viernes, 31 de agosto de 2012

"EL genio sabe algo acerca de la esencia eterna del arte". Nietzsche escribía esta línea en El nacimiento de la tragedia después de haber dejado en evidencia que "todo nuestro saber artístico es en el fondo un saber completamente ilusorio". Sabe algo el genio, el resto, la plana mayor, no sabe nada. 

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EN una ocasión, no recuerdo exactamente dónde, afirmé que todas las artes aspiraban a la música. Lo dije casi sin pensarlo, al hilo de una exposición sobre poesía, únicamente motivado por la intuición. Algunos de los presentes comenzaron a fruncir el ceño y a pensar que aquel aserto era una conclusión momentánea; pensaron que jerarquizar de esa forma las artes era demasiado tajante. 
Muchos poetas creen que la poesía y, con ella, la palabra, es el elemento artístico que más profundamente puede expresarnos. Yo no lo creo así, no ahora, sino desde que comencé a estudiar música y a interpretar un puñado de partituras. Creo que, aquella tarde, tendría que haber recogido las palabras de Nietzsche para que, al menos, hubieran asentido ante la fuente de autoridad, a pesar de que no entendieran por qué expresé aquel enunciado cuando hablaba de poesía. Los poetas (¿quién es poeta?) esperan siempre discursos engolados, que traten de aspectos intrincadamente poéticos, métricos a ser posible, y sobre todo deconstruccionistas, es decir, este verso lo escribí por esto y por aquello, en un día X, con una borrachera Y, influido por el autor * y por aquel otro, que es &, justo cuando estuve leyendo a =. Qué burdo y soez todo esto para la poesía. Podemos leer en Nietzsche: "Con el lenguaje es imposible alcanzar de modo exhaustivo el simbolismo universal de la música". y el poeta, el poeta verdadero (¿dónde están los poetas') deberá sentir un regocijo enorme porque alguien le describa exactamente lo que sucede en su acción. 

La poesía dependiente de la imagen, como es el caso de Lorca, de Neruda, de Alexandre, -por ceñirme a nuestras letras-,  y de tantos otros, suponen ejercicios de simbolismo unívoco, es decir, son ya una apariencia de la esencia. La poesía no debe apartarse de la esencia, del uno que es todo, del todo que es uno y es plural. La lectura de la poesía, entendida como el discurso humano connatural, debe ser asumida, en su producción y recepción, como un oratorio salmódico que, en sus hechuras conceptuales, nos derive e inunde de la idea central del elemento artístico. Esto es muy contrario a la imagen en poesía, me refiero a la imagen usada sin mesura, sin consciencia, sin otorgar una exploración sustancial de la palabra, tan solo un malabarismo de fónico gargajeo. Así Nietzsche: "la música misma, en su completa soberanía no necesita ni de la imagen ni del concepto, sino que únicamente los soporta a su lado".

Mientras la música es análoga a la imagen y al concepto, convive en un nivel de realidad distinto y convive, claro está, con ellos cuando el hombre trata de comprender el significado de la música que escucha. La palabra y la poesía, como grado de expresión supremo de la misma, están sujetas siempre al concepto, a lo que ya ha sido expresado y lo que es conocido, pues si no es el caso no podría enunciarse. 

La incapacidad de la palabra por ser ella misma palabra, realidad pura, por rebasar el concepto y trascenderlo, la lleva a la imagen. Es su único cauce de expresión cuando confunde su propósito. Qué grande fue J.R.J. y qué inmenso san Juan de la Cruz. 

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CUANDO se produce esa fundición entre lo apolíneo y lo dionisíaco (en puridad, cuando se produce la fusión de contrarios), el artista deja de ser. escribo "deja de ser" porque su voluntad no es la que impulsa ese abandono del estado previo, repleto y atormentado de materia. La voluntad lo dirige porque la fusión de contrarios lo conduce a un tiempo desconocido, del que la razón no tiene los fundamentos necesarios para entender. Estamos hablando de la razón luminosa que se produce en el centro indudable. Tiempo, ser, palabra, música, concepto, la intuición, el revés del mundo macerado por una consciencia finita que no entiende ni es capaz de expresar ni conocer nada de ello, tan solo de tener la evidencia de su existencia. por tanto, con Nietzsche, podríamos afirmar que el poeta verdadero no trae discursos impostados, ni florilegios que muestran sus conocimientos;  solo trae en su palabra ecos, reminiscencias, algo de la esencia eterna del arte.     
       

jueves, 30 de agosto de 2012

RECUERDO, en muchas ocasiones, los comentarios que vertían los eruditos acerca de los males y de los disparates que supuestamente había escrito Hegel sobre la literatura y las artes. Hoy me doy cuenta de que no lo habían leído, como a tantos otros escritores; o que, si lo habían hecho, no se habían, burdamente hablando, enterado de nada. La lectura de las Lecciones de estética de Hegel es una de esas confrontaciones con la permeable existencia como lector. La orquestación con que está diseñado ese pensamiento acerca de las artes y de la litertura, claro está, supuso un remozamiento de muchos de los conceptos románticos tan vituperados en este país nuestro. Esta tarde leo con alegría las páginas que le dedica Steiner a Hegel, páginas elogiosas, que recuperan la verdadera esencia del discurso hegeliano y, sobre todo, las conexiones que mantienen sus palabras y su admiración con poetas como Hölderlin. ¿No es, acaso, bello este fragmento de "Eleusis", poema de Hegel dedicado a Hölderlin?

[...]El sentir se diluye en la contemplación;
lo que llamaba mío ya no existe;[...]

[...]hundo mi yo en lo incomensurable,
soy en ello, todo soy, soy sólo ello.
Regresa el pensamiento, al que le extraña
y asusta el infinito, y en su asombro no capta
esta visión en profundidad.
La fantasía acerca a los sentidos lo eterno
y lo enlaza con formas) ..."[...]

Este poema al completo sintetiza, después de una lectura profunda, pausada, escrita, la mejor lección de Hegel a las letras, más allá de fenomenologías posteriores, de vocablos enigmáticos igualmente y de todos los que nunca leyeron a Hegel, pero tanto hablaron de él.

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AFIRMA Steiner algo que entronca con las razones luminosas de las que hababla María Zambrano y también Antonio Colinas. Pues el lector Steiner escribe: "La ficción es la antítesis, a modo de canto de sirena, de las verdades racionales".

