viernes, 20 de junio de 2014

LO más emocionante de mantener un diario es la capacidad cíclica de poder decir. Cada día, cuando me siento a escribir, comprendo que la palabra debe ser nonata y que, con ella, lo referenciado es igualmente nuevo. Escribir tendría que ser un acontecimiento y un festival de emociones a diario, así lo entiendo desde hace unos meses. 
Más allá de lo que se cuente, de lo que se exprese o transmita está el hecho mismo de escribir en blanco, acontecimiento singular, inaudito, sorpresivo, inusual del hombre; escribir es acción del espíritu; detrás de un hombre o hay acciones o hay palabras. Escribir es acción del espíritu. 

La filosofía es magma metafórico del verbo. 

Suena Stardust con la "Manhattan Jazz Orchestra". Esta música me conduce irrevocablemente al invierno, a un recogimiento sostenido y prolongado en que nada es necesario. Se agolpan las calles de Londres, recoletas y encantadoras, como sierpes retenidas en la memoria. Cuando concluye esta música, comienza The sahdow of you smile, contrapunto a la cadencia y el solo de saxofón, la orquesta ensaya una armonía en clave menor que ofrece eufonías insoslayables.  Culmina la noche con Smile: contrapunteo, ritmo vivo, el bajo marcando la tectónica de placas de la melodía que se debaten la trompeta y el saxo tenor. En estos momentos recuerdo que los instantes más humanos de mi vida los viví tocando el clarinete en el cuarteto, en la orquesta, con el grupo. 

La música es dilatación del tiempo, de la vida, hasta su límite más desconocido.