lunes, 10 de agosto de 2015

EN Ladbroke Grove pude dar el paseo en que me desprendí de todo. Los pasos allí no hacían más que volver a pisar las huellas del camino, del camino de Dante. La única forma de conocimiento sucede cuando no es de día ni de noche. La caminata fue tomando el rumbo de lo incierto hacia la plenitud. También aprendí que existe una estancia en la indolencia de confusión: la indolescencia. Todo es confuso, turbio, doloroso y conduce a la ceguera brutal.  

En Londres había dejado de ser para ser plenamente: sin tácitas limitaciones, sin sometimientos, sin quedar subordinado a los sentidos. Una otredad inmensa me recogía de las sombras, justo el territorio en que todo conforma una armonía que percibimos extrañamente nuestra. 

Fue como en Barcelona, ¿lo recuerdas?, pero en solitario. El primer encuentro de Dante con Virgilio es todo un tratado de indolencia, pues le espeta si es sombra u hombre vivo; más tarde, el propio Virgilio le confirma: "Hombre no soy, mas hombre fui". El resto de la obra tendremos que leerla sin perder de vista este pasaje que está colocado al comienzo. ¿Realismo mágico de los años 60, surrealismo en la Vanguardia? Todo queda en anécdota si uno lee a Dante, incluido Don Quijote.  Con el tiempo creo que la historia del arte que se ha ido transmitiendo es falsa e ignorante. Lo pude constatar cuando entré en la Tate Modern que, quitando a Picasso y a Rothko, es una falacia estricta de qué es el arte. 

Termino de leer la segunda entrega de El libro de los indolentes, 2. Saúl, el ángel negro. Parece que lo hubiera leído hace tiempo, no sé cuánto, pero ha sido una relectura más que una lectura, una lectura al estilo de Platón, una remembranza. "Hay que seguir creyendo en la verdad" nos dice Javier Sánchez Menéndez quien, en síntesis, nos está conjuntando tres términos indispensables para la verdad del arte: creencia y verdad. La verdad en el arte es una fidelidad ardua y fortuita para el creador: le sobreviene y no sabe qué hacer con ella pues nadie la comprende. Y esa incomprensión lo lleva a desprenderse de la verdad y a edificar una obra que tan solo le interese al corifeo de siniestros que la alaba. Un ejemplo es Warhol. Seguir en el camino, permanecer en transformación y búsqueda, sin límites de vida o muerte. La mortalidad inicia el descenso hacia otra luz.