miércoles, 30 de diciembre de 2015

Contorno e infinitud en poesía.

Adjetivar el qué de la poesía es ya un silogismo. No existe la superación en las artes, menos aún en la poesía. No es superior Virgilio a Dante, ni este que Borges ni Cervantes. La superación opera sobre formas fosilizadas que han dejado de decir: cosa contraria le sucede a la poesía.
La poesía es la superación del pensamiento articulado por lo que no hay tiempos en la poesía. La palabra poética es transformación y permanencia.
La poesía es una reconciliación momentánea, en el tiempo y en el espacio, del hombre con el mundo. Depende de la armonía que habite en el poema, de la fidelidad de la palabra establecida, así de misteriosa y edificante será al leerla. Por eso el proceso de lectura y escritura, acaso de transmisión de lo poético, es similar a una dramatización de lo literario en que intervienen unos personajes que se igualan, con la ficción, y que participan y actúan en la obra.

La poesía es, antes y después, condensación de la infinitud. Ella nace sin comunicar nada: se intuye, se prevé en la memoria y por eso Platón defendió lo visionario con tanta vehemencia y por esto mismo dejó al margen al poeta: su estancia es de otro territorio. Es una visión que no comunica: solo es. El silencio es el contorno de la creación, de lo que va siendo amorfo. Los griegos rodearon esa materia intuida de musas para que otorgaran el orden que quedara fijado por las artes, pero quizás la memoria primordial proviene de ese silencio que envuelve y precede; los poemas puros contienen la memoria originaria, la que contiene a la humanidad y la revela parcialmente. Un poema es una memoria colectiva del silencio universal. 
¿Puede existir en lo contemporáneo? Sin duda, pero cada cual tiene una idea de qué es la poesía conformada a partir de las lecturas que ha realizado, de las manifestaciones concretas que ha experimentado como lector. El lector contemporáneo parece que obvia la tradición y lee tan solo a sus allegados. Esa falta de lecturas y de experiencia lectora se trasluce en los poemas: no hay ritmo, no hay música, no hay recursos, no hay reflexión, no hay experimentación…tan solo una expresión, en líneas cortadas, que hablan de los desahucios, de los partidos políticos, de las religiones, de las cervezas y los porros, de los videojuegos, de las masturbaciones, etc. Creo, sinceramente, que se equivocan de género literario. Quizás habría que mostrarles que hay géneros literarios más adecuados para expresar lo que quieren expresar, porque la creación es otra cosa. La expresión es natural al hombre; la creación literaria deviene de una consciencia distinta. bor. El lector contemporaaneo eb, de las manifestaciones concretas que ha experimentado como lector. El lector contemporaaneo eb

martes, 29 de diciembre de 2015

AYER me preguntaba M.Á. por la escritura. Él, como creador plástico, siente la tentación de reflexionar sobre el proceso mismo de la creación. Los dos estábamos de acuerdo en que la sociedad actual confunde la mera expresión con el sentido profundo de la creación, la mera exposición de sentimientos, acciones, palabras que en la redes sociales adquieren difusión social y el ejercicio esencial de crear inherente a la condición de mortalidad. Esta disyuntiva bien valdría para escribir un ensayo que acudiera a todas las etapas de la historia para ofrecer una visión múltiple de esta confusión. 
En estos años dicha confusión se acrecienta; y no quiere decir estas palabras que ciertas manifestaciones no dejen de ser, incluso, mejor que las que se difunden por los métodos tradicionales. En muchas ocasiones hemos leído en la Red páginas de ciudadanos que escriben con pureza, con conocimiento y verdad sin haber publicado en una editorial de prestigio (social). Cada vez son más los casos, pudiera incluso afirmarse, de cómo las editoriales 8las salas de exposiciones, etc.) terminan por publicar lo que a priori tan solo se va a vender, por lo que el criterio de pertenencia a la literatura deja de ser fundamental al igual que la publicación en abierto. Son, sin duda, muchas las aristas de esta reflexión que únicamente expongo a brochazos limpios y que devienen de una conversación con un amigo de años, sin embargo, no deja de ser significativa que la evolución desde distintas disciplinas vayan desembocando a las mismas aguas. Eso indica que el sustento ético, la posición moral del individuo en el cosmos es el principio de la creación, la rotación que otorga sentido a la propuesta formal. 

