domingo, 29 de septiembre de 2013

EL PREDOMINIO del verbo "leer" en este diario no es ninguna eventualidad. Es el ejercicio coronario que lo encauza todo.  Leer, en su étimo más profundo, significa leer entre líneas, esto es, interpretar la realidad entre lo aparente y lo insinuado. No otro fin posee la creación artística, abrir un arco inmenso de bellezas y armonías.

*** 

La literatura es la letra por antonomasia y ella es la prolongación del ser que la impulsa.

viernes, 27 de septiembre de 2013

EL escritor termina por desear el conocimiento de los principios de la literatura, no de los actos literarios en las obras, de las palabras exactas y empleadas, sino del origen y causa de los mismos. La literatura es un arte, completo, global, de la palabra. Una manifestación estética del verbo amparada por los resortes éticos del escritor. La literatura consiente una lengua velada, autotélica. Ella misma es el misterio nombrado.  

*** 

Aquí, en el despacho 
en que trabajo por las tardes, 
llega la luz del sur. 
Lo hace sigilosamente 
procurando medir la forma 
de los cuerpos sin ser 
notada a los ojos. 
Es una cálida luz, dulce, 
medidamente verdadera. 

Mi mano roza su fatuo perfume 
cuando sujeto unos papeles
al aire de esta soledad 
y se atestigua, en las sombras, 
su proyección atlántica. 

Su forma y el otoño 
son la medida justa 
de este aire reminiscente de marismas y humedales. 
Todo ello ocurriendo en el cuerpo, 
en la memoria que lo empaña 
todo y todo lo entristece. 

***

El tiempo de lectura queda sujeto a los mismos textos. Los he convertido en un tablero de ilusiones, una tabulación de los símbolos. Antes realizaba lecturas en horizontal, ahora comprendo que la literatura es cuestión de verticalidades en el individuo. 




jueves, 26 de septiembre de 2013

ESTE es un espacio de retales, de encuentros entre fragmentos de lecturas, pensamientos, idearios que no terminan casi nunca más que un breve conato de ensayo o en delirio de verdad. Leo en un libro:  

“Estamos en la posición de un niño que entra en una biblioteca llena con libros en muchos lenguajes diferentes. El niño sabe que en esos libros debe haber algo escrito, pero no sabe qué. Sospecha levemente que hay un orden misterioso en el ordenamiento de esos libros, pero no sabe cuál es. Me parece que esa debería ser la actitud de los seres humanos más inteligentes hacia Dios. Vemos el universo maravillosamente ordenado, y obedecemos ciertas leyes, pero sólo entendemos levemente esas leyes". 

Es una definición bella de la verdad, de la búsqueda. Incluso una apuesta decidida del entendimiento de la estética como la forma en que el mundo se nos ofrece. Son palabras de Einstein recogidas en el libro Glimpses of the Great, de G. S. Viereck. Con ellas voy confirmando la putrefacción de la literatura actual y la bienaventuranza de otras disciplinas que siguen arrojando luz. Pretendida soledad que, con el tiempo, más sabrosa y fructífera te ofreces. 






miércoles, 25 de septiembre de 2013

ABRO la Divina Comedia, exactamente por el inicio de Paraíso. Tengo anotada a lápiz la estructura de cada estación. En este caso, he dibujado un esquema de los nueve cielos: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, Estrellas fijas,  Primer cielo móvil, cristalino. El Paraíso lo cierra y culmina el cielo inmóvil o Empíreo, donde habitan los bienaventurados, los ángeles y la Luz. Por lo demás, las ilustraciones de Botticelli no hacen más que añadir incógnitas y símbolos al texto.   

Desde el primer cielo, los ángeles comienzan a habitar y a convivir con el protagonista. Todo gira en torno a mitigar los apetitos sensitivos. Ángeles y arcángeles que desembocan en la aparición de un sabio, Santo Tomás (y pienso en los poemas de Rilke, en las pinturas de Klimt, en las esculturas de Bernini, en la música de Bach). Pero, estaba describiendo el momento en que el lector se adentra en las aguas del Paraíso. Un momento de resonancias que nunca más volverán a repetirse ni a simularse con esa vigorosa presencia.  Los versos son proverbiales, sobre todo, cuando el lector ha sucumbido y atravesado Infierno y Purgatorio y ya está casi a punto de la transformación, del paso de la oscuridad a la luz que provoca este libro. Escribe el poeta:

En el cielo que más luz recibe
estuve, y vi unas cosas que no puede
ni sabe repetir quien de allí baja;

porque mientras se acerca a su deseo,
nuestro intelecto tanto profundiza,
que no puede seguirle la memoria.

