domingo, 16 de junio de 2013

RILKE anhelaba la soledad para la creación tras las traducciones al alimón de Vita Nuova, de Dante, con la ayuda de la princesa Maria. Era diciembre de 1911 y el poeta encendía unas velas en las ramas de los abetos que todavía el visitante puede contemplar. El episodio que principió la creación de las Elegías sucedió a comienzos de 1912, a finales de enero, concretamente. Era mediodía, el sol proclamaba su efigie, un viento zumbaba desde el mar plateado hasta las rocas para acompañar el canto de un ruiseñor, Jano entonaba su huida y su vuelta. De repente, un vacío polifónico, una hendidura en la piedra del espíritu, la senda por la que caminaba, -y que tanto misterio encierra aún-, comenzó a desdibujarse. Nace la primera elegía casi al completo. 

El poeta escribe una carta a la princesa relatando el suceso, pues así entiende que ha ocurrido: una acción insólita de la poesía misma. Hay quien señala que el poeta utiliza una palabra significativa en alemán para referirse al suceso, a saber, "eigenmächtig", que quiere decir "con fuerza propia". 

Estas revelaciones continuas lo llevan a escribir o a transcribir esa agitación extraña de los dioses ocultos. Lo hace hasta que el comienzo de la décima elegía lo anuncia todo: 

"Ojalá un día, libre ya de la terrible visión que me acosa,"

Como no podía ser de otra forma, la segunda acción que emprende Rainer Maria es la lectura. ¿A quiénes acude? A los poetas alemanes que escribieron himnos: Goethe, Klopstock, Hölderlin o Kleist.
El poeta se sitúa al acecho de lo invisible. El propio poeta escribió en un pasaje memorbale: "nosotros somos las abejas de lo invisible. Libamos desesperadamente la miel de lo invisible para acumularla en la gran colmena de oro de lo visible". Rilke apunta hacia el ángulo sumergido del mundo que solo se intuye y solo se puede contemplar plenamente, weltinnenraum.   

Uno de los poetas alemanes que Rilke lee al completo es Kleist, el mismo autor a quien Stefan Zweig dedica un capítulo en su prodigioso ensayo La lucha contra el demonio. Por su parte, después de algunos tanteos del poeta con el esoterismo, se vuelca en la lectura de Fabre d´Olivet. Los tres autores que están encima de la mesa en la mañana, trazando el enjambre de lecturas al que me vuelco apasionadamente.