martes, 31 de diciembre de 2013

CADA VEZ me cuesta más trabajó escribir sin un libro por delante. Esta determinación sigue siendo la misma que hace siete años, la misma que me ha llevado a escribir más de mil quinientos textos de todo pelaje. La lectura es el elemento axial y a ella entrego mi fidelidad literaria. No existe literatura ex nihilo.

Estos días me han dejado evidencias que uno no terminaba de asimilar. Comportamientos todos que desprenden falta de humildad y de amor. Anheló la humildad y el amor como elementos axiales de mi vida y de la literatura que, con el tiempo, se están haciendo una misma cosa.

lunes, 30 de diciembre de 2013

DE NUEVO, escribo en la mañana y contemplo la luz entre mis ojos. Los objetos, los cuerpos insinuados en sus formas por el contorno de la luz, las figuras del recuerdo, las mismas ansias de leer, de escribir, de abarcarlo todo para no conquistar nada. Nada en todo, ser algo en nada.

domingo, 29 de diciembre de 2013

EN LA CONVERSACIÓN, los amigos se obcecaban por razonar la existencia de dios, por ir desgranando este dato o aquella otra anécdota que validara el razonamiento narrativo de lo que se ha transmitido, 
las evidencias de su huella antropomórfica. Sin estar del todo de acuerdo con las afirmaciones e incluso sin querer entrar en detalles de la filología veterotestamentaria que determinan con precisión muchas de las creencias que se utilizan como argumentario, terminaba uno por mover la cabeza dando a entender que daba por válidos sus razonamientos. Sin embargo, quise comprobar hasta qué punto hasta qué nivel de sujeción se sitúan los que estudian los textos bíblicos como fieles cuando uno le elimina el sustento alegórico. Le propuse al convidado que pusiera su fe a prueba enfrentándose a un pensamiento: la religión es toda ella una idea transmitida. “¿Dejarías de ser creyente?”, le pregunté.   

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Cuando el raciocinio del hombre sigue anclado en los rudimentos del mito, cosa natural y humana, las explicaciones de lo que Simone Weil llamaba lo sobrenatural dejan de ser posibles.


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Me voy dando cuenta de que la vanidad conduce a la envidia, pues en pocas ocasiones los ególatras colman sus egos suficientemente. Uno se dirige con el tiempo hacia el despojo de todo rudimento innecesario, de toda alaraca, de toda orquestación pública de su sombra. Y lo hace por de dentro, sin necesitar nada más que la aprobación de su consciencia. Lo voy entendiendo con la llegada de lo venidero, uno entrega dádivas, materiales y espirituales y los demás lo toman como afrentas, gestos a la contra. Tan solo amor, humildad, verdad en los actos, nada más y nada menos, un poco de limpieza en la mirada y el espíritu.    

sábado, 28 de diciembre de 2013

ES la búsqueda de armonía, es la condición del mortal. El origen que habita en nosotros, pues somos materia cósmica del origen:  He venido al mundo para contemplar el Cosmos“, decía Pitágoras de Samos.
Esa es nuestra causa y a ella debemos dirigirnos. Obviamente, la mortalidad instaura ciclos, idas y venidas, retornos, pero siempre tendrás en la consciencia la existencia de la verdad. Tú mismo eres verdad siempre que la vivas en la belleza verdadera. 
Hablábamos de William Blake, del poeta y el visionario; la voz que anunciaba que el mundo se pude ver en un grano de arena y que el Cielo es perceptible en la dimensiones de una flor silvestre; el hombre que anunciaba en poesía que el infinito se contiene en la palma de tu mano. 
Hablamos de armonía, de otra dimensión del ser que no debe configurarse con los contemporáneos, debe edificarse desde la evidente Belleza naciente en lo antiguo. Los versos de Blake: 

Si las puertas de la percepción se depurasen,
todo aparecería a los hombre como realmente es: infinito.
Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver
todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna.

jueves, 26 de diciembre de 2013

NO son los creadores más laureados ni más preteridos, pero tengo para mí que Corelli y Caravaggio comparten alguna misteriosa relación entre sus creaciones; o, quizás, esa relación entre los dos solo se establece en mi mollera con la figuración de la música en las escenas de vihuela tan carnosas, tan vivas, tan desnudamente musicales.  
Los concerti grossi de Corelli, si bien tuvieron fama y difusión en vida, han quedado como antiguallas musicales a los oídos de algunos que no podemos dejar de escucharlas por dulces, penetrantes y platónicas. El diálogo entre el solista y el resto de la orquesta, que anticipó para la música la forma plena de la sonata a la manera de Beethoven o de Mozart, provoca una catarsis en el que escucha. Me imagino siempre asomado a un balcón de un palacio en Venecia con esa música acordada por el desboque del sol entre as aguas, ante la caída de la luz en la diversidad de la laguna, en esa luminosidad demediada con que Caravaggio impregnaba sus cuadros. Sueño esa lentitud en Venecia, en sus puentes, en sus recovecos solitarios, en la cercanía de las aguas y de las figuraciones del cielo en la tierra.   


La música de Corelli es puro estoicismo: la alegría se difunde con la fragancia de la melancolía, conviviendo ambas en el seno del hombre que contempla. Así, Caravaggio, epicúreo y complementario. Michelangelo Merisi di Caravaggio pintaba escenas religiosas en su mayoría pero con la transgresora presencia de la realidad en los ojos, de la realidad abierta, sensual, simbólica, sanguinolenta, la misma realidad que él percibía y vivía. No hay más que contemplar el retrato que le hizo Ottavio Leoni para caer en la cuenta de la magnitud de su desesperanza, pero, igualmente, al observar sus pinturas, sobre todo, las escenas musicales, de la dulzura convocada, la exquisita y exuberante elegancia en la atmósfera. Los cuerpos blanquecinos, los instrumentos, las frutas, las partituras, los labios entreabiertos casi silabeando la música. Todo ello solo puede provenir de una sensibilidad suprema, vertebrada por la melancolía, pero que cuando se despliega es insuperable en sus formas. Me fascinan sus interpretaciones de San Jerónimo, tanto meditando como leyendo. Todo se reduce a un hombre trascendido, simbólicamente rodeado, pero ejecutando una acción humana de alta moral. hay en el músico y el pintor una naturalidad exasperante y deseada, sobresaliente, que de tan natural artificio trastoca al hombre que las interpreta. Porque el arte, cuando se ejecuta desde la verdad es natural y vivido, es justicia encarnada. Todo lo más alejado al artificio en sí y los ornatos del momento. El poeta debe aspirar a que su discurso penetre en el tuétano desconocido de la sensibilidad para trastocarlo todo como si no hubiera sucedido nada en el artificio. El arte natural y armonioso, el decir sibilante y susurrado de la palabra, sin encrespadas sonoridades, sin devaneos formales para que el coro de grillos que cantana a la luna aplaudan y elogien y afamen.   

No se me ocurren palabras mejores y más ajustadas a las sensaciones que uno y otro me transmiten que las que Gracián escribió en Arte de ingenio, Tratado de Agudeza,  "Discurso III, Variedad de la agudeza": "Una agudeza grave por lo sublime de la materia y sutil por el realçado del artificio es acto digno de un Ángel".   

  

miércoles, 25 de diciembre de 2013

QUISIERA que, una vez leídos todos los textos, este diario fuera como la corriente de agua que menciona Heráclito, panta rei Un cuerpo uniforme, coherente en su sentido, estático y casi inamovible, pero atravesado, en su interior, por diversas corrientes de letras que provoquen que, aunque parezca que estemos leyendo el mismo texto, estemos en otro distinto. Ningún texto idéntico al otro, pero naciente de la misma concepción generadora, de la misma e irrenunciable matriz del centro indudable. Ars vivendi en una conjunción y armonía que convocan una música para el espíritu.   

Hasta este punto, camino de los siete años de escritura en un diario ininterrumpido, con miles de enunciados, palabras, creo que la escritura, y con ella, el pensamiento han sufrido un viraje hacia el íntimo meditar. Una meditación es la última estación que persigo, la idea que vertebra que, cada día o cada semana, comience a escribir. Con ese ejercicio me alejo de mis propias sensaciones y tamizo la lectura en la dimensión de la escritura. Cervantes fue clarividente para la literatura y, dejando a un lado el trópico en que se cruzan vida y literatura, nos dejó a las claras en su novela que el lector debía leer activamente y sin más pretensiones que la de escribir la lectura con ingenio. 
Los antiguos, y así los renacentistas y barrocos, románticos y posromanticos, ejercieron de imitadores de los grandes espíritus. Imitación en el sentido de recreación de los moldes que hacen al mortal. Por ello, las obras de estos periodos son inconmensurables a diferencia de las fugaces y avenidas intenciones sociales de la literatura. En la actualidad, ningún texto quedará en el corpus de obras que nombran lo permanente; mucho menos las que hoy poseen la antigua y falsa fama literaria.        

La meditación de un lector es la pretensión última. Que todo quede acordado por la lectura como el principio genésico, pero una lectura creativa y recreativa, alejada de egoísmos que matizan las obras, que sentencian los predicados. Eso es ser ruin y demediado. Leer, leer y participar en la lectura como un niño que está aprendiendo el sonido, la unión, las relaciones de las palabras con el mundo. Porque esa es la literatura verdadera, la palabra justa y bella y virtuosa, la que detona dentro de uno mismo la sensación de que está, cada vez, está uno conociendo la realidad a través de las palabras.  

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Con el calorcillo humano

Puede huir o pude uno retirarse de lo inconmensurable, pero jamás de la mediocridad. Esta lección la aprendí con la lectura de la "Carta de Lord Chandos" dirigida Francis Bacon. Un texto incisivo, agudo, de preclaras ideas y mejor definición semántica. 
No existe en el abandono el entumecimiento de la mente, sino la perplejidad ante la imposibilidad de concertarse con la dimensión de la Belleza en algunos de sus grados. Esta consciencia, que vertebra el escrito de marras, conduce al escritor a un recogimiento, pero no a una huida. "Toda la existencia se me aparecía, en aquella época, como una gran unidad", afirma el sujeto lírico. Es la demostración de la polifonía vital con la que el mortal encuentra, cuando la razón luminosa lo permite, el vacío, la ínfima presencia de su vida. Eso mismo puede llevarnos a un recogimiento o, quizás, a una perseverancia íntima.     