Anuncia Dante el desasimiento de la consciencia temporal en pos de la consciencia cósmica, de la que aúna todos los elementos del ser en una sola evidencia. Esa evidencia es el origen que nos habita y que la palabra no puede asir en su naturaleza, pues esa esencia es inefable. Es ya el intelecto, la ausencia de límites corpóreos y sensitivos, lo que guía el trayecto y la contemplación. Eso es lo que titulo en este diario "Las contemplaciones", los instantes en que el mortal toma consciencia de sí dejando de ser plenamente. 

La memoria no puede continuar el relato porque la luz carece de relato.


martes, 24 de septiembre de 2013

SI tuviera que definir qué plano o perspectiva utilizo para escribir este diario, no sabría qué contestar. ¿Primer plano o panorámica? ¿Paisaje de fondo o enturbiada claridad? Cierto es que, después de algunos años, llego a estas páginas como lo hago al clarinete y al piano. Pienso que están sordos, que el ébano de enrojecidos reflejos necesita más tiempo, más ahínco y perseverancia. Sin embargo, las horas que puede pasar uno ensayando con el instrumento son siempre horas de asueto, preparatorias para una interpretación pública o para establecer el recordatorio armónico con lo pasado. 

La literatura es siempre actuación. El escritor que lee sus textos es ya todos los lectores. No existen los ensayos previos. Como los días, las horas, el tiempo que concebimos, al igual que existen melodías que no se borran de la memoria, en la escritura anidan giros y palabras y estructuras que mantiene uno casi sin percibir. Quizás el escritor termina siendo ese conjunto reducido de señas lingüísticas. 

De esta forma, si el escritor advierte que posee esa reducida convicción de la palabra por escrito, deberá comenzar a proyectar sus ambiciones sobre lo semántico. Nunca pensé que la literatura fuera un sistema de signos y que estuviera sujeta a las posibilidades sintácticas de la lengua de turno. El instrumento, la lengua, lo es, pero no hay un inmanentismo evidente en la creación.  Así las cosas, el escritor debe ofrecer, en su interior, para sí, una reflexión sobre cómo escribe, qué términos utiliza y de qué forma engarza todos esos giros. En este sentido, podrá comenzar a desasirse de la mecánica del silabeo, de las atmósferas fónicas que tanto embelesan en las prematuras creaciones. Llega el momento de la semántica y esto anuncia que la filosofía, el pensamiento, el ser se van acercando y lo van conformando todo de forma polifónica.  

Es la hora del riesgo absoluto; cuando el escritor deja de controlar su propia creación y se adentra en las iluminaciones y los fogonazos de la imaginación. Hay unos versos excelentes de Boecio que describen este proceso de forma poética:

No buscáis el oro en el verdor de los árboles
ni recogéis perlas entre las vides.
No tendéis las redes en los altos montes
para gustar ricos pescados
ni llegáis al mar Tirreno
si preferís cazar las cabras salvajes.

Por el contrario, el hombre sensato conoce
bien
los lugares secretos bajo las olas del mar.
[...]
Rastrean en lo hondo de la tierra
lo que está más allá de las estrellas.

Son versos que se dirigen quizás hacia otra profundidad del ser humano, de su propio entendimiento, pero que resumen eficazmente lo que trato de describir: el proceso que lleva de la técnica a la verdadera creación. 
Tengo por seguro que en el escritor existe un momento de vislumbre de su mediocridad y que, en tanto este no suceda, todo seguirá enroscado en la vanidad y en la pura egolatría. Éditos o no, los escritores quedan fijados en el reflejo de lo que piensan que es su genio, esto es, siguen escarbando en lo hondo de la tierra cuando lo que deben estar haciendo es contemplar más allá de las estrellas. Pero, qué distinta esta época  (y a lo mejor, todas) de esto que nombro. Hay tanta vanidad, tanta pretensión de estar en actos y en lugares en que se celebra un ritual literario.... son caníbales de la literatura los que anteponen su yo, su ego, su persona a lo literario. No solo no han entendido lo que han leído, si es que han leído algo fructífero, sino que se empeñan en percutir con sus miserias y sus vanaglorias.

