viernes, 30 de agosto de 2013

PARECE que con el paso de los años, las decisiones, las acciones determinantes, las palabras sentenciosas van tomando otro entendimiento. No sé si el hombre llega a comprender que morirá y que aquellas decisiones que respondían a su vanagloria eran marros diáfanos; o si el individuo llega a sopesar que es mejor la armonía del ser con el otro a pesar de las diferencias y las desavenencias. 

*** 

Diego Hurtado de Mendoza, Valle-Inclán, Edgar Allan Poe, Simmel son algunos de los autores que completan las pilas de libros sobre la mesa. Los observo, los escribo. Me dedico, por unos segundos, a pensar si no estoy verdaderamente loco.

*** 

Lector. Únicamente, lector. Hecho extraordinario.  


martes, 27 de agosto de 2013

VALLE-INCLÁN escribió un libro excelso (y, al tiempo, desleído) que se titula La lámpara maravillosa. Hoy ha llegado a casa la edición en Opera Omnia con delicioso cuerpo y su olor a santidad. En la sección titulada "La piedra del sabio" puede el lector encontrarse con pasajes de esta profundidad:

"Al pasar bajo el arco de la eternidad, en la suprema comprensión de nuestra vida mortal, está el premio y está el castigo".

La lectura es fascinación con este libro, ineluctable ahondamiento en el ser; un hechizo nos rodea en cada sílaba leída como salmo El texto aparece acompañado y ornamentado por ilustraciones simbólicas de un mítico Joseph Moja. Las ilustraciones mencionadas refuerzan el estupor que el lector sufre deleitoso. 
Al final del prodigioso comienzo intitulado "Gnosis", leo y quedo pensativo:


"Hermano peregrinante, que llevas una estrella en la frente, cuando llegues a la puerta dorada, arrodíllate y medita sobre estas palabras de San Pablo: Si quis inter vos videtur sapiens esse, stultus fiat, ut sit sapiens"


lunes, 26 de agosto de 2013

E. crece desmesuradamente. Su ritmo de vida es abismal en comparación al nuestro. Un día y otro día muestra una apertura al entendimiento de todo que nos sorprende. Es algo natural, por otra parte, cuando estamos en ese estado de vida. La pregunta que me sacude es, ¿qué nos sucede para que perdamos esas ansias y esa infinita lucidez o esa condición que parece ineluctable?

***
La poesía es un discurso que ensancha la palabra. El arte de la prosa es un bien que deberíamos resguardar del uso común y cotidiano. Ni un exceso ni otro, ni el mero virtuosismo vacuo ni la mera transcripción de la lengua de alcoba. Existe un punto intermedio para el prosista, así como para el poeta, en que ser conciertan los ángulos del verbo para decirlo todo de nuevo. 






METANOIA.

domingo, 25 de agosto de 2013

Cada poeta
es un destello intruso

en el lenguaje.


***

Canto del pájaro.
Muere el horizonte.
Luz de la tierra.

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Con la belleza,
ni el mundo, el hombre, nada.
Solo el silencio.  

sábado, 24 de agosto de 2013

LO único que solivianta la espesura en la soledad y el silencio es la música. En ese fondo, la palabra se torna inútil y se descarna en toda su esencia. Cuando el hombre consigue enraizar sus latidos, su ritmo, su respiración con el orden que lo rodea la palabra es innecesaria. Esa falta momentánea de consciencia de la palabra, de tan difícil sensación, es la condición fundamental para que el poeta pueda, posteriormente, revelarse y desvencijarla desde su propia sustancia. 


*** 


Esta mañana, al contemplar el amanecer y al escuchar los pájaros en sus corifeos, he recordado un pasaje de una silva de Francisco de Rioja titulada "Al verano". Rioja piensa que la felicidad está en no sobrepasar los límites de naturaleza. Sus composiciones están cargadas de sensualismo y construidas con un verbo plástico, pictórico, que recuerda a ciertas pinturas de mi admirado Caravaggio. 