La sentencia que incardina este texto con otros de la antigüedad y que imprime en su sentido una significación suprema es: "Todo estaba dentro de mí". Lo es porque supone una dilogía. Hay quienes ven en esta afirmación la vanidad encarnada: yo soy todo lo posible y conmigo me basta (la postura más común en el mundo contemporáneo y en el arte contemporáneo). Es la actitud que provoca que al poesía, pongo por caso, haya quedado recluida en camarillas o cenáculos o grupúsculos de profesores o críticos o aficionados que defienden una estética o desdeñan las variantes artísticas por fraudulentas e infames. Por otro lado, los que tañen la soledad sonora en el silencio del aire sin más presencia que su propia voz recogida. 
Pareciera que el poeta hubiera alcanzado otra consciencia que lo conduce a otra articulación de la lengua: "una lengua de cuyas palabra no conozco ni una sola, una lengua en la que me hablan las cosas mudas". 

  

martes, 24 de diciembre de 2013

CUANDO van terminando los calendarios al hombre se le interponen paradas y fondas en el vivir. Pareciera que todos quedaran suspendidos a la espera de otro arranque circular, de otra renovación. El caso es que la circularidad, el eterno retorno, en el tiempo contemporáneo, ha subyugado a la superficialidad más vacua. 
La renovación debe someterse al ser a la evolución circular del propio individuo. Dejar de ser para seguir siendo.
Por causas diversas releo, en estas semanas, muchos de los poemas de Quevedo que abordan este asunto. La relectura de este poeta me está provocando, incluso, un replanteamiento estético sobre la literatura y la creación de la misma. Posee la vida humana una angustia existencial inherente a una condición finita que enfrenta sus ojos a realidades infinitas e incomprensibles. Esa indagación del hombre en lo que rodea su cuerpo y su pensamiento lo conduce a un origen  El poeta:

"Nací desnudo, y solos mis dos ojos
cubiertos los saqué, mas fue de llanto;
volver como nací quiero a la tierra





   

domingo, 22 de diciembre de 2013

NO es el tiempo el que nos atraviesa. La naturaleza de la angustia existencial es puntual en los seres humanos. Algunos tan solo evidencian, con sus carnes, con su decrepitud física, la supuesta acción del antiquísimo tempus irreparabile fugit. Hemos cargado la culpa a un elemento externo que, quizás, es interno. Puede que no sea el tiempo el que nos atraviesa, sino que nosotros mismos somos tiempo atravesado: "soy un fue, y un será, y un es cansado", escribió Quevedo. Versos que aglutinan la consciencia de esa naturaleza vivida del tiempo. El tiempo encarnado, ensimismado con el cuerpo de los hombres pero, sobre todo, con la consciencia de su dimensión.  

En escenas de diario encuentra uno el pensamiento. Ayer, mientas tomaba un café en Sevilla, leía  en un sobre de azúcar, en su envés, unas palabras de Poe: "La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia". Había, en este enunciado, conceptos de una potencia semántica irrefutable: "ciencia, locura, inteligencia". Y eso mismo me llevó a pensar que el trabajo de la inteligencia con el mundo. 
En el Arte de ingenio, Tratado de la agudeza, de Gracián, -obra de inconmensurable valor, obra desconocida en la cultura literaria española-, se diserta de la siguiente forma sobre la perfección del estilo. Me interesan mucho las obras que analizan y reflexionan sobre los cauces de la creación literaria ya que me siento, demasiadas veces, incapaz de nada, torpemente infante en el ejercicio de escribir. Leo, leo, los libros que me ofrecen reflexiones luminosas, análisis que evidencia, a la postre, por dónde han transitado las obras que todavía, más allá del tiempo, siguen actualizando su discurso. Es esta una demostración de que el hombre, en la acción creativa, puede convertirse en un ser subversivo contra el tiempo y su propia naturaleza. Escribe Gracián en la obra de marras, concretamente en el Discurso XLVIII, "De la perfección del estilo común": "Dos cosas hazen perfecto un estilo: lo material de las palabras y lo formal de los pensamientos. Son las vozes lo que las hojas en el árbol, y los conceptos, el fruto".

Hoja de árbol todavía, espero mi fruto acordado, el que quizás nunca llegará. Cultivo, reflexiono, en el huerto deseado de la ficción, la encarnadura de lo que va siendo en mí, de mí mismo, de ese otro yo que parece ordenarlo todo. 
          

viernes, 20 de diciembre de 2013

SUENA la vihuela y el aire se condensa en fibras de sueños. Melancolía arrecia con un fulgor y una fragancia a armonía. Pienso en los instrumentos musicales, en su construcción, en la medida de sus cuerpos, en el olor a madera y a ungüentos y en cómo, desde ellos, se producen las ondas medidas de una abstracción azul cuando una mano los tañe o los agita. Acordado queda el que escucha con la materia y la geometría del alma. 

Los compases van cabalgando la tarde y fundiendo el gris y el viento airado en naufragio del espíritu. Leo, mientras tanto, a Gracián, olvidado letrado del concepto: "preñado ha de ser el verbo, no hinchado; que signifique, no que resuene...". 

jueves, 19 de diciembre de 2013

AL FINAL, en el momento culminante de la literatura. uno siempre está solo. Es connatural al ejercicio de escribir y, creo con el tiempo, a vivir. La única enseñanza relevante de los últimos años y de toda mi vida ha sido el nacimiento de E. Ella descifra, cada día, en cada momento, qué es la vida como antes nunca nada ni nadie me lo había mostrado. Ella contiene todos los enigmas; sus acciones son en plenitud, sus palabras, la mirada quieta de esta mañana, sus manos rozando mi cara, su actitud frente a la naturaleza, los animales, la música, las letras, la lluvia...todo, de una dimensión ya perdida para el hombre adulto. Ella es la suficiencia perdida, el origen encarnado. El resto, el mundo de los lobos y de la vanidad. 

En ella compruebo que nosotros perdimos en el camino gran parte de lo que somos y además, la capacidad de poseer esa consciencia. Por eso la abrazo todos los días, la beso, la adoro, la mimo. Ella es la piel del mundo y el cofre secreto de mi identidad.  

martes, 17 de diciembre de 2013

COMO un temblor, convulsión acaso, como una incipiente llamarada ocurre, a veces, que todo se condensa y unifica a los ojos. Es una mirada polifónica sobre el mundo que se hace mundo mismo, realidad apoltronada en secuencias y artificios. Es así cuando estamos leyendo un poema verdadero o cuando escuchamos los compases de una sonata magistral. El arte es una supuración, en el hombre, de su insuficiencia; una acción subversiva contra su propia naturaleza que, sin embargo, lo concuerda con el todo. 

Leo los poemas de Gutierre de Cetina y vuelvo asombrarme de la naturalidad conseguida en cada verso, en cada palabra, en cada silabeo. Aprendo a leer y escuchar la música del idioma que tanto escasea y que tan rápidamente ha desaparecido de la poesía, incluso de la poesía del latín malicioso. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

COMO afirma Dámaso Alonso, la Epístola moral a Fabio es una de esas rarezas que nacen singulares y con una rotundidad inaudita. En muchas ocasiones acudo a la galería de moralidades y acciones humanas que se ensalzan y ,al tiempo, se denuncian en esta interlocución que, si bien está dirigida a Fabio, los receptores se actualizan en cada cual que comienza a leer el texto. Más allá de los temas desarrollados, elogio y aprendo de la cadencia de los tercetos, de la ejecución verbal. Hemos olvidado que la poesía es fenomenología de la palabra y que no es suficiente con la intención del autor, sino con el resultado verbal. 

Poco a poco voy acercándome al manejo de la rima y percibo que cuando esta es utilizada con maestría el texto ahonda y profundiza en el contenido de forma peculiar. Los poemas poseen ritmos de diversa índole, pueden ser verbales o semánticos, de pensamiento,  pero puede que los dos se aglutinen en un fórmula magistral de ejecución. Es eso lo que sucede a este poema, todo en él, todos los recursos son naturales, están perfectamente armonizados como si estas palabras no tuvieran otros desarrollo fonológico, morfosintáctico y léxico que el poema mismo: 

¡Qué muda la virtud por le prudente!
¡Qué redundante y llena de rüido
por el vano, ambicioso y aparente!

Creo que los textos traslucen las vanidades o la humildad de sus ejecutores, también sus insuficiencias. La humildad es la transparencia; la vanidad, lo opaco. Dice el poeta:

Una mediana vida yo posea,
un estilo común y moderado,
que no le note nadie que le vea.

*** 

Existe una estética de la quietud que uno asimila a la naturalidad del estilo. Valle-Inclán declara en La lámpara maravillosa: "Todas las cosas se mueven por estar quietas". En efecto, en las artes existe una fuerza teleológica que vincula el comportamiento humano y la acción estética ante ese impulso.  Es por ello por lo que rehuyo de aquellos fragmentos encriptados a consciencia y que no ofrecen una carga simbólica (que todo texto magistral posee en última instancia) sino un hermetismo vacuo. Un cerrarse en sí. 

