domingo, 7 de junio de 2015

EL MISTERIO. Cada lector posee una idea de qué es la poesía. Esa idea es artificial, pues la posee después de haber leído textos poéticos. No existe en el hombre la idea de la poesía sin haberla leído. Leer es, por tanto, el método de aprehensión y conocimiento de la literatura. En la poesía es en donde se revela lo poético. Pasa del noumeno al fenómeno, de ahí deriva que la selección de los textos que leamos deba rendir siempre tributo a la poesía sin ambages. 

Toda vez que el lector acopia lecturas diversas, esa idea va conformándose, modificándose, poco a poco, estableciendo una figura que termina por ser la idea general de la poesía para ese lector. 
Si, con el tiempo, el lector llegara a ser poeta comenzará a conciliar esa idea con su creación. Esto que expreso es, ni más, ni menos, que la ética-estética inevitable, pues es natural, no artificial, estamos ante la posición del hombre ante el mundo. 

Así las cosas, esta razón de la poesía explica, por un lado, por qué la poesía, en ciertos momentos de la historia, presenta ciertas formas y convicciones desarrolladas por los poetas. En el caso, por ejemplo, de mis contemporáneos, con los que no siento filiación alguna, entiendo que estamos formados en lecturas distintas, incluso adversas en sus propuestas. 
Por otro lado, cuando uno tiene el caso de Leopardi en la memoria, puede entender la obra del poeta italiano y su dimensión:  un poeta que escribió un soneto a Héctor con once años, que ya por aquel entonces había leído a Homero, que poco tiempo después comenzó a estudiar y a traducir los textos de Horacio, que compone unos Epigramas y una tragedia titulada Pompeyo en Egipto y que prosigue hasta los diecinueve años con el estudio sosegado de Hesiquio de Mileto, los comentarios de Batracomiomaquia, los estudios sobre La reputación de Horacio en la antigüedad  y Los errores populares de los antiguos, conoce la tradición de la poesía de Mosco, el Himno a Neptuno y las traducciones del primer libro de la Odisea y del segundo libro de Eneida.    

En definitiva, abogo porque el concepto de contemporáneo en poesía, en la creación artística, habría que redefinirlo. No es el tiempo de la vida de los poetas que coinciden en el nacer, es el tiempo de la poesía; y, en ese tiempo, no existe el Tiempo, todo es un discurso permanente de diálogo y edificación.