jueves, 28 de noviembre de 2013

HAY
un
légamo
en
la
noche.
Recuerdo a William Blake. Las visiones. Salgo a pasear la oscuridad del parque que está cerca de casa. No voy solo, voy conmigo, que soy otro.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

LA Tempesta di mare, de Vivaldi. El concierto mesura el arco de la vida. Diáfana, la mañana recorre los entresijos de los arpegios. Uno se va con ellos, encrespado, sonoro, taciturno. Es la vida y sus designios, porque lo que sublima es justicia con lo mortal. 

martes, 26 de noviembre de 2013

ASÍ lo escribió Valle-Inclán: "Nuestros sentidos solamente son gusanos de luz sobre el místico y encumbrado sendero por donde la humana consciencia transmigra en las cosas, [...], convertidas en intuiciones eternas parecen despojadas de su sentido efímero". 

Estas palabras pertenecen a  La lámpara maravillosa y no se está refiriendo don Ramón María a la poesía ni al arte, cosa que expondremos a la postre, sino a la vida misma, a la vida del mortal, a su vigilia, como manifestaban los griegos. Así las cosas, esta secuencia del escritor gallego es una manifestación tan manifiesta y verdadera de verdad que ajusta a lo nimio la poesía y al hombre-poeta de este tiempo que corre acelerado y sin norte. 

Escribo estas notas en la mañana de invierno. Suena Beethoven, concretamente  el Adagio molto e cantabile de la Novena sinfonía; sin dudas, un pasaje de prodigio ensombrecido por la grandeza y sonoridad del tema principal de esta composición. Sin embargo, como los textos de Valle-Inclán, a poco que uno se atiene a la quietud y al estarse en uno desde la armonía, entiende que en este fragmento, como en los textos del gallego, anidan verdades múltiples y múltiples moradas de lo bello. 

Decía que Valle prosigue en este fragmento hasta extenderse en consideraciones estéticas aun habiendo partido de lo ético. Leemos: "El poeta, como el místico, ha de tener percepciones más allá del límite que marcan los sentidos. [...] Acaso el don profético no sea la visión de lo venidero, sino una más perfecta visión que del momento fugaz de nuestra vida consigue el alma quebrantando sus lazos con la carne."  

¿No son estas percepciones del escritor de marras las que notamos y sentimos con la lectura de los textos de san Juan de la Cruz, de Baudelaire, de Rilke, de Hölderlin, de Novalis, de Juan Ramón Jiménez o del propio Valle? ¿No está, en ese despojo de lo efímero, la permanencia del texto con su verdad y esplendorosa belleza? 

Estas ideas de vínculo entre lo místico y lo material, entre la poesía y lo eterno siempre me recuerdan a la musas y a Virgilio: "Musae poetarum patronae sunt. Musica est grata Musis", escribió el autor de Eneida. Claramente, las Musas representaban, para el mundo antiguo, esa vivencia de lo venidero que arrancaba en lo pasado. La consciencia plenaria del poeta es la que consigue la estática estación sin Tiempos. Todo uno, todo eternidad del verbo. 

Por último, en La lámpara maravillosa, el lector queda atosigado de tanta belleza expresada y de tan prodigioso agrupamiento de certezas irrevocables. Evoca tanta placidez este texto y tanto deleite; para mí, tantas certezas alejadas de lo que por lo menudo me encuentro en poetas contemporáneos que solo añoran la vanagloria, que solo desean el silabeo de lo infame. Pues el arte forma parte del tránsito, el arte desde la pureza del espíritu y de la estética: "El Arte es nuncio de aquel divino conocimiento cuando alumbra un ideal de consciencia, una razón de quietud y un imán de centro, plenarios de vida, de verdad y de luz.    
  

domingo, 24 de noviembre de 2013

QUÉ  sucede en los ojos
cuando la claridad penetra...
qué derrumbe sufrimos
cuando eleva el amor
su plegaria en nosotros.  

*** 

El mundo corre  asaz lisonjero cuando brota de la verdad y la armonía desde individuo a la palabra.