Hegel quería dar el nombre al espíritu para que despertara de su sueños y sus fábulas. Deseaba nombrar el mundo a la manera del Cratilo de Platón para que pudiéramos obtener una realización del mismo, el afamado geist, el hacer real la literatura en este caso. Así, verdad y ficción vendrían a ser el haz y el envés de la misma cosa, de la misma realidad que ha encontrado la armonización más adecuada a su presencia. La palabra, por tantro, niega la vida, pero da la vida; niega el resto del paradigma de formas, pero escoge, selecciona, hace realidad una sola en plenitud. El propio Hegel lo declamó con más claridad:
"el lenguaje es la visible invisibilidad del espíritu"
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A estas palabras, Steiner trata de colocarles una suerte de colofón personal. El lector-Steiner afirma: "La historia del lenguaje, la vida del lenguaje son al mismo tiemo la historia y la vida del espíritu humano".
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HEGEL solía, con frecuencia, utilizar una fórmula explicativa de su ideario, a saber:
"nos oímos ser"
En tres palabras, al menos en la traducción al español, Hegel vuelve a sintetizar toda una vertiente filosófica de poética o de poesía del pensamiento. De esta forma, "nos" advierte como lectores que él mismo es una pluralidad, que existe una categoría del ser, del individuo a la que pertencemos todos los mortales. Si "nos", obviamente "oímos", pero la semántica del vocablo nos conduce a la acción del espíritu, a la ejecución armónica, órfica, del "ser". Para oír, y quizás, pudiéramos traducirlo en español por "escuchar", el individuo debe estar en silencio y en soledad. Es en esa condición de alejamiento de uno mismo, en ese instante de desasimiento, cuando nos convertimos en la pluralidad (nos), nuestros sentidos musicales comienzan a concertar con el cosmos (oímos) y nos vertemos, nostros mismos, en el río fluyente del "ser" que poseemos dentro y tan fuera.

miércoles, 29 de agosto de 2012

LLEGA a casa otro envío de A. M. con un libro dedicado, Lecturas sobre la lectura. Me llena de entusiasmo esta correspondencia que nos cruzamos, sobre todo, porque las notas llegan manuscritas, tanto por su parte como por la mía. Creo que en la caligrafía va buena parte del sentir del escritor y que sentarse frente a un papel acartulinado para escribir un puñado de palabras, -breves, puras, sinceras-, es un acto de fidelidad necesario en las letras. Esta comunicación epistolar otorga a la literatura un tiempo y una pausa necesarios, tanto como el ritmo adecuado de un poema. Y en uno una satisfacción por la palabra.  

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COINCIDEN  A.M y G. S. en que la lectura es, en un sentido amplio, lo que mejor nos ha definido y define como especie. Creo, con ellos, que la manera que posee el hombre de urdir qué es el cielo, qué los pájaros, qué la belleza reside en la unión de palabras, esto es, en una especie de relato del mundo, de textura polifónica y velada del mundo. Por ello es una forma de vida completa y esencialmente infinita para el hombre. 
Así, Steiner recuerda en La poesía del pensamiento un pasaje de Platón que nos sitúa en esa esfera de entendimiento del mundo en que la lectura tendría una función capital: "Conocer el mundo es construirlo".   

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SIEMPRE que dialogo con I. termino releyendo a Nietszche. Así, esta mañana, mientras jugaba con E., sostenía mi libro, hasta el momento, favorito del autor alemán, El nacimiento de la tragedia. Es el predilecto porque no busco en él un sustento filosófico, sino un acercamiento al proceso de la creación misma. He subrayado y escrito en los márgenes del V prólogo a Richard Wagner, pues se dilucida sobre la condición del lírico rememorando las figuras de Homero y de Arquíloco.   
Toda vez que he leído al filósofo bigotudo, me he acordado de Valèry, de los versos de "El cementerio marino". En esta composición hay un verso que equivale a toda una filosofía completa, a todo un axioma de pensamiento, a saber:

"entre el vacío y el suceso puro" 



martes, 28 de agosto de 2012

EN este país, puede uno ser profesor de literatura en la Universidad sin haber leído a Dante o a Platón. Muchos de esos profesores instauran, según sus posibilidades, "modas": autores, obras, géneros (como ahora el microrelato) o inventos varios que solo les vale para respaldar su carrera universitaria. Lástima que, en la literatura, el sintagma "carrera literaria" sea un pura falacia de alambique.

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UN sofoco repentino; un desasosiego profundo; silencio, soledad...nada más y todo.
 

domingo, 26 de agosto de 2012

SER lector consiste en ir tomando consciencia de que la lectura no es un proceso gradual con respecto del tiempo y el espacio. El lector, siempre que comienza a leer, lo hace desde el origen que propone el libro de marras.
Las palabras constituyen un paradigma de referencias que mucho ha cambiado desde el comienzo de la cultura griega. Me remonto a esta sociedad porque fue ella, quiero decir metonímicamente, sus ciudadanos más ilustres, los que resemantizaron el mundo. Hoy tomamos los textos de los presocráticos, los Diálogos de Platón o cualquiera de las obras de Aristóteles y leemos en ellas "física", leemos "materia" o leemos "alma", incluso en términos originales en griego, y, con avidez, los asimilamos a nuestra realidad, a la interpretación sincrónica.
Este proceso de lectura es uno de los mayores errores a los que estamos expuestos los lectores; leemos sucesivamente, con demasiadas convecciones, siempre ayudados por los resortes de otras lecturas. Eso no es suficiente, pues las palabras fértiles ensanchan el mundo y nosostros debemos ensancharnos con ella. En este sentido, el escritor genial es el que convierte en natural lo extraordinario, en evidencia lo superlativo, en clara armonía el caos conceptual; tanto así el lector genial que es quien así lo asiste a lo natural, armónico y evidente.  

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EN demasiadas ocasiones escucha uno con atención los comentarios de algunos poetas sobre otros poetas. En sus palabras suelen dejar a las claras alguna impresión de las lecturas de otros poetas. En esas impresiones, casi siempre hay un renglón dedicado a la falta de una sílaba en un verso o a la sinalefa forzada en otro, a la sílaba de más que se escapa en un cuarteto, por ejemplo. Lo hacen demostrando al prójimo su valía como cazador de errores. Así lo cree el memo que enseña su pieza de caza al público. Me los imagino leyendo con un silabeo de niño que aprende sus primeras sílabas; "be-lle-za", "ar-mo-ní-a", sin comprender nada de nada. Es así como los libros verdaderos se les pasa desapercibidos, pues afuerza del recuento se hacen sordos a la música del ser.
 
