lunes, 31 de marzo de 2014

LA mañana se va estableciendo con el aroma de la levedad. E. ha dormido seguidamente durante la noche; uno, que no puede dormir cuando el estado físico no le acompaña, ha estado leyendo Las pasiones, el libro dedicado a Giacomo Leopardi en edición de Fabiana Cacciapuoti. El volumen es una galería de las inquietudes y de los demonios personales del excelso poeta. Al término del libro puede afirmarse que Leopardi estaba apasionado por la hondura misma del hombre, por todos los recovecos, materiales y emocionales, del hombre de su tiempo y del hombre más allá de sus circunstancias concretas. Esa combinación entre la finitud y la permanencia que impregna cada uno de los poemas y de las paginas de Zibaldone di pensieri.  

John Keats, en carta a Benjamin Bailey, defiende la veracidad de las emociones y de los sueños ante el raciocinio positivista. Tengo por cierto que, en ese abismo que media entre la razón humana y lo que denominamos intuición (trópico de las musas) reside la naturaleza de lo musical y, por ende, de lo poético. En esa misiva escribió el poeta: "lo que la imaginación capta como belleza tiene que ser verdad...así exista previamente o no".  Es todo una declaración epistemológica del mundo desde la fidelidad estética. Desde este credo el poeta lanza y arroja sus acciones hacia lo incierto, como manifestaba Hölderlin. A partir de ese punto, todo es belleza consumada, reino de verdad y estación deseada y deseante. 




domingo, 30 de marzo de 2014

ANTES de salir camino del hospital, acerté al introducir en el bolso el libro Platero y yo. No tenía claro si debía llevar conmigo algún libro de poemas o si era mejor seleccionar un volumen de cuentos y relatos. Finalmente, opté por el libro de J.R.J. que media entre una y otra naturaleza literaria. 
Antes de que el doctor Ramírez Temblador me tuviera delante de sí estuve leyendo y recordando algunos pasajes de la vida del poeta.  Recuerda Predmore la entrevista que le realizaron a JRJ  en Puerto Rico. Más allá de su adhesión explícita a la República que menciona después de estas palabras con mucha claridad, y que tan pocas veces se han recordado, el poeta expresa lo siguiente a la pregunta: " Yo no soy político. Soy un poeta". 
Pensaba en ello mientras una señorita me clavaba una aguja en el trasero. Lo que sucedió después fue una ensoñación, pues no pude aguantar en pie y tuvieron que tumbarme en la camilla. De pronto, le puse cara al doctor Simarro y pude percibir el olor a humedad de la colina de los chopos. Estuve rodeado por unos momentos. 

Una vez en la sala de espera, alentado por una mejoría efervescente, terminé espigando entre las páginas del libro aquellos fragmentos que el ánimo me imponía. "El eclipse", "Paisaje grana", "El niño y el agua" o "El pan" se sucedían en un carrusel acompasado con el atardecer y con la desgana que imperaba en mi persona.




  





viernes, 28 de marzo de 2014

UN SUEÑO: abro los ojos en la noche para hablar con los muertos. Abro las manos, los brazos y aspeo en el silencio trágico de la lluvia. Sonámbulo, me encuentro conmigo mismo leyendo en la butaca del salón, con un libro de Blake. Visiones, fiebre, estación sonora. Veo luces, luces que relampaguean. Sueños, sueños hipnóticos y desmedidos de no sé qué ropajes. Palabras insonoras. La cadencia estacionada de la piel del mundo. 

jueves, 27 de marzo de 2014

HOY, una extrema levedad.

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El don de los muertos. Leyendo algunos pasajes de un libro excelente, Le Don des morts. Sur la littérature de Danièlle Sallenave. El don de la literatura es el don que nos hacen los muertos para ayudar a vivir a los vivos. 


lunes, 24 de marzo de 2014

"THE best words in the best order", Coleridge.

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Me envía Darío Villanueva su libro La poética de la lectura en Quevedo. Viene con una dedicatoria cariñosa y cercana; me quedo toda la tarde leyendo el libelo, sobre todo, la interpretación que realiza del soneto de Quevedo titulado "Desde la Torre":

[...]
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
[...]