Es esta una de las evidencias de la literatura actual. Al estar ausentes de lecturas, los escritores vuelven en sus escritos esos vacíos. Algunos no hacen sino copiar literalmente y ellos se creen valedores de esas ideas. Si uno lee en un libro, en la prensa, en una bitácora una idea debe dar cuentas de esa fuente y construir su propia palabra dando a la luz el germen, no quedando, solo para sí, porque es ridículo (y así lo he visto en muchas ocasiones). Las ideas se tienen y si hemos echado mano de otros compañeros debemos mencionarlos. Esto sucede tanto en el ámbito de la creación como en el ámbito académico. Los dos los he sufrido y siempre he callado y he dejado que el curso de los acontecimientos fueran despojándose de las impresiones iniciales.  
La literatura siempre ha sido palabra en la palabra, no surge ex nihilo en ningún caso. Siempre hay una lectura o una idea o un diálogo o una visión que la origina. Y, como gratitud a ello, tal y como enseñó Cervantes, debemos darle voz en nosotros mismos, hacer florecer la humilitas con el reconocimiento. Es anecdótico que un escritor, cuando cita o parafrasea a un autor de culto, lo haga con la intención de que su textos posea cierta carga erudita. No sucede lo mismo cuando la fuente es un señor de medio pelo, inadvertido, que poco traerá a su ego y a su vanidad.  

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Me conformo con tener la satisfacción de la consciencia. Como escribe Valle-Inclán: "En las creaciones del arte, las imágenes del mundo son adecuaciones al recuerdo donde se nos representan fuera del tiempo, en una visión inmutable". 
Es la visión inmutable la que edifica la literatura; desde donde Dante o Petrarca construyeron sus textos, el ángulo en el que Rilke y Shakespeare, Cervantes o Goethe, Leopardi o Platón obtuvieron el encanto del tiempo que es un nuevo entrever.  


 

viernes, 13 de diciembre de 2013

TODA la poesía, el género pleno para el verbo, es notate verba, signate misteria.

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El cuadro de Holbein y la música de Bach. Uno y otra emparentados por la simbología de la vanidad del hombre, de la fatalidad a la que conduce el exceso y la pretensión el mortal. aparatos desajustados, música que emana de la fontana prohibida, perspectivas, libros, objetos simbólicos; música toda de celeste geometría y estación de prodigios.   

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Deshumanizada en el término más alejado de lo humano. 

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Un poeta me dijo esta tarde que había decidido encender un fuego esta noche, esta noche de lluvia profética. En ese fuego se revelaban figuras siniestras, volúmenes y volcanes del ego. Las hordas de los que desean apoderarse del pétalo de la rosa y solo llevan en las manos las marcas tintadas del tempus fugit.   

jueves, 12 de diciembre de 2013

SI BIEN el teatro, lo dramático, desde Valle y Lorca, en nuestras letras, sobre todo desde la muerte del primero, ha dejado casi de renovarse y de centellear literariamente para los lectores (pues, otra cosa es el texto como espectáculo y representación), si bien la narrativa actual (con la excepción de dos o tres plumas) es un dechado de impertinencias, leo tan solo poesía y ensayo. Es más, me parecen que son dos géneros que, cuando brotan verdaderos, comparten muchos aspectos de su carta de naturaleza. 
Sucede así con los libros de Ramón Andrés, pero también con el volumen que leo sin cesura intitulado El concepto del alma en la antigua Grecia de Jan n. Bremmer. 

Al socaire de las notas anteriores caigo en la cuenta de que la novela ha caído en un desnorte absoluto porque ha cedido a las convenciones de os géneros audiovisuales como series de televisión o guiones cinematográficos. Incluso los antiguos lectores de novelas prefieren ahora pasar las horas que antes dedicaban a la lectura atentos al desarrollo de una serie televisiva. Tengo para mí que estamos ante una moda más y que la novela, como ocurrió desde su nacimiento y en el resto de etapas de su evolución, queda al servicio de los baremos económicos y sociales. Me entristece todo esto porque, en el camino, hemos perdido lectores notables, sobresalientes. 




lunes, 9 de diciembre de 2013

I

ESTA anchura del mundo, doblegada
a mis manos; el tierno paraíso
de la aurora, con ángeles de albores;
tú, mujer, que te enciendes y te apagas
como una mariposa siempre nueva,
me mostráis, por caminos inocentes,
la unidad de mi alma y de mi cuerpo [...]


Es el poema que comienza  el conjunto  titulado Cántico espiritual (Recital de poesía dado en el grupo Álea el día 6 de marzo de 1942), de Blas de Otero. Tienen estos versos un aire de conversión a la manera de Claudio Rodríguez en Don de la ebriedad. En uno y en otro anida un afán de lirismo inusitado que conlleva una veneración de lo celeste y mezcolanza entre lo físico y lo trascendente. 

El libro anuncia el comienzo de su producción lírica y con ello los temas y la estética que no abandonará a pesar de los desvíos y la diversificación de su voz. Blas de Otero resulta un poeta poliédrico al final de su obra, íntimo y excesivamente social. Sin embargo, en estas composiciones primerizas, en estos tanteos tan cercanos a la literatura de san Juan de la Cruz y de fray Luis hay una verdad que cuelga de su boca. No importan los versos que rubattean explícitamente con los modelos escogidos, pues desprenden, a pesar de ello, el fundamento del misterio en poesía. Sus versos proceden de una verdad que el lector siente en lo íntimo, en el único lugar en que puede ser la palabra poética. En ese vergel del espíritu, estos versos encuentran acomodo a pesar de sus incipientes balbuceos, de sus cantos ligados a lo ya escrito. 

Hasta la llegada de Ángel fieramente humano (1947-1949), en estos primigenios cantos espirituales, podemos leer, en mi caso, con devoción y aprendizaje, unas excelentes liras. Composiciones escritas al albur de la mejor tradición y en la que el poeta va forjando su palabra, su propia dimensión; con la que va dialogando con frutos y redobles de personalidad. Es una lección de aprendizaje para uno y una confirmación. Con versos del poeta:

Cántico espiritual
sobre el barro que asienta mi garganta. 

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Los libros de Ramón Andrés pasan desapercibidos para los lectores actuales españoles pero, con el tiempo, alcanzarán la medida de su naturaleza. Son fascinaciones las páginas del autor, indagaciones cargadas de emoción e inteligencia. El relato de la belleza por parte de un hombre que jamás abandona el centro indudable de la poesía. Centrado, al comienzo,  en la figura del pintor  Fabritius y en la conformación de la pintura en que asoma el perfil de un luthier en una esquina titulado Vista de Delft, el volumen ahonda en las figuras de Vermeer y Spinoza, siempre a través de la mirada convulsa y polifónica de las artes y de la ciencia. En un pasaje de El luthier de Delft, último título de Andrés, puede uno hallar una síntesis fastuosa de la mentalidad del hombre del siglo XVII, a saber:

"Pensar los fenómenos luminosos, comprobar el aumento o de la deformación de los objetos a través de un cristal o de un juego de coordenadas, fue una tentación del pasado, modificar la realidad y crear dimensiones que cuestionaran la lógica, una atracción. Razón e ilusión. Fascinaba a los maestros del Norte observar que, distintamente a la muerte, el mundo es flexibilidad y cambio, todo él paradójico, compuesto de superficies irracionales pero igualmente posibles y habitables. Como si la lógica aristotélica y la geometría euclidiana no tuvieran aplicación en un pensamiento que vive únicamente para modificar y, sobre todo, cuestionar".

Este fenómeno se entiende como la anamorfosis, es decir, la tentación al abismo de la extrañeza inicial para el que contempla. La realidad sigue en su totalidad, pero velada a la mirada común y general. Únicamente, dice Andrés, "permite ver la realidad desde un lugar determinado". 

No debe conducir estas premisas a un mero trampantojo, pues estamos ante la deconstrucción de la razón empírica que se alza como verdad y método de conocimiento. Frente a esta, debemos acudir, en el arte, a las razones luminosos, del espíritu. Esto mismo lo resume Ramón Andrés de forma excelsa: "La razón nos burla, y a veces miente deliberadamente. Cuando afirmamos convencidos, estamos bajo sospecha. El mismo efecto que produce la curvatura de un cristal en los ojos lo causan las creencias en nuestra mente, las ideas, la política, el arte". 

En efecto, el arte nos muestra la lucha entre las leyes de la geometría y del espíritu. Encontrar el aurea mediocritas  de esa confrontación ha estado al alcance de pocas mentalidades a lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, hay testimonios de esas iluminaciones, de esos tanteos. 

Es una geometría de la alucinación que culmina en una forma artística, impregnada de la vivencia del individuo. Pareciera que el creador asiste, a escondidas, a la batalla que se produce en su sesera entre la razón que lo determina y confunde y la pulsión, el voltaje, con Pound, que lo enciende.  De la trascendencia de esa realidad surge el arte. Las certidumbres terminan sometidas a otras leyes que, al deformarlas y tensionarlas, las conduce a una nada aparente. Así, para el espíritu anclado en la inmediatez de la realidad, la poesía, el arte tañido desde el barro de la garganta primigenia dirá muy poco, acaso nada. Prefieren los bardos seguir en sus primeros relampagueos de lo que creen la realidad. 







sábado, 7 de diciembre de 2013

ESTOY con Jünger en que las bibliotecas son zonas idóneas para crear un microclima para el espíritu. Espacios del saber y espacios del ser a un tiempo, armonizados en la disposición y en el recogimiento, pues las bibliotecas conforman un territorio individual. Las bibliotecas colectivas son una entelequia, el bibliófilo posee su biblioteca, única,  pues esta se configura como una extensión y expansión de sí mismo.

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Quien desconoce la tradición desconoce la originalidad. A diferencia del la comunicación verbal y paraverbal que resulta innata en el hombre, la comunicación y, con ello, la creación literaria es artificial. Se aprende a escribir literatura a través de la lectura ejemplar de textos literarios. Al menos, esto fue así en la antigüedad grecolatina, en la época en que se veneraban aún los textos modélicos y ejemplares que no solo debían ser leídos, sino copiados y comprendidos en toda su complejidad. Asimilar esos textos, en su sentido y forma, era un ejercicio básico en el mundo de las artes liberales. 
Estos ejercicios, en la actualidad, han desaparecido. La posmodernidad presupone de soslayo que el escritor, si ha comenzado a entregarse a la palabra, cual vitae iter, es porque ha leído lo suficiente. Parece, sin embargo, que tenemos que tener todas las dudas posibles sobre este hecho. 