Nunca he escuchado a otro poeta argumentar que el recuento o, en mejor decir, la escansión de versos es un procedimiento de la métrica que necesita siempre de la armonía musical que ampara el enunciado. Solo lo he leído abiertamente en algunos libros de Tomás Navarro Tomás y algún que otro crítico que de él las ha tomado. Puede que un endecasílabo presente un acento anti o extrarítmico según la tradición y las convenciones históricas, pero al mismo tiempo puede ocurrir que el verso "suene" prodigiosamente a los labios. Lo que resulta insoportable y medicore  es justamente lo contrario -y esto es más frecuente de lo que debiera-; aquellos poetas que suman con sus deditos con tanta justeza y con tanta exactitud que cuando sus versos comienzan a sonar les resulta una matraca inaguantable. Están haciendo matemáticas con organismos yermos y putrefactos, pues a poco que uno los remueve desprenden un aroma soporífero y oxidado.  
 
 
 
  
 

viernes, 24 de agosto de 2012


HOY, que me encuentro alejado de E. y de M.C. observo qué mísera es mi existencia y qué infelice.

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TODA la tarde enfrentado a una sentencia de Anaximandro:

"¿Por qué "lo indefinido" y no una sustancia primaria específica?

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EN cada relectura de los poemas, más minúscula mi vida. Y más triste la evidencia de la mediocridad que me ampara.


jueves, 23 de agosto de 2012

LA vida como la literatura. O la literatura como la vida. Vida y literatura, literatura o vida. En cualquier caso, una extraña forma de vida, una vida extraña la literaria. Tanto que abundan en su superficie los parásitos, tanto que alguien algún día descifró el universo conocido con un solo poema.
 “Hace mucho –no sé si hace días o hace meses- que no anoto ninguna impresión; no pienso, y por lo tanto no existo”
 Anotar en los márgenes impresiones motivadas por la lectura es una de las formas dialécticas del existir del lector. Quizás la más compleja y paradójica.  Estas palabras de Pessoa, que se centran en el hecho de anotar más que en el de leer, concilian los conceptos de lectura y vida.
“Me he olvidado de quién soy; no sé escribir porque no sé ser”
La escritura como una forma de ser y estar en el mundo unidas por la vivencia y el tamiz del pensamiento (que no es más, ni menos,  que la forma lógica de razonar el mundo, de percibirlo en la mente).
“Mediante un adormecimiento oblicuo he sido otro”
Insiste Pessoa en la ajenidad como una clave existencial que sacude al lector. Otro en sí mismo.
“Saber que no me recuerdo es despertar”
De nuevo Platón aroma las líneas estoicas de Pessoa: “saber, recuerdo, despertar”, términos del universo platónico, esto es, del universo de la humanidad con que nombramos la esencia de la vida, la forma verbal de entenderla. Pessoa intentaba en el desasosiego encontrar la forma en que opera el mundo dentro de él.
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QUIZÁS Pessoa acaba de leer a Heráclito: “La vigilia, el sueño y la muerte están en relación con el grado de ignición del alma”. Un estado de vigilia, de duermevela continuado es lo que desea el poeta de Lisboa: un continuo indagarse. Estado que Bécquer trajo de forma diáfana a las letras hispánicas.
Acudo al volumen de los filósofos presocráticos para auxiliar la congoja y el desdoro a que someto estas tardes de parsimonia y estaciones de bronce. Leo: “Los hombres deberían tratar de comprender la coherencia subyacente a las cosas”. Después, vivo.
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PESSOA me hace releer a Heráclito como si fuera Pessoa, es decir, desde la ajenidad.
Leo y vivo siendo otro, quizás más yo que nunca. Con Heráclito, en la noche y el río:
“La sabiduría consiste en entender el modo en que opera el mundo”.   
Y creo que la poesía es la sustancia de ese entendimiento.

miércoles, 22 de agosto de 2012

SON golpes ponzoñosos, a veces, palabras hirientes como afiladas escarchas; otras, acciones ajenas que nos llegan y perturban. En todo caso, esa condición del hombre, demediada y bicéfala. Lo vulgar y lo trascendente, la bajeza moral y la creación del logos, la falacia social y las bellas letras. Todo ello está en todos los hombres, pues es la especie, la humanidad, la que justifica la existencia de un hombre solo y es por ella por la que tomamos nuestra existencia, esto es, el sentido de nuestra naturaleza. 

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MACEDONIO Fernández, en su prodigioso libro titulado Museo de la novela de la eterna, afirma, en la "Dedicatoria a mi personaje la Eterna, lo siguiente": 

"La Realidad y el Yo, o principalmente el yo, la Persona (haya o no Mundo) sólo se cumple, se da por el momento altruístico de la piedad ( y de la complacencia) sin fusión, en pluralidad". 

La pluralidad, eso mismo. Nos situamos en la dialéctica del mundo, en el terreno vasto de las artes: La Realidad tamizada por las matemáticas artísticas y el Yo que las contempla. No podemos olvidar que el escritor deja de serlo para convertirse, de inmediato, cada vez que cesa en su escritura, en lector. Es un hombre doblemente demediado, como ser social, como ser individual. Parte de la naturaleza del arte termina siendo en él, al transformarse.  

Platón, que adelantó al hombre la concepción del mundo venidero, nos legó un relato de lo mismo en su República y, por lo menudo, en cada uno de sus Diálogos, porque, como dice Macedonio, "es indudable que las cosas no comienzan cuando se las inventa". Pudiéramos pensar que Todo es ya antiguo desde el propio momento de su creación, que no es más que un sucesivo y material ofrecimiento de un visionario. 

La obra artística como un río de cristal dormido y encantado. Una corriente heracliteana que especula con las aristas de la existencia. El propio Macedonio lo definió con maestría: 

"Todo cuanto es y hay es un sentir y es lo que cada uno de nosotros ha sido siempre y continuadamente". 

Con estas concepciones, el hombre de arte puede instalarse en la corriente de la eternidad. Una eternidad sucesiva, individual, que, a cada paso, va ensanchando sus cauces, vaya ampliando la dimensión de su obra.
Es una fidelidad insoslayable. Caer en falta es perder todo.    
Esa dimensión no es más que la posesión de las consciencias ajenas, esto es, todos los lectores que, al baño de sus aguas, queden transformados, conciben la realidad de forma distinta, como nunca antes (ni solos, ellos mismos), hubieran podido soñarla y vivirla. Es eso mismo lo que nos anuncia Macedonio:

"nuestra eternidad, un infinito soñar igual al presente es certísimo". 

Hubiera firmado Borges esas sentencias de su estimado compañero y maestro de letras. En Historia de la eternidad quizás se encierra una párafrasis de este Museo o , con todo, la propia historia de la eternidad no deje de ser un museo de sucesivas vivencias internas y luminosas. 

