lunes, 31 de octubre de 2016

F. lee sin leer a Ezra Pound.

EL libro de Ezra Pound lo sostengo en una mano, en la derecha, mientras que en la otra sostengo el cuerpo inquieto de F. Él trata de alcanzar con su mirada, la que decíamos que aún no matizaba las figuras ni los objetos, el cuerpo del texto, las letras, el negro rodeado de blanco. 
Se queda observando de hito en hito y entonces me recorre una efusiva controversia: creo que interpreta lo que yo no alcanzo, que todo aquello le provoca una placidez y un entendimiento como hecho humano y no como manifestación verbal. Frente a su natural designio, mi torpeza interpretativa, frente a su desparpajo y arrojo, mi defensiva y pírrica lectura. 
Y pasadas las horas trato de encontrar el trazo de la indolencia en sus acciones y de la nulidad de las mías. Acabo por entender que los textos ofrecen una postura en el mundo más allá de las paradójicas interpretaciones y sugerencias a los lectores y que el propio acto de leer (coger un libro, alzarlo a los ojos, silenciarse en el mundo) es ya una acción humana impropia. 

domingo, 30 de octubre de 2016

F. interpreta el concierto de violín de Beethoven

LA MAÑANA es inaudita. Los cuatro estamos tratando de acomodarnos en el hogar, a las nuevas realidades. E. interviene a cada lance con preguntas; F. mientras tanto, interpreta el concierto de violín de Beethoven que nos envuelve.
Trato de que la música sea uno más entre nosotros pues puede que ella hilvane el sentido de estirpe que nos une y no vemos, que ella establezca las relación es cenitales que nos hacen así y no de otra forma y que no sabemos apreciar en su superficie. F. escucha, ya fuera del silencio amniótico, la polifonía, los acordes, el timbre de los instrumentos y creo que ese es el lenguaje que más se acerca a él, a su estado actual, mejor que las nulas palabras que le dirigimos.

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Tólstoi me lleva siempre a fray Luis de León, pues en el fondo los dos autores no hicieron más que desarrollar el tópico antiguo del hombre cristiano y estoico, el secessus  o apartamiento del mundo para tratar de entender el mundo. 
La poesía de fray Luis propone una introspección en los temas capitales de nuestra cultura, de esa cultura que ya va desapareciendo y que poco a poco va derrumbándose: Propercio, Horacio, Aristóteles, la Biblia, el estoicismo, las pasiones humanas y, entre ellas, un tema de suma modernidad: la oposición, la relación en poesía y vida. La poesía como estación sublime de la vida, como estadio de luz para las horas del mortal. Un hombre retirado del ruido intenso e infame del mundo y resguardado en los ecos constantes de la poesía. 





viernes, 28 de octubre de 2016

F. y de la naturalidad de la vida

F., en mis brazos. Mira, pero no ve; toca, pero no reconoce: el mundo es una presunción para él, un holograma. ¿Verdad más pura en nosotros que la de su vida ahora?
Esa intuitiva visión del mundo es natural para él; los años, la emboscan y solo el arte o alguna disciplina que despierta la consciencia nos devuelve a ese estado. Pero nunca es el mismo, tan lejano ya, de ese estar natural de F. frente a todo el artificio de las edades del hombre.

jueves, 27 de octubre de 2016

F. luz y ensueño

EN toda la profundidad de esta madrugada, la luz de F. ha venido a bañarnos de nuevo en la humanidad. Ya con nosotros, su cuerpo es el cuerpo del mundo, su piel, mapa sublime del amor. 

martes, 25 de octubre de 2016

El orbe de los artístico

ESTÁN las épocas, pero sobre todo, los individuos; los movimientos, los sucesos, pero sobre todo la consciencia individual que zurce la transformación a la permanencia.   

La pregunta es excelsa. Cioran cincela en la llaga del ser sus palabras: "¿Llegaremos acaso a escapar a la terrible alternativa de la vida y la muerte? ¿Podremos llevar a efecto el sublime distanciamiento consolados por revelaciones internas y subyugados por eternidades insospechadas? ¿Podremos superar y olvidar el drama, ese drama que surge de las contradicciones internas del ser?".

Estas cuestiones azuzan la lectura hasta las profundidades de la consciencia. Las leo y quedo meditativo, deambulan por la propia incapacidad de dar una respuesta verbal razonable. No la encuentro y considero que esas preguntas, las que no retiren respuestas inmediatas, son las verdaderas cuestiones a las que debemos someter el orbe de lo artístico.  Porque el arte ha sido una constante oscilación en el diálogo interno de los creadores. 

Cioran prosigue, en el Libro de las quimeras, tratando de encontrar afirmaciones que deslicen o vislumbren alguna razón, a saber: "Tiene que existir un espacio de luz interior donde se viva sin vivir y se muera sin morir.".

