domingo, 17 de mayo de 2015

ALGUIEN recordaba ayer el Zibaldone di pensieri y en cuanto llegué a casa no tuve más que abrir el libro y comenzar a leer cualquiera de sus páginas. Su prosa me provoca una fascinación permanente, tanto así sus poemas, pero la prosa de Leopardi trasluce una cosmovisión singular, una postura frente a la realidad que expresa, estoy convencido, como vive. Por eso mismo, leer a Leopardi es poder leer la vida de un hombre fabulosa, de un escritor, de un poeta. Por azar, me encuentro en el Zibaldone la misma cita de Lambert que utiliza A. Manguel en su libro. 
Unas páginas más adelante, puede el lector leer lo siguiente: "La escritura dev´essere escritura e non álgebra; debe rappresentar le parole cii segni convenuti, e l´esprimere e il suscitare le idee e i sentimenti, ovvero i pensieri e gli affetti dell´animo, è ufficio delle parole così rappresentate". 

Lee uno estas líneas, se queda cavilando un rato, las escribo, las gloso, anoto ideas a su lado, vuelvo a escribirlas, las traduzco lentamente, libo en ellas como las abejas recelosas. 

Uno de los textos que me tiene atrapado estos días es Tristes y Pónticas de Ovidio. he ido escribiendo un poema tras haber leído los dos tomos con detenimiento. La respuesta como lector, el poema, no sé si terminará resultando adecuado y completo, pero el júbilo de escribirlo, sin más ni más, es la manera de celebrar el enriquecimiento de haber leído esos textos. 
Creo que, con el tiempo, el lector debe conformarse con esa exaltación individual que cada uno debe contener en la lectura.No es necesario escribir, ni completar libros, ni siquiera sentenciar ante los demás cuántas las nimiedades de nuestras vidas. Leer, cuando se realiza desde el convencimiento y siguiendo el hilo de Ariadna de lo humano y mortal, es fin y permanencia.