martes, 31 de julio de 2012

LOS libros, en verano, descansan con un fervor desconocido. Pienso que todos se sienten, por momentos, diseños exclusivos, que todos quieren ser ese volumen privilegiado que estará entre las manos durante unos días o semanas y que tendrán, ellos mismos, sus días de oxigenación, asueto y liberación de las apreturas de las baldas. Creo que, en verano, todos se sienten los escogidos, los que serán seleccionados para su introspección y para abrirse, una a una, con sus arterias y venas a la luz perpendicular del Sur.  
Pero también conocen ya los gustos y preferencias del hombre que los coloca y de la mujer que los acaricia con compasión. Saben que, desde hace un tiempo, siempre son los mismos los que salen del orden figurado de las estanterías para colocarse encima de la mesa a la espera de poder ofrecer su concierto de celulosa (porque los libros encierran una música en el peso de sus páginas).
Así, en ocasiones, agarro este o aquel libro, los que están en las baldas más altas y los que se esconden detrás de los que aprietan el sitio. Es un acto de compasión.  Los rescato porque me identifico con ellos, con esos libros silenciosos, desgajados, humildemente sometidos a la masa que los estruja y atosiga. En nada, sin embargo, influye esa circunstancia, pues ellos siempre se muestran límpidos, dispuestos, en el centro de sus lomos. 

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CUANDO sacan de la Cueva de Montesinos a Don Quijote, Cervantes procura dejar bien claro que el personaje sale de la ella con los ojos cerrados ("vieron que traía cerrados los ojos") para intensificar el sentido último del suceso. Estos dos capítulos, el XXII y el XXIII, respectivamente, son dos de los episodios más emocionantes de la literatura universal, pues, encierran una teoría del conocimiento que conecta con una teoría de la ficción. 
Tienden a Don Quijote en el suelo y comienzan a intentar despabilarlo, a darle bofetones hasta que vuelve en sí. En ese momento, Don Quijote expresa lo siguiente: " [...]me habéis quitado de las más sabrosa y agradable vida y vista que ningún humano ha visto ni pasado. En efecto, ahora acabo de conocer que todos los contentos de esta vida pasan como sombra y sueño o se marchitan como la flor del campo". El capítulo XXIII es una metalepsis dentro de otra metalepsis -(pues, en el capítulo XXIV, Donde se cuentan mil zarandajas tan impertinentes como necesarias al verdadero entendimiento de esta grande historia, comienza Cervantes: "dice el que tradujo esta grande historia del original de la que escribió su primer autor Cide Hamete Benengeli [...])-, pero, sobre todo, es una vivificación de la literatura, un ejemplo supremo de la gramática de la ficción y una explicación diáfana de cómo se origina la literatura: "el tacto, el sentimiento, los discursos concertados que entre mí hacia, me certificaron que yo era allí entonces en que soy aquí ahora". Cervantes, con su personaje, nos hace descender a nosotros, a través de todas las elipsis, al origen de lo literario. Llegamos a soñar como su personaje, llegamos a soñar con él y como él: somos ficciones mismas en el momento de la lectura. 

  


 

domingo, 29 de julio de 2012

DICE A.C. que J.R.J. es uno de los poetas que mejor ha aguantado el paso de los años. Podríamos decir que los años, en la poesía verdadera, no tienen cabida, pues el orden de la poesía supera el pensamiento articulado y las tabulaciones generacionales. Es tiempo eterno, permamente, por eso habla a todos los hombres; es tiempo diáfano, el que no incluye los humos, ni las vanidades. El resto del aparato crítico, tomado por mercaderes y saqueadores, lo negará siempre o, si lo admiten en sus preferencias, será para decir cuánto deben sus libros al poeta. Este viaje, del ego a las influencias, es un indicio claro del reino ególtara de los poetas. ¿Cuántas veces no hemos escuchado en boca de los pseudopoetas, "este libro le debe mucho a Machado y este otro a Lorca", cuando, en los versos, lo que suena es una música de organillo viejo, de aguachirle, de sonsonete avejentado? ¡Qué triste y mísera, ay, la vida del humo! 

sábado, 28 de julio de 2012

LA vanidad y la egolatría van en contra de una obra artística de pureza, pues sus límites serán paupérrimos, sus pretensiones, ínfimos aleteos. Tenemos que alejarnos de los ególatras y de los soberbios. La poesía es donación del espíritu a lo ajeno para poder ser en plenitud la pluralidad de la naturaleza.

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HOY pienso en el caos armónico. 

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LA naturaleza es pluralidad, nunca es unívoca manera de entender el mundo. Son conjunciones de la materia, incluso de los organismos más dispares.  Asimismo la poesía; no dejar de ser nunca en donde nunca somos. 

