PLATÓN se dirigió a una de las cuestiones que fundamentan la ligazón entre filosofía y poesía:
el decir ya presupone algo que está ahí, algo que es.
Ser
y decir. Por lo que podemos distinguir entre "ser" propiamente, en sí y
"lo que se es". Por tanto, con estos presupuestos, el ser no necesita manifestación verbal para
ser. En esta disyuntiva se sitúa el poeta en su tarea mortal, silencio y
soledad ante el ser y así se explica la desconfianza ante lo escrito, sea cual sea el logro y la genialidad. El poeta verdadero, que capta la esencia del ser, el ser mismo, desconfiará siempre de su palabra, pues siempre será ésta melodía pasajera, sugerente armonización de una realidad suficiente.
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EN uno de los rincones del despacho en que trabajo cada día tengo un pequeño texto en latín que me acompaña y alumbra a cada paso del absurdo que allí sucede. El texto está acompañado de una reproducción de un mosacio predilecto para mí: el del siglo III que representa al poeta Virgilio custodiado por las musas. El texto culmina de la siguiente forma:
"Musae poetarum patronae sunt. Musica grata est Musis".
Cada vez que siento la caída al vacío lo releo y trato, además, de encontrar, en el silencio profundo de mí mismo, esa musica grata y esos círculos indelebles del gran centro, del centro indudable.
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Los no-poetas estaban agarrados a la no-poesía. Cuando esta deja de brotar, ellos no son nada, pues de nada se han alimentado, tan solo de lo efímero.Por lo menudo, el no-poeta solo lee a sus cómplices en el ejercicio de la no-literatura. Pío, pío...