viernes, 2 de octubre de 2015

PUEDE que Rilke y Hölderlin llegaran a escuchar el sonido de una sola mano dando una palmada, como deseaba el koan zen. Siempre consideré que la filosofía se emparenta con la poesía en la reflexión de la lengua, del decir, de lo no dicho, del abandono del lenguaje y del ser en todo caso. 
Aristóteles nos definía como "el ser de la palabra" a diferencias del resto de mundos vivos; Platón, en el Cratilo, no soslayaba el enigmático asunto de esta cualidad tan singular y tan desasosegaste al tiempo. 

Esta misma disputa que naturaleza desarrolla en los mortales es la clave de la lectura de la Divina Comedia de Dante. la clave o una de las mismas. Cuando el lector llega al canto 55 de "Paraíso" comprueba cómo el poeta y el alter ego del susodicho dejan de tener fe en la palabra. Quedan cercenadas sus visiones, sus emociones, lo que acontece ya dentro de ellos mismos. 
El círculo comienza a cerrarse: del balbuceo del niño al balbuceo de la luz. Lenguaje y silencio, fragor de la música que asoma para desplegar otros motivos lindantes con la armonía. 

Llamamos armonía a los sucesos limpios del alma en el mundo, con el cosmos.