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LA imposibilidad y lo inefable deberían ser criterios artísticos, no carencias.

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CON el tiempo, el autor debería leer su obra de forma ajena, como un lector más que, al silabeo de los versos, traiga a su memoria, una leve melodía de lo deseado. 

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TODA creación y recreación es una acción estética, pero los genios terminan por convertirla en una ética completa, esto es, en un arte de vivir. No viven de, ni por, viven en y hacia la literatura. Nada anhelan más que dejar de ser y dejar la palabra para ser, ellos mismos, poesía.  
Puede alguien leer el poema de Antonio Colinas titulado "El laberinto invisible" y comenzar a entender los significados escondidos de las letras borrosas en silencio y en soledad. 

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LEO unos pasajes de De la naturaleza de las cosas, de Lucrecio. Lo hago con parsimonia, con lentitud, escribiendo algunos pasajes, como ahora. En este libro podemos leer y pensar a un tiempo y eso es la plenitud de la palabra. Advierte Lucrecio, valiéndose de los principios de Epicuro, que nada nace de la nada. Así, si extrapolamos esa convicción a las disciplinas artísticas, estaríamos adentrándonos en una convicción por mi parte. Lucrecio lo lleva más allá y nos dice que el miedo reprime a los mortales a creer en la realidad, en los cielos y en la tierra, ya que no conocen sus causas. Conocer las causas de la creación artística sería una doble dimensión e, igualmente, un acto de fe.  
Estas disquisiciones me conducen a uno de los poemas que más tengo en consideración,"Elemento invisible", sobre todo, por la filiación que puede trenzarse con el origen y entendimiento de la poesía. Quiero declarar, al calor de la lectura de Lucrecio, que él persigue situarse en la causa primera de la formación de la realidad concebida y no concebida aún por los seres humanos.Es mi intención, a través de este diario y de las horas de lectura, establecer las cualidades del origen que yo, individualmente, pudiera percibir del centro de la poesía: una especie de cueva de Altamira en que trazo sugerencias y apreciaciones con figuraciones, danzas, enigmas, palabras, acciones. Decía que Lucrecio escribió que no debíamos tomar con recelo sus conclusiones por el hecho de que al ver con los ojos no podamos ver los principios de las cosas. 

Una realidad más allá de los ojos, una razón que no pertenece a lo inmediato, sino que habita en lo profundo. Todo ello, en términos poéticos, puede conjeturarse en el poema de Antonio Colinas titulado "Signos en la piedra":

Verás en ella señales muy leves,
signos dictados por el firmamento,
los símbolos de un tiempo infinito
que va huyendo de ti,
más que a la vez está en tu interior:
revelación del alma que no muere.
  

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DESPUÉS  de todo, abro las páginas del  "Dickens´s notebook". Así titule el cuaderno que me trajeron de Londres, un cuaderno de tapas marrones, con una cinta que ayuda a cerrarlo. En él, al abrirlo, me encuentro con dos versos abocetados que pudieran ser la respuesta como lector de las páginas leídas esta mañana, versos de otro que fui, que sigo siendo, que seré sin tener consciencia jamás de ello:

Una luz con el tiempo tan adentro
que todo lo pronuncie en su origen.



   

martes, 21 de agosto de 2012

“Saber quién somos no es cosa nuestra, que lo que pensamos y sentimos es siempre una traducción, que lo que queremos no lo hemos querido”.

Estas palabras pertenecen al Libro del desasosiego, de Pessoa. Con su lectura, la tarde ha conciliado a Pessoa con Platón; y ha querido también que Steiner estuviera de invitado. Esa deseosa voluntad de querer saber es cierto que se encuentra identificada al comienzo de la Metafísica, de Aristóteles, como el rasgo humano por excelencia, pero Pessoa está sugiriendo algo más concreto. Habla del alma, del desvelo del alma ante los ojos cegatos de los humanos.

 Líneas después, apunta Pessoa a la vivencia anónima de la vida, en sus palabras:


“vivimos todos lejanos y anónimos”


La vida es entonces una ensoñación, un cabalgar en un hipogrifo violento, desmesurado. El anonimato es una valiosa actuación de la consciencia más plena; solo los que en algún momento dejan de ser para ser plenos, poseen en la memoria momentos, reflejos, reminiscencias de lo que hubo sido. Nada de certezas rotundas, solo un pasaje luminoso de celestes y auroras.

El propio Pessoa evidencia esta fe que posee del creador, sobre todo, del poeta. El poeta es, es cierto, un alabastro, pero que ha deseado ofrecerse al viento. El poeta llegará a entender, si es puro de cepa, que únicamente en el deseo habitaba su virtud. Si su palabra fue, igualmente, virtuosa, es un prodigio; pero lo propio y, al mismo tiempo, extraordinario, es la voluntad de creer fielmente en la palabra poética. Pessoa nos lleva a los griegos (¿qué autor valioso no lo hace en cualquier disciplina?), claro está, a su concepto de aletheía, tan trascendental para Heidegger y la vuelta a la pureza. Escribe Pessoa:


“A  unos, sin embargo, esta distancia entre un ser y él mismo nunca se les revela; para otros es de vez en cuando iluminada, de horror o de angustia, por un relámpago sin límites”.  

lunes, 20 de agosto de 2012

LO declara tan claramente Rilke en la "Elegía séptima":

"una voz emancipada sea la naturaleza de tu grito;" 

Está, con ello, definiendo la voz del poeta: una voz libre, individual, edificada en el silencio del individuo en una forma permanente:

"tan pura como el pájaro"

Una voz, la del poeta que se transfigure en el ser que lo sobrevive y lo sustancia:

"las arterias colmadas de ser"

Es un acto de la individualidad creadora, el resultado de libar en el silencio con una danza de verbos y de astros:

"En ningún sitio, amada, habrá mundo si no es dentro".

En esa bóveda interna la poesía ordena y concierta un mundo imperturbable, como afirma Rilke:

"Nuestra vida transcurre con transformaciones".


Continuos virajes del espíritu, inclinaciones del ser, armonías sucesivas que van ordenando la voz de la poesía que tratamos de tañer. Todo ello por una vivencia ya vivida, más bien, por una reminiscencia. En todo caso, la dialéctica entre palabra y pensamiento, entre palabra y mundo, entre hombre y cosmos. 


"algo que pertenece por completo a lo pensable" 

viernes, 17 de agosto de 2012

"YO me qusiera detener
en cada cosa bella,
hasta morir con ella;
... y con ella, en lo eterno, renacer."

