sábado, 23 de marzo de 2013

CIELO de lino con asomo de tormentas. Lenta meditación de los pájaros en el árbol. Contorno desfigurado de los objetos en el horizonte y sueño de paz, de idilio, de misterio. 

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Ayer hablaba con Montero Glez de literatura. Estábamos en Sanlúcar y tomábamos un café cuando la tarde terminaba de fundir sus oros con el mar. Aldecoa, Valle-Inclán, Hemingway...todos los escritores a los que se refería Montero parecían cantaores flamencos o toreros en retiro, vestidos de corto. Lo hacía con pasión, mostrando su admiración hacia ellos y, quizás, el deseo de alcanzar en sus libros el resorte de los buenos escritores. Ay, cuánto vale un quejío, el duende, en literatura. De ahí, al mercadeo, "no conozco las modas", decía, "solo la Literatura". Y yo reía con el equilibrio del centro y apuntaba en una libreta algunas impresiones.¿Has leído La lámpara maravillosa?, pregunté. "Soy de Luces", macho, contestó.Reíamos, pensábamos, leíamos en imaginación.


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Me limito a estar y a contemplar, estoicamente a vivir la literatura.