En esta composición, dirigida a un destinatario explícito llamado Fonseca, -no por ello real sino ficticio-, tiene lo mejor de sí al final de la composición, concretamente en lo siguientes versos que dejo transcritos en este cuaderno:

[...]
viendo las rosas que su aliento cría
cómo nacen y mueren en un día:
que las humanas cosas,
cuanto con más belleza resplandecen,
más presto desvanecen.
¿Y tú la edad no miras de las rosas?
[...]


viernes, 23 de agosto de 2013

HAY lecturas, en la lengua materna, que son minerales y reconstituyentes. Son textos a los que uno vuelve para tener la certeza de que la poesía, por mucho que uno se aleje de ella, es una corriente alterna, inalterable, permanente. Nos recuerdan estos textos a Heráclito, pues en esa aparente corriente inalterable, el lector nunca está en las mismas aguas y eso sucede porque su propio ser ha dejado de ser. 

Distintas y reverenciales, variadas y fastuosas, herméticas y repletas de claridad, poesía en todo caso. Me refiero a poemas que restablecen ciertas sonoridades que dormitaban entre tanto texto sin talento y que nos vuelven a convocar en una comunión con el texto lírico. 

Pensaba en todo esto cuando terminaba de leer un madrigal de Gutierre de Cetina y continuaba con algunos poemas de Diego Hurtado de Mendoza, Soto de Rojas, Francisco de Rioja o Pedro Espinosa. Composiciones que, en el silencio pleno de la noche, restallaban como verdaderos ejemplos de poesía. 

Estas poesías que señalo están muy alejadas de lo que hoy se entiende por poesía. Pocas cualidades de lo que en ella se concentra ocupa hoy el pensamiento de los poetas actuales. Es más, algunas cuestiones técnicas, como la rima o la disposición estrófica, los temas y tópica utilizados, el tono cuasi melifluo de estos textos, supondrían temas de discusión y de rechazo para la mayoría. Así que, lo que me interesa de ello es reflexionar sobre estos argumentos que rechazan la tradición de plano sin más consideraciones y, además, relegando al que muestra su gusto hacia ellos, como poeta antiguo y arcaico. Pienso que tenemos que replantear la tradición en la actualidad y olvidarnos de un término que, mal que bien, ha dejado un vacío enorme en la poesía contemporánea: la originilidad.  

El asunto de la rima en la poesía y del manejo de la estrofa ha tenido siempre una importancia capital. Recuerdo la impresión que me causó la lectura de los poemas de Borges, entre otros tantos: cuartetos, rimas consonantes, sonetos, en un autor tan moderno. Ahora lo voy entendiendo todo con más claridad. ¿Por qué, me preguntaba, escoge Borges estas formas de expresión? 

Quizás la rima y la exigencia estrófica exigen del poeta condiciones que, por su ausencia, el bardo actual rechaza como si ello fuera rebajar su genio creador o coartar su libertad de composición. Pero, ¿qué sucede en la música o en la pintura o en otras artes paralelas? El compositor, toda vez que ha montado su armadura, escogido la tonalidad que ya suena en su cabeza antes de la anotación, compone sin tener en ello más cortapisas que su propio talento, su propia virtud. Igual sucede con la técnica escogida por el pintor: él conoce de antemano las rémoras al utilizar óleos o acuarelas o cualesquiera de las técnicas, pero también sabe que su talento o sus virtudes podrán acompasarse con ello e incluso engrandecerse. ¿Por qué el poeta recurre a ese lema vacuo de "la palabra en libertad"? 

No creo que sea un fruto de un  romanticismo exacerbado, como afirman muchos, más bien lo sitúo en la falta de entendimiento que existe en general del mundo antiguo, falta de entendimiento por la falta de lecturas. Nunca hubo tanta desconocimiento que en estas décadas. Puede uno realizar un repaso mental de los distintos periodos de la cultura y encontrará, la mayor de las veces, relaciones entre las mismas, sean de absoluta reverencia como en el Edad Media o el Renacimiento o el Barroco o de contrariedad, como en el XIX. En ninguna de las mismas se tildó al mundo antiguo, a los logros anteriores, como estampas antiguas inservibles. Antes al contrario, el escritor conocía la tradición y vivió la tradición intensamente. De esa experiencia surgía su propia convicción que podría alcanzar cotas de excelente factura o quedar como la mayoría, en tanteos personales. 

