martes, 17 de junio de 2014

EL run run del mundo a veces me turba y desasosiega demasiado. Pareciera que todo fuera metalepsis en grado sumo, en la dimensión en que se deslavazan los entendimientos y queda uno sumido en una euforia pasajera, interna, parpadeante. 
El silencio es la forma de ofrecer el envés de todo, de todo lo pensado. Es un mensaje el silencio, una nitidez, un territorio expedito de razonamientos narrativos y de mitologías. Siempre que hablan lo hacen en metáforas, en analogías, en símiles, con tropos...y piensan que están alejándose de la falsedad.
¿De qué se aleja el que habla o el que escribe? Me digo lentamente.
El mismo hecho de hablar y de pensar el alejamiento es ya acto de la lengua; posiblemente el ser humano sea la epítome de un Minotauro encerrado en su laberinto, de un dédalo del que jamás podrá salir con las condiciones que posee, a pesar del convencimiento, a pesar de la insistencia, de la breve lucidez de la mañana.