*** 

Leo a Francisco de Medrano, también a Gutierre de Cetina, Barahona de Soto, Francisco de Espinosa y Francisco de Rioja. En todos ellos puede percibirse la música del idioma, la música y la cadencia del idioma en poesía. Esa cadencia ,-que ha desaparecido de los poemas escritos en las últimas décadas-, me reconcilia con la palabra poética. No hablo de virtuosismos, ni de retóricos recursos utilizados albur de la inconsciencia; antes al contrario, hablo de la edificiación de la palabra poética desde el convencimiento ético y estético. De ellos brota y en sus obras se percibe.     

Con el tiempo y, sobre todo, con las lecturas, caigo en la cuenta de que lo más reconocible y evidente en una obra literaria deben ser la claridad y la verdad que transmite, sean estas transmitidas de una u otra forma poética. La naturalidad como principio dador de la estética. 
Si en los poemas no anida esa verdad (conjugación armónica de humildad, armonía, justicia, belleza, verdad, música, bien) pasarán como una estación cualquiera. Poco dirán pasados los años y, menos aún, las décadas. 


DA lástima la altura moral de los que carroñean en la literatura actual; una lástima infame que, para uno que reverencia la literatura, lo que hace es reafirma la soledad y el silencio de la lectura y la creación. 

jueves, 21 de noviembre de 2013

SUCEDE cuando el escritor se olvida de su obra, es decir, cuando van por delante los caballos de la vanagloria. A pesar de la calidad literaria, de los buenos recursos y del buen decir, la actitud del autor, ese otro halo de misterio literario, empaña su presencia y eco. Ha sucedido desde antiguo y, cuando uno termina de leer y de reflexionar, cae en la cuenta de que la obra de mayores trascendencias se gestó en el seno del silencio y de la soledad nutricios. Como Rilke o Hölderlin, acaso como san Juan de la Cruz, tan solo escuchando el latido rítmico del corazón. Porque si no escuchas lo interno, para nada vale lo externo; si no escuchas la verdad íntima, dentro de ti, es que no conoces la verdad del hombre, de todos; si no sometes tu vivencia a la polifonía que te habita y la comprendes, no habrás entendido la naturaleza de la literatura.  


Decido que, puestos a escoger, reduzco el tiempo de escritura para favorecer al de la lectura. Las horas amordazan desde hace unas semanas y, cuando repaso las notas de este diario, poco me importan. Es como un despacho del espíritu, una musculación de la consciencia. Aunque, ben visto, quizás lo que uno cree mera circunstancia es realmente lo sustancial, lo primordial. Esa es la dicotomía con que se encuentra el hombre por su condición de mortal; siempre queda a expensas de otra realidad, siempre piensa que, con el tiempo, llegará a escribir o a leer o a mostrar tal o cual pretensión. El tiempo demuestra precisamente que todo eso es mentira y falso. 
Todavía hay quien dice que escribe en una bitácora para calentar la muñeca, como ejercicio de estilo. Y cuando uno lee alguna página de un libro publicado percibe que existía más verdad y belleza en la endeble pretensión que en la supuesta obra literaria. En esos casos siempre se dice uno que la literatura actual está repleta de ególatras, pero pienso que siempre ha sido así, de este modo, no es novedad, la relación entre los creadores. Aunque sí hay diferencias entre otros tiempos y este que vivimos, sobre todo, en el resultado último, porque la mayoría de las veces, todo queda en un compadreo infame que mal que bien provoca risa  y esperpento.        

miércoles, 20 de noviembre de 2013

DE VUELTA a la vida, esa es la sensación cuando me pongo a leer todas las noches.

domingo, 17 de noviembre de 2013

YA la madrugada se presencia de nuevo. Es un tiempo de transiciones en que lo más sonoro es lo más silencioso., en que uno es todo sin ser nada. Murmullo de la transparencia. Rito de silencio.

sábado, 16 de noviembre de 2013

ME ha encantado la novela de Antonio Prieto titulada El embajador. Si los novelistas españoles tuvieran el arrojo y la inteligencia de escritores como Prieto la prosa española hubiera encontrado otros derroteros menos sublevados y más emboscados en la propia literatura. De la novela (publicada en 1988) pueden destacarse muchas cosas, pero subrayo los ecos cervantinos cuando el narrador no deja de ampararse en la parodia de los acontecimientos. Por otro lado, toda la escritura es un ejercicio de estilo y de precisión, de una exigencia tremebunda; maneja una cantidad de datos personales, históricos, literarios que solo alguien como él, especialista y lúcido, inteligente y creativo, puede llegar a armonizar. Novela olvidada, sin menciones, sin reseñas, sin pupilos posteriores, sin reivindicaciones de ningún tipo. Son fascinantes los años en Venecia de don Diego de la mano de Pietro Aretino y el retrato que realiza de aquellas décadas de paradiso terrestre que se respiraba en Venecia. Este, como otras tantas estampas, convierten la lectura de El embajador en una reconciliación con la novela. 

