sábado, 30 de julio de 2016

La lectura como acto secreto y coral

LOS PASAJES en que un libro transforma la vida de un individuo son diversos, interminables. Cada lector podría escribir la historia de la lectura, su propia historia de la lectura. Ese itinerario lector termina fundiéndose con el de la propia vida, es más, entremezcla y difumina los límites entre vida y lectura. 
Tal es el caso de San Agustín. Ahora que releo Confesiones me encuentro con este pasaje que no había subrayado: "Aquel libro cambió ciertamente mi percepción de las cosas y precisamente hacia ti, Señor. [...] Ansiaba la inmortalidad de la sabiduría con una increíble agitación de mi corazón". 
Se refiere el santo a un libro de Cicerón, Hortensio. Un libro que no existe en la actualidad, que se perdió en la transmisión de los bienes librescos. Un libro que deseaba leer como lo había hecho este lector de privilegio, pero del que jamás podré leer una sola página.
Algunos estudiosos señalan que lo escribió Cicerón en uno de los retiros habituales en el campo, un retiro campestre en soledad. Puede, además, que esa soledad estuviera minada por la pena profunda que la muerte de su hija Tulia le había provocado en esos meses. Un libro que parece estar escrito para defender que el amor a la sabiduría (en este caso a la filosofía) proporciona una felicidad eterna y duradera. 
Todos los libros, sea cual sea su autor, me parecen siempre estar persiguiendo una misma y sola causa. Hablo de los libros luminosos, claro está ¿Cuáles son? No lo sé con exactitud, pero anida en todos un deseo individual de encontrar lo que Coleridge llamaba el eco coral del universo. 
Cicerón y Rilke, Virgilio y Hölderlin, Dante y Leopardi, Cervantes y Shakespeare, San juan de la Cruz y Marcel Proust, Thomas Mann y Quevedo, Pesooa y Boecio...los nombres se suceden, en cascada, en afinidades que nada tienen que ver en principio, pero esconden un iter vitae marcado por los libros, por la lectura como el acto secreto y silencioso que irrumpe en la vida para trazar un camino transparente de permanencia en tierra más allá de la tierra. 

viernes, 29 de julio de 2016

Sur atlántico.

TAN EN TI, en todo lo que los ojos poseen. Playa de los alemanes, Zahara, sur Atlántico, Camarinal. 
Al cielo, raso de transparencia, la mar. El viento azota los perfiles del aire y en cada huella que inspeccionó de vuestra presencia un enigma. Un misterio insondable y natural, como nuestra propia existencia, tan clara y evidente, tan confusa y compleja.

martes, 26 de julio de 2016

Vida y tiempo

EL POETA es que el toma el pulso escondido a la humanidad.

La Naturaleza contiene a la Naturaleza

LOS axiomas de los filósofos antiguos establecían que la Naturaleza contiene a la Naturaleza y que la Naturaleza supera a la naturaleza; es más, que la Naturaleza no se puede corregir si no es por su propia Naturaleza. 
Y en este cuaderno hablamos, desde hace años, de la naturalidad de la literatura. No de lo que se dice "claro", "transparente", "fácil", "simple". No son adjetivos ajustables a la Naturaleza de la poesía, la poesía puede ser Natural tal que la propia Naturaleza, como suena el mar en la noche o como los pájaros deslizan en la mañana el dulce lamento de sus cuerpos minúsculos. 

La naturalidad puede ser compleja, incluso inextricable para el lector. Así, uno persigue el punto de equilibrio entre la naturalidad y el decir humano, el punto de encuentro entre escritor y lector, la geografía en que el lector se siente creador de lo que lee y el escritor se confunde con la esencia primera de la lectura. 

Ante la muerte, que es comienzo y renovación, los antiguos actuaban de dos formas: la egipcia, momificando el cuerpo para que el alma se desprendiera lentamente y la latina, que consistía en la construcción de una pira para incinerar con la intención de que esa bifurcación al alma y el cuerpo fuera rápida y sin ambages. Así los cristianos primitivos, así las sociedades antiguas. La relación entre alma y cuerpo, -recordemos a Pitágoras, iniciado en Egipto-, es una metempsícosis incesante. 

Es así como entiendo el fenómeno de la vida; el cuerpo con el alma, el alma habitando el cuerpo. Así las artes, así las literatura, cuerpo y alma y viceversa. pero qué lejos el alma en la literatura de este tiempo y qué cuerpos tan obtusos, desvanecidos, con tan poca esbeltez de belleza. 

lunes, 25 de julio de 2016

EN aquel roble me acordé de los robles parlantes de Dódona. Los lugares sagrados se han ido desconfigurando en el mundo contemporáneo; de los oráculos sagrados, de la geografía sagrada, en el sentido de Eliade, de la propia realidad a los centros de comercios, negocios y comerciales. 
En este sentido, el mundo sufre una desmoralización casi total; esto mismo, llevado al arte, a la literatura, tiene consecuencias nefastas.