Una de las épocas magistrales en este sentido, que supo trenzar lo culto con lo popular, lo ilustrado con lo vivencial, lo sagrado con lo profano fue el Renacimiento. Cada vez más, la tengo como la época matriz de la cultura occidental. Así lo entiendo, ya que si durante la Edad Media, como describe con excelencia Curtius, es cierto que no se interrumpió la traducción de textos latinos ni tampoco la transmisión de saberes y conocimientos, fue, en la época renacentista, cuando ese saber se asimiló plenamente. En esta acción favorece, tal y como advirtió Dante, la evolución de las lenguas romances, De vulgari eloquentiae
El latín, los textos escritos en lenguas clásicas comienzan a ser vertidos a las lenguas romances y, con ello, los textos comienzan a ser pensados, escritos e interpretados. Con una lengua nueva, una nueva cosmovisión estética del mundo.  Es excepcional, entre otros avatares, la relación de las propias lenguas romances, sobre todo, las que se trenzan entre el italiano y el español. Garcilaso importa la música de Petrarca a la lengua española, giros, secuencias, tópicos, vocablos, imágenes, estrofas... pero inaugura una propia cadencia, singular, personal, insólita en las letras hispánicas hasta el momento. "Imitación" desde la creación, lectura creativa, escribir la lectura creando literatura.            

Y tal es el caso de un poeta al que admiro profundamente y al que, con el tiempo, mis días se proyectan en su estoico y sosegado verbo. Fray Luis de León supo convertirse en un poeta neolatino en romance. El agustino tenía para él que la incorporación de las fuentes italianas había sido decisiva para la evolución de la lengua romance; él mismo, con De los nombres de Cristo, acciona un revulsivo en el devenir de la lengua española. Sin embargo, su indagación en las fuentes clásicas directamente se sobrepuso a estas cuestiones. La fontana original de las nuevas letras, la música del cauce originario de la palabra poética es lo que el fraile deseaba en su lírica. Si bien Petrarca había tamizado a través de su palabra y su composición gran parte de las fuentes latinas y griegas, es cierto que no dejaba de ser un filtro de esa cultura. En efecto, una propuesta personal, grande, pero de un individuo. Fray Luis anhelaba la lectura directa de los textos y no solo eso, sino la incorporación, en sus creaciones, de esos modelos como la horma formal y temática de su poesía.             
Así las cosas, me sorprende cuando los poetas actuales hablan de fray Luis o de Garcilaso o de cualesquiera de los poetas renacentistas sin haberlos leídos, en principio, y sin conocer cuáles eran las exigencias estéticas de los mismos. Es más, en estos ejercicios comprende uno mejor el alcance de posteriores generaciones o grupos de poetas como, por ejemplo, los del 27, pues si hacemos la comparativa entre los poetas que desarrollan la renovación de la lírica renacentista y los de la llamada generación del 27, probablemente comenzaríamos a sonreír por la disparidad en el alcance, la indagación, la propuesta, la formulación, la complejidad de unos poemas y otros. Tengo para mí que la enseñanza ética y estética de Fray Luis aún sigo sin entenderla con profundidad a pesar de mi incesante admiración. Qué maestría en sus liras y al tiempo que capacidad de traer, en su ritmo y en su música, la música de los otros. 

La música de los otros, la originalidad naciente desde la tradición, pues el poeta se inserta en un género, en unas convenciones que deben ser exploradas más allá de épocas y modas, de poetas que se alzan en una fama momentánea y  a los que todos quieren imitar sin más. Habrá que leer como quien busca la vida misma en esas letras, como quien posee la inmediata necesidad de encontrar una bóveda amplia, anchurosa, inabarcable, exigente y universal en la que incardinar el leve canto de la vida leve.   
 

jueves, 5 de diciembre de 2013

martes, 3 de diciembre de 2013

SÍMBOLO y número en comunión armónica. Destreza de la memoria del hombre en aprehender un sucedido que aún no ha tomado cuerpo, esto es, geometría. El arte reside y está en la geometría del espíritu; es número y gracia del espíritu. Es el instante mismo de la creación, el estado abisal en que tan solo los privilegiados escogen y seleccionan la materia y el cauce. Sea consciente o inconscientemente, poco importa el estado embrionario de ejecución.    

Recuerda Ramón Andrés, en Johann Sebastian Bach. Los días, las ideas y los libros, un pasaje fabuloso de Juan Bermudo, a saber: "La música, en su idea de totalidad, reside en la capacidad de pensarla en silencio". 
Así la poesía posee una música que debe poseerse en la consciencia antes de su epifanía. El poeta tañe y memoriza el decir sonoro y tántrico de la palabra antes de escribirla. Existe, por tanto, unos instantes, unos estados que encauzan la conformación en la memoria, -entendida esta como la confluencia de tiempos y estados-, de un futuro decir. Estamos ante una proyección de la geometría universal e infinita en la proporción mortal y mínima del hombre. La poesía que se levanta contra este estado original es pasajeramente inconsútil en su idea, irrisoria, caduca manifestación de la vanidad.Pues, ¿qué esta nombrando esa manifestación alejada de la naturaleza verbal? No creo en la contrapoesía, ni en lo que busque a la contra el origen, pues evidencia una clara presencia de vanidad. Existe una fuerza teleológica de la poesía que, si no es comprendida en su música, provoca precisamente afanes contrarios. En poesía no puede escribirse más que a favor de la armonía.       

Pascal planteaba una pregunta capital para tratar de comprender la dimensión de la poesía: "¿Dónde está la eternidad de mi tiempo? ¿Qué es el hombre en el infinito?". Bien pudiera responderse estas preguntas con una secuencia musical del propio Bach, pues, cualquiera de las composiciones ilustres de este u otro compositor rinde, en buena medida, respuesta a esa pregunta como ninguna otra disciplina. Si hay un arte del hombre en el infinito es la música y la música, en el raciocinio secuencial y monódico del hombre, es la palabra.  

La poesía, por contra, alienta el raciocinio de lo minúsculo; explora e indaga quizás con más incisiva presencia la fenomenología del hombre. Una multitud en la unidad o la unidad en la polifonía del universo como ya planteó Lucrecio siglos atrás o quizás como quiso comprenderlo Boecio en La consolación de la filosofía. En estas actitudes reside la diferencia entre el arte y el sucedáneo artístico que tan común es en la actualidad. Quizás, las miras de los que buscan ese concierto que explica al hombre como un elemento ornamental en el universo desembocan de forma connatural en su consciencia. 

De un tiempo a esta parte, he defendido la idea de la naturalidad en el arte. Una idea confundida y mal interpretada por los que desean la claridad en la expresión asimilada esta a un acto comunicativo entendido por cualquier hombre. No es esa, claro está, la idea de naturalidad entendida desde la propia esencia del universo. Lo natural es lo que condensa lo plural, lo natural es lo que brota como resultado del encuentro entre lo infinito y lo finito, de la coincidencia y génesis del sentido del génesis. Un génesis que explica el génesis de la consciencia. 

La dialéctica, como explica Ramón Andrés, entre lo irracional del daimon y lo racional de la técnica. Cuando eso se produce, el artista ofrece un cumplimiento de esa confrontación: la obra de arte. Con ella, la naturalidad queda orbitada en los términos que nos han percutido en la consciencia desde antiguo: Verdad, Belleza y Bien. Esta es la naturalidad de la obra artística; una producción surgida desde el centro indudable de la verdad poética, que solo se percibe en la misma dimensión en que fue gestada, es decir, en el espíritu sensible y mental del lector; una Verdad que se armoniza en proporciones de Belleza y de armonías conjeturales que desprenden, siempre y en cada lectura, el estado del Bien originario.   

      


domingo, 1 de diciembre de 2013

EL cuaderno permanece abierto encima de la mesa. Hay en él notas, borradores, poemas incipientes de cuerpos desfigurados. Algunas entradas de museo del periodo en que vivimos en Italia; boletos de tren, servilletas de papel de restaurantes con nombres de postín, la foto del mejor spritz tomado en Trieste.    
A su lado, una pila de libros nuevos que acaban de asomar sus hocicos en la biblioteca. Las poesías completas de Blas de Otero, los libros proféticos de William Blake, el magnífico libro de mi admirado Ramón Andrés, la nueva novela de Ricardo Piglia, entre otros volúmenes de ensayos variados sobre el alma en Grecia o los animales-instrumentos en la escultura antigua. temas diversos, variados títulos que establecen una rayuela por la que desprenderse y dejarse. 
Libros, cuadernos que contienen formas del espíritu y manifestaciones demediadas del hombre. Pues el hombre, en su mortalidad, deja de batirse en lo circundante para desprenderse en lo permanente. El libro es el formato de la permanencia; negro sobre blanco, luz en la oscuridad, moldes descifrados, connotativas letras de una experiencia individual que flamea en lo universal. 


 

jueves, 28 de noviembre de 2013

HAY
un
légamo
en
la
noche.
Recuerdo a William Blake. Las visiones. Salgo a pasear la oscuridad del parque que está cerca de casa. No voy solo, voy conmigo, que soy otro.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

LA Tempesta di mare, de Vivaldi. El concierto mesura el arco de la vida. Diáfana, la mañana recorre los entresijos de los arpegios. Uno se va con ellos, encrespado, sonoro, taciturno. Es la vida y sus designios, porque lo que sublima es justicia con lo mortal. 

martes, 26 de noviembre de 2013

ASÍ lo escribió Valle-Inclán: "Nuestros sentidos solamente son gusanos de luz sobre el místico y encumbrado sendero por donde la humana consciencia transmigra en las cosas, [...], convertidas en intuiciones eternas parecen despojadas de su sentido efímero". 

Estas palabras pertenecen a  La lámpara maravillosa y no se está refiriendo don Ramón María a la poesía ni al arte, cosa que expondremos a la postre, sino a la vida misma, a la vida del mortal, a su vigilia, como manifestaban los griegos. Así las cosas, esta secuencia del escritor gallego es una manifestación tan manifiesta y verdadera de verdad que ajusta a lo nimio la poesía y al hombre-poeta de este tiempo que corre acelerado y sin norte. 