ES un poema publicado en el cuaderno 2 de Los cuadernos 1925 (Unidad), de J.R.J. Felicidad y alegría desde esta mañana, pues comencé a leer el cuaderno 1 junto a M.C. Ella parecía entregada a la la edición facsimilar y, de paso, me dejaba otra lección silenciosa. M.C. se ha vuelto absolutamente insobornable en las lecturas, pero J.R.J. siempre ha estado en sus predilecciones. Amor de amor.  
Con todo, leyendo aquí,  acullá, espigando en este poema suelto y en aquella prosa esplendorosa, la realidad comenzó a transformarse, a recogerse en la colección mental de bellezas que cada cual posee en la memoria viva. Las palabras de J.R.J. siempre han sido un impulso, una suerte de estación renovadora que me posiciona frente al mundo como ser entregado a la palabra. En los textos de J.R.J. parecen congraciarse la idea y la forma en hechuras tan perfectas y, al tiempo, tan sugerentes que avivan en el lector unas ansisas de Belleza, una sed de espacio, un hambre de cielo.

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HE QUERIDO estar en la azotea abierto al infinito. Allí, he pensado que la obra debería tener cauces distintos para un mismo fin. Diario, diario poético, cuadernos,...todas expresiones genéricas, que no muestran los aromas de un universo propio. Trópico,  Unidad. Armonía, sí, pero son términos demasiado anchurosos para estas mediocres palabras.  Pero, ¿en cuántas secciones, cuántas palabras o sintagmas pueden acoger las variantes? ¿Y no son, al fin, todas las líneas magma de la misma erupción? 
Quizás, sea mejor seguir escribiendo incesantemente y cuando la escritura brote, en silencio y en soledad, unida toda ella, bañada en la esencia primorosa de los aromas de estío, nominarla de azules y de bellezas, esto es, que sea ella la que escoja su nombre.

*** 
STEINER prosigue con su alabanza de Platón y eso me seduce aún más. No sé que lectura estarán realizando los que posteriormente utilizan a Steiner en reuniones y cenáculos como fuente de autoridad, pero, desde luego, esos mismos deberían ir con urgencia a Platón, pues allí entenderán la humilitas de Steiner que, casi siempre, se interpreta a la inversa. En sus palabras: "Me parece que no ha habido mayor `forjador de palabras´ que Platón".
En las páginas anteriores, los protagonistas habían sido Lucrecio, Leopardi, Dante. De Lucrecio a Empédocles, de Eliot a Heráclito, de Dante a Virgilio. Sobre todos, Platón. El filósofo interpretado como la manifestación de la tensión entre lo poético y lo dialéctico. Lucrecio demuestra que es él el vínculo entre la religión y la filosofía. En cualquier caso, Platón y Lucrecio, más otros poetas del pensamiento, en Zibadlone de Leopardi. Rilke en la colina del silencio.
Hay un tejido en que la palabra textea e intensifica los significados. Es una edificación cultural y un patrimonio cedido por un puñado de seres antiguos que prevalecen en la memoria de los hombres, en las palabras e ideas de los hombres. Es ahí el río de Heráclito, el don pervertido, la palabra luminiscente, la noche profunda, mar de mar, del fructífero verbo.  




jueves, 16 de agosto de 2012


TODO lector, en algún momento, se siente tentado a escribir. Comienza en los márgenes de los libros que admira. En esos huecos, que parecen estipulados para un diálogo en la intimidad, el lector principia su atrevimiento. Una palabra, un subrayado, unas afirmaciones que, de inmediato, dada su naturaleza verbal, detonan en el lector la escritura. Su aparición es difícil discernirla, ya que, al igual que la lectura, se adquiere gradualmente. No llegan la lectura y la escritura plenamente. Como la música, parece más bien un problema aritmético que se entrega finalmente a una extasía del espíritu.

A partir de ese instante, puede que el lector abandone para siempre su condición pasiva, su condición de interlocutor interno para comenzar un diálogo abierto, con el sonido quejumbroso de la escritura. En ese instante, su vida estará recorrida, de arriba abajo, por la sangre de la palabra: leer y escribir como procesos coronarios.

miércoles, 15 de agosto de 2012

EL de Steiner es un libro de prodigios, pues sus referencias se dirigen siempre a los presocráticos, a la lectura de los textos presocráticos sin interpretaciones ni filtros de épocas pasadas. Ante esos textos, Steiner nos devuelve las palabras y los conceptos en claro. Es constante, además, la imbricación entre el aparente raciocinio de los milesios con la razón de la poesía. Eso sobrecoge mi atención y la punza de lleno, como si hibera en estas páginas un código del que no hubiera interpretado rectamente sus dimensiones.  
Así, la lectura del libro vale por un tratado de poesía moderna. No en vano, son frecuentes las referencias, cómo no, al Renacimiento y al Romanticismo. Ante estas referencias me persigo, pues no he dejado de leer a Parménides y a Heráclito en toda la tarde como autores contemporáneos aún en el olvido para los poetas.

En alguna ocasión, en una que otra tertulia, han mencionado el pensamiento de los llamados "presocráticos" como un terreno conceptual ya superado. Con Gadamer, con Martíenz Marzoa, con Vernant y con el propio convencimiento personal siempre he pronunciado que el concepto de superación en el pensamiento filosófico es una rémora de la prosa que nos hace expresarnos en equívoco. Los conceptos abiertos a la trascendencia, las ideas rotundas y perpetuas, ejecutadas desde la metáfora y con el advenimiento de la fecundidad, permanecen inalterables en su esencia. Sus tranformaciones son las tranformaciones de la humanidad.

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¿SER alguien es replegarse al infinitivo primero. Con eso basta. Pero creo que en esa verbigracia del entendimiento, "alguien" sustitye a la humanidad. Quiero decir que cuando un poeta es "alguien" siempre lo es momentánemanete, lo es en la Humanidad. Deja de ser anécdota para participar de la categoría, para serlo todo: sin nombres, sin experiencias personales, tan solo entregando su voz a la corriente inmarcesible?

martes, 14 de agosto de 2012


STEINER habla de milagro para referirse a la proliferación del pensamiento y de la poesía griegos. En el nacimiento de esta época, la poesía ocupa un lugar preponderante, sobre todo, es trascendental la importancia que posee en los fragmentos de Parménides, ejemplo únicos de que el penamiento se declina por los derroteros de las razones luminosas. Esta indicación de Steiner me alegra sobremanera y se la comento a M.C.con entusiasmo mientras el umbral de E. nos acogia a los dos. Fue, cierto,  la creativida del pensamiento y de la poesía en la Grecia continental, Asia Menor y Sicilia tan insuperable que el resto parece, en palabras de Steiner, “notas a pie de página”. Por lo tanto, si las épocas posteriores fueron minucias, los tiempos actuales pertenece a un lapso, precindible, yermo, de la historia de la grandeza occidental. De nuevo los griegos vuelven a explicar alos hombres de hoy.  