Indago en todo ello ya que, como decía al comienzo, en el Madrigal de Gutierre de Cetina, a pesar del tema predeterminado, de la estructura ajustada de la misma y de todos los supuestos corsés, encuentro poesía del centro indudable, poesía verdadera, absolutamente diáfana en su verdad. 


jueves, 22 de agosto de 2013

SERÁ el destino o bien naturaleza, la evolución del individuo o las libres asociaciones que nos determinan, pero cada vez más, deseo tan solo leer y escribir y vivir en armonía. Me importan pocas cosas más allá de estas actividades, tan solo la consciencia ética de mi labor profesional que tampoco abandono. Realmente, no sé si es desasosiego, pero desde luego no es un desengaño, es una sensación de estarse vivo muriendo, de perder días y tiempo (ah, limitación) en banalidades y en cuestiones mediocres.

Incluso la mayoría de los individuos poca falta me hacen; rechazo lo social y sobre todo me indispone la mediocridad imperante. Creo que este es el síntoma de la época actual: los mediocres emplazan sus acciones a conseguir logros eventuales y pasajeros por encima de cualquier otra cuestión. Se olvidan, quizás porque jamás pasó por sus consciencias, de la importancia de ser, de la cordialidad y de la educación por encima de otras tantas cuestiones frugales que, sin embargo, los turba y desenfrena.

*** 

Por la madrugada me quedé leyendo algunos poemas de Diego Hurtado de Mendoza. Me gustan sus tanteos en los nuevo metros italianos de entonces y cómo, este excelente bibliófilo, mezclaba los nuevo y o tradicional. Es un ejemplo antiguo para tiempos modernos. Además, en sus poemas hay música del idioma nunca extrañeza ni experimentos, sea cual sea el metro y la estrofa. Eso es una virtud escasa y, para mí, esencial.   
         

 


miércoles, 21 de agosto de 2013

ME interesan mucho los paralelismos entre la vida ascética y la vida comprendida desde el arte. Los dos términos que se repiten en cualquier bibliografía que aborda los asuntos son: silencio y soledad. 
Estas condiciones de exploración del mortal son una evidencia para el que se acerca abandonado de sí, desde la pureza o desde la ambición de verdad; al igual que es incomprensible para el que antepone la inmediatez y la vanagloria.
En ello me quedo suspendido tras leer el comienzo de El olvido de sí, de Pablo d´Ors. En la novela indaga en la vida de Charles de Foucauld, en cualquier individuo a fin de cuentas. Leo y anoto algunas consideraciones sobre la sobriedad, pero, sobre todo, aquellos pasajes en que se confunden lo sagrado y lo profano, lo real y lo misterioso.   

lunes, 19 de agosto de 2013

EL escritor se enfrenta, en cada instante, a la meditación de la palabra. El término que acoge la realidad nombrada es fruto de razones y encuentros de una consciencia individual amparada por los pareceres universales. Ese es el gran talento del escritor, no desvirtuar el discurso de su consciencia por las loas y los propósitos ajenos y, mucho menos, pensar que su verbo es prodigio incomprendido.  

Lo primero que se percibe de un escritor verdadero es su fidelidad a los vocablos. Y, en estos tiempos, lo primero que resalta de los escritores contemporáneos es que anteponen sus criterios al criterio objetivo de lo literario. Todo ello es un producto mercantil de las mentalidades contemporáneas que, en todas las disciplinas, expanden ese sentir y esa forma de producción. 

Muy diferente es todo a épocas remotas, a pesar de algunos paralelismos. Caravaggio, por ejemplo, en pintura, tanta verdad encerrada en esos juegos de vida y maldición; el propio Rodin en la escultura, ínclito conocedor de la vasta cultura; el mismo Falla componiendo la esencia cuando el resto cainita del país se desmoronaba o Tólstoi impenitente, desgajado, cambiante. Una galería que parece olvidada por los nuevos odres...qué ejemplos tan preclaros han dejado en la cultura estos individuos.

No es añoranza ni elogio de lo antiguo, pues tengo a estos y a otros creadores por modernos; es la falta de lectura y de virtud en la lectura lo que anoto en estas páginas de diario. 