Rozamos de nuevo la mente primitiva, la llamada mística del ser que no es, ni más ni menos, que la propia negación rotunda de todo lo que nos hace, aparentemente, ser. 

"tiene que existir un espacio de música sutil en cuyas sonoridades se disuelva, de forma inmaterial, toda la naturaleza".

El pensador del vacío, el que pergeño la etapa existencial del individuo aun siendo testigo de las atrocidades de su momento, el individuo que secciona sus ideas para buscar en ellas una cumbre material, cede ante la imposibilidad del ser humano por encontrarse en el cosmos. La monodia humana es anhelante de la polifonía de naturaleza. 

"Y tiene que existir un espacio en el cuales tiempo mismo haya vencido su inanidad". 

Para ello, escribo y pienso, la creación artística y la confabulación misma de los que reciben las producciones artísticas, son quizás las acciones más diáfanas de eso mismo que señala Cioran. El tiempo en el Tiempo, el espacio que se explaya como diálogo eterno, el deseo transparente de la invisibilidad, el silencio polifónico y la edad del Tiempo sin palabras. 

lunes, 24 de octubre de 2016

Mañana meditativa con Lord Chandos, una trama incandescente.

TODA la vida obstinado en que las palabras se conviertan en equivalentes de la realidad; empedernido con el ejercicio de la lectura y, en consecuencia, de la escritura. Y sucede que ese movimiento vital hacia las artes, las letras, se reconduce hacia sus contrarios. En esos contrarios puede que anide la verdadera naturaleza del arte. Me estoy refiriendo al silencio nutricio de la soledad. 
Al poeta Hofmannsthal lo sobrecogió una dosis muy elevadas de ese estado que venimos describiendo. Retirado, en el campo, poseía las condiciones idóneas para desarrollar una obra poética pura y esencial. Sin embargo, le sobrevino la consciencia azul de la verdadera estación poética. 
Su respuesta no pudo más que ser literaria, mediante el manejo hábil de la ficción y la transposición.

Todo resulta, a esa luz, una trama incandescente. Una suerte de urdimbre que se transfigura y que desea alcanzar la liberación del lenguaje, de la lengua, de la palabra, del balbuceo, del mezquino idioma. Recuerdo ahora el libro de Levy Bruhl, El alma primitiva, teoría que arroja mucha claridad para entender esta disposición y entendimiento del mundo. Bruhl nos dice: "Esta realidad misteriosa no puede, como es el caso de la sustancia universal de nuestros metafísicos, presentarse bajo la forma de un concepto".

La libre realidad, la realidad liberta de la palabra por el silencio, dice Lord Chandos: "sumido en una especie de embriaguez, toda la existencia se me aparecía en aquella época como una gran unidad: entre el mundo espiritual y el mundo físico no veía ninguna contradicción, como tampoco entre la naturaleza cortesana y animal, el arte y la carencia de arte, la soledad y la compañía [...]".  



   

   

domingo, 23 de octubre de 2016

sábado, 22 de octubre de 2016

Una reconciliación con el ser


LEER es ya una reconciliación con el ser.

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Uno de los ritos mistéricos con los que he soñado últimamente: imitar la búsqueda de Deméter con antorchas en las manos. "¡Cielo, llueve!, ¡Tierra, concibe! ¡Bromio ha nacido!", grité en la tiniebla de la noche, arropado por un olor a incienso penetrante y subrepticio. Me vi en un espejo contemplando silenciosamente una espiga de trigo: en ella se concentraban la vida y la muerte, la fusión de la physis. Vida citerior y vida ulterior, descenso a los fondos predecesores que contenemos sin advertirlos. Descenso y ascenso.
Tan solo describo. La acción de Naturaleza no puede ser narrada; sucede lo propio con el misterio, pues este  reside en no contar lo que sucede.  El silencio como finalidad, claro. Cuando JRJ afirmaba que la poesía era misterio estaba describiendo que la poesía es el silencio, lo oculto, lo cerrado, lo distinto, lo incomunicable en su esencia.

Es el poema mismo de san Juan de la Cruz. La acción de dejar de ser para serlo todo es de la consciencia, nunca de los hechos materiales. La tranformación consiste en un dejar-de-ser-para-ser continuo, gerundizado; es una acción de la contemplación que confirma nuestra posición y medida frente al cosmos.
En efecto, las especualares acciones con las que tratamos de colmarnos, son vivacidades, no la vida misma. Ser algo en nada es precisamente la consciencia absoluta de esa encrucijada. Es un estado que conviene en que las acciones con que tratamos de desarrollar nuestra vida son nada, que las acciones que no se acerquen al origen que edifica el interior del individuo son nada. Y todos, absolutamente todos, somos algo en nada, pues como mortales modernos nos dejamos arrastrar por las sombras, por la llamarada de lo inmediato.