Escribo estas notas en la mañana de invierno. Suena Beethoven, concretamente  el Adagio molto e cantabile de la Novena sinfonía; sin dudas, un pasaje de prodigio ensombrecido por la grandeza y sonoridad del tema principal de esta composición. Sin embargo, como los textos de Valle-Inclán, a poco que uno se atiene a la quietud y al estarse en uno desde la armonía, entiende que en este fragmento, como en los textos del gallego, anidan verdades múltiples y múltiples moradas de lo bello. 

Decía que Valle prosigue en este fragmento hasta extenderse en consideraciones estéticas aun habiendo partido de lo ético. Leemos: "El poeta, como el místico, ha de tener percepciones más allá del límite que marcan los sentidos. [...] Acaso el don profético no sea la visión de lo venidero, sino una más perfecta visión que del momento fugaz de nuestra vida consigue el alma quebrantando sus lazos con la carne."  

¿No son estas percepciones del escritor de marras las que notamos y sentimos con la lectura de los textos de san Juan de la Cruz, de Baudelaire, de Rilke, de Hölderlin, de Novalis, de Juan Ramón Jiménez o del propio Valle? ¿No está, en ese despojo de lo efímero, la permanencia del texto con su verdad y esplendorosa belleza? 

Estas ideas de vínculo entre lo místico y lo material, entre la poesía y lo eterno siempre me recuerdan a la musas y a Virgilio: "Musae poetarum patronae sunt. Musica est grata Musis", escribió el autor de Eneida. Claramente, las Musas representaban, para el mundo antiguo, esa vivencia de lo venidero que arrancaba en lo pasado. La consciencia plenaria del poeta es la que consigue la estática estación sin Tiempos. Todo uno, todo eternidad del verbo. 

Por último, en La lámpara maravillosa, el lector queda atosigado de tanta belleza expresada y de tan prodigioso agrupamiento de certezas irrevocables. Evoca tanta placidez este texto y tanto deleite; para mí, tantas certezas alejadas de lo que por lo menudo me encuentro en poetas contemporáneos que solo añoran la vanagloria, que solo desean el silabeo de lo infame. Pues el arte forma parte del tránsito, el arte desde la pureza del espíritu y de la estética: "El Arte es nuncio de aquel divino conocimiento cuando alumbra un ideal de consciencia, una razón de quietud y un imán de centro, plenarios de vida, de verdad y de luz.    
  

domingo, 24 de noviembre de 2013

QUÉ  sucede en los ojos
cuando la claridad penetra...
qué derrumbe sufrimos
cuando eleva el amor
su plegaria en nosotros.  

*** 

El mundo corre  asaz lisonjero cuando brota de la verdad y la armonía desde individuo a la palabra.

*** 

Leo a Francisco de Medrano, también a Gutierre de Cetina, Barahona de Soto, Francisco de Espinosa y Francisco de Rioja. En todos ellos puede percibirse la música del idioma, la música y la cadencia del idioma en poesía. Esa cadencia ,-que ha desaparecido de los poemas escritos en las últimas décadas-, me reconcilia con la palabra poética. No hablo de virtuosismos, ni de retóricos recursos utilizados albur de la inconsciencia; antes al contrario, hablo de la edificiación de la palabra poética desde el convencimiento ético y estético. De ellos brota y en sus obras se percibe.     

Con el tiempo y, sobre todo, con las lecturas, caigo en la cuenta de que lo más reconocible y evidente en una obra literaria deben ser la claridad y la verdad que transmite, sean estas transmitidas de una u otra forma poética. La naturalidad como principio dador de la estética. 
Si en los poemas no anida esa verdad (conjugación armónica de humildad, armonía, justicia, belleza, verdad, música, bien) pasarán como una estación cualquiera. Poco dirán pasados los años y, menos aún, las décadas. 


DA lástima la altura moral de los que carroñean en la literatura actual; una lástima infame que, para uno que reverencia la literatura, lo que hace es reafirma la soledad y el silencio de la lectura y la creación. 

jueves, 21 de noviembre de 2013

SUCEDE cuando el escritor se olvida de su obra, es decir, cuando van por delante los caballos de la vanagloria. A pesar de la calidad literaria, de los buenos recursos y del buen decir, la actitud del autor, ese otro halo de misterio literario, empaña su presencia y eco. Ha sucedido desde antiguo y, cuando uno termina de leer y de reflexionar, cae en la cuenta de que la obra de mayores trascendencias se gestó en el seno del silencio y de la soledad nutricios. Como Rilke o Hölderlin, acaso como san Juan de la Cruz, tan solo escuchando el latido rítmico del corazón. Porque si no escuchas lo interno, para nada vale lo externo; si no escuchas la verdad íntima, dentro de ti, es que no conoces la verdad del hombre, de todos; si no sometes tu vivencia a la polifonía que te habita y la comprendes, no habrás entendido la naturaleza de la literatura.  


Decido que, puestos a escoger, reduzco el tiempo de escritura para favorecer al de la lectura. Las horas amordazan desde hace unas semanas y, cuando repaso las notas de este diario, poco me importan. Es como un despacho del espíritu, una musculación de la consciencia. Aunque, ben visto, quizás lo que uno cree mera circunstancia es realmente lo sustancial, lo primordial. Esa es la dicotomía con que se encuentra el hombre por su condición de mortal; siempre queda a expensas de otra realidad, siempre piensa que, con el tiempo, llegará a escribir o a leer o a mostrar tal o cual pretensión. El tiempo demuestra precisamente que todo eso es mentira y falso. 
Todavía hay quien dice que escribe en una bitácora para calentar la muñeca, como ejercicio de estilo. Y cuando uno lee alguna página de un libro publicado percibe que existía más verdad y belleza en la endeble pretensión que en la supuesta obra literaria. En esos casos siempre se dice uno que la literatura actual está repleta de ególatras, pero pienso que siempre ha sido así, de este modo, no es novedad, la relación entre los creadores. Aunque sí hay diferencias entre otros tiempos y este que vivimos, sobre todo, en el resultado último, porque la mayoría de las veces, todo queda en un compadreo infame que mal que bien provoca risa  y esperpento.        

miércoles, 20 de noviembre de 2013

DE VUELTA a la vida, esa es la sensación cuando me pongo a leer todas las noches.

domingo, 17 de noviembre de 2013

YA la madrugada se presencia de nuevo. Es un tiempo de transiciones en que lo más sonoro es lo más silencioso., en que uno es todo sin ser nada. Murmullo de la transparencia. Rito de silencio.

sábado, 16 de noviembre de 2013

ME ha encantado la novela de Antonio Prieto titulada El embajador. Si los novelistas españoles tuvieran el arrojo y la inteligencia de escritores como Prieto la prosa española hubiera encontrado otros derroteros menos sublevados y más emboscados en la propia literatura. De la novela (publicada en 1988) pueden destacarse muchas cosas, pero subrayo los ecos cervantinos cuando el narrador no deja de ampararse en la parodia de los acontecimientos. Por otro lado, toda la escritura es un ejercicio de estilo y de precisión, de una exigencia tremebunda; maneja una cantidad de datos personales, históricos, literarios que solo alguien como él, especialista y lúcido, inteligente y creativo, puede llegar a armonizar. Novela olvidada, sin menciones, sin reseñas, sin pupilos posteriores, sin reivindicaciones de ningún tipo. Son fascinantes los años en Venecia de don Diego de la mano de Pietro Aretino y el retrato que realiza de aquellas décadas de paradiso terrestre que se respiraba en Venecia. Este, como otras tantas estampas, convierten la lectura de El embajador en una reconciliación con la novela. 

Al tiempo, releo algunas páginas de Pietro Citati. Este autor me fascina, me trastoca la encomienda de lector y se convierte, con cada página, en un modelo de escritura. Citati indaga en Dante, somete su juicio con Leopardi, pero sugiere, al mismo tiempo, un diálogo imaginario con Apuleyo. 

He recordado a la Sibila de Cumas. Está representada en un mosaico en la catedral de Siena. Una sibila deífoba, que el propio Miguel Ángel representó en la Capilla Sixtina. En la colina de Cuma, en las cuevas, la profetisa armonizaba las sombras y la luz, era platónicamente al mundo. La sibila sabía transitar el inframundo e incluso guió a Eneas por el Hades.  Tengo en la mano una espiga de trigo. 

viernes, 15 de noviembre de 2013

NO HAY más que mirar cómo exhala la tierra la blancura de la mañana para retirarse de la palabra y del verbo todo. Las contemplaciones conducen al inefable territorio de la consciencia. Someterse a la ausencia de uno mismo, a la inexistencia de todo tu cuerpo y todo tu pensamiento es meditación necesaria. Cuando eso sucede, la palabra se renueva, la palabra poética que sale al encuentro del mundo. 

jueves, 14 de noviembre de 2013

DESDE las palabras finales de las Confesiones de San Agustín hasta los versos que cierran la Commedia de Dante pareciera que el hombre medieval hubiera sufrido una metamorfosis, al menos, una scientia desultoria del espíritu.  Quedó fijado y consolidado el devenir de las instrucciones griegas, neoplatónicas, en la forma de entender lo natural y lo sobrenatural. Sin embargo, Dante transfirió en este universo inamovible uno de los mayores talentos que ha existido entre nosotros. Podemos leer en Dante:

Qual è colüi che sognando vede,
che dopo ´l sogno la passione impressa
rimane, e l´ñ altro a la mente non riede,

Rimane, permanece la pasión transmutada en la visión úmnica del mundo, la visión en que los límites del raciocinio quedan desfigurados y en que las certezas se vuelven temblores y saqueos al espíritu.  La memoria de toda la experiencia se reduce a un voltaje, a una chispa a una gota de la inmensidad. El poeta entonces comprende su corta labor y es cuando comienza la humildad a impregnarlo todo. Porque, por encima de todo y de todas sus virtudes, Dante es humildad ante la realidad toda y su palabra una ceremonia de la revelación y de la sumisiones.  

martes, 12 de noviembre de 2013

E. prefiere la K.545 de Mozart por encima de cualquier música. Juega, todas las tardes, con un teclado y le gustan sobre todo los sonidos agudos. Cuando lleva su dedo a las escalas agudas lo hace lentamente, pero cuando se dirige a los graves, casi aporrea el teclado. Ríe muchísimo y yo con ella. Cuando selecciono algunas músicas (hablo de Alla turca, Para Elisa, Marcha Húngara o Nocturnos) ya dice: "otra". Sé que esa palabrita significa que vuelva a poner la K.545. Nada más ponerla, ella vuelve a sonreír y a ladear su cabeza de un lado a otro. Los que creyeron conocer la composición la llamaron Sonata facile o Semplice y es eso mismo lo que me indica que la composición abriga exactamente esa naturalidad inalcanzable por el adulto. Creo que Mozart vivió constantemente en la dimensión infantiloide de la realidad.   