Poseer la biblioteca más valiosa en España en el siglo XVI no era cuestión menor; de hecho el pleito administrativo tras la pérdida de Siena no se le perdonó hasta que le regaló su biblioteca a Felipe II. Este poeta hizo una paráfrasis a la Mécánica de Aristóteles, entre otras cosas, y sufrió cuartanas que apunto estuvieron de terminar con su vida y le amputaron, casi al final de sus días, una pierna. Todo ello, tras haber vivido una vida apasionante, cargada de experiencias notables en Italia. Siena, Florencia, Roma, Nápoles fueron, durante mucho, sus callejeros sentimentales y de vida diaria. Conoció la literatura italiana y la difusión de las formas clásicas como pocos poetas, es más, ese conocimiento lo convierte en un autor versátil, de difícil clasificación, pero enormemente delicioso. 
Lo primero que conocí de él fue el dato relativo a su reclusión, como otros tantos escritores y sabios, en un castillo, exactamente en el castillo de la Mota para luego ser desterrado a Granada. Estuvo en la cúspide del mayor imperio de nuestra tierra y terminó sus días almacenando volúmenes arábigos de ciencia y historia. Diego Hurtado de Mendoza ha sido siempre un personaje fascinante de nuestra historia literaria. Sus versos resuenan esta mañana diáfanos y refulgentes:

" No es vida la que vivo, pues da muerte;
no es muerte, pues da vida el ansia mía;
no es fuego el que me quema, pues me enfría;
no es frío, pues en fuego se convierte."
[...]

lunes, 28 de diciembre de 2015

BACH es la música blanca. En él caben todas las relaciones de la música con el mundo. Alcanzó lo sagrado en la aritmética del sonido musical como nadie. Fuera o no el elemento religioso el principio activo de esa creación, -es lo de menos o lo de más-, estamos ante una de los momentos estelares de la humanidad. Aunque puede que esa consciencia hacia lo incierto, como deseaba Hölderlin, a lo largo de la historia de la cultura haya sido el hilván que lo atraviesa todo y que precipita el diálogo diáfano y revelador con los hombres de cualquier tiempo. Pues no hay tiempo en Bach, no existe el tiempo en Dante, no hay tiempo en Rilke, tan solo la consciencia de un Tiempo que ante nuestra abstrusa condición nos sobrepasa y emociona y perturba. 

Es el sentido de la belleza lo que prende nuestra armonía. La belleza del uno, del todo, portadora siempre de verdad. ¿Conocimiento de qué? La escondida senda, el tramo absoluto en que dejamos de ser para ser siempre. 

Estos días vengo leyendo a un poeta. Un autor del que no había leído con atención su obra poética. Unamuno es un poeta inmenso, he descubierto que su poesía sobrevuela con mucho su obra en prosa, que no es poco. Igualmente, se confirma la necesaria consciencia de una ética inicial para poder edificar la palabra poética. En este sentido, afirma Unamuno: "El alma, según Aristóteles, es forma. La palabra es la forma de la idea, su alma, y se hace poesía con palabras. la palabra, cuando de veras lo es, es de por si idea. E idea quiere decir visión". 

En el sentido demiúrgico de la creación y la palabra poética, tal que J.R.J., fundamenta Unamuno su propia consciencia creadora. El poema titulado "Credo poético" manifiesta a las claras los fundamentos iniciales de su creación; un estadio que irá evolucionando y mostrando las características de la poesía modernista, existencialista y acaso contemporánea. El autor que palpita detrás de sus versos es Quevedo y a Quevedo me vuelvo con los ojos de Unamuno. Leer, vivir, releer, revivir, añorar siempre en este mundo lo que pudo haberse dicho y nunca será dictado. Escribía el poeta en sus años iniciales la otredad revelada que el poeta conoce desde el comienzo de su labor. 

"Cuando yo sea viejo,
-desde ahora os lo digo-
no sentiré mis cantos, estos cantos, 
más que voces de un muerto
aun siendo de los muertos el más mío 