En esos momentos, me dirijo a las baldas en que descansan los libros de crítica literaria, de filología. Observo los años de edición de los mismos, casi todos en la ínclita editorial Gredos y reflexiono sobre el devenir de los críticos literarios, de los estudiosos y de la algarabía actual que todo lo mezcla en una tabula rasa infame. Siempre he tenido por propia la consigna del polígrafo mejicano Alfonso Reyes cuando afirmaba que la filología era el arte de leer despacio. Una filología bien entendida, en su sentido recto y ampuloso como fervor por el estudio parsimonioso de la palabra; de la palabra y sus significaciones, de su transmisión ancestral como el cuerpo tallado por el curso del tiempo de la palabra poética, dadora de bellas realidades y sugestivos mundos. 
Huelga decir que el estudio apasionado de la literatura por la literatura ha quedado en estos libros que menciono y que, más allá de sus defectos y sus anacronismos, superan con mucho lo que en la actualidad ofrecen los supuestos lectores de privilegio, los reseñadores de oficio de libros interesados. 

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Últimamente me atrae el concepto de Gadamer, "vivencia estética". Consiste en evidenciar cómo la experiencia literaria vuelve a referenciar, renovadamente la existencia del hombre que fue lector. Todo ello provoca, en términos del autor de Verdad y método, una "fusión de horizontes". 






domingo, 23 de marzo de 2014

UNO de los libros que más fascinación me causa es Biographia literaria de Samuel Taylor Coleridge. Esta obra, sustanciada con ideas fundamentales sobre poesía y pensamiento, genio y creación, naturaleza y artificio es como un vergel al que vuelvo para tomar aliento, aire fresco, sosiego en la lectura, sentido a los múltiples significados de la literatura. Como "la alameda verde" de J.R.J., a la que el poeta moguereño iba a pasear llegada la tarde con el deseo renovado de encontrar sus pasos propios en el devenir de la poesía, algunos libros se van convirtiendo, para uno, en esa alameda, en esa dehesilla de reencuentros propios y ajenos. Podría decirse que la literatura me va concediendo un territorio más sólido, más verdadero que la propia vida. la vida, ese anexo  sucedáneo del deseo y de la verdad. 

En el capítulo 12 del libro de marras Coleridge instiga al lector a leer a Platón. Lo hace transmitiéndole su propia pasión y su fervor desbordado por el Timeo. De Platón a Plotino, a las Enéadas. Cierra el pasaje unas palabras del obispo Jeremy Taylor con aires muy cercanos a Plotino. El obispo sentenciaba: 

"Aquel para quien todas las cosas son uno, que remite todo a la unidad y lo ve todo en uno, puede disfrutar la verdadera paz y el sosiego del espíritu". 

Esta sentencia, con la que el autor de  Biographia culmina un capítulo señero y fundamental del libro, -ya que confronta sus pareceres a los de Wordsworth-, decía que me resulta muy semejante a la que el propio Plotino ofrece en el Libro I de Enéadas, a saber: 

"Tal es la vida de los dioses y de los hombres divinos y bienaventurados; una vida que se  aparta de las cosas de este mundo, que se siente a disgusto con ellas y que huye a solas hacia el Solo". 

Estos libros que llevan a otros libros, estas palabras que se resuelven en las palabras de otros, este leerse uno a sí mismo con las virtudes de los demás es la verdadera estación de pureza y virtud que anhelo por siempre. La vida invisible, una extraña forma de vida, la del envés estético y ético. 

Es la esencia de ser algo en nada, en la que prevalece la belleza y en la que toda vanidad queda arrinconada, diluida en lo que verdaderamente es. 

  

viernes, 21 de marzo de 2014

LA literatura y, por ende, la belleza, es el reino de la posibilidad.