Terminen estas notas sueltas alejadas de esto que nombro aquí, por último, y déjense a la sazón de la literatura y el ser que, cuando se convocan desde la belleza, la verdad y la justicia tanto bien produce a los mortales.   




domingo, 22 de septiembre de 2013

VA LLEGANDO la noche. El día se va acompasando en su término y última estación. Con ellos, algo de mí sucumbe y se entrega. Es un confín, una ensoñación que desde hace meses supura en mi consciencia. 

Cada vez me incumbe menos la escritura y me acostumbro a vivir, a ir sometiendo el sonido del verbo al silencio polifónico del interior. Pareciera que con la lectura es suficiente y que todo lo demás es aledaño, pantomima, encrespadas acciones del ego. Leer, verbo de belleza ética y moral. 

Ser y estar plenamente, en la piel de E., en el olor del campo, en la caída de la luz donde el sur se hace sigilosa delicia. 

sábado, 21 de septiembre de 2013

LA del alba, la de la noche,
el crujir del descenso de la helada
en el cuerpo; un canto, dos,
tres, de los pájaros, el mar en quietura
son formas de la belleza inalterables...

Son infinitas esas maneras de estar de lo bello para el hombre. La cultura es la forma estética 
del pensamiento, pero debería brotar con la naturalidad con que amanece cada día para nosotros. Esa naturalidad consustancial es lo que Platón llamaba Verdad. Y la fuerza que combina la belleza y la verdad es la Justicia. No se escogen estos vectores, no se aprenden con el tiempo ni de ellos somos poseedores si no hemos nacido en la armonía, si no vamos siendo en armonía. 

El ejercicio de la poesía entraña una salmodia y una plegaria: ser la palabra misma. La palabra natural, la que dice con el convencimiento del alba, con la rudeza del frío, con los intervalos del canto de los pájaros, con la anchura infinita del mar. Es la palabra y a ella hay que someter el juicio. 

Siempre tengo reverencia por la literatura que ofrece esa justicia y ella permite la intertextualidad, la polifonía de voces en el texto, el diálogo, escribir la lectura. Es mi propio ejercicio de la consciencia. Como un diminuto individuo me acerco a los textos y los escribo, los anoto, los someto a la punta de la consciencia a pesar de mi corto entendimiento y de mi fallida lectura. Una y otra vez. Es una lectura más y es el principio de todo. 

Como una lámpara maravillosa, como el círculo que pugna con la cuadratura, el lector asoma a los textos. Allí estamos mientras tantos, dejando allí el destello de las retinas. Es suficiente, absolutamente suficiente.

Con una visión inmutable, advertimos que la obra de belleza se acerca al origen que nos habita. Al leerlas volvemos a vestirlas de luz porque así su hechura lo hace posible. No merman, ni se marchitan estas creaciones, sino que sus ritmos antiguos se renuevan y acrecientan con el nuevo brío de los tiempos. Pasado en el futuro, el futuro proyectado en el pasado. El texto bello es inconsútil al tiempo, es morada de permanencia.  

jueves, 19 de septiembre de 2013

NO corras ni huyas nunca más; detente en lo contemplado. No aligeres el viento que golpea tu rostro ni memorices las constelaciones que ves en la noche. No trates de evadir tu kharma ni de imponer el triste encuentro con la falsedad. Todo lo que ves y todo lo que deseas está en ti. La carrera eres tú mismo, tú solo eres el mundo posible, el destino, el origen te habita.. Desde ti irradia el ser que armoniza tu estación. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

UNA febrícula me adentra en la realidad de forma sinuosa y esperpéntica. Estoy aquí ahora me sitúo allí no me encuentro y esta sintaxis es espéculo de lo que vivo de lo que suenan mis ojos o ven mis ojos y suenan mis manos o tocan mis manos y contemplan mis pies. No hay en esta realidad sucesiones de realidades: todas confluyen en una misma armonía. Placentera armonía.




martes, 17 de septiembre de 2013

ESCUCHABA por la radio a un escritor. Trataba de explicar qué había querido contar en su novela. Una historia por aquí, algunas anécdotas acullá y extravagancias más propias de dramón que de inventiva. El escritor ponía énfasis cuando argumentaba que su novela desentraña un cuadro de Rembrandt que se identifica con la rebelión y la heterodoxia. Mientras este hablaba y el locutor se limita a proferir preguntas sin sustancia alguna, pensaba en el detrimento de la literatura actual. 

