sábado, 8 de noviembre de 2014

QUÉ delicia los versos de Gutierre de Cetina y qué contemporáneos sus versos en la lectura sosegada de esta tarde. Canciones, sextinas, sonetos, madrigales de oro a los ojos de este humilde lector. Sus poemas ofrecen un recorrido variado del espíritu humano, de sus tendencias, sus manías, sus persistentes señas en el tiempo. Me sucede con estos poemas que, cuando reflexiono sobre la renovación de la lírica, no encuentro un respuesta clara a esa disyuntiva. Quizás la poesía se distinga y se haga nueva en los temas, en las realidades que no acontecían antaño, pero, ¿es solo el suceso contemporáneo lo que convierte en renovación a un poema? ¿Tan solo incluyendo en un verso "bar", "supermercado", "cigarro", "cabrones"? ¿No habrá que encontrar el decir que se ajusta a ese suceso, por muy nuevo, novísimo, que este sea, a un verbo de permanencia, inalterable? 
¿Que cuál es? Ah de la vida...

De Gadamer me quedaría con demasiadas páginas y acopiaría de su Verdad y Método muchos pasajes si tuviera que reservar de la quema algún libro. Hoy, al revisar el cuaderno titulado "Actos de templanza" releo una cita que había escrito con tinta negra y con una caligrafía menuda y escurridiza: "Parece incluso que la determinación misma de la obra de arte es que se convierta en vivencia estética, esto es, que arranque al que vive del nexo de su vida por la fuerza de la obra de arte y que sin embargo vuelva a referirlo al todo de su existencia". 

Al término de la lectura, sumé, a este pasaje, el diálogo que mantuve ayer con un ser indolente. Hablamos de los paréntesis y de la verdad incognoscible que los sustancia.  Esos paréntesis que levantan la melena al viento sucede, no en pocas ocasiones, al artista. Y lo sustrae, lo trastoca, lo conduce al todo de su existencia. Incluido Platón, que manejaba melena igualmente, todas las ideas se derrumban en ese instante, pues son inválidas para el raciocinio de la dimensión de ese todo ancho y ajeno.