Las propias profetisas se comunicaban con los poetas para que estos convirtieran en odas, himnos, ditirambos los mensajes de lo profundo; desde nuestra mirada actual, puede parecernos algo cargado de "fantasía", de inocencia antigua. A mí, sin embargo, me provoca una desolación y añoranza inexpresables, se nos pierde un mundo de referencias. 

Con el paso de los años voy tratando de entender la condición del mortal, pues creo que en esa búsqueda cae uno en la cuenta de todas las limitaciones, sus propios límites del ser; por eso pido opiniones, pregunto sin cesar y no me sorprendo de los cambios de preferencias de los poetas, lectores, escribientes. Por mi parte, sigo la voz, persigo la búsqueda del centro indudable, me entrego sin remiendos a la creencia de la poesía que ofrece símbolos de interpretación de lo que sucede, de la literatura que no se entrega a lo comercial y que no busca la alabanza de los otros. No escribo para contentar a nadie, ni siquiera para soliviantar mis propias ansias, tan solo lo hago por un impulso irreconocible que sucede en mí, que acontece a diario, que se impulsa con la lectura y que se hace diáfano cuando callo, contemplo, vivo la soledad. 


martes, 19 de julio de 2016

El entendimiento en literatura nunca posee razones lingüísticas.

LA LITERATURA pudiera ser la naturalidad salvaje en el espíritu.

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El entendimiento en literatura nunca posee razones lingüísticas.

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Toda realidad literaria es lingüística, mas el conocimiento que sugiere es innombrable.

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La poesía es el género que mejor confiere las propiedades de la literatura: mantiene el silencio en sus líneas, entre sus cuerpos.

lunes, 18 de julio de 2016

domingo, 17 de julio de 2016

La verdad solo puede ser dicha en la belleza.

De un tiempo a esta parte, todo se transparenta con más vehemencia en mi vida. Con esta cosmovisión, las cosas nimias han dejado de importarme por completo así como las personas que las pronuncian. Ya no actúo con decoro cuando alguna situación me resulta ridícula, antes al contrario, me evado con celeridad. Ya no permito que los días perpetren un hastío y una zozobra, prefiero las convicciones sometidas a un juicio continuo. Ni siquiera considero más elevados unos pensamientos que otros a no ser que de partida sean inaceptables. En cuanto a la literatura, cada vez se hace más grande en menos autores.
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Cuando Unamuno sentencia que no cabe amar sin conocer y que es imposible conocer sin amar, me acuerdo de los versos de san Juan de la Cruz. En latines de Unamuno, Nihil cognitum quin praevolitum. Estas palabras las escribe Unamuno cuando afirma que necesita explicar lo que explica el mundo en Tratado del amor de Dios: “Con la razón no se llega a Dios, se llega a la idea de Dios”, reza uno de los pasajes más enfervorecidos. Aquí cierro el libro y me quedo palpitante, meditabundo, intentando proyectar las ideas hacia sus esencias y comprobando que vivo en un mundo fingido, apenas comprendido, sobre el que soporto las proyecciones del yo que me invade, pero del que dudo que conozca sus sustancia.