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LA única certeza de la poesía son las sombras del centro indudable; los ecos que persiguen los vaticinios; la soledad nutricia del silencio y el concierto absoluto de la tierra en nosotros. Es caos y orden al mismo tiempo. Cuando queremos ordenar el mundo para vivir la poesía, entendemos el caos necesario, un nuevo caos desde hoy: el caos armónico. ¿No es esa la naturaleza del silencio y de la soledad? 

jueves, 26 de julio de 2012

EN un verso de El cristo de Velázquez, escribe Unamuno lo siguiente:

carne que se hace idea ante los ojos

Anoto en los márgenes del volumen, algunas reflexiones que sacuden mi pensamiento. La síntesis que presenta de la dualidad del hombre es válida para cualquier otra disciplina, por ejemplo, el arte mismo. ¿Qué es si no un poema encarnadura de una idea, vivificación de la idea ?
Esto mismo, me hace releer otros poemas del autor en que profundiza en las relaciones hermosas pero inquitentaes entre la palabra y la idea. Recuerdo los versos de Credo poético que de suyo despliegan una poética que despierta mi interés :

Piensa el sentimiento, siente el pensamiento

Y la naturalidad en el decir de la poesía, ese magma perpetuo en las grandes voces líricas, la naturalidad entendida como la propia naturaleza de la voz singular:

No te cuides en exceso del ropaje,
de escultor y no de sastre es tu tarea,
no te olvides de que nunca más hermosa
que desnuda está la idea

Como las esculturas inconclusas de Miguel Ángel en que se advierte una visión y una sugerencia, así la palabra poética. Paradójica, acaso, la tarea del poeta es la de conciliar los contrarios, la de hacer que los objetos promulguen sus categorías, en transformar las ideas en realidades advertidas. El poeta como anillo becqueriano:

no el que forma da a la idea es el poeta,
sino que es el que alma encuentra tras la carne,
tras la forma encuentra idea

La belleza de la creación lírica como el encuentro abisal entre la idea y su forma, la armonía de un canto escindido por el alma del poeta en el concierto armónico que las envuelve:

el lenguaje es ante todo pensamiento
y es pensada su belleza


Todo es nibela y tanteo, búsqueda de razones luminiscentes en la oscuridad blanca de la consciencia. Pero siempre con una verdad viva en la boca, siempre con la verdad y la poesía conjugadas en la tierra húmeda de la noche:

sujetemos en verdades del espíritu
las entrañas de las formas pasajeras
que la Idea reine en todo soberana
esculpamos, pues, la niebla
VA siendo este verano extraño, pues parece que la vida ha tomado otra dimensión, más pausada, más contemplativa, a pesar de que trabajo desde la mañana hasta la madrugada. E. ha traído la contemplación y eso es una lección de la vida, pues nada más difícil que impregnar los días con la delicada cadencia de la lentitud. El mortal, cuando tiene consciencia de ello, aspira a sentarse con Sócrates en el lecho final y a dialogar consigo mismo, con sus faltas y desvelos. 
Puede, eso mismo, realizarse en vida si nos sabemos parte de una armonía infinita, de la que no tenemos más conocimiento que el de la intuición. Puede advertirse la luz en un paseo por una ciudad, una luz que ya permanecerá perenne dentro de nosotros mismos; o puede que consignemos la levedad y el peso de la noche en el canto rítmico de la tarde en su caída hacia el mar. Así,  la vida desgajada en ese flanco vital, que parece contenerlo todo, incluso el otro flanco que nos parece ajeno. 
La grisura de la mañana parece un tamiz de todas estas palabras avenidas de lo incierto. ¿No es eso acaso la poesía? Una incertidumbre que, a pesar de nuestra inconsciencia, cuando la vivimos, se hace claridad, centro indudable.    
WIE das im Herbst gefallene Licht,
die Zeit gewährt diese Kadenz
die wir altern nennen und die Glieder in Uralt
verwandelt.
Hier meine sezierten Wörter,
die weichen grünenden Äste,
die den spiegelnden Gesang ernähren
des als Säugling erwachenden Morgen.
Meine Augen, was werden sie sehen,
sind sie Zeugen, etwa, des Lebens;
was gehört zu diesem fliehenden Bewusstsein
das ungeduldig zittert,
ein Wort, ein Blick,
der Geschmack eines Körpers in der Nacht?
Nur der der an nichts gebunden ist,
zu nichts schuldet er Verbeugung.
Der Tod ist ein vergessen des Lebens.

[Como la luz caída del otoño,
el tiempo otorga esa cadencia
que llamamos vejez y que torna los miembros
antiguos.
He aquí disecadas mis palabras,
las tiernas ramas verdeantes,
las que nutren de infante amanecida
el canto especualr de la mañana.
¿Mis ojos, qué verán,
son testigos, acaso, de la vida;
qué pertenecerá a esta consciencia fugitiva
que tremula impaciente,
un verbo, una mirada,
el sabor de un cuerpo en la noche?

Sólo aquel que no está ligado a nada,
a nada debe reverencia.
La muerte es un olvido de la vida].

El huerto deseado, La Isla de Siltolá, 2010. Traducción de mi admirado y querido Juan Millán. 