Cuando el episodio concluye y E. solicita otros juegos, me quedo pensando en todo ello y en todo logro entender la existencia de algo que solo E. vive plenamente. Uno se siente mermado a pesar de que nos parezca a los adultos todo lo contrario; de la realidad tengo por seguro que E. la recibe en la polifonía original que jamás volverá a entender mi sesera.y por ello la observo, río cuando ríe, me vuelco cuando se vuelca y, por supuesto, sigo escuchando, ahora en la mañana en que escribo estas letras, los secretos de la K.545 que no entiendo.    

sábado, 9 de noviembre de 2013

ES la luz. Tan henchida y soberana como arcano es el tiempo.

*** 

El paisaje, a los ojos, remienda el mundo. Lo hace con lentitud y, cuando el que contempla asume su minúscula presencia, acontece el prodigio.

*** 

Leer es pervivir más allá del tiempo que te hacina. Despliegas tus sentidos a las letras, a ellas les das todo tu tiempo, todo tu cuerpo, todo lo que estás siendo. Cuando no hay entrega a la lectura no hay literatura, sino juicio y vanidad. Es por ello por lo que el lector reverencia y congracia su suerte con el texto cuando este transmite una verdad. La historia de la lírica es la de una verdad limpia e infinita.  

viernes, 8 de noviembre de 2013

EL crisol de la mañana, porque la mañana es noche y glauca melodía, despierta melodiosamente. Venimos del sueño, pero en el sueño prevalecemos a pesar de las luces y los reflejos del día. Tan solo el amor, la palabra, la armonía conjunta de la tierra y el cielo nos detonan un sentir, un sentir profundo de no se sabe dónde. Ese misterio lo inunda todo cuando el arte es natural y natural es la persona que lo edifica. 




jueves, 7 de noviembre de 2013

UNO y otro poeta asumen las destrezas de la técnica. Aplican con método este recurso y aquel acento rítmico, este retrúecano y aquella sinestesia, un encabalgamiento suave que pretende encabalgar al siguiente verso y hacerlo discursivo y meditativo  al son versal de los acentos. Conocen al dedillo las particularidades del silabeo, del ritmo, de la métrica. Han leído a grandes autores y conocen, casi de plantilla, los versos señeros que atestiguan la música de los versos. Toda la tópica clásica está en sus molleras; de cualquier tema arrancan con ejemplos de relumbre. 

Sin embargo, uno empieza a componer y otro, desde el inicio, a crear. El primero consigue una pieza ordenada, ajustada a lo correcto, una composición a la que no se le puede poner falta en cuestiones formales. El otro, sin embargo, es una luminaria de misterios. La palabra del primero quedará en nada, en eco de la forma que persigue; la del segundo, será fértil por siempre, creación verdadera. El primero es versificador; el segundo, poeta. 
Qué los diferencia es el qué de la literatura y probablemente la esencia de esa manifestación sea una armonía entre lo endógeno y lo exógeno para la palabra poética. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

ESTE otoño asoma su rictus con cadencia de melancolía y no dejo de meditar sobre la amistad y el comportamiento humano con los otros humanos. Me aparto de la sentencia de Spinoza para no caer en prejuicios, pues pretendo partir de la consciencia de la bondad. 
Sin embargo, todo resulta miserias, vanidades, falsedades, irrupciones a la cadencia del otoño. Ello va minando el comportamiento posterior, las acciones con los nuevos allegados a nuestras vidas. Ya no nos creemos nada de nadie, inferimos que, detrás de las palabras de los demás se encierra alguna pretensión vanidosa. 

Hay pocos actos más verdaderos y límpidos que los de naturaleza y ocurren a cada momento, en cada instante, silenciosamente, sin alharacas, sin bruscas transiciones, sin levantar ningún vuelo. Es la naturalidad del mundo frente a lo artificial del hombre. Este artificio se ha trasladado al mundo del arte, de la creación artística. Sea cual sea la disciplina, prepondera lo artificioso y ello es, la mayor de las veces, un signo de vanagloria. El artista que empaña la creación con virtuosismos innecesarios e inadecuados, poco pertinentes, está mostrando su afán de prevalecer por encima de la creación misma, de hacerse notar como un pequeño demiurgo que anhela el furor de los que posteriormente leen, contemplan, escuchan. Por contra, el genio se funde, se hace polifonía al brotar de la obra; se hace inapreciable, solo latente, es en sustrato, materia misma ya de la creación.  

  




sábado, 2 de noviembre de 2013

ARMONÍA VOCÁLICA: dícese de la cadencia propia de la poesía del poeta que tiene un templo en el oído, pues convierte en sagrado lo sonoro. Por desgracia, la poesía de estas décadas está escrita con sordina y apenas se acerca a la palabra en cualquiera de su virtudes. Sea sonido o sintagma, enunciado o estrofa la composición ha de someterse al principio de la música, a la marca de la estirpe de Orfeo.      

jueves, 31 de octubre de 2013

EN POCAS ocasiones un texto llega a poseer la gracia de la forma por la idea y de la idea por la forma. Eso sucede, sin remiendos, en las Coplas de Jorge Manrique. Es una creación axial en nuestra literatura, de resonancias inequívocas en las letras posteriores al medievo en la obra de aquellos autores que han evocado las palabras manriqueñas. Porque Manrique instauró, entre otras cuestiones, un decir, un estilo pleno. Más allá de toda influencia, para uno sigue siendo  una relectura siempre fructífera, muy fértil, pues estamos ante un texto lírico que amolda música, palabra y pensamiento como pocos. 

Si estuviera escrito en otra lengua, algunos de los vates de la literatura actual saldría al caso para lucir su rara y especial selección, pero ocurre todo lo contrario; pocos, por no decir casi ninguno, hace referencia a la grandeza del texto y a la cosmovisión que ofrece y que tan fulgurante es para un lector de poesía. Y es que creo que el lector sin virtud es el que se enfrenta, si es que lo hace, a los textos clásicos cargado de prejuicios, sin espíritu libre; y el escritor que logra llegar al centro indudable de la poesía el que revisita lo que otros dejaron marcado con sus propias luces.  

Las virtutes antiguas se aprendían gracias a la imitatio y esta se desarrollaba al calor de los exempla, esto es, de los fragmentos esenciales. Esa imitatio no pertenecía solo al orden estético sino que debía incorporar el ejercicio del espíritu del individuo hacia la edificación de una ética. En este sentido, la virtus aspiraba a una vitium de orden moral. Estamos ante una escisión de la literatura y de la filosofía que tanto ha empobrecido a las artes liberales en que terminaron la literatura y sus géneros. 

Pienso, con estos mimbres, que Borges, Hölderlin, Pound o Thomas Mann utilizaron a todas luces las estrategias de la literatura antigua; así Quevedo, Gracián, Garcilaso  o Bécquer, entre otros tantos. Defiendo la imitatio en su vertiente antigua pues considero que nunca se ha conseguido en la literatura más altura y más limpieza que cuando un autor muestra su estirpe con sus propias luminarias. Si es cierto que la llamada posmodernidad ha enfatizado su desarrollo en la originalidad del autor, pero pienso que, al desvirtuarse ese concepto, los literatos deben comenzar allí donde estuvo el origen: en la copia, la memoria, la imitación de la virtud estética y ética de los fragmentos esenciales. Qué grandeza en fray Luis, aun estando latente Horacio en cada uno de sus versos; qué delicadeza la de Garcilaso, aun estando Petrarca en cada sílaba; qué verdad en Cervantes, aun sonando en sus líneas la rueca de la literatura anterior más diversa. La literatura es siempre celebración de la literatura.     

martes, 29 de octubre de 2013

Leo. Acción total que se impone con el tiempo. "Canto XI" de El Purgatorio:

No es el ruido mundano más que un soplo
de viento, ahora de un lado, ahora del otro,
y muda el nombre como cambia el rumbo.


Unos inmensos versos de Petrarca en una obra, Triunfos, que cada vez más resulta más insoslayable y necesaria. Leemos en el "Triunfo del Tiempo":

Soy el mismo que, antes que la tierra
fuese creada, rueda noche y día
por la ruta redonda e infinita".

Termino con la música del ser de Dante:

Non è 'l mondan romore altro ch´un fiato
di vento, ch, or vien quinci e or vien quindi,
e muta nome perchè muta lato.

domingo, 27 de octubre de 2013

EN Salamanca recordé la exquisita décima de fray Luis de León, -o atribuida a fray Luis, que no atinan los filólogos a discernir el entuerto- , titulada “Al salir de la cárcel”:

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado
[…]

La recordé justamente por el sentido contrario que desprendió aquella breve estancia. Fue todo verdad y esencia, diálogo y concesión. Todo fue alejamiento de la podredumbre y de la vanidad que como norma rodea la literatura. Fue una verdad vivida. 

Son versos reveladores, que transmiten sosiego ante situaciones adversas y que tan bien pudieran ajustarse a los tiempos actuales, a las vivencias personales de esta tontuna que rodea a los aspirantes a literatos, a los que prefieren quedarse en el lupanar de su consciencia, de su miseria, antes que leer, aprender, leer, aprender de forma incesante. 