No es un lugar común esto que escribo. Es una evidencia objetiva y demostrable. Poeta a poeta, poema a poema, escritor a escritor, novela a novela, podría uno ir cotejando la degradación de los que se piensan literatos.  

En este sentido, creo que una de las rémoras que ha apisonado la literatura contemporánea es el afán de contar -(sí, el verbo que escribí en cursiva hace unas líneas). Contar historia cada vez más enrevesadas, cada más más fantasiosas, cada vez más allegadas a guiones cinematográficos o a series de televisión. La misma piltrafa que los poetas que lucen sus composiciones que llaman discursivas y narrativas.  
Parece que no se terminan de enterar los escritores y los poetas de ahora que, en la literatura, todo esta dicho y nada está dicho, esto es, sobre los mismos temas, como con las mismas vocales y consonantes, se puede todavía hoy edificar desde la singularidad y la innovación. Para ello, el principio es la lectura y el conocimiento de los rudimentos literarios que tanto escasean en las obras de marras. Precisamente resortes que faltan en todo punto. No hay lectores entre los escritores. 

No quiero terminar esta nota sin declarar algo que tengo por certeza  inexorable. Las historias que presentan los poemas o las obras narrativas me importan muy poco, casi nada. Lo que no consiento es que un escritor no tenga reverencia por la lengua y el idioma. El cómo de la literatura es parte del qué de la literatura. 

sábado, 14 de septiembre de 2013

ES una trama extraña la vida. Me levanto cuando el filo de la noche supura en el lucero. Todos los días, al despertarme, leo las palabras que cuelgan del cuadro que tengo en mi habitación; son unos versos de Virgilio: Musae poetarum patronae sunt. Río en demasiadas ocasiones cuando las silabeo y poseo la consciencia de lo que encierran y suponen para mí. Las musas, me repito, las musas...

Las palabras rodean la imagen de una reproducción del mosaico del siglo III que representa al poeta custodiado por las musas. En la mano izquierda, sostiene un rollo con unas inscripciones que apenas si uno se esfuerza en leerlas, podrá encontrarse con las siguientes palabras: 

Musa mihica sasmemora quonumine laesoquidve

Sin embargo, desde el primer momento en que pude ver el mosaico, allí, en Túnez, el misterio siempre ha residido en la postura de la mano derecha, una mano que gesticula y ofrece símbolos.

Desde aquel día no he dejado de buscar una explicación. La mayoría de estudiosos ha pensado que los dos dedos aparecen así porque está sujetando el calamus. Por contra, el objeto no se ve representado. ¿Un juego imaginativo sobre la escritura? ¿Una metáfora del prodigio de escribir? Durante mucho tiempo pensé que el mosaico representa la ausencia del cálamo ya que son las musas, directamente, las que llenan el discurso. El cálamo para el escritor no es más que un invisible objeto cuando llega la música armónica revelada. Otros estudiosos, apuntan a un gesto con que el poeta trata de alejar la mala fortuna. Pero, hace unos días, leí otra interpretación que, por el azar objetivo que supone, me ha dejado meditabundo. . 

Gerard Minaud  propone otras lecturas posicionándose desde el punto de vista matemático y numérico. A saber, estaría indicando con el gesto el número nueve mil ochocientos (número aproximado de versos de la Eneida); también podría estar indicando solo unidades y decenas (pues la otra mano la tiene ocupada) y, por tanto, el número ochenta y tres.  

El prodigio de la cábala llega cuando Minaud explica que la palabra número ochenta y tres es la que sigue al texto antes citado, la palabra que sigue a laesoquidve. Se suprimieron, con la revisión del texto por parte de Varius y Tucca, veintiséis palabras del comienzo. La suma de las suprimidas más los cincuenta y tantos versos del comienzo y las palabras escritas y que aparecen en el mosaico, suman ochenta y dos. 

