viernes, 7 de junio de 2013

SOBRE los montes, anunciando una danza de verdes y de trinos, los girasoles. Han asomado al  campo que reinaban los trigos con sus varas verdes y sus cúpulas de geometría. Lo inundan todo, como laguna de luz, derramados sobre las laderas con vigorosa presencia. Año tras año, los girasoles anuncian el paso al estío y su fugitiva presencia deja al que la contempla con la enseñanza perpetua de que la plenitud se alcanza y se deshace tan rápido y tan realmente como en los hombres. Luz y vida rompiendo la tierra desde el silencio, luz y vida en los ojos cada mañana en armonía.

***

Al tiempo que los girasoles se anuncian a la luz, leo otro libro con girasoles en la portada, Libre de la tormenta, de J.S.M. Anoto en sus márgenes, escribo en sus cubiertas; E. lo agarró una vez pensando que podía dibujar en él algún garabato. Libro y naturaleza conjugados.

***

Dejar de ser para ser es una síntesis que aglutina a los pesocráticos con el Tao te Ching, pero también con Tolstói. Sigo leyendo sus Diarios, los que van de 1895 hasta 1910. A partir de 1902 Tolstói sufre demasiados achaques físicos que van mermando su producción literaria. Uno de los años más dolorosos para Leon fue el de 1908. El 26 de junio de ese mismo año escribía lo siguiente: "Ayer no escribí mi diario. Había pasado una buena noche y lamenté no tener dolor, no tener la oportunidad de enmendar mi debilidad de la víspera. No escribí nada...Ahora he pensado".

En este momento, el lector puede pensar que Leon va a deleitarse por la falta de dolor o que va a justificar su escritura con tal o cual afirmación, sin embargo, escribe Tolstói: "Hoy sentí la posibilidad de que en vez de "yo" todo se vuelva "tú"; sentí la posibilidad de renunciar a uno mismo, no en nombre de alguna cosa en particular, sino en nombre del sentido común". 

A estas alturas de la reflexión, atisba uno que la muerte comienza a danzar propiamente alrededor del alma y el cuerpo del extraordinario individuo. Sigue: "lo más difícil, y al tiempo, lo más neceario, es conseguir liberarse de la embriaguez que uno siente por uno mismo, por su propio "yo". Y yo comienzo ahora, en el umbral de la muerte, a sentir la posibilidad de esta renuncia. No es un gran mérito".

Las palabras de Tolstói sobrecogen y aturden al lector. Se encuentra en el umbral, en la zona de rito de paso en que el escritor va tomando consciencia de que está dejando de ser él para ser, sin más, ser.


Con el verso de Diego Hurtado de Mendoza: "Este es el propio tiempo de mudarse..." he vuelto a leer el pasaje, el fragmento elegíaco de una vida que sabe, a las claras, que para ser la vida misma debe comenzar a renunciar a lo que creía y pensaba que era.