***


Uno, dos, tres, cuatro…elementos recibo en la mano. Los agarro con la derecha y los paso a la izquierda. Los reviso, los toco con cuidado, observo las pequeñas fisuras que poseen. Uno de ellos es semitransparente y parece tener dentro de sí otro elemento. El resto es monocromo a los ojos, pero infinito cuando los respiro. Todos están dentro de mí, siempre lo estuvieron. Esto no es más que contemplaciones y murmullo de la transparencia. 

*** 
Leo el ensayo de Hölderlin titulado "Sobre el modo de proceder del espíritu poético". Es un texto cargado símbolos y de claves que el lector debe descifrar. Siempre se muestra Hölderlin como un extraño al ejercicio de la poesía y eso lo demuestra con la enrevesada sintaxis y, en general, indeterminación de sus apreciaciones. Sin embargo, existen pasajes que cristalizan momento de claridad expresivas, a saber: 
"En un grado presiente el poeta su lenguaje y, con él, el verdadero cumplimiento de la actual poesía y, a la vez, de toda poesía.
Ha sido dicho que en este grado entra en juego una nueva reflexión, la cual es, para el espíritu del poeta y de su venidero poema, arte vivificante, tal como, para la sensación originaria del poeta y de su poema, ha sido arte que da espíritu. El producto de esta reflexión creativa es el lenguaje".

No deja de insistir Hölderlin en la dicotomía entre lo individual del poeta y lo universal del poema, de lo material del poeta y de lo infinito del poema, de la actualidad a la que es limitado el poeta y la permanencia en que se instala la poesía. El momento de conformación y de comunión entre una y otra dimensión de la palabra poética es el devenir del poeta en el devenir del espíritu poético. 
  

jueves, 24 de octubre de 2013

SUENA Ave regina de Guillaume Dufay y mantengo en el recuerdo los días en Salamanca. Poesía, poesía y vida trenzados en un sentir permanente. La memoria se expande hasta el encuentro con el origen. Gracias a otros poetas me voy convenciendo de la naturaleza de la palabra poética. De su vivencia ancestral, de su música de agua. Cada vez más alejado de mí, más siendo otro. 

Porque la literatura ha sido siempre una corriente alterna, una estación de eternidades. Es eso lo que hallo en la lectura de Eternidades de JRJ en la edición añeja y deliciosa de Renacimiento. El poeta de Moguer está, a cada momento, recordando la plenitud de la poesía y lo hace, además, con la creación. Del poeta moguereño me atrae la consciencia de la elaboración no de la palabra sino de la palabra poética. En este cauce, JRJ tuvo a Goethe y a Swedenborg como alumbramientos. Quizás no alcanzó a desasirse por entero como otros poetas, pero desde luego, en nuestra lírica, consiguió vislumbrar de cerca el centro indudable de la poesía.

En cuanto he vuelto de Salamanca he abierto un libro de María Zambrano. He leído por aquí y por allí, por esta página y por esta otra, espigando deliberadamente un itinerario de lecturas. En todas he percibido pureza y verdad sobre la poesía como pocas veces los poetas demuestran. Claudio Rodríguez, también fray Luis me han acompañado desde la vuelta. 

He pensado en la Ginestra de Leopardi y en las encinas con que Platón trataba de enseñar las contemplaciones, estas contemplaciones del trópico de la mancha. Y he acabado releyendo a san Juan de la Cruz y a Calderón de la Barca. Una especie de confirmación me deleitaba, una suerte de indagación perpetua que no puedo soslayar y que, rodeado de poetas, no hace más que agrandarse y ocuparlo todo. 


domingo, 20 de octubre de 2013

LLEVO unas semanas reflexionando sobre el tópico de la consolatio. La consolación es el encuentro entre el dolor y la razón. Todos los que han trabajado con este concepto en sus obras han intentado establecer una división entre este mundo y otros mundos. La tierra, por ende, es el destierro; el destino verdadero y puro está en otro lugar o quizás es utopía y solo reside en la misma idea.

Así la emoción del infinito –que es el razonamiento de esa utopía- no puede expresarse sino después, cuando ya no se siente. Ante la imposibilidad de comprender lo que no se muestra ni desvela, el poeta necesita sobrevivir, subsistir en la sabiduría que interpreta y rememora esa realidad nonata.

El poema, entonces, es un intento de relatar el encuentro entre la razón y el dolor, la razón luminosa y el dolor connatural del mortal que sabe de su condición.

sábado, 19 de octubre de 2013

Sosiego. Pulcro meditar. Elipsis. Trato de soslayar las manifestaciones externas. Desvincularme de todo: no deseo nada ajeno. Pretendo encontrar, si es que existe, el eco que retumba en mí. Dentro de mí. En el viaje vertical que todos debieran hacer. En la transformación el ego en pluralidad.  Sosiego y la calma de la respiración. 
Cuanto más me acerco a lo social más me alejo de lo verdadero. La multitud es falsedad. La justicia reside en uno mismo y se encuentra cuando todo gira alrededor de armonía, pues cuando te fundes con armonía no eres ya por siempre. 


martes, 15 de octubre de 2013

LOS días restan, sea cual sea el baremo en la consciencia. Y la estulticia más aún. La rutina es el vertedero de la levedad, de la insoportable levedad. Ante este montículo de sinrazones solo cabe ondear las sílabas de la poesía: reconstitución del espíritu. 


A veces pienso que todo es una figuración. Hoy le decía a E., cuando la tarde sofocaba en violáceos y azules, que mirara una luz a la que denominamos "estrella". Una estrella, le decía con énfasis; pero E. no mostraba ningún interés. Miraba y apenas prestaba atención a mi entusiasmo... una figuración, sombreados rostros en ruinas circulares. E. parece entender todo esto, captarlo con soltura, a veces, con risotadas que hacen evidenciar mi tontuna ante el mundo. Uno tiene la sensación de haber perdido su capacidad. No solo de haberla perdido sin de posicionarse como si ya lo entendiera todo, con prepotencia, con vanidad, con ímpetu. Qué claridad la de E. ante el mundo; el aire en su rostro, la tierra a sus ojos, la piel de sus padres, la música de un piano. Todo connatural a ella, todo le pertenece sin más ni más. Ella deviene del mundo, de la naturaleza misma del mundo y todavía permanece en ella el origen del que nos alejamos con la condición de mortales.    

domingo, 13 de octubre de 2013

LA grisura del otoño comienza asomar su cuerpo. Lo hace por las mañanas, refrescando el aire, tomando el sentir con que uno accede al cotidiano quehacer. Pareciera que las acciones se vuelven más solemnes cuando llega el frío y que los individuos se vuelcan sobre sí mismos resguardándose de las inclemencias del porvenir. 

El otoño es una mandolina que tañe un melodioso recogimiento. Una mandolina penetrante, que punza en el interior mismo del tuétano. Una, dos, tres notas sagaces que arrancan un espasmo ante el ciclo de naturaleza. 

***

El escritor siente la cambiante magnitud de la expresión. Su vida se va completando con lecturas y desde ellas va edificando su propia palabra. Su voz nace siempre entre las obras leídas que ya son parte de sí, de su forma de entendimiento del fenómeno literario. La creación ex nihilo es una imposibilidad en la literatura, pero siempre corre el riesgo el creador de concluir en un vacío, esto es, en la creación que no comunica nada pues solo está creada para él. Ese es el límite de armonía y esa es la esencia de las obras clásica y esenciales; el poeta debe tener consciencia del límite en que su obra deja de ser comunicación creativa y se convierte en mero expresar de sus sensaciones. tanto en la escasa virtud como en el exceso de referentes que el lector, como hombre, no conoce, el poeta se encamina en el cauce glauco del equilibrio y la verdad. 

Desde la retórica y poética antiguas, los que han tratado de auscultar el qué de la literatura han advertido que se produce un proceso de intensificación entre la concepción del mundo, la recopilación de los datos que el individuo piensa que es el mundo y la expresión posterior. En ese paso, revelado tal vez, anida el misterio. En ese punto es en donde la crítica nada podrá ofrecer verdadero, en el que tan solo el poeta, de forma individual, siente e intuye, nada más. 

Deberíamos conformarnos, pues, con la descripción de la existencia de ese proceso que desde antiguo ha preocupado al creador. Iniciación, revelación, inspiración...del sentimiento de lo vivido (entendiendo vivido en amplias connotaciones) el poeta expresa creando. Ese es el paso fundamental: la expresión se hace creación. 

De su novedosa visión surge una novedosa expresión. De su novísima manera de entender el mundo se origina una expresión nonata que se alza creación pura. Cómo sucede será enigma siempre; acaso el poeta solo puede transmitir la realidad de lo sucedido sin saber qué sucedió. 


jueves, 10 de octubre de 2013

LA literatura es palabra, pero no solo palabra. Es manifestación. Discurso. Comunicación. Por su naturaleza, quizás la forma de creación más cercana al hombre, al hombre con las manos en la tierra, con el rostro al viento, con las minucias y paradojas que anidan en su entraña. 
La música pertenece a otra dimensión del ser, pero la literatura es la que alcanza esa catarsis de realidad más atinada y ajustada. 
Esta reflexión es fruto de la lectura de la Poética de Aristóteles y de su concepto de mimesis, de esa consistente teoría que tan ampliamente se ha desplegado en las teorías literarias de occidente hasta nuestros días. De una o de otra forma, todos los teóricos o los que han tratado de establecer el qué de la literatura han surcado el menudo libelo de Aristóteles. A la contra o a favor de sus postulados, los lectores se han posicionado sin remiendos. Aún recuerdo lo que afirmaba el filósofo y la distinción que establece entre Historia y Poesía.  

Con claridad, el filósofo indaga en la esencia de la literatura y quizás lo hizo con más tino que Platón, pues este último encauzó su pensamiento sobre todo, y así lo pienso, en la lírica. Para uno, Aristóteles escribe acerca de la poesía, pero Platón es poesía en sí.   