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 HAY que imitar a los clásicos. Escribirlos, reivirlos. Como afirma Leopardi, en Zibaldone: "La facoltá imitativa è una delle principali parti dell´ingegno umano, e una facilità di assuefarsi".


miércoles, 25 de julio de 2012

CONMOCIÓN con Antonio Machado:


El alma del poeta

se orienta hacia el misterio.

Solo el poeta puede

mirar lo que está lejos

dentro del alma […].

lunes, 23 de julio de 2012

CORRECCIÓN de textos y demasiada insatisfacción. Leo, entre pausas, algunos poemas de Medrano y Juan de Arguijo. Cuando acabo con ellos, me enfrento a Leopardi. Cuando dialogo con Leopardi, el mundo parece en suspensión.

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Cuando M.C. está amamantando a E. y las observo tan cadenciosamente, les leo, casi en susurro, el siguiente pasaje del Canto XIII, de la Commedia de Dante. Estas líneas me confirman, en parangón con las enseñanzas del italiano, lo que viene enseñándome E. cada día, cuando la observo a ella indagando en los objetos, tratando de aprehender el mundo tan confusa como lo estoy yo.   

"Omai sará più corta mia favella,
pur a quel ch´io ricordo, che d´un fante
che bagni ancor la lingua a la mammella"

Mis palabras serán, en adelante, más insuficientes para decir lo que recuerdo que las de un niño que bañe todavía la lengua en la leche de la madre.

sábado, 21 de julio de 2012

ERAN las cinco de la madrugada. Me desperté asfixiado. Me levanté de la cama con suma delicadeza, pues no quería despertar a M.C. ni a E. Mi respiración entrecortada y cargada de silbos y ecos acompañaba en la calorina de la noche. Entonces, decidí que era un buen momento para trabajar, mientras exploraba los rincones de la noche, en el poema que tiene a Pompeya como elemento axial.

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FRENTE  a la poesía, el poeta podría decir: soy el extraño que habla tu lengua.

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NADA se quiebra donde nace la palabra poética.

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"NATURALEZA es sólo un alfabeto de la lengua poética. Pero, ¿hay otro mejor? Lo natural suele ser en poesía lo bien dicho, y en general, la solución más elegante del problema de la expresión. Quod elixum est ne assato, dice un proverbio pitagórico; y alguien, con más ambiciosa exactitud, dijo algún día: No le toques ya más
que así es la rosa".
Esto escribe Machado, en Juan de Mairena, sobre el encanto inefable, sustancial de la poesía, en un pasaje que defiende la naturalidad en la poesía. Cuánta gracia machadiana en esto, como en todo, pues, unos pasajes antes, también podemos leer unas enigmáticas líneas que dictan así: "El marxismo, señore, es una interprtación judaica de la Historia. El marxismo, sin embargo, ahorcará a los banqueros y perseguirá a los judíos. ¿Para despistar?"

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M. Zambrano y Antonio Machado me han llevado estos días a algunas páginas de Ortega y Gasset, concretamente a la distinción entre las ideas y las creencias. Estas indagaciones estaban recogidas en el primer capítulo de una obra inconclusa titulada, nada más y nada menos, que Aurora de la razón histórica, aunque luego terminó por principiar el libro, publicado en 1940, Ideas y creencias.  En ese capítulo, Ortega dirime entre las ideas y las creencias y así lo recoge Machado en boca de Juan de Mairena. Son ideas que pueden instalarse perfectamente para comprender, desde una perspectiva diferente, lo poético: "[...] decimos tenemos estas o las otras ideas; pero nuestras creencias, más que tenerlas, las somos. Las ideas se tienen; en la creencias se está". Entiendo lo poético exactamente tal y como Ortega define el estado de ser en la creencia. La poesía es vivida, somos en ella, no es algo ajeno a la propia vida.  Qué gracia y virtud la de Machado, en esto como en todo.

ESTA tarde, paseaba por el centro de Sanlúcar de Barrameda. Me llamó la atención que el nombre de Antonio Machado apareciera destacado en uno de esos carteles que invaden las ciudades costeras solo en verano. Al leerlo era una convocatoria de un homenaje por los cien años del regreso de Machado a Andalucía. Lo organizaba un partido político que entronca justo con los que olvidaron al poeta cuando este escribía ya desde Colliure. Era más de una docena de actuantes los que iban a pregonar este evento. Entre ellos el prócer de la poesía política que tanto gusta de estos panfletos y del sur gaditano en estos meses. ¿Qué miseria ha legado a la poesía; cómo debe reaccionar uno ante estos despropósitos?
La poesía es todo lo contrario a un panfleto político, a una postura religiosa radical a todo lo que no pertenezca al reino de lo poético sin más. Ocurre lo mismo con las reseñas por encargo, con las benevolentes palabras sobre poetas o amigos de poetas. Repudio esa actitud para la poesía. Vade retro.  

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CUALQUIER página de Alejo Carpentier tiene mas literatura que la mayoría de novelistas que escriben en español actualmente.

