jueves, 6 de noviembre de 2014

EXISTE un autógrafo del soneto que se encontró en las guardas de un Trattato dell´amore umano de Flaminio Nobili que había pertenecido al propio poeta. El soneto es una viguería literaria y podríamos decir un artefacto macerado por la virtud y el talento. Más allá de todos los recursos retóricos propios de ese tiempo de la lírica y de los gustos personales del autor, me quedo reflexionando sobre el último terceto del soneto de Quevedo titulado "Desde la Torre". En efecto, los paralelismos, en este caso, son demasiados si lo comparamos con mi admirado Montaigne, pero hay un resolución de toda índole ética en ese último terceto de Quevedo. 

[...]
En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquella el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.

Mal que bien, está uno, las más de las veces, recluido en una torre, en un alminar en que canta al aire los sones de una soledad profunda y húmeda. Ese es el literato, el poeta imbricado en la esencia de lo literario. Recluido, solo, en susurro de la transparencia, danzando el rito del silencio y mostrando la cuestión de desnudez. Contemplaciones.  El estudio, la lección es acción y sustituto de la vida. Así es y así lo entiendo cada vez con más claridad, sin tener sobresaltos, sin hacer aspaviento.