*** 

E. sospecha ya que el mundo es contrario a todo o, en mejor decir, que la primera apariencia del mundo debe ser detonada. Lo noto en su mirada cuando llegamos al mar. Allí, la luz de su sesera, la llama viva de su rostro, se enciende, pues está junto a naturaleza. Luego, cuando está rodeada de familiares, la noto quejumbrosa, hastiada de tanta tontería, de las manidas palabras que creo ya sabe que serán dichas. 
Supongo (o quizás todo esto es ensoñación mía) que ella prefiere el largo lamento del mar, el estarse quietamente de la arena y sobre todo, los pájaros que atraviesan el cielo. Le encantan las gaviotas que pasean su cuerpo por la tarde cuando el sol deja caer su rictus derritiéndose en el confín de los ojos. Le encantan esas últimas llamaradas cruzadas de plumas y vuelos tras el alimento. Los señala, les grita, me lo dice con entusiasmo.  



 

domingo, 18 de agosto de 2013

SUELO recorrer las mismas calles cada vez que vuelvo al lugar. Sea el que fuere, ciudad inabarcable o recoleto pueblo, el rito es condición indispensable para rastrear en la memoria. Un paso tras otro, mientras en nuestro interior el latido sigue marcando el ritmo que jamás abandona al hombre hasta que su cuerpo perece. 

Estamos construidos por un ritmo interior que pocos escuchan y al que pocos atienden. Ese ritmo es un latido que brota a las pocas horas de ser concebidos y que se suma al desarrollo temprano del oído. 
Agua, vibración, ritmo están en nuestro origen. Con el tiempo, con el devenir, el mortal desea escuchar ,como si volviera a estar en el útero, ese ritmo de su vida que se solapaba con el de la madre. Un latido y otro latido confundidos.
Con los años, ese latido, ya es exógeno: es el del universo, el de la magna mater. Y cuando cae en la consciencia su naturaleza comenzamos a entender lo inexplicable de nosotros mismos. 
 

sábado, 17 de agosto de 2013

"LA PALABRA es la luz de la sangre" afirma María Zambrano. En esta afirmación se sintetiza toda una poética de vida y literatura. Sangre, sinécdoque y totalidad,; luz como el raciocinio imposible de la sangre que solo subyuga su naturaleza a la palabra. La palabra es el formante que nos hace más humano, no hay otra existencia más humana que la palabra. Pero la poesía no es solo palabra, es el origen mismo de la palabra y frente a lo monódico del verbo al uso, ofrece una polifonía. Ese es el recorrido del poeta: la búsqueda armónica de esa esencia.  

viernes, 16 de agosto de 2013

EN ESTOS días, en Cáceres, todo el mundo nos había amenazado con el calor sofocante de aquella tierra, mas nos podía la consciencia de la belleza y del estupor. Resulta que hemos estado muy cómodos, incluso con algo de frescor por las tardes y, sobre todo, por las noches, cuando nos dedicábamos a recorrer todos los recovecos de la ciudad antigua. Igualmente, nos habían advertido de la escasa variedad gastronómica que se ofrece por aquellos lares; antes al contrario, hemos encontrado verdaderos hallazgos gastronómicos, lugares de exquisito paladar que han acompañado los paseos y que han hecho rememorar la historia de la ciudad dulcemente: milhojas de verduras a la extremeña, gazpacho extremeño con manzana baby, vinos variados y gustosos como Habla del silencio, tortas con exquisito jamón ibérico y sobresaliente aceite de oliva virgen extra o un delicado foie ibérico con melón y semillas, todo sin olvidar los bocados templados de tortas del casar con pimentón de la vera. Se me vienen al recuerdo de las sentadas, en pleno dédalo de la ciudad monumental, al socaire de la historia y las maravillas, de las traperías entre los Oquendo y los Solís, el embelesado Palacio de los Golfines o el pórtico orientado hacia el palacio Episcopal.     

A poco que llegamos a la Plaza Mayor, advertimos que el lugar de la piedra es de luz. Hay lugares nimbados de energías y sensaciones que se transmiten al caminante. Solitaria, muy solitaria por las noches, los pasos por las callejuelas de piedra, recorriendo el adarve, observando los matacanes y las torres desmochadas o conversando cuando la noche se pliega sobre la piedra y sus formas. 