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HAY novelistas que intentan llegar a la poesía y no lo consiguen; entonces tratan de hacer en la poesía lo mismo que en las novelas.           

viernes, 20 de julio de 2012

E. observaba cómo la pantalla del ordenador iba minándose de hormiguitas negras en hileras que aparecían al mismo tiempo que unos dedos las impulsaban y un sonido mecánico acompañaba la escena. Ella no dejaba de mantener su cabeza fija; yo, corregía y reescribía unas páginas. Hemos estado los dos un buen rato escribiendo; ella, ajena a lo que las palabras significan; yo, más ajeno aún, pues tan difícil es comprenderse a uno mismo y a la poesía que me siento como E.: observador silenciosos de un espectáculo en blanco, invadido de signos negros, en hileras.

jueves, 19 de julio de 2012

LOS paladines de la poesía son siempre falsos, pues no existen paladines para la poesía.
Los incondicionales de los paladines, sea cual sea su defensa del hecho literario, permanecerán siempre en la sombra, pues serán devorados como hijos de Neptuno. Solo es posible lo que Rilke, soledad; solo, lo que san Juan, silencio. Toda obra deberá dirigirse hacia la naturaleza de las cosas, hacia la consolación del mundo con la claridad prematura del misterio y de la maravilla.

miércoles, 18 de julio de 2012

TODA lectura fértil es un diálogo pleno que se produce en un silencio luminoso. Indagación, duda perpetua.  Toda lectura es una remembranza de la esencia que habita en la palabra. Un acto de la memoria en el hombre a través de la palabra que conduce al conocimiento. Platón: "tiene opiniones verdaderas, que despertándose con las preguntas se convierten en saberes". 
"En arte, lo subjetivo y lo objetivo se entrelazan hasta el punto de no ser posible distinguir uno de otro. Lo subjetivo surge de lo objetivo, adquiere su carácter y viceversa. Lo subjetivo se formaliza en objetividad y vuelve a adquirir espontaneidad, "dinamismo", como decimos, por obra del genio". Estas líneas pertenecen a uno de los pasajes mágicos y prodigiosos de un libro predilecto, Doktor Faustus, de Thoman Mann; y ejecuta, con tanta precisión y belleza, lo que trataba de escribir esta noche, que he querido dejar el discurso, en limpio, para tan solo concertar con él, que es templarse con el arte y el mundo.

martes, 17 de julio de 2012

LEO unos versos de Pedro de Espinosa y otros tantos de Francisco de Rioja, sobre todo esa silva prodigiosa de rosas y de edades. Hay en esos versos una inclinación ética ante lo poético que me atrae y quiero escribir esta placidez y esta claridad, la natural dicción de la palabra poética que tanto anhelo.

LEO algunos pasajes de Sobre la música, de T. Adorno, y compruebo que tenía subrayado esas líneas en que Adorno considera la música de Mozart y de Beethoven como la música de la plenitud de lo humano. Toda la tarde meditando los estudios de Adorno, la "nueva música", el quiebro del espíritu europeo que, bien pensado, Zweig nos ha dejado en sus libros y Mauricio Wiesenthal nos recuerda con la voz de las golondrinas.  

LEO otros pasajes de Boecio, Sobre el fundamento de la música. Es un libro centrado en el hombre, en la diposición aritmética del espíritu del hombre. Después, vuelvo, otra vez, a La consolación de la filsofía: "Todo el género humano surge de un mismo orgien".

domingo, 15 de julio de 2012

AYER, con I., volvimos a tratar el asunto de la literatura. Los dos tenemos asumidos que la ausencia de un manejo consciente y estético, por parte de los autores, de la materia orgánica de los textos, esto es, la lengua, es una de las pobrezas que minan la literatura actual. Más allá de que seamos filólogos, de que tengamos por presupuesto, notamos una dejadez y una despreocupación por parte de los escritores. Entender la lengua como una mera y frugal circunstancia de la creación literaria es un índice claro de la paupérrima concepción de la literatura de estos días.


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PARECIERA que Leopardi había leído algunos fragmentos del Tractatus, de Wittgenstein que afirma: “Nuestra vida es tan infinita como ilimitado es nuestro campo visual”.


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LOS poetas que reniegan de la eternidad, de la búsqueda de la infinita presencia de la consciencia poética; los que reniegan de la presencia de palabras como belleza, armonía, soledad, infinito, aurora o claridad en la poesía, deberían volver a resemantizar qué entienden ellos por eternidad y por espíritu, pues, de tan entendidos y de tan eruditos conocimientos, han llegado a la mentalidad decimonónica de los escritores. Solo hay que leer a  Wittgenstein para, al menos, plantear de qué hablamos cuando hablamos de eternidad y para caer en la cuenta de que es uno de los asuntos capitales y de las dificultades entre el poeta, lo poético y la palabra. Dice el filósofo en el Tractatus: “Si por eternidad se entiende, no una duración temporal infinita, sino una intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente”.    



