viernes, 26 de julio de 2013

Frente al Mediterráneo todo es mansedumbre. Escuchamos el mar golpeando las piedras y contemplamos la luna hasta la madrugada. Ayer estaba naranja, entrevirada en las nubes que la noche nos dejaba divisar. E. Dormía vencida por el cansancio, pero M. C.  y uno se defendían de la atracción del sueño.
Cada día considero que dormir es entregarme a un confín y que vivimos una vida demediada entre la sensitiva y la úmnica. Sin embargo, cuando todavía nuestro cuerpo se mantiene erguido debemos proseguir en el cauce del entendimiento. No hay para el hombre tiempos aplazados, no existe el momento ideal de las acciones. Todo para el hombre es voluntad, incluida la creación literaria.

Un sosiego plácido después de atravesar Andalucía de occidente a oriente. En el viaje iba el paisaje transformándose con el mismo galope con que nosotros fuimos siendo otros. 

Al llegar al Cabo de Gata, el mar se impuso al unísono con la piedra. Desde los acantilados observábamos el labriego del mar incesante sobre la piedra. Esa obcecación que sólo en la naturaleza es virtud y es armonía. 

miércoles, julio de 2013

Nos hemos levantado temprano. El sol levantó el vuelo y dejó una claridad sobre el Mediterráneo sorprendente. La noche anterior nos habíamos quedado tratando de interpretar las figuras de la orilla en la noche.
Hemos almorzado pescado frito y unas sardinas. E. Sigue mirándolo todo con su maestría de niña. 

M. C. termina de leer la novela que comenzó  hace unos días. Comenta, en ocasiones, pasajes que sabe que son de mi gusto y los glosa y trata de aplicarlos a la cotidianidad que nos acoge.