martes, 29 de abril de 2014

...MIENTRAS tanto suena On the sunny side of the street en una versión de Manhattan Jazz Orchestra. Leo un poema titulado "A Cloe, que por causa de él desearía ser más joven" del poeta inglés William Cartwright. Inevitablemente, estos versos me han llevado a recordar Piedra de Sol de Octavio Paz y Vita Nuova de Dante y otros tantos escritos en prosa que se incardinan en el runrún del amor como encrespados en una causa primitiva del ser.  

"De dos modos nacemos : uno cuando  la luz
por vez primera hiere los ojos entreabiertos;
otro cuando se unen dos almas. Y debemos
empezar a contar la vida desde entonces".
[...]

En Dante el amor funciona como renovación en vida, amor interior y espiritual, que ensancha la mera descripción de la amada hasta alzarla en símbolo y permanencia; funciona como la carta de naturaleza que aviva y desenfrena el recóndito vivir que, hasta entonces, no hubiera conocido nunca. Piedra de Sol sustenta su estructura en los días que tarda el planeta Venus en realizar la conjunción con el sol, es, en puridad, un iter amoris. Vida y muerte, renovación del espíritu tras la contemplación en los ojos, pero, sobre todo, en el ánimo. El poeta mejicano expresa líricamente este vaivén de la consciencia con estos versos: 

[...]
"oh vida por vivir y ya vivida,
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo
y silenciosamente desemboca
en otro instante que se desvanece:"
[...]

Esta consciencia fugitiva apoltronada en la memoria perdida de lo que somos se convierte, en estos poemas, en una fuerza, una potencia quizás, que derrumba todo discernir narrativo, lógico, superficial. Sea cual sea la influencia de la fuerza amatoria,  -furor amoris-, del antiquísimo axioma de "la transformación de los amantes", el individuo prosigue, aun siendo otro, aun necesitando la otredad y la pluralidad para ser, persisitiendo en la materia originaria que lo sustancia. El propio Paz lo expresa en endecasílabos diáfanos:   

[...]
"por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte,
el olvidado asombro de estar vivos;"
[...]

El mismo Joyce, en la composición A portrait of the Artist as a Young Man permea en su texto no pocos estilemas y conceptos de la poesía florentina y estilnovista, en especial, del singular libro de Dante. Así me voy dejando al sonido del amor, del amor figurado y encarnado, del sensual y de la conjetura. 
Sigo escuchando My romance en la interpretación de la misma banda musical. Pienso en los poetas, en los versos, en el amor, en la incipiente necesidad de despejarlo todo de la simiente para encontrar la simiente, de mantenerme en las cercanías del centro indudable sin concesiones, pues ellas, la infamias, me provocan un malestar inmenso, poco resistible ya para mí. 
De Dante a Joyce, pasando por Octavio Paz y el propio Cartwright con el que comencé este texto de diario -este secreto meditar que tan débil se va haciendo-. Termino de leer, miro el paisaje, tengo encerrados besos del recuerdo en la carne de mis labios. En ellos, mis labios ajados de mortalidad,  se pronuncia la finitud de lo bello en la poesía.