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ETNESERPRESENTE:  



AZELLEBELLEZA,

DADINRETERNIDAD,

OTINIFNINFINITO…



¿grafías de la consciencia o formas de expresar lo inefable como un todo, continuo?
ESTE verano me acompaña, a cada paso, en los instantes en que puedo gozar un rato de asueto, Juan de Mairena, de Antonio Machado. Ha sido y es un libro fundamental que, desde hace unos meses, y como todos los libros luminosos, ha vuelto de nuevo a convertirse en referencia continua. Lee uno en esas páginas a un filósofo y a un poeta, por momentos a un pensador y siempre a un escritor de palabra diáfana y profunda. Templada, con el sosiego de sus creaciones, la palabra de este libro es, como afirma María Zambrano, una estación azul de la humanidad.
Hoy, por ejemplo, termino por subrayar un pasaje que no dejo de leer, pues es tan lúcido y tan actual, tan intrincado y simbólico:"En verdad, lo poético es ver, y como toda visión requiere distancia, solo hemos de perdonar al poeta atento a lo que viene y a lo que se va, que no vea casi nunca lo que pasa, las imágenes que le azotan los ojos y que nosotros quisiéramos coger con las manos. 
Es el viento en los ojos de Homero, la mar multisonora en sus oídos, lo que nosotros llamamos actualidad". 
Algunos pseudopoetas jamás sentirán el viento, ni la mar multisonora de la realidad; no escucharán dentro de sí la voz de Homero, ni de Dante,  ni podrán extraer de ellas la simiente enterrada, la fértil y velada realidad a los ojos.  

viernes, 13 de julio de 2012

ESCRIBO en la madrugada y trato de hacerlo con la consciencia preñada de destellos en la noche. Reviso algunos textos y dejo la mayoría olvidados, por fraudulentos. En este espacio una música veladamente sinfónica recorre sus ángulos. A ella entrego la voz silenciosa, a ella dedico las estaciones y las azucenas.

jueves, 12 de julio de 2012

ME han traído, como obsequio,  un cuaderno comprado en Londres. Hoy he comenzado a escribir en él mientras E. observaba lo que hacía. Ante su extrañeza, la mía fue en aumento, casi me inundó una sensación de vacío y de absurdo incontrolable. Al cabo de unos minutos, y después de pergeñar algunos versículos, volví de nuevo a cerrar el cuaderno y a pensar en la mirada de E. sobre mis manos. Quise imitarla y buscar el origen o la causa de esa acción y en ello, durante horas, agarrado a ella, me he buscado a mí mismo en la memoria y he intentado explicarme qué anima a que uno termine viviendo en las palabras. E. no cesa de dejarme lecciones, cada día su pasmo ante al mundo va siendo el mío. Con qué claridad se contempla todo desde esta noche luminosa. 

miércoles, 11 de julio de 2012

ESTA tarde, en Estella del Marqués, después de hablar durante algo más de una hora sobre libros y, en definitiva, sobre literatura, una señorita, sentada entre el público, me preguntó si no iba a leer algo mío, pues no paraba de hablar de Cervantes, de san Juan de la Cruz, de Rilke, de J.R.J. o de Platón. Añadió que todos los que habían ido anteriormente lo que habían hecho fue leer sus poemas o fragmentos de sus obras. Ante las palabras de la joven, que las decía asombrada, sorprendida por los hechos, no pude más que espetar: "Señorita, acaba usted de darme una alegría. Toda la tarde he sido yo, pues no he hablado de mí en un punto".

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ESTABA en el centro J. rodeado de rabilargos, a la sombra de un acebuche, tumbado, con el sombrero tapándole el rostro y las manos apoyadas en la cabeza. Respiraba y su cuerpo era una sombra; estaba recitando los versos de la noche.


lunes, 9 de julio de 2012

HABRÁ una entrega y unos dones, una encrucijada confusa y permanente, el reproche de los malandados, el viraje de los que tenían virtudes; habrá voces, voces ajenas y encadenadas, engañosas sombras; mas una luz profunda, dentro de ti, una música de silencios armónicos, de respiración y lucidez que no verá nadie, que no escuchará nadie más que tu hondo ser. Diluirte en ella, ser ella mediante la palabra luminosa será tu acción en el mundo.
LA creación es un acto de reflexión, más aún, un pensamiento luminoso. Pensar y crear tañidos por la armonía de la palabra y respirada por el que la lee.


sábado, 7 de julio de 2012

SEGUIMOS cerca de la humedad y del pasmo que otorga la marisma. Una luz tamizada penetra entre las hojas venteadas de las plataneras. Acabamos de dialogar sobre varios asuntos cotidianos, pues con M.C., encuentro siempre esas pisadas concretas sobre la tierra que tanto bien me hacen. Podría decir, -y dejar aquí escrito-, que ella ha servido para que mis ojos encuentren los límites necesarios. 
Sin más evocaciones, he mirado las ramas del olivo: cómo apuntan y se retuercen amparando un concierto de blancuras y verdáceas hojas. A la sombra del olivo, bajo este olivo solitario, he leído unos versos de Rilke, otros de Leopardi y he comenzado, posteriormente, a escribir tomado por esas sinuosas sombras móviles casi acariciando su grueso tronco. Mi sombra desapareció, confundida acaso, en el letargo de la tarde. 

