domingo, 26 de enero de 2014

UNA música, Corelli; un texto, La vida es sueño de Calderón de la Barca. Como suele ocurrir con las magnas obras artísticas, los lectores, los escuchantes piensan que ya lo han escuchado, que ya lo han leído. Una construcción sintáctica perversa y que simplifica demasiado la naturaleza de la obra de arte. ¿Por qué no, lo percibí, lo escuché? La acción y la consecuencia, qué y cómo; con un tiempo perfecto, cerrado en el pasado, quizás nos estemos acercando a sus propiedades con más acierto, pues  las obras de arte se manifiestan en el otro eventualmente; y lo que de ellas queda de forma permanente es tan solo esencia, recuerdo, aroma. Para humedecer estas reminiscencias, debe uno acudir a las mismas fuentes en las que hundió sus horas de aprendizaje.  

Uno y otro verbo tan solo marcan el comienzo de una relación entre un individuo y otro gracias a una forma artística que los enlaza. Existe, además, un territorio nonato para el uno y el otro, el de las significaciones, esto es, música-texto, autor, lector, significaciones. Este último paradigma crea un razonamiento del mundo que ni el autor ni el lector conocen hasta que se produce el encuentro formal. 

***

Cuando el que reseña un libro o critica una obra o escribe la lectura de otro texto lo hace por otros valores que no son los literarios su texto expele un olor insoportable a podredumbre... tanto como el que desprende el sujeto que reclama que hablen de él. 

***

"Decir que sueño es engaño;
bien sé que despierto soy
¿Yo Segismundo no soy?


La galería de ensoñaciones de un hombre que va siendo una diversidad.  Estamos ante uno de los logros estéticos del arte barroco: la realidad es poliédrica, observable desde los más diversos ángulos. Esa postura conlleva una deformación del mundo, en mejor decir, de la mirada sobre el mundo.  Es la misma interrogante retórica que utiliza Leopardi en el delicioso poema "Il passero solitario":

[...]
"che di quest´anni miei? che di me stesso?"
[...]


Y, en un juego intertextual, cuando comienzo a releer a Petrarca (cosa que realizo a diario, como terapia poética, pues este poeta está junto con Dante en el parnaso personal del que derivan todas las sugestiones poéticas de mi tiempo, del sujeto que escribe estas líneas) me encuentro, decía,  en ese relectura, con los versos siguientes que emparentan y transfiguran en eco la obra de Calderón:

[...]
"Quanti son già felici morti in fasce!
Quanti miseri in ultima vecchiezza!
Alcun dice: "Beato chi non nasce!".

[¿Cuántos murieron, al nacer, felices?
¿Cuántos en la vejez míseros fueron!
¡Dichoso el que no nace!, dijo alguno.]