martes, 31 de enero de 2012


HOY, volcado en "Cuaderno de Leonardo". Poco a poco va encontrando su tonalidad, pero en la poesía, lo que hoy parece sonar con floritura, mañana puede ser ripio contenido. De cualquier forma, insisto. Leo y releo. Corrijo. Escribo un nuevo poema titulado “Auroral” y otro “Soledad”.  Sin duda, el que más encontradizo me tiene es “Tú, naciente”.

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DANTE en la poesía: "¡Oh quanto é corto il dire e come fioco/ al mio concetto! [...]

lunes, 30 de enero de 2012


LA literatura es una herencia fastuosa y para ser heredero digno hay que tener consciencia de esa dimensión. Para conocer la dimensión, hay que leer, leer demasiado.Y callar, callar siempre, hasta lo irreprimible: la Literatura.  
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LOS poemas no se escriben con ideas, sino con palabras, dijo Mallarmé. ¿Quién puede escribir después de este aserto una poética? Se equivocan los poetas, primero la poesía, después su análisis y descripción. ¿Hay que tener, entonces,  una idea y comenzar a escribir para alcanzarla? ¿No será la medianía entre las dos posturas cuando sucede la armonía?

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CASI sin notarlo, el dos mil doce se ha colado en el registro de estas páginas. Un lustro cumplirá el escritor de este diario, dentro de pocos meses, en el compromiso profundo de la escritura diarística. Qué ha deparado no lo sé, pues surgieron impulsadas por un origen desconocido y un fervor que se mantienen vivos y en aleteo. Releo algunos pasajes del año dos mil diez y de dos mil once: me desconozco en esas páginas tanto como en estos odres nuevos. Sin embargo, todo es el centro, la poesía es una, páginas de un mismo himno.   
Es claro que, en mi fuero interno, si de algo ha valido esta escritura, ha sido para poder volcar en ella las inquietudes y las reflexiones, las lecturas y lo que pudo haber sido expresado desde la literatura. Vida y literatura conjugadas inevitablemente. 

Esa dualidad termina siendo un unidad. Si no es así, la vida devorará las letras y las dejará como migajas. Es un mal de los escritores de ahora, prevalecen sus vidas, esto es, sus egos, por encima de la poesía. Es lo primero que uno aprende junto a A.C., a saber,  la palabra callada, susurrante, que silba en los labios casi un silencio prematuro, anestesiado, delicuescente, vaporoso y en soledad. Vida vivida desde la literatura, literatura creada desde la vida. Es por ello por lo que, a lo mejor, en este diario es el lugar en que mejor he comprendido ese trasvase necesario de la palabra en libertad.         

domingo, 29 de enero de 2012


PIENSO ahora que existen distintos tipos de sensibilidades. Unas se recrean en sus propios límites, es decir, se deleitan con ellas mismas, normalmente por acumulación. Son vastas compilaciones memorizadas, pero rara vez, ofrecen creaciones trascendentales. Otras están soterradas por el silencio, imbuidas en los pocos aspectos que llegan a intuir. Sin embargo, si esta sensibilidad es creadora, lo hará trascendiendo a diferencia de la primera. Puede alguien acumular los datos de una enciclopedia, escribir dos o tres tesis doctorales, hablar varios idiomas, pero no ser capaz de crear. La creación es otra condición distinta a la sabiduría.  
  