Platón mismo era poeta, lírico, músico, tocante del aulós mágico y mistérico y eso se traslada en sus teorías. Aristóteles, sin embargo, punzó en la naturaleza de la palabra narrativa, épica, dramática, poética, literaria en general. La literatura es mimesis de las acciones y de los modos de ejecutarlas en referencia al hombre. Esa es su maravilla y precisamente su restricción. La palabra es el fundamento para el hombre y para la literatura, no así para la música y, en parte, para la poesía.  

En Aristóteles leo la inteligencia aplicada a lo literario; en Platón, el devenir del cauce mágico de la poesía. Haz y envés de la consciencia para el mortal.

miércoles, 9 de octubre de 2013

LA palabra poética
excede la memoria
porque su tiempo eterno

no cumple olvidos.

martes, 8 de octubre de 2013

ESCRIBIó Pessoa un hermoso y recoleto texto que condensa toda una teoría de la vida y de las ideas. Incluso cabe añadir que podríamos extraer de su lectura una lección de estética. Pensaba en estas disquisiciones cuando terminaba de releer un párrafo del portugués:

"Hay una erudición del conocimiento, que es propiamente lo que se llama erudición, y hay una erudición del entendimiento, que es lo que se llama cultura. Pero hay también una erudición de la sensibilidad".

Pasadas las líneas, el poeta portugués ahonda en estas precisiones tan propias de su escritura y de su  cosmovisión: 

"La erudición de la sensibilidad nada tiene que ver con la experiencia de la vida. La experiencia de la vida nada enseña, lo mismo que la historia nada enseña".

Estas apreciaciones comienzan a tomar otros aires y a presentar exploraciones semánticas que es lo que más me fascinan de Pessoa. La inalterable sensación del ensueño, la maníaca lucha contra la ensoñación a que someten los sentidos y la palabra misma, en definitiva, del impulso en que Pessoa comienza a recorrer de la filosofía a la literatura filtrando en una lo que fecunda la otra: 

"La verdadera experiencia consiste en restringir el contacto con la realidad y aumentar el análisis de ese contacto. Así, la sensibilidad se ensancha y profundiza, porque en nosotros está todo; basta que los busquemos y lo sepamos buscar". 

 



domingo, 6 de octubre de 2013

HEMOS acompasado, los tres, nuestros contagios y lo peor de todo es que uno se ve incapaz absoluto. Desde hace unos días, E. comenzó con malestares que se han ido expandiendo en ella misma y en nosotros. Ha sido una caída conjunta, una caja de música que suena impenitente con la misma melodía. 

La bailarina más pequeña es la que más nos preocupa. Nos miramos recelosos, con la sensación de no estar seguros y convencidos de que estamos respondiendo a las situaciones que se presentan.

Una gran turbación que se suma a la molicie que la fiebre y el virus provocó en uno desde hace unos días. Un derrumbe total, como no recuerdo nunca, me fulminó. En horizontal, traté de leer alguna página. Al hacerlo y, sobre todo, al desarrollarse todo tan confusamente entorné el rostro hacia un cuaderno que descansa en la mesa, junto a la cama, y escribí un adverbio.

Hoy he leído ese vocablo escrito con caligrafía de tembleque, acaso de senectud anticipada. Recordé todos esos libros que tanto me fascinan sobre lectores empedernidos y la atinada palabra que usó Boswell para declarar cómo leía el doctor Samuel Johnson. Con todo esto en la mollera y la mirada estacionada de turbio en turbio buscando el claro en el claro, estipulé la categoría leer febrículamente.  

*** 

Porque los textos literarios que anidan en otros textos literarios me parecen una fascinación. En primer lugar, porque observo qué leen los autores predilectos; en segundo lugar, para aprender cómo dialogar con ellos, cómo establecer la polifonía textual negro sobre blanco.
Cervantes fue el escritor, en nuestra literatura,  que más abiertamente colocó las tripas de lo leído en los ojos de los lectores. Todo ello, obviando las antiquísimas tradiciones orientales e indias y el concepto de gran arraigo en occidente de imitatio. Creo que esa es una de las enajenaciones que sufre el lector de El Quijote, las capas de textos y de literatura a la que se enfrenta y que llegan a confundirlo con su mundo de referencia.
Así leo, así escribo. El posterior anhelo de encontrar en todo ello la voz propia (a sabiendas de que en este rasero en donde se encuentran los que perduran), lo que se llama, en ocasiones, el estilo, puede o no darse nunca. Pero no debe importar eso, no debe ejercer ninguna interferencia si lo que se ejecuta es noble y verdadero, pero sobre todo, fiel a la literatura y a la vida.
Siempre las glosas, las visitas a otros textos y, sobre todo, el ejercicio de la buena lectura, han alimentado a los autores de culto. Desde la antigua Grecia, Platón irradió una sentencia que luego recuperó el autor de marras. El lema que presentaba la torre en la que se recluyó mi admirado Montaigne presentaba la siguiente sentencia: "Que sais-je?".  





jueves, 3 de octubre de 2013

LA belleza restaura el sentir de armonía; la justicia revela el ser de la verdad. La belleza figura la estación permanente en los textos vertidos con iluminada razón.

miércoles, 2 de octubre de 2013

ESTA mañana, el campo exhalaba un vaho de prodigios. Todavía resonaba la música del verso de Machado que estuve leyendo. El olivo, el olivo solitario que condensa todas las figuraciones de la noche. Un glauco meditar con la palabra sosegada. 

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Un amigo me escribe y me dice que A.M.M. está escribiendo en estos días sobre Thomas Bernhard y que lo elogia desmesuradamente, como si nunca antes nadie lo hubiera hecho. Es cierto que los lectores de Bernhard son entusiastas de su prosa y de su propuesta estética y ética. Uno llegó a sus libros gracias a otros lectores y esa es la esencia del lector.
A poco que se arrime el lector a cualquiera de sus producciones advierte que está ante una obra literaria alejada de todos los convencionalismos establecidos alrededor de la literatura. Bernhard es narrativa pura, el correlato en prosa a un poeta verdadero que no tiene parangón en la prosa hispánica. Uno de los primeros en traerlo a las letras españolas fue Javier Marías quizás el autor más bernhardiano de los últimos tiempos y el que mejor ha incorporado los logros en las técnica narrativa en nuestra novela.   

***
La mañana seguía con su estado de consciencia blanquecino. El olor de la tierra húmeda, las figuras de las lomas apenas advirtiéndose entre el campo, el sonido impoluto de la luz de amanecida. Resunean los versos del poeta: 

Olivo solitario, 
lejos del olivar, junto a la fuente,
olivo hospitalario
que das tu sombra a un hombre pensativo 
y a un agua transparente.
Al borde del camino que blanquea,
guarde tus verdes ramas, viejo olivo,
la diosa de ojos glaucos, Atenea.

martes, 1 de octubre de 2013

AHORA, cada vez que contemplo la lluvia, pienso en los números y en las letras. Se aviene la realidad como un compendió sesgado del tiempo del hombre. JRJ advirtió esta circunstancia con una claridad fastuosa: nos iremos y los pájaros seguirán cantando, los pájaros que simbolizan el eterno canto de la aurora.


domingo, 29 de septiembre de 2013

EL PREDOMINIO del verbo "leer" en este diario no es ninguna eventualidad. Es el ejercicio coronario que lo encauza todo.  Leer, en su étimo más profundo, significa leer entre líneas, esto es, interpretar la realidad entre lo aparente y lo insinuado. No otro fin posee la creación artística, abrir un arco inmenso de bellezas y armonías.

*** 

La literatura es la letra por antonomasia y ella es la prolongación del ser que la impulsa.

viernes, 27 de septiembre de 2013

EL escritor termina por desear el conocimiento de los principios de la literatura, no de los actos literarios en las obras, de las palabras exactas y empleadas, sino del origen y causa de los mismos. La literatura es un arte, completo, global, de la palabra. Una manifestación estética del verbo amparada por los resortes éticos del escritor. La literatura consiente una lengua velada, autotélica. Ella misma es el misterio nombrado.  

*** 

Aquí, en el despacho 
en que trabajo por las tardes, 
llega la luz del sur. 
Lo hace sigilosamente 
procurando medir la forma 
de los cuerpos sin ser 
notada a los ojos. 
Es una cálida luz, dulce, 
medidamente verdadera. 

Mi mano roza su fatuo perfume 
cuando sujeto unos papeles
al aire de esta soledad 
y se atestigua, en las sombras, 
su proyección atlántica. 

Su forma y el otoño 
son la medida justa 
de este aire reminiscente de marismas y humedales. 
Todo ello ocurriendo en el cuerpo, 
en la memoria que lo empaña 
todo y todo lo entristece. 

***

El tiempo de lectura queda sujeto a los mismos textos. Los he convertido en un tablero de ilusiones, una tabulación de los símbolos. Antes realizaba lecturas en horizontal, ahora comprendo que la literatura es cuestión de verticalidades en el individuo. 




jueves, 26 de septiembre de 2013

ESTE es un espacio de retales, de encuentros entre fragmentos de lecturas, pensamientos, idearios que no terminan casi nunca más que un breve conato de ensayo o en delirio de verdad. Leo en un libro:  

“Estamos en la posición de un niño que entra en una biblioteca llena con libros en muchos lenguajes diferentes. El niño sabe que en esos libros debe haber algo escrito, pero no sabe qué. Sospecha levemente que hay un orden misterioso en el ordenamiento de esos libros, pero no sabe cuál es. Me parece que esa debería ser la actitud de los seres humanos más inteligentes hacia Dios. Vemos el universo maravillosamente ordenado, y obedecemos ciertas leyes, pero sólo entendemos levemente esas leyes". 

Es una definición bella de la verdad, de la búsqueda. Incluso una apuesta decidida del entendimiento de la estética como la forma en que el mundo se nos ofrece. Son palabras de Einstein recogidas en el libro Glimpses of the Great, de G. S. Viereck. Con ellas voy confirmando la putrefacción de la literatura actual y la bienaventuranza de otras disciplinas que siguen arrojando luz. Pretendida soledad que, con el tiempo, más sabrosa y fructífera te ofreces.