La palabra ochenta y tres es la que falta y la que está señalando Virgilio. ¿Saben cuál es? Cuando leas este entramado, entenderás mi desconcierto, querido Lucilio.  

DOLENS. 


viernes, 13 de septiembre de 2013

RECUERDO las tardes en que abría el cuaderno de papel pautado y comenzaba a esbozar una armadura musical. Costaba tanto esfuerzo desplegarla: integrarle la tonalidad, ajusticiar la música con sostenidos y bemoles, pensar en la base armónica y, sobre todo, el tempo. Sonaba Bach en la habitación cerrada, paraíso artificial, divina porción de la geometría. Al poco tiempo agarraba el teclado y trataba de entonar la escritura. Un horror casi siempre, una nefasta y paupérrima melodía apenas se podía desentrañar de todo aquello. No me importaba en un punto el valor de aquellas notas ni que nadie pudiera llegar a escucharlas alguna vez. Era un deleite individual, una sopesada manía que provocaba un encuentro. El fruto de ese encuentro es la consciencia de uno mismo.    

Para un genio, esta composición está integrada en su talento. Como un juego, todo es un magma fecundado por su voluntad y su inteligencia. No hay previos tanteos ni sucedáneos en la composición. Viene dada, proviene por entero hasta que su mano la ejecuta sobre el pentagrama. 

La composición poética es muy similar. La materia esencial, la palabra, es solo el último reducto de la acción. Lo que se produce en el origen de la creación poética sucede en la mente del poeta con toda ausencia de verbo. El verbo fue el principio para los mortales, pero no para el demiurgo. El entendimiento del tiempo para el hombre es la consecuencia de su discurso y a la inversa. No así para seres de otras naturalezas. El tiempo es la sintaxis contraída y aglutinada del ser.

Así, con este entendimiento cabalístico, la poesía estará siempre, por naturaleza, desligada de su origen, de la matriz sensorial que la propició. Esa es la virtud a la que puede aspirar un poeta, apenas a resguardas rescoldos del momento ígneo del origen. Un origen habita en el lector cuando lee los textos, que en ocasiones llamamos clásicos, siguen transmitiendo aspectos de esa naturaleza primigenia. El hombre es uno y el lector es uno que se reconoce en ese espéculo verbo desasido.   

En ese punto me encuentro en la lectura de poemas. Es un umbral de piedra todo lo que rodea al ser, al ser de la poesía. 

jueves, 12 de septiembre de 2013

UNA estampa: es un son, una música encendida. Apenas se silabea en silencio, en ese pentagrama secreto de la poesía, el lector forma parte de la composición. Recita el madrigal una y otra vez, sin descanso, sin apenas detenerse en las palabras. Las vihuelas del cuadro de Caravaggio parecen estar sonando; es el ritmo ya quien lo lleva y sustrae. Es el conjunto armónico, la palabra, la música secreta, el silencio lo que estaciona el ser. Mágica escisión del hombre. Lectura, vida, misterio. 


 

martes, 10 de septiembre de 2013

LA VOZ, la voz propia, la identidad que se manifiesta tras el bagaje de las lecturas y la experiencia de la vida. La voz que emerge de uno mismo con su entonada candidez y su intonsa escultura. Esa voz son los ojos que contemplan hacia dentro y que se vuelven nacimiento y rendición; son aspavientos en la nebulosa de la memoria, en la noche de luz y en el huracán de la piel más hermosa de la aurora. 

La voz se alza entre los matorrales del individuo. Tornasolada, erigida como un baluarte, nos pisotea hasta la extenuación y nos deshace para redimirnos y convocarnos al tiempo que no nos pertenece, al tiempo que socava la sombra y la azada, al tiempo de la poesía que es eternidad.   