viernes, 25 de diciembre de 2015

DE J.R.J sigo aprendiendo, en cada lectura, la constante permanencia en la fidelidad a la palabra poética. Decía el de Moguer que los poetas no son filósofos sino clarividentes y existe, en esta afirmación espigada de entre sus páginas, una teoría profunda y esencial.
La poesía debe proponer en su discurso una revelación, lo que los griegos llamaban "aletheia". Al tiempo reside en su seno un razonamiento numinoso, que concierta los contrarios, que conduce a la combinación sintáctica tan mezquina a nuevas posibilidades significativas, que vuelve a decir, explorar, describir la naturaleza del mortal pero en el rescoldo de un discurso nuevo. Esa es la literatura en la que, como lector, me transformo; esa es la literatura con la que, como aprendiz, revuelvo cada vez y siempre cada palabra que desea conformar un poema.
Que todo ha sido nombrado ya, que la naturaleza del hombre ha sido tocada por el magma silencioso y rotundo de la poesía es una pieza del origen de la palabra. Y en ella sigo indagando con las lecturas de los poetas que, en cada silabeó, traen a nuestros ojos del espíritu una verdad y una belleza de las aguas originarias.
Somos nosotros parte de esa unidad natural del cosmos y la música, la poesía propia del centro indudable y concéntrico y el resto es canto raquítico e inservible, pues confunde y desordena la clarividencia que nombraba J.R.J.

martes, 22 de diciembre de 2015

LA mañana resplandece con una tersa languidez de ensueño. Uno, que ha dormido poco, parece resurgir de otro cuerpo que lo acompaña, de otro cuerpo que no se reconoce más que en sus cuidados. Esa otredad me hace leer de nuevo a Pessoa y también a Montaigne; lo hago con una paciencia flamenca, pues cada vez leo más lentamente y con las lentes de las contemplaciones. Escribir la lectura mas con la paciencia de no querer desfigurar la lectura. 
Esta noche, por ejemplo, he estado a leyendo a Bécquer. Leía, cargado de emoción, un texto en prosa, un manuscrito de Bécquer que la erudición (como siempre despistada) despacha con vínculos al Bécquer adolescente y romanticón de entonces. Sin embargo, cuando lo he releído, he podido vislumbrar cómo desde el comienzo el poeta,- verdadero, puro, irrevocablemente poeta-, entiende el fenómeno poético de la misma forma desde que tiene consciencia de la poesía. Con posterioridad, su obra, como la de todos, va cargándose de matices, de vericuetos expresivos con que trata de ensanchar esos límites de la palabra que quedan a la luz de la inmensidad poética. Dice Bécquer:

"Luce brillante estrella que despide rayos de luz purísima argentada, y se halla como perfidia en la inmensidad del espacio. Esta estrella es el poeta que, con sus cantares de ángel, ilumina nuestras almas, nos recuerda cuán grandes somos y haciéndonos por un instante olvidar nuestras pasiones y nuestro egoísmo, hace brotar del fondo del corazón dulcísimas emociones que no pueden arrancar a nuestro gastado corazón ni las riquezas ni los goces. Y entonces adoramos este ser que con su armonía nos hizo felices. Esto es sin duda lo que quisieron expresar los antiguos describiendo a Orfeo". 

En estas líneas iniciales, Bécquer ofrece un diálogo con un estadio de la literatura muy concreto: estamos ante lo que me agrada llamar "la estirpe de Orfeo". Es más, Rilke se hace palabra en este fragmento cuando Bécquer refiere la imagen del ángel asimilada al poeta. La grandeza y la profundidad de este tipo de textos pasa inadvertida por el estudioso, sin embargo, ahí quedan restallando los ecos anteriores de la poesía en la palabra de Bécquer, a saber: "luz, purísima, inmensidad, ángel, olvidar, ser, armonía, Orfeo"; selección léxica que bien pudiera coincidir con otros autores de la antigüedad como Virgilio y de la posterioridad como J.R.J. 

A continuación, podemos leer lo siguiente: "[...] que todo es dolor en nuestra infelices vida, y antes de ver un pueblo a sus pies, antes de ir a reposar sobre la fría losa del sepulcro, do se graba un nombre [...], se sufre, se padece, como en el Infierno de Dante, porque es preciso luchar con la sociedad, lucha moral, espantosa, porque aquella hermosísima y débil flor combate con el huracán que quiere destruirla". 

El caso es que Bécquer sigue ahondando en la idea misma del origen vinculado a la poesía, como si la poesía trajera, al momento de vida, las aguas cristalinas del canto originario. Lo luminoso, la contraposición entre el poeta y el orden social; la ética y la estética. 


viernes, 18 de diciembre de 2015

MACHADO siempre ofrece una lectura esencial de los autores que le han ido nutriendo para sus escritos y para su propia posición en el mundo. Podemos leer las siguientes afirmaciones:

"Si me obligaran a elegir a un poeta, elegiría a Virgilio. ¿Por sus Églogas? No. ¿Por sus Geórgicas? No. ¿Por su Eneida? No.

1 .Porque dio asilo en sus poemas o muchos versos bellos de otros poemas, sin tomarse el trabajo de desfigurarlos.

