martes, 17 de diciembre de 2013

COMO un temblor, convulsión acaso, como una incipiente llamarada ocurre, a veces, que todo se condensa y unifica a los ojos. Es una mirada polifónica sobre el mundo que se hace mundo mismo, realidad apoltronada en secuencias y artificios. Es así cuando estamos leyendo un poema verdadero o cuando escuchamos los compases de una sonata magistral. El arte es una supuración, en el hombre, de su insuficiencia; una acción subversiva contra su propia naturaleza que, sin embargo, lo concuerda con el todo. 

Leo los poemas de Gutierre de Cetina y vuelvo asombrarme de la naturalidad conseguida en cada verso, en cada palabra, en cada silabeo. Aprendo a leer y escuchar la música del idioma que tanto escasea y que tan rápidamente ha desaparecido de la poesía, incluso de la poesía del latín malicioso.