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LA literatura misma es un templarse con, una incursión armónica que se produce en el concierto de las voces ajenas que nos habitan. Cuando esas voces toman nuestra consciencia y nos alejan de nosotros mismos, puede producirse la creación luminosa. 

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SCHLEGEL decía: "Imagínate lo finito bajo la forma de lo infinito y pensarán en el hombre". Podría amoldar esta sentencia con ideas personales, pues cambiaría una preposición en ella para que su significado se acogiera mejor a mis convicciones. No creo solo que se piense en el hombre, sino como el hombre.
Ya desde la tradición clásica, el hombre vino a convertirse en la medida de todas las realidades; pero cosa bien distinta es pensar el mundo como hombre. Y, en este desiderio, todavía cabrían muchos matices, pues, ¿qué otra forma de concebir el mundo diferente a la humana conocemos?
Esto es el núcleo central de buena parte de Zibaldone di pensieri, de Leopardi, ¿cómo escapar de lo humano para expresarlo como humano? Porque la realidad, incluso la que creemos ilimitada para nosotros, nos viene por el cedazo de la mortalidad, incluida la poesía. Es por ello por lo el poeta sabe que está fraguando con una materia ancestral y que la palabra debe transgredir la mera expresión de casos sin más trascendencia que la que el hombre quiera otorgarle.
Sin embargo, hay realidades que se han mantenido imperturbables desde la aparición de nuestra especie, temas que han percutido y que insisten con su presencia en nuestro imaginario colectivo. En ellos, y no en frugales bagatelas, debe desarrollar el poeta su conocimiento. Si logrará o no expresarlo, quizás es designio de los astros.

    

viernes, 6 de julio de 2012

HEMOS recorrido esta mañana parte de las marismas del Guadalquivir. He fotografiado a algunas aves que encharcaban sus patas al fresco y en la humedad de las lagunas y he aguantado el cuerpo de E. mientras ella intentaba rescatar, involuntariamente, las imágenes en sus ojos. Le hemos mostrado la naturaleza a pesar de su falta de entendimiento, pero estoy seguro de que las dimensiones de la luz se han confabulado hoy, esta mañana, como un acto iniciático. En el vuelo de una de esas aves se escondía una razón luminosa. 

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EL poeta no debe rendir cuentas a otros poetas, tan solo y únicamente a la poesía. Y en esa rendición se produce el acto de la muerte oculta y del renacer oculto, esto es, de la transformación y de la permanencia. 

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NO en el hallazgo sino en la búsqueda debe el poeta conformarse con su tarea, pues de ninguna afirmación ni de ninguna negación absolutas puede el hombre sostener su entendimiento. Hay una leve veladura en la realidad que la palabra va horadando para no se sabe qué; y en esa incertidumbre, por minúscula e insignificante que sea, la única razón en la poesía es la de la noche, la de la aurora.

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LA obra de un poeta debería aspirar a provocar el embelesamiento de los reflejos de la belleza. Como un río continuo, en que no se notan las corrientes fluctuantes, la obra de un poeta debe ser única corriente, irrenunciable prestación del espíritu a la contemplación del todo. En esa convergencia de la materia corporal y sus limitaciones con lo trascendente, el poeta será un rayo luminoso, una breve estación pura, la reclusión armónica de los astros. 
Afirma el poeta Antonio Colinas que Leopardi estaba tumbado en un cerro muy concreto y conocido por sus contemporáneos. Prosigue explicando que gracias a esa limitación y finitud, pudo comprender que el infinito es acaso la medición de un espacio imaginario, ocupado por la poesía misma y concebido por la consciencia del poeta en una armonización de sus limitaciones con la realidad intuida. 
Creo que, en este poema de Leopardi, se encierra una de las ideas que vengo fraguando últimamente en la mollera. Esa inquietud considero que Leopardi logró expresarla, como muy pocos poetas, dejando a las claras que la primera convicción del poeta debe ser la de su limitación como ser (olvidando con ello el ego) y, toda vez que ha tomado consciencia de ese límite, utilizar la palabra edificando un espacio de misterios y bellezas para trascenderlo.    




    

jueves, 5 de julio de 2012

MONTAIGNE distingue entre el saber y el conocimiento. Lo hace tildando de frío, de anecdótico y de carga para la memoria al  primero. Para Montaigne, la erudición que amontona datos consiste en una carga para la memoria que no lleva a ninguna introspección fructífera. Sin embargo, el conocimiento se dirige a la consciencia plena del contenido humano que existe en los hechos y en las palabras. Esta dicotomía es válida para describir el estado de la literatura española en estos años, pues considero que está demasiado sometida a la demostración pública y que está poco estimulada por un afán de conocimiento a la manera de Montaigne. Así, la mayoría de los textos no me parece más que meras muestras de saber de algunos autores que no van más allá, hacia lo que penetra en el ser y lo transforma. Lee uno una novela de estos años y en comparación a cualquier página de Thomas Mann, ¿qué propone?; o un poema de los que se consideran más afortunados, ¿qué es en comparación a un solo verso de Dante?  Quizás los escritores y lectores deberían entrar sin  ambajes a analizar qué degradación de la cultura y de las letras se ha producido para que las comparaciones, las diferencias, el ahondamiento ético y estético sean tan abisales. 