Al tiempo, releo algunas páginas de Pietro Citati. Este autor me fascina, me trastoca la encomienda de lector y se convierte, con cada página, en un modelo de escritura. Citati indaga en Dante, somete su juicio con Leopardi, pero sugiere, al mismo tiempo, un diálogo imaginario con Apuleyo. 

He recordado a la Sibila de Cumas. Está representada en un mosaico en la catedral de Siena. Una sibila deífoba, que el propio Miguel Ángel representó en la Capilla Sixtina. En la colina de Cuma, en las cuevas, la profetisa armonizaba las sombras y la luz, era platónicamente al mundo. La sibila sabía transitar el inframundo e incluso guió a Eneas por el Hades.  Tengo en la mano una espiga de trigo. 

viernes, 15 de noviembre de 2013

NO HAY más que mirar cómo exhala la tierra la blancura de la mañana para retirarse de la palabra y del verbo todo. Las contemplaciones conducen al inefable territorio de la consciencia. Someterse a la ausencia de uno mismo, a la inexistencia de todo tu cuerpo y todo tu pensamiento es meditación necesaria. Cuando eso sucede, la palabra se renueva, la palabra poética que sale al encuentro del mundo. 

jueves, 14 de noviembre de 2013

DESDE las palabras finales de las Confesiones de San Agustín hasta los versos que cierran la Commedia de Dante pareciera que el hombre medieval hubiera sufrido una metamorfosis, al menos, una scientia desultoria del espíritu.  Quedó fijado y consolidado el devenir de las instrucciones griegas, neoplatónicas, en la forma de entender lo natural y lo sobrenatural. Sin embargo, Dante transfirió en este universo inamovible uno de los mayores talentos que ha existido entre nosotros. Podemos leer en Dante:

Qual è colüi che sognando vede,
che dopo ´l sogno la passione impressa
rimane, e l´ñ altro a la mente non riede,

Rimane, permanece la pasión transmutada en la visión úmnica del mundo, la visión en que los límites del raciocinio quedan desfigurados y en que las certezas se vuelven temblores y saqueos al espíritu.  La memoria de toda la experiencia se reduce a un voltaje, a una chispa a una gota de la inmensidad. El poeta entonces comprende su corta labor y es cuando comienza la humildad a impregnarlo todo. Porque, por encima de todo y de todas sus virtudes, Dante es humildad ante la realidad toda y su palabra una ceremonia de la revelación y de la sumisiones.  

martes, 12 de noviembre de 2013

E. prefiere la K.545 de Mozart por encima de cualquier música. Juega, todas las tardes, con un teclado y le gustan sobre todo los sonidos agudos. Cuando lleva su dedo a las escalas agudas lo hace lentamente, pero cuando se dirige a los graves, casi aporrea el teclado. Ríe muchísimo y yo con ella. Cuando selecciono algunas músicas (hablo de Alla turca, Para Elisa, Marcha Húngara o Nocturnos) ya dice: "otra". Sé que esa palabrita significa que vuelva a poner la K.545. Nada más ponerla, ella vuelve a sonreír y a ladear su cabeza de un lado a otro. Los que creyeron conocer la composición la llamaron Sonata facile o Semplice y es eso mismo lo que me indica que la composición abriga exactamente esa naturalidad inalcanzable por el adulto. Creo que Mozart vivió constantemente en la dimensión infantiloide de la realidad.   

Cuando el episodio concluye y E. solicita otros juegos, me quedo pensando en todo ello y en todo logro entender la existencia de algo que solo E. vive plenamente. Uno se siente mermado a pesar de que nos parezca a los adultos todo lo contrario; de la realidad tengo por seguro que E. la recibe en la polifonía original que jamás volverá a entender mi sesera.y por ello la observo, río cuando ríe, me vuelco cuando se vuelca y, por supuesto, sigo escuchando, ahora en la mañana en que escribo estas letras, los secretos de la K.545 que no entiendo.    

sábado, 9 de noviembre de 2013

ES la luz. Tan henchida y soberana como arcano es el tiempo.