lunes, 9 de septiembre de 2013

EL POETA lee a otros poetas y comienza a incorporar los recursos que ha aprendido a su discurso. Lo hace explícitamente y con el desdoro de la copia, a caso con el embelesamiento del aprendiz. Poco a poco, una voz se va imponiendo, una voz dadora de armonías. En ese punto, los recursos técnicos que se habían ido aprendiendo por la imitación, dejan de pertenecer a la imitación y a alzarse como giros y discursos propios. La literatura, en este grado de vivencia, se vuelve juego intertextual, pues el poeta sabe que no está señalando realidades nuevas sino formas nuevas de lo mismo. 
Pero, con el tiempo, el poeta advierte que en las formas hay esencia del contenido y que la exploración formal, como quería Platón, contiene parte de lo nombrado. Aquí se terminan las tontunas y las exuberancias. Comienza el verdadero tañido de la poesía. Para los antiguos, la imitatio plena. No la burda copia ni el nefasto amaneramiento. 
Llegados a esta consciencia, la mayoría de poetas enmudecen ante su incapacidad; tan solo unos pocos prosiguen su canto. Eran los que estaban amarrados al mástil cuando cantaban las sirenas, cuando los demás elogiaban los ecos vacuos de un canto peregrino.  

domingo, 8 de septiembre de 2013

LA poesía no se reduce al verso. El verso es puro ritmo, pero la poesía escapa a esa única forma de ser, de aparecer. La poesía es un espíritu, me digo, y el poeta el mentor fenomenológico que la ejecuta. Siempre tendrá el poeta la entraña en sangre viva, pues sabrá, si es verdadero, que está convirtiendo en mezquino una maravilla natural. Dante lo dijo excelsamente en un verso del "Canto XXXIII" del Paraíso:

"de la alta luz que es cierta por sí misma"

Dante ofrece una armoniosa palabra que define la esencia de la poesía, del ser. La poesía se agazapa en la sustancia que es natural en sí, en la naturaleza en que el poeta nada puede transfigurar más que el ofrecimiento al resto de mortales. El poeta rescata esos destellos que ya estaban formados, puros entendimientos en sí. El poeta: 

[...]
!Oh suma luz que tanto sobrepasas
los conceptos mortales, a mi mente
di otro poco, de cómo apareciste,

[...]


viernes, 6 de septiembre de 2013

HOY he tomado entre las manos el libro de Pessoa. Su lectura la realicé en los meses en que viajaba al tren cuando me dirigía al trabajo. Era de madrugada cuando sucedía la costumbre de leer. Con un lápiz, el libro era el panorama que mis ojos confiscaban cada mañana, en cada amanecida. 

Lo inundaba todo aquella lectura y el ser que se agazapaba al final de la misma; el escritor, el creador, el indolente desmesurado. "El arte nos libra ilusoriamente de la sordidez de ser", escribe en Libro del desasosiego, así recuerdo la sentencia a poco que huelo el agrio paso de los días. 

*** 

Cada día, antes de comenzar a escribir en el diario, -que cumplió ya siete años de ininterrumpida cita-, pienso qué hay tras estas letras, qué empuja a esta incesante manía de escribir, de narrar, acaso de establecer qué soy quién somos. 

Con el tiempo, esas ansias se han mantenido, pero ha ido creciendo un estupor enorme por todo lo relativo a lo humano, una aversión fortuita hacia el hombre mismo y su actividades. No sé si con el paso del tiempo se irá moderando esta insatisfacción e incomprensión de todo, pero deseo que así vaya modulándose este asunto. 
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No deseo escribir más. 

Tengo un anhelo profundo de silencios y de auroras.   
   

miércoles, 4 de septiembre de 2013

DUERMO cuando vivo, vivo cuando sueño. Apenas percibo la lluvia si no golpea mi cara; el aire no existe más que cuando se encrespa, a pesar de estar en mí de continuo.  Soy incapaz de ver la aurora si no está frente a mis ojos, ni la noche, ni el fuego, ni el trazo de un lápiz en un papel. Mi consciencia es corta y está aletargada.  Cuando tengo, deseo; cuando deseo nunca obtengo lo deseado. Lo breve me parece eterno, lo infinito cabe en una gota de agua. Los hombres adultos me aburren y yo mismo creo que aburro a E. Los niños despiertan un trazo del origen, del tiempo más cercano al origen.  
TE PRESIENTO, presiento un fuego alrededor y una luminaria. La vida agazapada en todos los reflejos. Una infinitud, una inmensa y lozana estación de armonía.

lunes, 2 de septiembre de 2013