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Everything and nothing.

jueves, 20 de marzo de 2014

LA única vez que pude hablar con Eugenio Trías fue poco antes de su muerte. Estábamos escuchando unas palabras de Guillermo Carnero sobre el jardín inglés y el jardín francés. El discurso del poeta había recorrido los meandros de lo sublime hasta la aparición del Romanticismo en Europa y en España. Trías mantenía una atención llamativa; mirada fija y penetrante, cabeza erecta como estatua de antaño. 
Cuando terminó Carnero con la galería de pinturas prerrománticas europeas, Trías se acercó. Uno estaba, en esos momentos, cerca de los. Aún recuerdo la lábil pero emocionada voz del filósofo cuando nos dijo, casi en susurro, que se estaba quedando sordo. Aquella declaración me dejó, lo recuerdo vivamente, desconcertado, como en una nebulosa extraña y difusa de la razón. Recordé, justo entonces, sus libros sobre la música, su insuperable trilogía sobre la fascinación de la música en occidente y su vínculo con la filosofía del límite. 
Sordo, estaba sordo y ya solo comprendía los dictados del corazón, los que hacen que la vida se envuelva con el cedazo de la humildad y la belleza armoniosa en los hombres. 

Los dos libros sobre Leopardi. Uno, titulado Las pasiones, con la traducción y un epílogo de mi querido Antonio Colinas.  El otro, el recentísimo Leopardi de mi admirado Citati. Toda la noche en Nápoles, sin soslayar la dimensión altísima de la noche.  Con la poesía de Giacomo pero, sobre todo, enredado en el Zibaldone, en la edición que compramos en Milán, ¿la recuerdas?   

martes, 18 de marzo de 2014

EL filósofo alemán Heidegger pergeñó un término para referirse a ser arrojado sin explicaciones, sin mediaciones, a una existencia. Sí, a una existencia, a un modo de vivir. Geworfenheit es la palabra que condensa este significado que, además, incluye el matiz semántico que hace de las fuerzas que gobiernan ese azar, ese imposición, como incomprensibles.
Este término lo recuerda Vila-Matas cuando trata de razonar sobre su condición de escritor. Los escritores persiguen establecer qué les movió a serlo, qué causa se encierra en su propia condición. Parece que, todos, en algún momento de sus días, necesitan al menos tantear la cuestión e interrogarse por esto mismo. Esto es así ya que los propios escritores saben de sus rarezas sociales, de sus particularidades como ciudadanos y, no digamos, que como amigos o compañeros o amantes. El caso es que el verdadero escritor en pocas ocasiones puede soportar la insoportable levedad del ser y sus banalidades. Sin embargo, nadie nunca habrá de reconciliarnos con el mucho, quizás con el mundo límpido de la belleza, como un escritor de pulso cierto y verdadero.  
El mundo contemporáneo está repleto de sierpes que distraen al intelecto y los subyugan a una condición rasurada por el tono de la mediocridad.  




domingo, 16 de marzo de 2014

IDUS de marzo. Roma, Piazza del Popolo. Estamos tomando un spritz. Dialogamos, debatimos sobre la condición humana y, sobre todo, como la rutina carcome lo lúcido del individuo hasta apagarlo y reducirlo a un insecto. Plutarco recoge el pasaje en que un vidente advirtió a Julio César de la carga trágica de esa fecha para su vida. Hablábamos de Julio César y derivamos en la acerada luz que, a nuestro alrededor, convertía la aritmética de la plaza en una ensoñación.  

En los calendarios más antiguos, esta fecha suponía el comienzo del año nuevo, del ciclo lunar que principiaba un nuevo año. Celebraciones, mamuralias y demás rituales se sucedían en estas fechas. Pareciera que los suelos antiguos todavía desprenden restos fatuos de esos rituales pues, aquí, en Roma, el visitante se siente poseído por fuerzas de la consciencia extraordinarias, por una invasión de la memoria y el imaginario colectivo de una potencia extraordinaria. Estar en Roma es estar en los idus de marzo de la antigüedad, pero también en el Barroco exacerbado y en la ciudad que nutrió a pintores y músicos de todas las épocas. Estar en Roma en un ensanchamiento del ser, de las palabras que se pronuncian, pues todas adquieren una levedad inusitada, ante el cauce inmenso del tiempo en esta ciudad, quizás del tiempo eterno de la piedra encendida. 

sábado, 15 de marzo de 2014

LEYENDO

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Platero y yo está colmado de poesía lírica. Toda la noche alrededor de un verso entre sus páginas. Pertenece al texto LIX, titulado "Anochecer":

