martes, 24 de diciembre de 2013

CUANDO van terminando los calendarios al hombre se le interponen paradas y fondas en el vivir. Pareciera que todos quedaran suspendidos a la espera de otro arranque circular, de otra renovación. El caso es que la circularidad, el eterno retorno, en el tiempo contemporáneo, ha subyugado a la superficialidad más vacua. 
La renovación debe someterse al ser a la evolución circular del propio individuo. Dejar de ser para seguir siendo.
Por causas diversas releo, en estas semanas, muchos de los poemas de Quevedo que abordan este asunto. La relectura de este poeta me está provocando, incluso, un replanteamiento estético sobre la literatura y la creación de la misma. Posee la vida humana una angustia existencial inherente a una condición finita que enfrenta sus ojos a realidades infinitas e incomprensibles. Esa indagación del hombre en lo que rodea su cuerpo y su pensamiento lo conduce a un origen  El poeta:

"Nací desnudo, y solos mis dos ojos
cubiertos los saqué, mas fue de llanto;
volver como nací quiero a la tierra