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LA poesía como la convención más cercana a la música y más esencial. Estos asertos de Steiner que vinculan el nacimiento de la poesía consustancialmente con la música me reconfortan, pues encuentro en ellos un eco a mis pensamientos. Llega a firmar Steiner que “la prosa es totalmente permeable al desaliño y las corrupciones del mundo real”. Esto es así ya que “la poesía ejercita, nutre la memoria como no hace la prosa”.
La poesía es canto dador de un mundo que no razona como el mundo prosístico, un reino en que las conexiones que pueden establecerse pertenecen a gramáticas mayestáticas y de difícil raciocinio para el hombre. El propio Steiner sucumbe al fin y afirma “un buen poema comunica el postulado de un nuevo comienzo, la vita nuova de lo inaudito”. Al leer muchos de los fragmentos de La poesía del pensamiento no he podido dejar de pensar en María Zambrano y, de continuo, en la grandeza de su pensamiento, de sus libros siempre asediados, en este país, por infames turbas de mediocres y prosetas 
Entiendo que solo los que llegan a la tierra nutricia de la poesía podrán continuar con los frutos; solo los que hacen habitar sus días en ese centro establecido de música y poesía podrá, al menos, percibir el resplandor de una nueva forma de decir. Si la palabra es el elemento humano por antonomasia, la poesía eleva sus mecanismos hasta emparentarla con la música y la profundidad del pensamiento.

domingo, 12 de agosto de 2012

sábado, 11 de agosto de 2012

CUÁNTO gozo con las páginas de lectores verdaderos, como Manguel o Wiesenthal. Estos lectores nos hacen mejores lectores, más virtuosos al menos por unos momentos. Avanzo en El sueño del Rey Rojo de Alberto Manguel. Siento con él, enteramente, que "algo en el acto de la escritura, y luego otra vez en el acto de la lectura, roba, consagra y cambia el pensamiento literario esencial de escritor en escritor y de lector en lector, profundizando la experiencia de creación, renovando y redefiniendo nuestra experiencia del mundo".
A pesar de la continua metamorfosis en que suceden los lectores y los escritores, como si ellos fueran el haz y el envés de una misma página, afirma Manguel que "la literatura permanece inmutable, como las cansadas olas, mientras el mundo cambia a su alrededor" y esto sucede porque los implicados en la literatura, en el proceso de comunicación literaria, "existen como realidades conceptuales pero que no pueden definirse más precisamente".

En este trasiego, el lector advierte que Dante ocupa un lugar de privilegio en las lecturas de Manguel. Es el cedazo por elque todo lo interpreta. Lo antiguo y lo moderno, lo prospectivo y lo retrospectivo. Eso me alegra y me enseña, me reafirma, pues no pocas afirmaciones e interpretaciones del escritor coinciden con lo que interpretamos como lector. Hemos sido, si puede afirmarse, lectores coincidentes, hemos habitado en la tierra ficcional de una misma codificación, he sido tan Manguel como Manguel ha sido yo. Un yo con un tú irreconocbiles, pero coincidentes en el reino de la literatura. 

Las palabras y el mundo, en definitiva, son la materia central del libro. Pudiera haber sido otra la forma de escritura, otra la forma de relacionarlas, tantas como infinitos son los mensajes de una biblioteca. Así las lecturas, que recuerdan las cuatro categorías de Dante, a saber, literal, alegórica, analógica y anagógica. Sea cual sea las condiciones, el pacto de la lectura supone que "para poder entrar en una ficción y tomar parte de su realidad, `Yo´, en nuestra mente, tiene que volverse `Tú¨. Así, el lector es Manguel durante la lectura del libro, un lector ajeno de sí, pero que se completa con ello. Pues todo escritor a través de sus ficciones, como el Unicornio le dijo a Alicia, concuerda en que "si tú crees en mí, yo creeré en ti, ¿trato hecho?".




viernes, 10 de agosto de 2012

LA insistencia de Cervantes al final de El Quijote por contraponer la historia de su hidalgo a las de los libros de caballerías encierra un símbolo profundo, una intención ética y estética que el lector avisado deberá desentrañar en cuantas lecturas realice de la obra magna del autor de La Galatea.
Cervantes termina como empieza, hundiendo sus pretensiones en el problema constante de la literatura, esto es, o escribir vanas historias que no conducen más que a superficiales palabras o, al contrario,  a creaciones que hunden sus intenciones y significaciones en lo profundo. Los libros "falsos, mentirosos, dañadores" no lo son por la materia de que tratan, sino por las pretensiones últimas de sus autores, por la forma en que convocan el contenido de las mismas. 
El escritor imparte, con Platón, una justicia de lo bello cuando transforma una idea en palabra. Por tanto, la literatura es cuestión de justicias y bellezas que jamás debe someterse a la vanidad y al coro elogioso de la multitud. 

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CERVANTES nos habla de continuo en parábola y es esa una de sus mejores y más perennes lecciones. Nos habla en parábola, como el evangelio de San Mateos 13, en la "parábola del sembrador", pues la no-literatura es aquella que cae en pedregal, donde no tienen mucha tierra y, al poco de su brote, caen por débiles y desenraizadas. Los frutos provienen de las semillas que caen en tierra buena o, lo que es lo mismo, en el centro indudable. Posteriormente, recuerda el evangelista la profecía de Isaías que tan al caso viene a esto de la literatura:

oír, oiréis, pero no entenderéis,
mirar, miraréis, pero no veréis.

Esta evidencia, para unos, y confusión, para otros, resume la esencia de lo literario , acaso del entendimiento de toda verdad velada a los sentidos. El arte es un un reino misterioso, que pertenece a la profundidad del individuo que sabe despertar, en la tierra húmeda y en el eco de su cuerpo, las visiones de lo perenne. 

Mateos recuerda que los que sembraron entre abrojos quedarán sin frutos debido a las preocupaciones mundanas y a la seducción de las riquezas. Al contrario de los que lanzan su palabra en tierra buena y allí  escuchan en su interior los cantos de la tierra: será el que oiga y comprenda y dará frutos verdaderos.
Creo que J.R.J. quiso transmitirnos un fruto intertextual en "Octubre" recogiendo la idea vertebradora de la parábola. Y es por ello por lo que el sujeto poético del poema desea verter su corazón (pleno de su sentir alto y profundo, no lo olvidemos) para conseguir el fructífero y bello árbol puro del amor eterno.     
     