Pensaba en la poesía cuando quedaba deslumbrado por la piedra, porque la piedra es umbral y es inicio, rotundo discurso en el tiempo, mármol quejumbroso que se asimila a la palabra del poeta tallada en los vértices del viento.   




jueves, 15 de agosto de 2013

domingo, 11 de agosto de 2013

LA obra de arte no transmite la vida de un individuo, pues ese individuo dejó de ser su nombre para ser mortal, unidad plena. Es por eso por lo que esas obras nunca terminan de decirlo todo. Tal es su naturaleza que sea el hombre que sea el que se acerque y las contemple o las lea o las escuche hallará restos de su propio origen. Esa es la obra adjetivada como "clásica" y de la que muchos se alejan en estos días porque las creen antiguas.  


De un tiempo a esta parte, tengo la convicción de que las historias de la literatura dependen en demasía de las cualidades de los lectores. Puede una tradición poseer a un escritor genial pero no al lector que descifre esa genialidad para el resto de la sociedad. 

Son tan importantes los lectores virtuosos como los creadores. Sí, los unos no existirían sin los otros, pero para ser escritor de fuste hay que haber sido, en algún momento, en algún espacio, lector virtuoso. Ese es el mal endémico de la literatura actual, los escritores solo leen a los amigos, a los compañeros de comparsa, a los que, en pocos minutos, terminan ensalzando la obra como la revolución literaria. Es el punto, querido amigo, de no retorno, pues has instaurado el reino del ego en tu vida. 
  



sábado, 10 de agosto de 2013

TAN bellamente lo dice Boecio en prosa y en verso, nada más y nada menos. Lo dice Boecio y toda la antigüedad y los tiempos medievales y renacentistas y barrocos que siguieron la vera del conocimiento antiguo. Cuán perdurable es la fama y qué mísero el mortal que se encrespa en sus dones. Fugitivas, pasajeras, inexistentes son lo que el hombre cree virtudes. 

Los escritores que han labrado el ser del mortal han conducido su ego hasta la desaparición. Lo primero, el suicidio del ego predominante. Kafka da muestra de ello a las claras en Metamorfosis y Cervantes en su magna obra y, por ejemplo, T.S. Eliot en Cuatro cuartetos y tantos otros como Horacio o fray Luis, Rilke o san Juan de la Cruz, Thomas Mann  o Platón, Juan Ramón Jiménez o Petrarca. Cito algunos escritores de tradiciones y épocas distintas, pero siempre recuerdo que la primera lectura de la Commedia de Dante fue creer que el autor estaba describiendo el proceso de la descomposición del cuerpo y de la ascensión del espíritu. Dante otorga sentidos al espíritu. La desvinculación entre los sentidos, la realidad, el cuerpo.
Dante nos avisa de que el proceso (y Kafka tiene una obra así titulada, lo que no me resulta casual) es desgajar el ego, la cascarilla superficial del espíritu que obra  la creación artística. Ese espíritu es la armonía encarnada. 

En el poema de Leopardi titulado "La vida solitaria",-con el que adelanta motivos de lo que luego será su gran poema, "El infinito"-, puede el lector deleitarse con la templanza del poeta. Reflexión y creación desde el individuo, el espacio vivido y el deseo de permanecer sin tener consciencia aún de ello:

"Tiene una paz profunda aquella orilla,
donde, sentado inmóvil, de mí mismo
y del mundo me olvido, y creo que yacen
sueltos mis miembros, que ningún espíritu
ya los conmueve, y que su quietud antigua
se confunde al silencio de aquel sitio".

