viernes, 27 de abril de 2012

NO deja de sorprenderme esta forma de escritura: el diario. No sabe uno nunca cómo va a comenzar ni cómo va concluir sus escritos; ni siquiera en qué forma irán surgiendo y en qué medida. Hoy, como del gris proteico, mientras me acompaña Monteverdi antes de partir, de nuevo, para Lebrija, dejo abocetados algunos versos.
Qué extrañeza y qué confabulación de los astros.

C. MONTEVERDI, Favola in musica.

Están contigo el cielo,
los árboles, la tierra,
tan encendido el aire
por tu lira de fábula;
son tuyos los contornos
del sueño y de los mares
y la dulce razón
que apacigua el espíritu
y armoniza a los hombres.
Tu música y la música del mundo
en tu pecho fundidas,
tan en mí al escucharlas,
al respirar la luz,
en una sola forma para siempre.