[CUANDO termino de escribir estas líneas, me detengo  en dos hiperónimos que pudieran incluir y resumir, al mismo tiempo, estos conceptos tan vagamente expuestos. SABIDURÍA y CONOCIMIENTO. Los primeros son sabios, pero no tienen por qué conocer. Los segundos son conocedores y el conocimiento siempre es insuficiente. Recuerdo, además, que los filósofos griegos, sobre todo Platón, renegaban de la palabra "sabio" y preferían, así, ser nombrados como perseguidores del conocimiento. De esta forma, considero que los que buscan el conocimiento no buscan verdades absolutas, sino que escriben siempre con la palabra que descubre, verbo candente,  desde lo inagotable, lo luminoso velado.]  
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ESCUCHO a Ligeti. M.C. acaba de salir a dar un paseo. Yo estaba leyendo a Wallace Stevens, unos versos luminosos del poema titulado “Of Mere Being” que me habían dejado pensativo: “The palm at the end of the mind./ […] Signs in the palm, without human meaning,/ without human feeling, a foreign song.”
Las palabras, por momentos, se iban encontrando con la música, “Lux aeterna”, the palm at the end…, sin significados de lo llanamente humano, como una canción extraña a la vida. Disonancias tonales, eterna luz, luz sin significado, luz sin referente, al final del entendimiento, donde no habita la razón humana, donde suenan fugitivos los acordes encontrados. 
Otros versos de Stevens devienen  de la memoria, pertenecen a The auroras of Autumn: “Here, being visible is being white,/ is being  of the solid of white, the accomplishment/ of an extremist in an exercise…” Y me recuerdan al poeta A.C., lo blanco de lo blanco, el cuerpo de lo blanco en la noche extremada.      
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Y Novalis, un verso de Novalis en el poema “La poesía” (“Das Gedicht”): “un silencioso deseo en una pálida luz”.
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BRAMHS escribió su deliciosa “Canción del destino” justo cuando terminó de leer el pasaje en Hiperión, de Hölderlin. La composición le vino dada casi al completo. Cosa parecida le ocurrió a Mendelssohn con las obras que compuso basadas en los textos de Goethe. “Mar en calma y próspero viaje”, de Mendelssohn, compositor que pretendía interpretar su música de coro en la naturaleza misma, hacer de la música un elemento musical más, armonizado y armonizante.    

sábado, 28 de enero de 2012


HE TERMINADO de leer, hipnotizado por la salmodia de la fábula moral, Lo ojos del hermano eterno, de Stefan Zweig. Una novela breve, pero que contiene lo esencial: emoción, vida transfigurada.
Esta lectura la he realizado porque, como escribí no sé cuándo, Pablo D´ors se refirió a ella como una de las obras que había influido en la composición de El amigo del desierto. En el personaje central, Virata, y en la evolución personal que sufre, he querido ver una verdadera parábola de la condición humana. Desde la sencillez expresiva, valiéndose de los recursos prototípicos de las fábulas y de los relatos ancestrales, ha construido Zweig una narración bella, límpida.
Uno de los pasajes más emotivos está escrito de la siguiente manera: “Sólo puede ser justo aquel que no toma parte en el destino ni en la obra ajena; aquel que vive solo: nunca me había acercado más a la verdad que cuando estaba solo, sin las palabras de los hombres”. Estas afirmaciones están escritas en el desarrollo fulgurante de la vida de Virata. Su entendimiento sufre un viraje profundo, hacia la verticalidad y así los asimila  el lector, pues en los ojos de Virata, que intuimos por la palabra, se contienen los del hermano eterno.
Toda vez que Virata decide actuar, desarrollar las palabras que he citado anteriormente y recluirse en el campo, a solas, con los pájaros, con la naturaleza, afirma: “Mi único saber es que me he olvidado de vivir entre los hombres para estar libre de toda culpa. El solitario sólo se puede instruir a sí mismo. No sé si es sabiduría lo que hago, no sé si es felicidad lo que siento, no sé si puedo enseñar nada o dar consejo alguno”. Y remata estas palabras con la maravilla: “La sabiduría del solitario es diferente a la del mundo, la ley de la contemplación es diferente a la de la acción”.
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HACE poco me preguntaron a qué ciudad me iría a vivir.  Siempre he creído en el derecho a la huida, de Baudelaire, y en que la ciudad más deseada es un lugar de regresos continuados, simbólico,  pero no de estancamiento. Claro, Venecia, Londres, París, Cádiz, Edimburgo, Praga y otras tantas maravillosas ciudades se agolparon en un intento de conseguir lucidez en la respuesta, sin embargo, prevaleció, como de molde, lo que hubiera contestado el personaje de Zweig.    

En esa pregunta había una encerrona, un silogismo, pues no deseo ninguna ciudad como espacio para la vivencia de lo cotidiano. Las ciudades son todas y una, y, en ellas, el hombre  no deja de ser hombre en sociedad.  Contesté que prefería el campo sin más argumentos, aunque realmente lo dije porque solo en la naturaleza el hombre consigue saber cuál es su medida en el mundo. Mientras que, en una ciudad,  el hombre es un endiosado de sus acciones, en el campo, es un elemento anómalo, distinto, finito, miserable. Mientras que las ciudades las construyen los hombres a su conveniencia, el campo brota natural, en claridad, sin imposiciones artificiales, sin contar con el hombre.  
Así las cosas, pocas veces me he sentido como en Fiésole, cerca de Florencia, en plena Toscana, observando las cúpulas florentinas desde el silencio boccacciano de las ninfas y contemplando el discurso de las higueras pobladas de cantos. 
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EN un estudio sobre el Zibaldone di pensieri, de Leopardi, “Dalle note dello Zibaldone alla poesia dei Canti”, unas palabras de De Robertis: “Che cosa è dunque lo Zibaldone? Una specie di diario”.
Una especie de diario, cargado de anotaciones filológicas, de comentarios a algunos textos predilectos, reflexiones, notas embrionarias de poemas y de cualquier afán de permanencia que Leopardi quisiera para sus palabras de entonces.
Me doy cuenta de que acabo de encontrar tres obras que deberán nortear las palabras de este diario, a saber, Cahiers, de Valèry, Zibaldone di pensieri, de Leopardi y Fragmente, de Novalis. ¿Por qué en la tradición hispánica escasea este tipo de libros? 