Es una aproximación a la fusión con naturaleza, con el cosmos que desintegra para restaurarnos en toda nuestra dimensión. Ese es el límite en que la poesía se establece cuando brota desde el centro indudable de ella misma. No es ya el ego el que dirige los vacuos intereses, sino el afán de perpetrar una palabra fuera del tiempo, permanente, tiempo en el tiempo.







viernes, 9 de agosto de 2013

SON las cinco de la mañana. Me dirijo al sótano buscándome. Sé que estoy allí y que me encuentro leyendo algunos poemas de Boecio, fragmentos de Consolación de la filosofía. Un texto escrito en los días previos a ser ejecutado y que Boecio edificó como una salmodia que conjugaba verso y prosa. 
Leo los maravillosos poemas cargados de sabiduría. Luego, repaso los textos en prosa. Aliento entrecortado y respiración pausada, rítmico ensalmo que combina la palabra en sus hechuras. El lector, toda vez que lee el texto en voz alta, forma parte de la secuencia sonora. Su decir en los labios de los labios de otro. La palabra sentida en el sentido mismo del individuo. Todo uno sola cosa, misterio. Me entrego de nuevo a la noche, naufrago en su inmensidad. 




jueves, 8 de agosto de 2013

LA palabra poética
excede la memoria
porque su tiempo eterno
no cumple olvidos.

miércoles, 7 de agosto de 2013

SÍ, la transcripción de textos me parece un método de lectura extraordinario, sobre todo, cuando uno transcribe poemas. Esa lentitud y fijación en cada palabra connota una cadencia de lectura que pasa desapercibida con la lectura en silencio. Quizás, la lectura silenciosa aspira a resonar fuertemente en los adentros y a provocar ecos y sones en un silencio aparente. 
Ahora, que transcribo en la noche poemas de otro poeta, de un poeta verdadero, voy recitándolos con parsimonia, deleitándome en cada una de las silabas, palabras, sintagmas, oraciones, versos, estrofas, poemas. La lectura en voz alta, con voz queda, casi susurrante es un diapasón fabuloso para conocer la encarnadura de las palabras, pues parece que hemos olvidado, en estos tiempos frugales, que la palabra es cuerpo fónico y sustancia sonora. 

Leo Divinas palabras, de Valle-Inclán. Como un marigailo asisto al espectáculo literario que es siempre un texto, cualquiera, del autor gallego. Hay casos extraños en la tradición literaria entre los autores que forjan las lenguas y los escritores posteriores, las camadas postreras. Algunos, cuando quieren acentuar su filiación o sus deudas, acuden al escritor amigo, al crítico de turno o al poeta de moda para que sus textos, sus minucias, sus migajas tengan resonancia (siempre fugitiva) en la sociedad. Realmente, la literatura les importa muy poco y ellos mismos terminan siendo, como la mayoría, pasto de las llamas.  
Escribo estas afirmaciones ya que percibo que los nuevos escritores se van olvidando de todo lo literario; eso sucede porque, cada vez, se lee menos literatura y la que se produce se realiza al calor de los intereses comerciales. Por este motivo, la fidelidad del escritor a la literatura ancestral, la que ha marcado la naturaleza y los límites de lo literario, es acaso la única forma ética de ser estético.

El libro de Simone Weil, El conocimiento sobrenatural, es una fascinación y una tribulación del conocimiento luminoso. En este libro el lector puede encontrarse con palabras refulgentes como estas mismas, párrafos recoletos surgidos de un caos de anotaciones, escondidos, pero que azuzan la trinchera de la sensibilidad : "Lo bello supera la inteligencia, y sin embargo, toda cosa bella ofrece algo que comprender, no solamente en sí misma, sino en nuestro destino". 

lunes, 5 de agosto de 2013

EL estío dilata las horas, sobre todo en la noche. Se expande, como la miel, delirando su caída. Es la hora de las cumbres, de las sinrazones que jalonan la vida. Varios libros encima de la mesa; música de Wagner para infligir en el espíritu una grandeza simulada y carente.  Una oscuridad de trazas luminosas: palabras, ideas, diálogos. 

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El poeta termina advirtiendo que el reino al que pertenece es el de la palabra. No es una evidencia para la mayoría, antes al contrario, algunos ejercen en la cración el dominio del yo sobre el del verbo luminoso. 
Comienza todo por una fabulación de las palabras en la mente y la consciencia del poeta, pues cree este que está nombrando, libando allí donde otros nunca antes lo han hecho. Con el tiempo, el bardo acaba convencido de que fueron otros los que ya nombraron el mundo e, incluso, que el mundo no necesita ser nombrado cuando la palabra (palabra como discurso y cauce total) no es más que yerma melodía. 