Hay que levantar las miras para hacer algo grandioso, hay que atender a las convicciones y no a las sucedáneas disposiciones. La literatura no puede, como la ciencia, andar a hombros de gigante, es decir, comenzar donde otros lo dejaron, pero sí puede surgir desde donde todos comenzaron, desde donde el hombre es uno, en plenitud, completo, con todas las virtudes que lo atraviesan y todas las manías que lo conforman. En ese espacio comunitario de la especie es de donde la literatura, y en especial, la poesía, comienza a urdir una obra trastocadora, porque cuando las palabras que nos hacen desde lo profundo son reformuladas, nos estamos rehaciendo a nosotros mismos al completo. Decir de allí, en ese espacio, es decir lo que fuimos siendo en el será.
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Exactamente lo que preconiza El libro de las mutaciones, el milenario volumen que tantas enigmas espirituales plantean desde comienzo: “El curso de lo creativo modifica y forma a los seres hasta que cada uno alcanza la correcta naturaleza que le está destinada y luego los mantiene en concordancia con el gran equilibrio”. Estas palabras, referidas al primer signo, Lo creativo, sostienen algunas de las cuestiones sobre las que escribo hoy. La creación como un inicio de lo correcto a través de la perseverancia. En esa perseverancia, el creador alcanzará, si su virtuosismo lo hace posible, un equilibrio perpetuo, una armonía con el mundo. Estamos ante una de las definiciones de qué es la poesía más prodigiosa.
Por otro lado, el efecto de ordenar el espíritu y el mundo que sucede en el exterior debe obtener su resultado en el mundo interior del escritor. Asimilado el orden del mundo, es posible hacerlo de uno mismo, pues tendremos conciencia de que pertenecemos a una esfera superior, a un orden extraordinario que nos acoge. Somos una nota en el pentagrama, un sonido que encuentra su armonía, una estrella que pertenece a una galaxia. Desde la conciencia de la mortalidad y de la finitud, podremos alcanzar con la literatura la grandeza de las palabras que nunca deberán pronunciarse.
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Esta tentativa infinita de escribir que se despliega en el blanco ha sido una metáfora constante de la sombría presencia de las palabras. Negro sobre blanco, sombra sobre luz, a pesar de que la filosofía oriental traslade los símbolos de forma distinta a occidente y prefiera fijarse en las sombras y no en la luz. A pesar de todo, prefiero atender a la mezcolanza de ambas fuerzas, a la doble dimensión de la propia lengua, pensamiento y realidad, fenómeno y noúmeno. Creo que, en esa lucha interna que es connatural a la propia lengua, el ritmo y la armonía de los contrarios es la cúspide de la belleza. Cuando alguien logra armonizar su lengua, repleta de magmas internos que expulsan incontrolables significados, está alcanzando la belleza y acaso la verdad. Porque la verdad sólo puede ser dicha en de la belleza.

Hoy la tarde tenía la mirada de caoba pulida. Y en sus vetas, junto al río febril de mi piel, he dictado al unísono los abismos de un espejo.

domingo, 10 de julio de 2016

El Amor en el alma

La sabiduría en el mundo griego es un desvelo, aletehía, del ser; de un ser que ya no era el yo. 
Un desvelo que no acaba nunca; que no termina con la vida material, con el cuerpo en polvo, sino que posee las dimensiones que no entendemos, el tiempo que no entendemos, la razón luminosa que nos abarca aun sin saberlo.

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El Amor en el alma consiente intuir las leyes originarias del principio.

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 Pensar en claro en el Amor es perfección de la prudencia.

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El deseo de sabiduría en la belleza conduce al movimiento real del espíritu.








jueves, 7 de julio de 2016

LA POESÍA tiende a la unidad polifónica del ser.

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La armonía es innata al poeta verdadero.

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Las propiedades de naturaleza son aparentemente invisibles.

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La disciplina de la poesía comienza en el estar siendo.

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Eres la nada vertida al todo de tu muerte naciente en el nunca fui mas sigo siendo.

domingo, 3 de julio de 2016

EL VERANO es la luz dilatada desde la infancia, la niñez misma. Los objetos adquieren una incandescencia impropia. Todo resulta colmado de estridencia: los cuerpos, las calles, las palabras. 
Sin embargo, aquí en el sur, la infancia, mi infancia, es la luz dilatad del verano. Pareciera que el tiempo caracoleara alrededor de un bucle inmenso, de un laberinto que va deshaciendo los pasos perdidos. Es ahora cuando admiro, con melancolía, aquellos años de arenas, de miradas al océano, al Coto de Doñana como si fueran espejos de sueños infinitos. 
Quizás todavía sigo allí, en la inmensidad del paraje, en solitario, contando los barcos que atraviesan el río o mencionando por grises que el cielo configura solo allí, en el lugar de las apariciones de la memoria. 

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Platón descifró en los diáfano de la palabra qué es la literatura: " el encuentro entre la inmediatez y la trascendencia en lo estético". Por este motivo, ese encuentro supone un razonamiento luminoso, un razonamiento sobre el Logos y la palabra misma, sobre el origen del ser.

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Afirma mi admirado George Steiner que toda tesis que sitúe, de manera teórica o práctica, la literatura y las artes más allá del bien y del mal es espuria. 
Estas palabras están concertando la forma estética del ser del poeta. Keats identificó la verdad con la Belleza y al revés; Kant quiso discernir entre la verdad de la obra artística y el razonamiento perentorio de la realidad misma. Sea cual sea la posición, la obra literaria y la obra artística auténtica, verdadera, es la que cuestiona las hondas intimidades del ser, del individuo, de la existencia. 

La obra misma es la realidad misma, la obra no se lee, no se contempla, no se escucha, se vive