"el confuso recuerdo de lo apenas conocido"

viernes, 14 de marzo de 2014

LEO la nueva y portentosa edición de las poesías de Gutierre de Cetina. Rimas ha decidido titular el editor al ejemplar que, desde ayer por la tarde, no separo de mis manos ni de mis entendederas.
Con nerviosismo y fervor me dirijo a sus madrigales y a sus canciones antes que a sus sonetos. Los leo de corrido, caninamente, como decía Boswell que leía el doctor Samuel Johnson. Me detengo en muchos pasajes y analizo las formas versales, la selección léxica, la combinación armoniosa de todos sus elementos. Existe en Cetina un afán renacentista de aprehenderlo todo en una sola forma. Música en la palabra, drama en el pensamiento, fuerzas imperantes de la condición humana:

“Cubrir los bellos ojos
con la ano que ya me tiene muerto”
[…]


Es el tópico petrarquista de  la mano-schermo. La mano de Laura cubriendo los ojos para que el amante no pudiera contemplarlos. Quevedo, décadas más tardes, elaborará un exquisito madrigal con este mismo motivo: “A Aminta que se cubrió los ojos con la mano”. La parsimonia de su verso unido a la profunda y nutrida tradición que, en cada pasaje, puede el lector activo ir desvelando. Un gozo leído en lentitud; una manifestación de la poesía verdadera e ingobernable por estos tiempos de bagatelas, sino por el Tiempo en que ella se hace forma y canción, rima del espíritu por siempre. 

jueves, 13 de marzo de 2014

THEATRUM mundi. 

*** 
«No olvides que es comedia nuestra vida
y teatro de farsa el mundo todo
que muda el aparato por instantes
y que todos en él somos farsantes;

[...]

Versos de Epicteto con la traducción de Quevedo.  Es el Enquiridion o Manual compilado por Arriano; es un tratado estoico para los individuos y de tan incisivo verbo y pensamiento que se alza entre esos volúmenes que uno amontona en la mesa. Cada día me voy acercando más a esta forma de contemplar y entender el mundo. 
Estoicamente no soy yo estos días este yo que me acompaña a cada momento. Estas letras las escribe otro que me acompaña a cada noche y me azuza el pensamiento, pues de tan variada miseria es la realidad cotidiana para poder impregnar una luz, un recodo de profundidad en estas palabras solitarias. Esta vida contemporánea está muy replegada a las dádivas, quid pro quo. Para la literatura es nefasta la existencia de este trasvase y este mercadeo de lo espiritual; unos dicen y luego  no hacen. Al final pensaré, con Roland Barthes en el grado cero de la escritura y en la muerte del autor. 

Ayer escribía que observaba un derrumbe, sobre todo ético, a mi alrededor y que ya casi he dejado de ver la verdad al menos en destellos. Pienso que soy yo quien no los ve y que, para encontrar el inicio, el origen, el resquicio de verdad y de justicia que habita en cada hombre hay que nutrirse de silencio y soledad en acción, no en deseo.


Los maestros verdaderos no dejan huella de su influencia. Son como los elementos naturales; como el viento en la noche que esparce y altera en lo invisible. La influencia verdadera levanta y arrastra todo lo que anidaba sobre el propio discípulo y lo deja ensimismado, como había sido siempre, en su origen, en su verdad.



miércoles, 12 de marzo de 2014

¿QUÉ es sólido en la palabra de un escritor?

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Hay una reserva de autenticidad en cada uno: es la claridad a la que debes acudir para responder ante la verdad y la belleza.

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Todo se derrumba a mi alrededor. Lo que parecía certeza, ahora es incertidumbre; lo que fidelidad, vanidad encrespada. El discurso de los otros pura ironía.Dudo de la palabra en la boca de los demás. Me espanta.  

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El tiempo de la palabra verdadera no es este, no es tu tiempo.

