viernes, 4 de marzo de 2016

LA CONMOCIÓN por el verbo y la reverencia a la esencia de lo nombrado. Cuando el escritor adquiere la posición en el mundo, la realidad toda, y comienza a contemplar la realidad toda sucede la revelación. La palabra dejar de ser el único instrumento de comunicación con la armonía y, paradójicamente, como no puede ser de otra manera, la desorientación, la pulsión con lo inefable va adquiriendo el matiz de realidad. Es el estadio en que el silencio toma la casa del verbo y lo desvanece todo en una conmoción. En esa conmoción el poeta comienza a dejar de ser lo que hasta ese punto creía haber vivido y pensado. El sonido multiforme de la soledad se apodera de él: llega al momento de la renuncia. 
En esa hora de la renuncia, de incomprensión total por parte de nadie ajeno a su consciencia, muchos poeta se hacen reticentes a abandonarse; siguen prefiriendo el canto de sirena de los halagos, las coronas de laurel disecado y los elogios de los grillos que cantan a la luna. Existe el poeta que defiende la idea de la esencia, pero que actúa en la acción de la vanagloria. Sus textos reflejan ese sesgo de mediado, bifurcado entre lo que desea y lo que hace. 
Escribir poesía es no escribir poesía de ahora, no existe el membrete adjetivar para poesía: poesía es sin tiempo, poesía no acoge los vericuetos de lo eventual para alzarlos a categoría. 
El estado general del poeta, por siempre, es la incomprensión y acaso la insatisfacción de su existencia. Cuando un poeta está conforme con lo que nombra es residuo él mismo: no acaba de entender las dimensiones cósmicas en Llads que vive, cree que su palabra es la realidad misma, que lo que nombra es lo capital.

La poesía ha marcado desde su nacimiento una relación del hombre, del poeta, con la realidad. Platón ya acogió este conflicto y él mismo cayó en contradicciones dada la complejidad del asunto. Lo nombrado, la cosa misma, el camino al bosque, los límites del mundo no son los de las palabras; la palabra es nuestra forma, no la única, de conocimiento más humanamente razonado, el que creemos entender mejor; pero la poesía es creación, es revelación, es alethéia, es transformación y permanencia.