*** 

El paisaje, a los ojos, remienda el mundo. Lo hace con lentitud y, cuando el que contempla asume su minúscula presencia, acontece el prodigio.

*** 

Leer es pervivir más allá del tiempo que te hacina. Despliegas tus sentidos a las letras, a ellas les das todo tu tiempo, todo tu cuerpo, todo lo que estás siendo. Cuando no hay entrega a la lectura no hay literatura, sino juicio y vanidad. Es por ello por lo que el lector reverencia y congracia su suerte con el texto cuando este transmite una verdad. La historia de la lírica es la de una verdad limpia e infinita.  

viernes, 8 de noviembre de 2013

EL crisol de la mañana, porque la mañana es noche y glauca melodía, despierta melodiosamente. Venimos del sueño, pero en el sueño prevalecemos a pesar de las luces y los reflejos del día. Tan solo el amor, la palabra, la armonía conjunta de la tierra y el cielo nos detonan un sentir, un sentir profundo de no se sabe dónde. Ese misterio lo inunda todo cuando el arte es natural y natural es la persona que lo edifica. 




jueves, 7 de noviembre de 2013

UNO y otro poeta asumen las destrezas de la técnica. Aplican con método este recurso y aquel acento rítmico, este retrúecano y aquella sinestesia, un encabalgamiento suave que pretende encabalgar al siguiente verso y hacerlo discursivo y meditativo  al son versal de los acentos. Conocen al dedillo las particularidades del silabeo, del ritmo, de la métrica. Han leído a grandes autores y conocen, casi de plantilla, los versos señeros que atestiguan la música de los versos. Toda la tópica clásica está en sus molleras; de cualquier tema arrancan con ejemplos de relumbre. 

Sin embargo, uno empieza a componer y otro, desde el inicio, a crear. El primero consigue una pieza ordenada, ajustada a lo correcto, una composición a la que no se le puede poner falta en cuestiones formales. El otro, sin embargo, es una luminaria de misterios. La palabra del primero quedará en nada, en eco de la forma que persigue; la del segundo, será fértil por siempre, creación verdadera. El primero es versificador; el segundo, poeta. 
Qué los diferencia es el qué de la literatura y probablemente la esencia de esa manifestación sea una armonía entre lo endógeno y lo exógeno para la palabra poética. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

ESTE otoño asoma su rictus con cadencia de melancolía y no dejo de meditar sobre la amistad y el comportamiento humano con los otros humanos. Me aparto de la sentencia de Spinoza para no caer en prejuicios, pues pretendo partir de la consciencia de la bondad. 
Sin embargo, todo resulta miserias, vanidades, falsedades, irrupciones a la cadencia del otoño. Ello va minando el comportamiento posterior, las acciones con los nuevos allegados a nuestras vidas. Ya no nos creemos nada de nadie, inferimos que, detrás de las palabras de los demás se encierra alguna pretensión vanidosa. 

Hay pocos actos más verdaderos y límpidos que los de naturaleza y ocurren a cada momento, en cada instante, silenciosamente, sin alharacas, sin bruscas transiciones, sin levantar ningún vuelo. Es la naturalidad del mundo frente a lo artificial del hombre. Este artificio se ha trasladado al mundo del arte, de la creación artística. Sea cual sea la disciplina, prepondera lo artificioso y ello es, la mayor de las veces, un signo de vanagloria. El artista que empaña la creación con virtuosismos innecesarios e inadecuados, poco pertinentes, está mostrando su afán de prevalecer por encima de la creación misma, de hacerse notar como un pequeño demiurgo que anhela el furor de los que posteriormente leen, contemplan, escuchan. Por contra, el genio se funde, se hace polifonía al brotar de la obra; se hace inapreciable, solo latente, es en sustrato, materia misma ya de la creación.  

  




sábado, 2 de noviembre de 2013

ARMONÍA VOCÁLICA: dícese de la cadencia propia de la poesía del poeta que tiene un templo en el oído, pues convierte en sagrado lo sonoro. Por desgracia, la poesía de estas décadas está escrita con sordina y apenas se acerca a la palabra en cualquiera de su virtudes. Sea sonido o sintagma, enunciado o estrofa la composición ha de someterse al principio de la música, a la marca de la estirpe de Orfeo.