martes, 11 de marzo de 2014

LOS antiguos pensadores establecieron el mundo tal y como lo conocemos. Todo cuanto nos pertenece, todo cuanto logramos amoldar a las ramas del pensamiento y la palabra, fue edificado e intuido por ellos. Como dice Kingsley, casi solos, pusieron los cimientos de las disciplinas que se convertirían, pasados los siglos, en lo que son ahora. Esto supone una reverencia hacia ellos, pero, además, un acto de entendimiento, humildad y respeto. 
En ellos operó una comprensión del mundo que, en estos tiempos, tildamos de mítica, casi fabulística. Pienso que esto es un error de principio motivada por la vanagloria del hombre moderno. Quizás la única estirpe de la razón que produce avances, que explora nuevas formas de comprensión e esa misma que está más ligada a la creación que la expresión. 
Ya pocos conocen sus nombres, sus obras han quedado en fragmentos deslavazados en manos de un puñado de eruditos, y cada uno de sus nombres se utilizan como exequias arcaicas a un regusto intelectualoide. Es `referente, en las hornadas de poetas actuales, mencionar a los contemporáneos, a los sumo, a los que luego dirán algo positivo de su obra. 
Pero me dirijo a otra altura de la realidad con estos pensadores antiguos, pues ellos entregaron a la humanidad una semilla, la esencia de lo que algunos han llegado a contener para donar al mundo la luminaria de ese sendero. 






lunes, 10 de marzo de 2014

SIGO leyendo no con poca emoción el libro de Peter Kingsley titulado En los oscuros lugares del saber. El título es un encuentro con párrafos que condensan ideas luminosas y que conducen al furor. Sin embargo, la experiencia comenzó cuando estuvo uno contemplado la cubierta durante largo rato. 
Koré, en Peplos, perteneciente al Museo de la Acrópolis. Maciza, de una pieza rotunda y rígida, erecta e hierática, con los brazos apenas sin vida y las extremidades sometidas a la rigidez de la piedra; las trenzas recorriendo las costuras del cuerpo, tan escrupulosas en el detalle que parecieran sierpes en vida, pero, por encima de toda figuración, un rictus, un rictus arcádico. Los ojos poseídos por una visión al infinito; la boca esbozando una condescendencia a no se sabe qué certeza. Toda rigidez se desvanece cuando uno mira los ojos de la koré, cuando entra, con esta razón desmedida, en el esbozo boquihundido de sus labios. 

Ayer escribía unas notas en que describía la vida del poeta como enigmática y de difícil interpretación. Esa falta de razón unívoca es la misma que la del texto literario. La plurisignificación, la connotación toda aquella dimensión que no se instala de modo unívoco en la consciencia. Quizás la vida del poeta sea metalepsis, ella misma, toda ella, como la religión a la que pertenece.

Parménides está en la Commedia de Dante. Como revelación, leo este pasaje de Paraíso, del Canto XXXIII:

"Così la mente mia, tutta sospesa,
mirava fissa, inmobile e attenta,
e sempre di mirar faciesi accesa.
A quella luce cotal si diventa,
che volgersi da lei per altro aspetto
è impossibil che mai sì consenta;
pero che ´l ben, ch´è del volere obietto,
tutto s´accoglie in lei; e fuor di quella
è defettivo ciò ch´è lì perfetto".

Parménides expresó un pensamiento con la forma de la palabra poética. El encuentro más luminoso entre la palabra y la idea; su forma más musical y física. ¿Será eso mismo  lo que evidencia la mirada de la Koré?




domingo, 9 de marzo de 2014

LA VIDA del creador literario es un enigma. Todo lo que en ella acontece es inenarrable y apenas puede comunicarse más que por el arte de la ficción. Esto sucede porque cuando la palabra edificante llega, toca al creador en su tuétano, comienza el proceso -que pertinaz fue Kafka en todo- de dilución de la vida en favor del estado flotante de la literatura. 
Sin embargo, es necesario que el sustrato de la vida invisible que debe llegar el escritor contenga el origen de la verdad y de la justicia para que, la estación configurada de su palabra, amontone, desde sus raíces, una verdad, la verdad acaso, de la belleza. 
Podríamos decir que ello se debe a que la propia literatura es una fuerza orgánica en continua transformación. Una metamorfosis encarnada en la palabra ficcional que invade, igualmente, al lector y al autor. El acto de leer, como el acto de escribir, supone un cambio interno y profundo, una transformación del ser que deviene en un nuevo entendimiento de la literatura. La literatura es una aurora y un renacimiento perpetuo. Es así como la única certeza que podríamos tener de la naturaleza de la literatura reside en que supone una transformación y una permanencia. 

sábado, 8 de marzo de 2014

EL POETA debe orientarse hacia el misterio; debe incardinar su voz en la palabra cuando esta se hace claridad. En la búsqueda, en el proceso de metamorfosis, el poeta recibe el vislumbre del centro indudable. Puede que el verbo jamás suceda tras ello, pero debe quedar, para siempre, en todo, permanente, el afán de verdad y el relato ético. 

