martes, 18 de noviembre de 2014

CANSADO de textos insustanciales vuelvo a Steiner. "¿DE qué trata la música? ¿Qué significa?". Con estas interrogantes consigue Steiner el hilván idóneo para proseguir con sus disquisiciones sobre la literatura y la música. "¿A qué se parece?", sigue indagando en perpetua interrogante. 
La música consigue como ninguna otra disciplina concebir lo inconcebible, anidar en la consciencia la posibilidad de un más allá, de un allí que solo intuimos, percibimos. porque la fascinación y la reacción que provoca la música es real y así, entendida, sin tener respuestas razonadas a su esencia, la asimilamos y la vivimos. Aun sin entender qué descifra, qué hay en ella, cuando brota una música el espíritu se sobrecoge. 
La poesía, la lírica, deviene de esta esencia musical. Cercana a su naturaleza, el texto poético que sacude al espíritu es el que media entre lo racional y lo irracional, el que trenza vínculos entre el entendimiento y lo meramente sentido. Sentir, entender, ritmo, armonía intrínseca son los elementos que conducen a la edificación de un poema. El resto no me interesa, para ello tengo la realidad, la mera realidad, más potente y maravillosa que cualquier poema apegado a ella. 

Dice Steiner: "Ante la música los prodigios del lenguaje son también sus frustraciones". Y yo añado que las frustraciones de la lengua son las únicas bellezas pronunciables por el hombre.