viernes, 8 de marzo de 2013


SI los actos son puros y participan de la verdad son, por tanto, actos de justicia. Platón pensaba de la Idea al mundo y por ello creía que la relación entre lo uno y lo otro era de presencia del absoluto. Así, si alguna acción, algún hombre, alguna creación participaba de lo justo, lo bello o lo verdadero mantenía un relación proporcional con la idea ilimitada. El camino a la inversa, de lo particular a la Idea, conlleva una relación de participación de lo minúsculo en lo mayúsculo. Es decir, presencia y participación de y con el absoluto.

Para Platón, el filósofo, a pesar de su estado de contemplación insuperable, pues, suponemos que ha llegado a vislumbrar las ideas puras, debe volver a alumbrar a los demás. A pesar de todos los mitos mistéricos que se encierran en esta recomendación de Platón en su República, el filósofo debía, finalmente, acceder al ámbito público, pues no estaba cargado de ninguna falacia, sino de verdad plena. Por este motivo, porque los filósofos llevaban la justicia a un mundo organizado justamente, Platón recomienda que sean ellos los verdaderos gobernantes.

Sucede lo propio con la literatura.  Afirma Platón en Timeo 27d: “¿Qué es el ser eterno, el que no tiene nacimiento? ¿Y qué es lo que nace y perece, pero nunca es realmente?".


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Schopenhauer enseñó con suma claridad las características y virtudes de la música en relación con las demás artes y manifestaciones del hombre. Nunca olvidaré esta afirmación: “la música, al trascender las ideas, es totalmente independiente del mundo fenoménico, lo ignora absolutamente y, en cierto modo, podría existir aunque el mundo no existiese, lo que no puede decirse de las demás artes”.

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El silencio rotundo y la soledad sonora edifican, en el ser de cada uno, un mundo ajeno. Ese mundo, objetividad del espíritu, lleva al poeta a desear ser otro mientras está siendo. También a no temer la exposición pública, es más, la desea ya que su palabra está impregnada de verdad y de justicia y de belleza. Estos deseos deben ser proyectados en lo público cuando se produzca el momento, con fervor y fidelidad. No son búsquedas y necesidades de la vanidad, para el que ha contemplado la idea no existe su propio sujeto: es otro, se sabe otro, perpetuado en la verdad.