JOHAN Melchior Molter suena en toda la casa. Hoy, -que ni M.C. ni E. están conmigo- las recupero otorgándoles, a estos prodigiosos pentagramas, lo que Octavio Paz llamaba “la casa de la presencia”. Cuando lleguen las dos escucharemos esta música de Molter como lo hicimos el otro día con Verdi, Corelli y Bach. Aunque, al escuchar esta música, parece que los tres nos encontramos, por la gracia de la cuántica, en un estado y un territorio compartido.     

Mientras leo algunas páginas en italiano de Zibaldone, proyecto, junto al retrato de Leopardi, un jardín armonioso. Il giardino armónico.




viernes, 7 de marzo de 2014

DE Simone Weil hay pocas cuestiones que no me provoquen turbación, sin embargo, destaco las notas que Simone escribió en Londres en 1943. En ellas podremos encontrar simientes verdaderas de las que poder conducir el pensamiento y la palabra: "El paso a lo trascendente se produce cuando las facultades humanas -inteligencia, voluntad, amor humano- tropiezan con un límite, y el ser humano permanece en ese umbral, más allá del cual no puede dar un paso, y esto sin apartarse, sin saber lo que dese y tenso en la espera", palabras de Weil indicando el estado en que solía dejar de ser para ser.
Platón está inexcusablemente en muchos de sus escritos. En no pocas ocasiones, Simone se hace digresiva para entonar una especie de severo juicio sobre la condición del mortal. Hoy, esta noche, me he acordado de un ser al leer estas palabras: "La realización pura y simple de los actos prescritos, ni más ni menos, es decir, la obediencia, es al alma lo que la inmovilidad al cuerpo".  

La humildad es una cualidad extinguida en la literatura. Sin embargo, a poco que uno lee a los grandes hombres que han jalonado la evolución artística de los hombres es notorio que la humildad es una virtud inherente a los genios. Quizás la humildad es una suerte de consentimiento en vida de la muerte, una aceptación tácita y prematura de la nada inerte que somos. 

Sigo leyendo la edición milanesa de Zibaldone di pensieri de Leopardi. La sintaxis subordinada capitanea todos los textos, lo que hace que las traducciones que uno va lanzando a medida que lee se compliquen en demasía. Los conceptos se engarzan unos con otros mientras el lector asiste a un espectáculo del ingenio. A veces, a un desarrollo demasiado elevado y sublime para este humilde lector. "La parola è un´arte imparata dagli uomini, pricnipia un texto Gioacomo que, cuando va a llegar a coda final, concluye: "Il silenzio è il linguaggio di tutte le forti passioni, dell´amore, dell´ira, della  maraviglia, del timore". Párrafos, notas, palabras que indagan en la condición única y poliédrica del hombre.    

jueves, 6 de marzo de 2014

LA existencia, es la pura existencia lo que narra la palabra. Los aledaños, las eventuales maneras de ser no son más que ramales, meandros de un todo continuo y presente en cada uno de nosotros.
Me invade un afán épico dentro de mí. Un incontenible desasosiego que desemboca en una épica de lo cotidiano. Kayser identifica esto mismo en cualquiera de los géneros literarios conocidos, pues todo depende, en última instancia, de la intención ético-estética que encierra lo que impulsa a un mortal a orbitar alrededor de la belleza.


Historia de la belleza de Umberto Eco descansa en la mesa junto a dos objetos de preferencia para uno. Un separador de libros comprado en Lisboa y un bolígrafo en Roma. En muchas ocasiones, el libro es el bálsamo de fierabrás. Lo abro y leo. Esta tarde, por ejemplo, lo abrí y terminé engolado en un pasaje de Claudio Galeno de su libro Placita Hippocratis et Platonis, V, 3: " a belleza no reside en cada uno de los elementos, sino en la armoniosa proporción de las partes". Esta afirmación me conduce a Italia, a las ciudades italianas que quedan configuradas como un todo armónico; es el país que encarna esta teoría, que la interpreta y la configura y da forma. Es una manifestación concreta de una idea. Estar en Italia y ser allí es convivir con la belleza misma. 
Es cierto que Venecia es la suma de sus totalidades y puede que la grandeza que zumba en el que la contempla resida en la armoniosa proporción que, al armonizarse, se metamorfosea en verdad revelada de la belleza que nombramos, pero encuentro esto en el estado natural, en las lomas, montes, costas, en la propia luz declinándose por las desinencias de la Umbria.   