ACOMPAÑADO por el filólogo L.A.C , terminé comprando, en la librería de viejo Los Terceros, Cuestiones naturales, de Séneca. Me los arrojó a los brazos, los dos volúmenes, de Alma Mater,("toma, chico"), como quien deja algo fundamental en las manos de otro. Junto a él pude ver una preciosa edición, deslavazada, de una obra de Fernández Flórez titulada El bosque animado, una obra bien conocida a la que muchos le rinden pleitesías. Hasta hoy por la tarde no he podido abrir con tranquilidad el libro de Séneca y no ha sido en uno de esos momentos en que el lector cree que encontrará el justo y plácido  tiempo de la lectura, sino que lo hice al mismo tiempo en que hojeaba el libro de Stefan Zweig Los ojos del hermano eterno, libro que me había recomendado Pablo D´ors.   

Decía que Séneca me llegó por imposición, pero, ahora que lo leo con deleite, bendigo el momento en que L.A.C casi me conminó a que lo comprara.  Mientras le consultaba por este y aquel volumen,  A.F. y J.M.B. rastreaban por los estantes, sacando, de vez en cuando, un volumen de su sueño de fauno y glosando el anecdotario que arrastra el libro de marras. 
Claro está que, después de una visita a una librería, el lector se queda sosegado, pues pasa de la agudización de sus instintos bibliófilos a la pausada lectura de los pocos libros que ha rescatado de aquellas baldas de lance. Aquí, los libros encuentran otro acomodo, otro sometimiento, un orden distinto.
Séneca, en la mesa del salón, ya ha comenzado su discurso: "Tanta distancia media, Lucilio, mi mejor amigo, entre la filosofía y el resto de las ciencias". "Quantum inter philosophiam interest, Lucili uirorum optime, ...comienzo a leer en voz alta, como poseído, transformando en lo que fue nunca intuido.


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RELEO los poemas. Corrijo, vuelvo a leer y a corregir. Leo, corrijo. Leo, releo. Corrijo. Corrijo...  




   

viernes, 27 de enero de 2012

APRENDIZAJE: humilitas. Cuanto más grande es la persona, más humilde se muestra; cuanto más poderosa es su voz, más sibilante y silenciosa su palabra; cuanto más conoce, más calla, pues menos sabe que conoce.
Pertenece a la bajura de la tierra el humilde, al humus ancestral, por eso prefiero el campo a la ciudad. La naturaleza es la única que otorga la medida al hombre, la medida de su espíritu.  

jueves, 26 de enero de 2012


DICE María Zambrano que el texto perfecto es el que combina poesía y prosa en un número perfecto, en una matemática celeste, equilibrada e iniciada. Lo dice elogiando Vita Nuova, de Dante. A continuación, menciona las virtudes de Antonio Machado como ningún crítico ni lector lo había realizado antes. Del poeta español afirma que en no pocos de sus poemas se conjugan la poesía y el pensamiento en un acorde ancestral, en una comunión armonizada de esos dos vectores fundamentales de la palabra poética.  
Termino de escribir estas líneas con la visión esférica de Dante al final de Vita Nuova en mis ojos. Y lo hago para poder interpretar los símbolos de este día, de un día de límites, de sometimientos a la palabra poética como nunca antes había tenido. Es una ceguera visionaria, un estarse convivido. Una experiencia vivificante, que ha depurado los conceptos y confirmado la fidelidad a lo que intuía.   
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QUIZÁS, este diario no debiera ser más que una Poética. Una poética complementaria a los versos (lerdos, tristes) que va uno pergeñando. Buscar el ritmo complementario del pensamiento, pero de un pensamiento taimado, cercano a las propiedades de la luz crepuscular, al calor que habita en la piedra incluso cuando el sol ha desparecido y ya la luz es una figuración de la memoria. El calor presentido en la piedra, en el cuerpo mortecino y en sus granos, un calor percibido por las palmas de las manos abiertas, desesperadas, gritando a lo inocuo la sangre transida de deseos.   