Encontrar la armonía entre lo nombrado y cómo se nombra, esa es la virtud del poeta, la tarea imposible y la búsqueda incesante. Todo lo que sucede en plenitud no es verbal, la polifonía es imposible para el verbo, el poeta debe conformarse con la melodía ajustada a la armadura de la belleza. 

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La creación es una comunión con el mundo. Para ello, el creador debe partir del mundo y no desde su lábil y corta identidad. La creación no suge ex nihilo, lo hace al contacto con el mundo. Una experiencia externa que se convoca en las profundidades de lo subjetivo para dar, como respuesta, la creación artística, armonizada, de lo vivido. Vida, idea, contacto, creación se unen en un todo inamovible. Esa es la naturaleza del misterio y por eso mismo es inexplicable la creación literaria desde sus adentros. 
La creación comienza antes del contacto. Para ello es fundamental la experiencia como lector. Solo las lecturas de autores como Platón o Dante o Rilke pueden otorgar un semillero preparatorio para el escritor. La música es la estación total y necesaria, sin el entendimiento de la música el poeta jamás podráser invisible anillo.

El poeta principia su labor con esta premisa; podemos llegar a la conclusión de que la literatura necesita de un estado previo, una previsión estética que vehicule posteriormente todos los estímulos exógenos e internos. Solo la lectura es enseñanza total, pues no solo prepara previamente sino que ayuda a entender la naturaleza del lector. 

La lectura es una escuela del misterio. El poeta debe vislumbrar su naturaleza en la memoria y en la consciencia. En esa visión encontrará el símbolo de lo que debe tañer con su palabra. Luego, la fidelidad a esa verdad que se configura indudable y cuya naturaleza es indescriptible. Solo su presencia es su ser.  El yo vanidoso del hombre debe diluirse en la entera naturaleza de la humanidad.




domingo, 4 de agosto de 2013

A un poeta futuro le escribo las palabras de Deuteronomio 28, 23-28:

"Y palparás al mediodía, como palpa el ciego en la oscuridad".

viernes, 2 de agosto de 2013

PAUSILYPON, el bálsamo que ofrecía la contemplación de la Bahía de Nápoles a los romanos que construyeron allí, en sus alturas y cimas, sus mansiones de retiro. Significa "lugar donde se calma el dolor" y, como bien explica C. A. M., cerca se encuentra el Parque Virgiliano y la tumba de Leopardi. 
Coinciden dos poetas en un lugar que nos restablece, pues quien ha visitado Nápoles y sus aledaños ha quedado ya renovado por siempre. Dos tumbas, restos, parajes de poetas que aún resplandecen en cada amanecer en una tierra en la que siento que fui algo entonces. 

Plango me no esse quod fuerim. Con estas palabras se dirigió san Jerónimo a san Eustaquio. Deseo, anhelo ser lo que fui. San Jerónimo sintetizó con esta sentencia un sentir cada vez más anexo a mi días. Siento que en determinados lugares he sido algo antes, he existido con una fuerza proteica y mineral que me hace renunciar a todo y que va ocupando el lugar de lo que soy. Esa confluencia de los tiempos y los espacios en música la denominamos armonía. 

Es un afán de vivencia lo que me sucede cuando deambulo por tierras italianas; así sucede con los textos que contienen materia del centro indudable. Una llamada, la imantación hacia el origen inexcusable que fuimos y seguimos siendo.  






jueves, 1 de agosto de 2013

EL ESTILO, la disposición de la frase, la relación de conceptos que brota sin más ni más, la cadencia musical de la prosa, la introspección en la psicología de los personajes, la justa palabra y el orden de la sintaxis y, sobre todo, el misterio de su narración y la salmodia, hacen de Conrad un autor del que conviene callar todo el tiempo en los márgenes del libro. 

Es un relato largo pero parece que posee la hechura de una interminable laguna, un mar insondable. Lo va leyendo uno con la atención hipertensa, con la impresión de que va dejándose mucho en el camino. Es una lectura gozosa, que regodea al que se enfrenta a la fabulación.

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Poco a poco todo va tomando esa claridad y esa extrañeza de la que nunca huimos. 

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