Cuando esto sucede, como hemos escrito aquí desde hace años, nos encontramos en el centro indudable de la belleza. En este sentido, las composiciones de Alberto Durero me provocan una fascinación que va más allá del deleite estético. No es baladí que todo el arte renacentista esté impregnado del aroma de la proporción y de la aritmética y que cualquier individuo que se sitúe en el centro de una de estas ciudades se sienta poseído por una amalgama de verdades irrefutables para sus sentidos, verdades que, como decía María Zambrano, son razones luminosas.   

miércoles, 5 de marzo de 2014

HOY me siento un Proteo (Tito) Liviano Zurbano. Como el personaje de Galdós, todo me resulta una luminaria de sinrazones. Trastoco los conceptos de tiempo y espacio; me arrojo al qué del mundo, de mí mismo, y todo me resulta una incertidumbre. Sueño, respiro en el centro del bosque, leo. También observo a E. desde hace unos días con demasiada atención. Quizás sea esa confrontación entre lo nonato para sus ojos y lo transido y fosilizado para mí cómo el mundo me trastoca y martiriza. Un Prometeo encadenado me siento cada vez que la tarde recoge sus herrajes y se desploma el día hasta no se sabe cuándo. 

Con más ahínco, cada vez creo que el mundo es un símbolo. Todo él. "Percepción de la sombra" lo llamaba C. G. Jung. 

La foto es inconmensurable. Se muestra Leon con las manos entrelazadas, ataviado de un ropaje de campesino pero, sobre todo, con el rostro cargado de la cercanía al terruño. La foto está tomada en 1899, en la casa de Jamóvniki. Lleva una suerte de delantal desaliñado y colmado de mugre (parece tierra incrustada, albero mezclado con la arenilla que desprende el fruto al ser extraído de la tierra), como si hubiera estado toda el mediodía en la siembra y en la recolección. En este punto, Tolstói es la encarnación de las Geórgicas de Virgilio y pudiera decirse que, en el jugo de esas manos, bien pudiera condensarse la cifra de la valía de un hombre en la tierra. Machado afirmaba: "Por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre". 

Al tiempo, en ese mismo año, justamente un 18 de diciembre anota en sus Diarios: "Se dice con frecuencia: `Este pensamiento es muy profundo, y por lo tanto no es del todo comprensible´. Falso. Al contrario. Todo lo que profundo es claro hasta la transparencia".  Como Jano, Tólstoi supo interpretar su condición de hombre demediado, del que profesa el amor a la tierra desde sus propios rudimentos y al hombre sencillo y el que detiene sus paso ante el zumbido inalterable de lo bello. 






martes, 4 de marzo de 2014

ESCRIBIR encadena y uno debe siempre estar buscando su libertad. Ego scriptor, como decía Paul, sometido a las formas de la palabra y no a la forma del pensamiento. Debes conservar tu realidad más profunda, quizás la única con visos y ecos de la verdad que originas.

 El ejercicio consiste en comenzar a escribir, nada más y nada menos. Estoy en Kassel, sentado en la mesa de un restaurante chino. Me permiten un cuaderno, bolígrafos, dos o tres libros, el teléfono móvil. El resto debo escribirlo al socaire de lo que pase por la calle a la que da el restaurante conjugado con lo que mi mollera interprete de toda esa realidad figurada. A mi lado se encuentra un señor al que llaman Enrique y al que, con rapidez, distingo: es mi admirado Vila-Matas. Parece que está sentado en una mesa parecida a la que me han dejado a mí. Vila-Matas saca  un portátil de un maletín, pero un señor trajeado, con una corbata de girasoles, le impreca que solo puede utilizar los cuadernos y bolígrafos que hay encima de la mesa. Vila-Matas parece consternado con todo aquello, diríase que desconcertado e, incluso, dolido. De pronto, me mira, guiña un ojo y, a continuación, me lanza una bola, una bolita  de migaja, una bola con la masa suficiente como para caer dentro del vaso de vino que me habían dejado encima de la mesa (junto al cuaderno marrón y el bolígrafo que compré en un bello marzo en Roma, en Piazza dei Fiori, en Roma) y derramarlo en el pulcro mantel.  De pronto razoné que estábamos en el Sur, de Borges, no en Kassel, sino quizás en un trópico ensoñado de pampas y urbanismos occidentales  y que el individuo que a mí me parecía Vila-Matas era, en realidad, en la realidad de la ficción, Juan  Dalhman. 