INMERSO en la noche, me acompaña la luz de Recuerdos, sueños, pensamientos, de C.G. Jung. Estoy de nuevo en Ravenna y en Roma con él, junto al baptisterio, rodeado de visiones y de sueños.

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HAY quien escribe un poema como quien hace un gazpacho. Lo mezcla todo y se lo toma en frío. Incluso lo muestran en público y alardean del logro.


miércoles, 8 de agosto de 2012

A VECES, se encuentra uno con ciertas afirmaciones de poetas que vienen a confirmar la importancia de sus juicios en las lecturas personales. Es el caso del siguiente poeta que, como era habitual en él, no dejaba ocasión para dejar a la luz pública su inquina y sus apreciaciones motivadas por la envidia, porque esa es la información implícita que extraígo de estos asertos sobre maestros de la poesía castellana. Por estos motivos, debe aprender uno de lo bueno y de lo malo, de lo virtuoso y de lo efímero. Hay que poner cuidado cuando uno se pronuncia bien desde el ego o bien desde el centro de la poesía. No cabe la falacia ni el despropósito en el centro indudable; sí, toda la vanidad en las desviaciones a que todo poeta estará sometido desde el ego. 

Este poeta, -que nos ha legado un puñado de poemas soberbios-, escribió sobre Antonio Machado lo siguiente: "No es seguro que el prestigio grande de que hoy goza la obra de Machado resista intacto el paso del tiempo";  y, sobre Juan Ramón Jiménez:  "Jiménez rara vez ha mostrado curiosidad intelectual por sorprender lo que haya bajo la apariencia. [...]. Es quizás el único escritor español de su tiempo para quien intelecto, pensamiento, razón, fueron nombres y nada más, ha vivido como si la inteligencia, [...], no fuera cualidad humana.[...]. A partir del Diario de un poeta recién casado va a usar del verso libre; un verso libre balbuceante. La última perla: " [...], entre 1917 y 1930, ejerce este poeta una verdadera dictadura en el reducido ambiente literario español". Todas las citas traídas al diario pertenecen a Luis Cernuda en Estudios sobre poesía española contemporánea, Madrid, Guadarrama, 1975. Y las dejo aquí, como aviso para navegantes, para mi propia navegación, sobre todo para esos momentos en que, encrespado en un falso juicio, tenga que detenerme en mis apreciaciones.      


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HOY me siento Alicia. Una voz se cuela por la ventana. Es la consciencia azuzando la memoria, cincelando con los diálogos platónicos la preponderancia de la memoria sobre la palabra escrita, la palabra volátil, la que no se hace intravenosa. Entonces, esa voz se convierte en una oruga, la misma oruga que conversa con Alicia, en el país de las maravillas:

"-¿QUIÉN eres tú?- preguntó la Oruga.
[...]
- Pues, verá usted, señor..., yo..., yo no estoy muy segura de quién soy, ahora, en este momento; pero al menos sí sé quién era cuando me levanté esta mañana; lo que pasa es que me parece que he sufrido varios cambios desde entonces.
- ¿Qué es lo que quieres decir?- dijo la Oruga con severidad-. ¡Explícate!
-Mucho me temo, señor, que no sepa explicarme a mí misma - respondió Alicia- pues no soy lo que era, ¿ve, usted?".

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QUISIERA que este diario terminara siendo un tablero de citas entre las que resuene mi voz propia, pues el arte es un sistema de vínculos que conduce a una comprensión total del lenguaje artístico.
Un yo siendo otro, la voz propia siendo la ajena. Unidad es el término que aglutina la armonía completada de proporciones inferiores. La Unidad es la confabulación natural del arte, el brote límpido y verdadero de la palabra poética sin fruslerías, sin concesiones.  Con Platón: " El vínculo más bello es aquel que puede lograr que él mismo y los elementos por én vinculados alcancen el mayor grado posible de unidad. La proporción es la que por naturaleza realizar esto de la manera más perfecta".  

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LEO, tomado por la admiración, Recuerdos, sueños, pensamiento, de C.G. Jung. Los tres primeros párrafos del Prólogo los he releído y subrayado en varias ocasiones. En esas líneas hay un mensaje encerrado, una intriga, quizás la significación profunda de lo que está por venir en el relato de su vida.

LAS páginas de Manguel encierran una veneración a Borges, pero no una sucesión de elogios y de adjetivos que ensalza cualquiera de las virtudes del escritor argentino. Su admiración es una enseñanza y un aprendizaje verdaderos, que acompaña al lector por los aspectos más íntimos y personales del escritor argentino. Está escrito todo de forma tan distinta a los que ensalzan sin remiendos, de los que, por el hecho de ensalzar, terminan por insultar al escritor. Le pasa a Chesterton, -un admirado por Borges-, pero todavía no he leído ni una sola página que, comparada con las de Manguel, muestren palabras sinceras. Manguel lo hace a sabiendas de su capacidad, desde la consciencia del individuo del que habla. Sus elogios muestran su estrechura y dimensión personales frente a la obra de un maestro. Todo lo contrario a los aduladores, que muestran sus egos y vanaglorias antepuestos a la obra del gran Chesterton.

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EN la mesa, los libros de Steiner, de Manguel, de Dante, de Leopardi, de Cervantes y de Zweig. Una cordillera de lomos, colores y letras. Un mundo subterráneo de sinfónicas conjeturas que jamás visulumbraré.

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HOY, al colocar a E. frente al espejo, ha reaccionado de forma barroca. Ha reído a carcajadas y después, al cabo de unos segundos, lloró desconsoladamente mientras baluceaba sonidos guturales. Después, cuando se hubo olvidado del suceso, volví a mostrarle su rostro. Entonces E. esbozó una sonrisa de gioconda, quizás recordando el suceso anterior y queriendo ser, ya con el tiempo, más estoica que otra cosa.   

martes, 7 de agosto de 2012

BORGES, para narrar "el inefable centro" de su relato, hizo (con consciencia o no de ello) una expansión del episodio de Don Quijote en la Cueva de Montesinos. El personaje, toda vez que va a narrar el suceso, esto es, que va a narrar qué vio cuando vio el Aleph, dice: "Cerré los ojos, los abrí. Entonces vi el Aleph". In ictu oculi, sin cadencias intermedias, del sueño a la realidad, de la luz a la noche cuando los sentidos son superados por el misterio. Diría, incluso, que Borges resume con excelencia la obra de Dante en esos enunciados, pues todo lector de la Commedia termina con los ojos turbados, confusos, restallantes de belleza y reminiscencias. Todo esto no es más que una confirmación, la Literatura es una y es multiforme.

