jueves, 24 de septiembre de 2015

LOS ANTIGUOS llamaban "arte de las ciencias de la naturaleza" a las disciplinas que conformaban el quadrivium, es decir, la Aritmética, la Música, la Geometría y la Astronomía. Por su parte, estaban las "artes de la ciencia del espíritu", esto es, la Gramática, la Retórica y la Dialéctica. Esta clasificación encierra un entendimiento moderno de las capacidades estilísticas y cívicas del hombre que sobrepasan las débiles reflexiones literarias de los escritores actuales. Los de ahora se encierran en cuestiones de alcoba, distantes con mucho de la profundidad de los estudios antiguos. 
Acudo a estas reflexiones porque, a lo largo de la historia de los géneros literarios y de la literatura no se ha hecho más que revolver en estas tierras fundamentales del mundo antiguo. Ni siquiera la vanguardia es tal en cuanto uno lee y revisa los escritos antiguos en que ya se formulaban propuestas de esa índole. 
Sin embargo, me fascina esa distinción entre "naturaleza" y "espíritu", pues con ella, los pensadores y escritores de la antigüedad establecían una postura complementaria y razonada de lo que somos: naturaleza y espíritu. Estos dos vectores intrínsecos en cada uno de los mortales determinan posteriormente la capacidad de creación literaria, tanto en lo natural como en lo artificial, ora en lo inmediato ora en lo trascendente que apenas percibimos. 


TODO placer ofrece una falacia de ti mismo.