Uno de los libros que me había llevado a Kassel fue el de Paul, sus Cahiers. Lo primero que escribí fue: “Escribir encadena y uno debe siempre estar buscando su libertad”. Horas, la tarde al completo. Todo terminó en un pasaje infructuoso en letras, pero viviente en ficción. 

lunes, 3 de marzo de 2014

UNA cosa es la intertextualidad literaria, tan antigua como la palabra misma; otra, bien distinta y soez, la copia. Lo único que las diferencia es la consciencia limpia del autor en lo que hace. Cuando uno copia las palabras e ideas de otro está poniendo en claro su torpeza más absoluta para escribir e, incluso, deja entrever que le interesa más su ego, la aparición de su persona, que lo que escribe. Copiar es una falta moral que trasluce vanidad y que sucede porque existen otras motivaciones distintas a las literarias. 

Por contra, como decía en las líneas iniciales, la intertextualidad, en todas sus dimensiones, esto es, la conversión de un texto literario en un telar de resonancias polifónicas que dialogan, a la postre, con la literatura misma, es una virtud. Una virtud que, en consecuencia, hace avanzar los textos literarios en lo contemporáneo desde lo permanente, arrancando de lo antiguo lo esencial para lo contemporáneo.  
Lo es porque el autor queda como el armonizador de lo que siempre ha sucedido en el seno del mortal: sus inquietudes, sus ideas, sus pensamientos, todo lo que lo sacude de su ensoñación  para embridarlo con temas que actualizan esa permanencia desde su propia voz, de todas aquellas voces que el autor considera necesarias e imprescindibles. Una cosa es citar a uno y a otro para crear, pero cosa distinta es crear, con los textos de otro, una mala copia.  

A mí me fascina combinar los textos, las voces de otro con la voz propia. Entre otras cuestiones porque considero la mía minúscula, casi desfallecida y, sobre todo, porque lo que más me aviva es leer. Reverencia a la lectura siempre; condición de lector por encima de todo, incluso cuando escribo. 
Avivar la imaginación, las dimensiones de la ficción con lo que otro dijeron ya sobre lo mismo. La lección es evidente, el mismo Montaigne la expuso con claridad: "Que vean, por lo que tomo prestado, si he sabido elegir con qué realzar mi tema. Pues hago que otros digan lo que yo no puedo decir tan bien, ya sea por la pobreza de mi lenguaje, ya por la pobreza de mi juicio. [...] He de ocultar mi debilidad tras esas celebridades".

El Libro II de los Ensayos de Montaigne, concretamente, el Capítulo X, titulado "De los libros", lo tengo por el terreno originario de lo que, un día, comencé a escribir. Siempre vuelvo a ese texto cuando me siento frustrado, pues me invita, desde la plena humildad, a seguir leyendo con la entereza moral del creador. Ars vivendi, escribir la lectura.    

domingo, 2 de marzo de 2014

COSA sarebbe un uomo senza sogni? Una ensoñación interna, qué cosa es un hombre...

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Heidegger es uno de esos filósofos que azuza la reflexión estética. Leerlo supone, en cada acercamiento, una renovación y una nueva tentativa en el deseo de renovación de las credenciales que uno mantiene en relación con el arte. Heidegger es el habitante de un bosque secreto, un bosque sonoro, siempre en transformación.
Un espacio solo habitable en el aroma de la noche encerada. 
Leo: "El origen de la obra de arte es el arte". El origen es la fuente de la esencia y, cuando preguntamos qué es un poema, una obra artística de cualquier disciplina, preguntamos por esto mismo. 


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Una vacilación entre el sonido y el sentido, el poema conforma una realidad capturada que se perpetúa en una sola forma para siempre. Una acción verbal que es el origen de la poesía, origen de origen.