2. Porque quiso destruir la ENEIDA ¡tan maravillosa!.

3. Por su amor a la Naturaleza.


4. Por su gran amor a los libros".

miércoles, 16 de diciembre de 2015

RECORDABA los días en París del pasado invierno. La ciudad de la luz en la piedra se volvía a un gris intenso que parecía poseernos con el frío en los huesos. Un tuétano de sensibilidad es lo que sucede en París cada vez que la visito. Quizás la educación sentimental terminó por encontrar en aquellas calles, esos puentes, estos recuerdos míos de ahora una forma de estar en la literatura. Nada más y nada menos que una manera de entender la literatura como posición en el mundo que hoy, al amanecer, ha refulgido como estrella candente en el recuerdo.    

viernes, 11 de diciembre de 2015

DEL LIBRO siempre me fascinó el arranque, la melodía que parece impreganr todas las palabras que van encadenando y conformando el texto. Esa virtud de Joseph Conrad de convertir un fraseo en la propia sustancia significativa del texto; la habilidad de lo que antaño se conocía por narrar, el arte de narrar. Las narraciones de Conrad son magras, hechos literarios que conciernen solo al acto de escribir. Y eso mismo sucede al comienzo de La línea de sombra. Logra el autor confrontar la narración de sucesos con la reflexión de la categoría; consigue arropar lo eventual en la reflexión general sobre la condición humana. 

Otra fascinación: un poema de Quevedo que vuelvo a releer como si nunca lo hubiera hecho. "Nací desnudo, y solo mis dos ojos [...]", así  comienza la composición. Los versos iniciales encierran, en sí mismos, una teoría poética del estoicismo más preclaros. "Volver como nací quiero a la tierra" continúa el poeta en un ejercicio de estilo y creación de excelencia. En una suerte de hipérbaton asombroso el poeta coloca la acción en la medianía del verso y, al mismo tiempo, el efecto de la acción, sustantivado el infinitivo, al comienzo, focalizando el regreso a la vez que el nacimiento. Nacer para regresar o, en mejor decir, nacer es regresar. El regreso más puro es el original: la tierra misma, naturaleza toda y todo en ella. 
La cuna y la mortaja lo convertirá Quevedo en un axioma semántico de todas sus composiciones de orden moral, dos epítomes rotundos que, igualmente, incluyen la muerte, el tiempo y el individuo como temas que derivan de ese afán de ilustrar la circularidad de la vida, el trayecto zigzagueante de los días de los individuos. 
Y qué decir le queda a uno cuando lee un poema que empieza: "Músico llanto en lágrimas sonoras", nada más que gozo, nada más que noche música de volcanes encendidos en su piedras. 

jueves, 10 de diciembre de 2015

ES difícil mantenerse en las pisadas del bosque sin más ni más; permanecer impávido cuando todos se alejan;  mantener la calma y no ceder ante los cantos lejanos de la vanagloria; es difícil respirar a cada paso la soledad plena y musitar con las alas de lo puro el silencio sosegado de las contemplaciones, sí, no caer en el desvío, en el laberinto oxidado del egotismo. 
El centro desprende al individuo: lo somete a la pluralidad para la que no hemos nacido, pues nuestra naturaleza fuerza nuestra existencia. Lo desprende y desmenuza como un cuerpo de Orfeo suficiente ya por haber entonado los cantos primeros de la vida. El centro indudable no existe más que su inexistencia, pero habitamos en él aun sin saberlo, merodeamos sus límites, que son los nuestros; cuando creemos haberlo conocido se vuelve transparente...oh, dios, la transparencia. 
HEMOS PASADO unos días en la naturaleza: rabilargos, pinares, lagunas, senderos, la levedad toda en los ojos. Juntos hemos poseído el tiempo como afirmaba Lucrecio, el poeta, con la solemne y armoniosa lentitud de la noche. Ha sido hermoso vivir, comer sin más ni más juntos, los tres. Y más aún, acabar el capítulo con el deseo abierto y reverdecido de volver a ser plurales de nuevo. 

En esos días escribía en algunos cuadernos. Limpios, transparentes en las manos. Poemas, versos incipientes. Fracasos todos. Me conformaba con sentir la concordia del trazo en el papel, de percibir la cercanía al blanco del blanco en el horizonte perdido; la tranquilidad de nutrir la inquietud y el deseo. 

Poseído por esta lujuria del silencio me he preguntado, sobre todo, ¿para qué poetas?, con Heidegger, si todo existe ya en su justa existencia solitaria y silenciosa.