sábado, 19 de noviembre de 2016

El corazón lisiado de Rimbaud y el goce de Píndaro al fuego de Dante

PERGEÑO, en el cuaderno, unos versos que probablemente nunca terminen en nada más que reflejos de un instante de reflexión o de diálogo al término de la lectura de "Alquimia del verbo" en la recentísima edición de la Obra completa de Rimbaud (Atalanta, 2016): 

"Por fin, ¡oh dicha, oh, razón!, aparté del cielo el azud, que es negro, y viví, chispa de oro de la luz naturaleza".

A todo esto sonaba Tanhäuser de Wagner como si fuera la música oracular de estas páginas de Rimbaud. Leo cartas, fragmentos en prosa, poemas, versiones de poemas; me detengo en las fotos e ilustraciones. La foto de Rimbaud con Verlaine, en 1871, vestidos los dos con ropa de tramontanos, pantalones alzados con tirantes, chaquetas abiertas, botas sucias, como si vinieran de la briega del campo, manos negruzcas y amortajadas, miradas perdidas cada cual a su límite, la estampa pareciera de dos agrícolas llegados de la faena que se retratan seriamente y con un leve atisbo de cariño entre ambos. Ante la estampa , escribo:

"Todo tiene un origen y un instante de luz
que sigue permanente e inalterable;
por más que quieras ir en la corriente
frugal de lo vedado a tus manos,
nunca serás allí aunque lo fuerces
como usurero .................--------------

Los dos cuerpos parecen contener "un pecho abierto y un horrible corazón lisiado", como dice el poeta en Iluminaciones
Todo me resulta ya un rescoldo de la insatisfacción humana entre el amor profano y el amor sagrado. Dante ya lo advirtió en su Commedia. Los versos de arriba tratan de entrelazarse con las palabras de Pítica VIII,95, de Píndaro:

"¿Qué es uno? ¿Y qué no es? El hombre es el sueño de una sombra. Pero cuando un rayo divino toca, una brillante luz lo envuelve, y es un goce la vida".