domingo, 5 de febrero de 2012


ES la consolación, compañero, la consolación.  Y ella está presente en todos los hombres que viven en la claridad. No se aprende, no es artificio ni petulancia,  es verdadera y diversa en cada hombre, pues ofrece un rostro compartido,  pues deviene de la existencia vivificada.
Por eso creo que el poema es un territorio de apariciones de lo que realmente somos y hemos sido y seremos como hombres que comparten la humanidad. Quizás en el poema es donde somos más humanos que nunca.  
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ANTONIO MACHADO tenía a San Juan de la Cruz como "acaso el más hondo lírico español”. Y lo explicaba en Los complementarios con las siguientes palabras: “En San Juan de la Cruz la metáfora nunca aparece sino cuando el sentir rebosa del cauce lógico, en momentos profundamente emotivos”.
El cauce lógico en el poema queda desbordado si, en efecto, la expresión se conduce hacia temas profundamente emotivos. Palabra y pensamiento, en definitiva.  
En este sentido, San Juan hace lo propio como Dante, y Virgilio hace lo mismo que Horacio, y Rilke tal que JRJ. La diferencia no está en el concepto, sino en la expresión del concepto. En cada expresión, un poeta, una forma, una vida, un hombre que congrega a todos los hombres.
   
En muchas ocasiones, se ha mencionado a Machado como un antecedente previo de la poesía que tiene la realidad circundante como leit motiv. Pero se olvidan de que la realidad, en la poesía de Machado, siempre es trascendencia.  Esa interpretación sesgada la han realizado los que, en su poesía, son incapaces de convocar el cauce de la poesía como palabra en el tiempo y los que escriben minucias, lábiles versos desmayados fruto de un hervor lírico momentáneo.