miércoles, 31 de julio de 2013

"EL MUNDO de los vivos encierra ya por sí solo bastantes maravillas y misterios; maravillas y misterios que obran por modo inexplicables sobre nuestras emociones y nuestra inteligencia, ello bastaría casi a justificar que pueda concebirse la vida como un sortilegio", estas palabras de Joseph Conrad, colocadas previamente a la narración de La línea de sombra, las tengo por un párrafo indispensable. Encierra una teoría de la vida y de la literatura con la simpleza y la profundidad de la visión. 

En muchas ocasiones, leemos teorías, ensayos sobre la relación entre la realidad y los fantástico. La narrativa hispanoamericana a partir de los años cuarenta es un ejemplo excelente de membretes y tabulaciones, de lo real maravilloso al realismo mágico. La literatura del siglo XIX ofreció buenas muestras de ello. Realmente, todos los periodos de la literatura poseen ejemplos, formatos, muestras. 

Conrad, como Borges, solucionó la cuestión con claridad y aceptación. El hombre de talento sabe que su palabra solo está hurgando en una franja muy reducida de la realidad y que por muchas páginas y párrafos y palabras que escriba siempre será un minúsculo ejercicio. Así lo entendió Rulfo y Borges y así los grandes poetas. 

La vida y la literatura se diluyen para proyectar un resplandor de promesas.