Con esta distinción, lee uno a Montaigne en una atalaya de luminosidad, pues entiende que lo que buscaba en las lecturas era precisamente lo que de humano había en ellas. Deseaba percibir el latido mortal que azuza cada una de las líneas y de los hechos fundamentales de la humanidad y es por eso, precisamente, por lo que sus escritos siguen aún tan vivos y tan frescos. Bien entendido, Montaigne fue un humanista que quiso vivir lo leído, vivir lo conocido. 
La fascinación por Montaigne la comparto con Zweig, porque pocos autores han explicado qué leen y cómo les gusta leer. Es un lector virtuoso, comparable tan solo al doctor Samuel Johnson. De sus disquisiciones sobre la lectura, lo que más me atrae es la supuesta arbitrariedad en la selección de los textos para la lectura. Acude aquí y allí, atrapa un libro u otro y los comienza y termina al gusto que marca su placer por lo leído. Dice ser un lector en libertad, tan solo empujado por la atracción. La lectura que comenzó, cuando joven, por la ostentación de conocimientos, fue, poco a poco, situándose en el placer supremo de leer. 
No es una profesión, como quieren aparentar algunos en la actualidad, sino una postura vital, una forma de vida en un reino silencioso, que solo responde cuando su gobernador, el lector, levanta la voz de su consciencia en busca de respuestas, de diálogo. Una biblioteca es una metonimia del diálogo total del hombre con sus antepasados, pues en ella encuentra razonamientos antiguos, modernos, ya caducos o ya renovadores y en ellos se enjuaga para renovarse o para reafirmarse en sus creencias. Es este un estado de la lectura recluida,  un estado en que domina la ignorancia constante del espíritu que lo anima. 
Y a Montaigne lo llevaba a escribir, a escribir sus lecturas, sin más pretensiones que las de dejar rastro de sus someros razonamientos, de sus lábiles manifestaciones frente a la grandeza que no se puede asumir de los grandes hombres de las letras. Hay una única vocación en este estado de lectura: dar forma a una vida con la palabra. Escribir y publicar posteriormente es una forma especular de contemplarse a uno mismo, de tener en la memoria la dimensión de sus miserias. 

 
 

miércoles, 4 de julio de 2012

MIENTRAS daba de comer a E., sonaba Fauré. Ella, que se mantenía extrañamente quieta, con los brazos cruzados sobre su pequeña barriga, hizo que yo comenzara a recordar los paseos por Italia. Pompeya se me vino como del sueño, tamizada de luz entre las lomas. Recordé los paseos vespertinos por Roma y las incesantes visitas al mirador de Perugia desde donde pueden contemplarse la calma y el sosiego verde de toda la Umbria. Las lecturas en el café Sandy y algunos poemas escritos en el cuaderno que me acompañaba cada vez que salía a la calle, a las enormes cuestas de aquella ciudad etrusca. Paseaba, paseaba con E. en los brazos y con la música de Fauré, con la armonía bella de la sangre recogida en un cuerpo, en un circuito que recorremos, como las ciudades, para no quedarnos en él, pero para ser siempre en él.  


       

lunes, 2 de julio de 2012

RECORDANDO los paseos futuros por Italia, como Stendhal, comencé a escribir ayer un poema centrado en la contemplación de las ruinas de Pompeya. El poema comienza: "Tamizada de luz entre las lomas ...]". Así está escrito el primer verso de la protocreación que, a lo mejor, se queda en mera intentona, como la mayoría de las veces. En cualquier caso, me detengo a reflexionar sobre el proceso y los aledaños de la creación.   
¿Está, en el primer verso, la aritmética que luego se repite y en la que se ahonda, como creían los estructuralistas? En más de una ocasión, cuando un compañero ha querido dejar a Roman Jakobson al borde la la esterilidad crítica, he tenido a bien defenderlo, como he defendido a Heidegger o a Steiner o a Bloom o a Dámaso Alonso o, incluso, a los semióticos, sociólogos o generativistas.  Esto sucede porque pienso que los métodos de estudio de la literatura son complementarios y nunca definitivos; porque considero necesarias todas las disciplinas para entender, con más profundidad, qué hace que un mensaje sea literario. 
Es cierto que en la antigüedad, la distinción de los géneros literarios era embrionaria y basta, pero ya advertimos que los grandes pensadores, con Platón y Aristóteles en punta, intuyen que en el mensaje literario reside, quizás, una forma de entender el mundo, una cosmovisión que derrite y supera todos los entendimientos banales y cotidianos. Esa forma de comprender el mundo, de poseer una consciencia singular, que imbrica la estética con una ética, se llama literatura.    
La materia de estudio, en este caso, la literatura, es un enigma irresoluto e irresoluble. Por tanto, los métodos de estudio de esa sustancia no pueden llegar a conclusiones que no residan en su propia naturaleza. Es obvio que la literatura es palabra y que la palabra es su medio de transmisión; pero es igualmente evidente que la literatura parece que traspasa la mera concepción lingüística del mundo y que llega a edificar un reino junto a otras disciplinas, sentimientos o intuiciones del espíritu. Y escribo parece porque todo ello puede llevar a intensos diálogos. 
En la búsqueda de la singularidad del mensaje literario se han conseguido muchos hallazgos beneficiosos y lúcidos para tratar de comprender mejor los mecanismos de la ficción y de la gramática de la creación. De ellos debemos aprovecharnos los que nos acercamos años más tarde, pero no tenemos que cejar en el empeño de seguir indagando en la naturaleza prodigiosa de la literatura.  
Así, trato de meditar qué provoca, en el resto del poema, el primer verso. ¿Es todo un ahondamiento que ya aparece en él condensado; una repetición, couplings, o todo está sujeto a un devenir incontrolado del espíritu que encuentra una armonía y no hace más que tratar de interpretarla? ¿Somos plenamente en los instantes de la escritura aun cuando perdemos la conciencia del mundo?   