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ESCRIBE J.S.M. al final de Teoría de las inclinaciones: "va llegando un matiz por la ventana". Eso mismo he dicho esta mañana en Cádiz, cuando E. estaba tomando del pecho de la madre sentada en la Plaza de Mina justo debajo de la casa en que nació Manuel de Falla. Me alejé de la escena con la cámara de fotos y realicé una foto de la estampa. Me gustaría que E., pasados los años, advirtiera un matiz en el aire atlántico de las ventanas abiertas al sur.

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CON Leopardi en el entrañable poema titulado Il passero solitario:
"che di quest´anni miei? che di me stesso?

domingo, 5 de agosto de 2012

HACE un lustro, comencé a escribir un diario o un cuaderno de anotaciones sin tener consciencia de qué motivo me había llevado a ese ejercicio de la escritura reservado a unos pocos autores admirados y que tan alejado tenía para mí. Todavía sigo en esa inconsciencia que me llevó a escribir, pero, con el paso del tiempo, siento cada vez más pudor ante la acción de la que siempre renegué. Yo no quise escribir nunca, porque hacerlo era invadir el espacio de los autores que admiraba y era querer alzar el ego por encima de la  comprensión.  
Así es después de tanto. Me considero, por encima de todo, un lector, y así he querido escribir, -con todas las torpezas asumidas-, como un lector que, empujado por causas literarias, dejaba constancia de sus impresiones. El diario lo titulé Trópico de la mancha, pues el territorio de la mancha que había construido Cervantes es, precisamente, el de un lector que lleva a su vida los libros que ha leído hasta hacerse, él mismo, una ficción más. Era el cruce de la literatura y de la vida que aún permanece en compenetración imperturbable, es el resultado de vivir literariamente. 
Un arte de la vida que conlleva una metamorfosis de la que, si es verdadera, no puedes revocar su naturaleza. Me siento como un extraño en una tierra ajena, como si estuviera atravesando un espejo o un país en que las realidades carecen de nombre; en que eso no es más que eso, en que las realidades quedan siempre cuestionadas por sus propias palabras. Cargado de reminiscencias, trato de encontrar el concierto de ese mundo en formación del que jamás tendré una idea figurada. El diario quiere ser páginas de esa búsqueda.  

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LLEVO dos días leyendo sin cesura El sueño del Rey Rojo. Lecturas y relecturas sobre las palabras y el mundo, de mi admirado Alberto Manguel. Estos son los libros que considero puros y limpios de la miseria actual en que ha caído el mercado literario. Libros como este privilegian la naturaleza del lector y pone en advertencia que la categoría de lector debe ser tan poliédrica como la de escritor, tan múltiple, como las ficciones mismas, tan difícil y virtuosa como otra creación más.   

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EL colmo del prodigio es La poesía del pensamiento, de George Steiner. Tengo los márgenes de las páginas repletas de ideas, anotaciones, respuestas, títulos o conclusiones personales. es un diálogo la propuesta del libro. Es un libro de una trascendencia para mí, en estos momentos, crucial, pues en pocas ocasiones puede uno leer en claro lo que leva en sus adentros. Leer este libro es leer la propia consciencia.  

  


sábado, 4 de agosto de 2012

jueves, 2 de agosto de 2012

SOMOS una miniatura histórica y la poesía es una manifestación antropométrica de la palabra.

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COMO Don Quijote retirado en la arcadia ficticia, Lev Toltói en la huida a la naturaleza. ¿No son trayectos de la humanidad?

miércoles, 1 de agosto de 2012

LE he hablado de los ecos del laberinto, de sus centros y ensombrecidos huecos, también del laberinto de la isla. Por eso, al leer este poema de Goethe, incluido en un epígrafe de Stefan Zweig en El mundo de ayer, lo he declamado vivamente, para que el eco de sus sílabas impregnen el centro: 

Educados en el silencio, la tranquilidad y la austeridad,
de repente se nos arroja al mundo;
cien mil olas nos envuelven,
todo nos seduce, muchas cosas nos atraen,
otras muchas nos enojan, y de hora en hora
titubea un ligero sentimiento de inquietud;
sentimos y lo que sentimos,
lo enjuaga la abigarrada confusión del mundo.


PASEAMOS con E. frente al Guadalquivir, en la desembocadura, y el río es otro. Como decía Shakespeare, acojamos el tiempo tal y como él nos quiere.  Así también las estampas de la vida con las que uno arroja iluminaciones allí donde creía todo desgastado y en pesadumbre. Recuerdo el episodio de don Quijote en que entra con ojos vendados en la Cueva de la que sale estupefacto tan solo por los efectos del sueño. Así estos paseos, pero con los ojos abiertos de amor, abiertos de un golpe de la vida que todavía rezuma, en lo profundo, un desequilibrio maravilloso nunca vivido.

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DON Quijote decide, en los últimos trancos de su aventura, ya vencido, desvaído de puro cansancio, entregarse a la naturaleza. Es esta otra lección de Cervantes: la vuelta al origen, la vuelta al lugar del que jamás debimos apartarnos. Para ello, decide el personaje, con el embelesamiento cervantino, comenzar a nombrar ese mundo nonato para él. Es así como vendrá a llamarse, según sus deseos, "el pastor Quijótiz" y Sancho, "el pastor Pancino". Es cierto que en Cien años de soledad, de G.G.M., se relata un suceso memorable en que los habitantes de Macondo comienzan a señalar con el dedo y a colocar recordatorios con el nombre de los objetos; pero, después de releer el pasaje de Cervantes, tan mágico, ("el pastor Sansonino", "el pastor Carrascón", "Niculoso", "el pastor Curiambro", etc.) se quedan tantas obras minúsculas, disminuidas en sus efectos, tan a sus pies. Es el fulgor que renueva, el de lo clásicos de la literatura, el de la Literatura que siempre fue y que nunca leemos siendo el mismo, pues nos transforma. 
La literatura es como el tiempo referido por Shapeskeare, nos acoge; somos nosotros lo que la exploramos y vamos tomando su pulso, explorando, como del sueño, vendados los ojos, su aritmética. La literatura es una y es siempre, eso es indudable.   

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AQUÍ, en el centro del laberinto, escuchando los ecos del poeta de Tracia.