábado, 11 de febrero de 2017

Antiguamente, yo sabía leer. Hoy, cuando leo, me pierdo.

ESTO declaraba Pessoa en sus Diarios, en una notas personales. Para entender este aserto en su contexto de escritura deberíamos añadir unas palabras previas en esas notas: " El modelo literario como tal lo he olvidado, prácticamente. Podría leer por aprendizaje o placer. Pero no tengo nada que leer, y el placer que se desprende de los libros es de tal clase que puede ser sustituido provechosamente por el que el contacto con la naturaleza y la observación de la vida pueden ofrecerme directamente". 

Sagaz, astuto, Pessoa pone sus palabras en la batalla de la vida y la ficción, es una definición muy cervantina de las dudas que asaltan a los lectores de todas las épocas. Especialmente en esta que vivimos, puede que la era del vacío, como decía Lipovetsky, esté en su momento álgido. 

Me siento muy cercano a lo que escribía Pessoa, demasiado quizás y eso me preocupa. Antes tenía el ímpetu de arrojarme al camino y defender lo que consideraba intocable; ahora, ante la estulticia, me quedo absorto, quietamente pessoano. 

Y puede que todo no sea más que una  invasión de la metafísica en lo cotidiano, de una reverberación de lo esencial que arranca las hibernas eventuales de lo moderno. Como dice Pessoa: "Mi peor dolor es que no consigo olvidar nunca mi presencia metafísica en la vida".