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TODA literatura de verdad, que brota de la clara fontana, de la que se advierte en el silencio del bosque, en su centro, es lo que Montaigne llamaba "vivirse a sí mismo". Esta ética conduce a la tolerancia, pues entiende el que la vive que sobre la única preocupación no caben dudas ni otras manifestaciones. Todo lo contrario a lo que los escritores de estos días realizan en lo público. Y hay quien aplaude escandalosamente para que lo mencionen en una bitácora, en una reseña, en una revista o en un triste almuerzo de fingidores.    

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AL mostrarse la Aurora temprana de dedos de rosa, releo Odisea. Nadie soy, Ninguno fui desde entonces y en el viaje vertical me diluyo mientras leo gozoso la estirpe de la búsqueda. 

    

domingo, 1 de julio de 2012

E. me lleva a escribir en los cuadernos, pues los tengo en ristre y preparados para ser abiertos cuando ella descansa o concede horas de desatención. Los abro con rapidez y comienzo a urdir oraciones y enunciados, a veces, con demasiada vehemencia y desconcierto. No importa, gratifica la sustancia que ella ha traído a la vida y a la literatura. E. trae una verdad, una inocencia y un misterio. Es la vida pura, naciente sucesión que debe existir, con la misma pujanza, en la literatura. Hay quien me pregunta o comenta que, últimamente, he abandonado una forma de escritura y de lectura. Antes al contrario, E. ha venido a confirmar las intuiciones: la literatura es esencia que jamás debe abandonarse, pues el poeta que desprecia el ser, como recordaba Montaigne, es doliente de una enfermedad salvaje. 


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UNO de los libros más primorosos y emocionantes de Stefan Zweig es Montaigne. A pesar de ser un libro inconcluso, pues Zweig se quitó la vida antes de terminarlo, en pocas ocasiones he percibido cómo un autor, en los últimos días de su vida, en esos días de plena consciencia, se identifica con el ser que propone Montaigne en sus Ensayos. Zweig estaba solo, abandonado de sí mismo y del mundo. 
Esta idea que hoy escribo no es nueva, pues Escribir la lectura comienza con una cita y una fusión con la obra de Montaigne con una intención literaria muy clara y, al mismo tiempo, muy pretenciosa. Creo que en este libro Zweig llegó a encontrar y a advertir las reminiscencias de la aurora, ya que, como se recuerda en el pequeño prólogo de la edición, en los últimos días de vida del escritor de Momentos estelares de la humanidad, solía decir a sus amigos: "Saludo a todos mis amigos. ¡Ojalá alcancen aún a ver la aurora tras la larga noche!". Las páginas se empeñan en destacar la virtud de Montaigne por desentrañar su propia y única y solitaria libertad interior, sin más aspiraciones que la del propio descubrimiento del misterio de la vida. Y esa aurora, dejando a un lado el devenir de Europa, es una consigna que siempre que la leo detona un  

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EL poeta que se rodee de allegados y saqueadores perderá la luz y la consciencia, pues no hay en ellos más que la vanidad extremada y el afán de constar, ellos, con sus apellidos, con sus miserias, donde solo perviven los espíritus que armonizan con lo perpetuo. Los poetas, siempre que se empeñen en abandonar su soledad nutricia, deberán acompañarse de oráculos, pues ellos solo indican, sugieren, no imponen ni tiranizan, pues saben, como en Delfos: “Te advierto, quien quiera que fueres, ¡oh!, tú que deseas sondear los arcanos de la Naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo, aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. ¡Oh!, hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses”. 

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LA poesía es para para la memoria usurpación del tiempo; para el tiempo, consciencia plena y para la palabra, razón de la consciencia. 

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LA reflexión sobre el mundo es la reflexión sobre el lenguaje del mundo.