miércoles, 25 de enero de 2012

CUANTO  más cerca del misterio, menos clarividencia; cuanto más soy en él, más minúsculo me muestro, y más sombras y balbuceos.  Todas las creencias comienzan a derrumbarse y todo se transmuta en una duda. La duda es la palabra.
Todo lo que parecía conformarme se transfigura y lo que uno creía conocido, certero, aprehendido, comienza de nuevo en su origen, ¿o he sido yo quien se ha metamorfoseado y la palabra sigue siendo la misma, perenne estación?   

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LOS presocráticos pensaban que el Uno es indiferente a  la forma.

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AL comienzo del  Tao Te Ching dice: "El Tao permanente no tiene nombre".

lunes, 23 de enero de 2012


HOY, al abrir el correo del día, me he llevado una sorpresa. La carta venía desde Mondion, Francia. Escritas a mano, en tinta negra, unas palabras. Un rubor desconocido azuzando mi rostro perplejo mientras leía y una emoción rotunda  por la contrariedad y la admiración.
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ESOS libros desatados de cualquier amarre genérico, en que el escritor edifica con las palabras sin más prejuicios que la propia literatura. Esos volúmenes que condicionan al lector, pues los obliga a que su lectura sea espigada, circular, sostenida por los breves trancos de la palabra, solo ella y toda. La miscelánea, la conjunción de diversos géneros bien ensamblados. El divertimento de la libertad aparente y, sobre todo, de la vida que armoniza el libro, con su verdad de piedra y su aire de luz declamada.

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NO hay principio ni fin en la palabra poética. No hay un antes y un después en ella, como no hay lugares ni recuerdos. Ella es totalidad, siempre.  

domingo, 22 de enero de 2012


LA única forma que conozco de situarse en el centro de la poesía y no desviarse en sus límites es la vivificación misma de la poesía: ser poesía misma. No acercarse a ella mediante la palabra o interpretándola con mejor o peor tino. Ser poesía, existir en la poesía actualizando el ser.  
Hay que convivir con los poetas cuya obra es el centro e irradian el aire que debe respirarse lentamente. Si eso ocurre, si la vida se transmuta en el centro vivido, los posibles desvíos desaparecen.
Leerlos continuamente y vivirlos, como aconsejaba María Zambrano. Insuflarle vida al poema, distinguir la poesía del pensamiento, aun mixturando sus esencias; cohabitar en el tiempo circular de la poesía, mas aromando su discurso con los ecos de lo humano.
Es evidente, entonces, que no existe, en este caso, la relectura, pues el proceso de leer a un poeta que ha configurado parte de ese centro, que ha extendido los límites insospechados de esa topografía, debe ser continuado, sostenido, insobornable, sean cuales sean las tentaciones externas y las incomprensiones. 
Ahora bien, es innegable que, en ocasiones, como le ocurre, por ejemplo, al sujeto lírico de la Commedia, de Dante, no tengamos más remedio que sentir nuestras limitaciones como hombres, nuestras precariedades como hombres, nuestra insuficiencia como hombres. En esos momentos, que no son de incertidumbre ni de desvío, sino de conciencia plena, siente uno en la respiración un miedo universal, un profundo latir desconocido, insospechado, que nos conduce, quizás, a lo inefable y que nos mide la altura del espíritu.
Afirma María Zambrano que existir es una actualización de la esencia. ¿No será, por tanto, la poesía verdadera la actualización de la esencia poética?  

viernes, 20 de enero de 2012


DICE Wiesenthal que los viejos maestros serán reliquias sagradas. Añade a sus palabras, cargadas de verdad, emoción y misterio, una certidumbre que señala el  sentirse privilegiado por haber mantenido un diálogo continuo con Tólstoi, mientras sus contemporáneos eran ya preteridos con estos autores que consideraban antiguos y arcaicos. 
Me pregunto, ante esta disyuntiva que plantea Wiesenthal, ¿no suceden estas disquisiciones en todas las épocas, en esta hora de la poesía?
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 UN miedo profundo, universal, silencioso, que me recorre y fustiga porque me encuentro ante lo infinito; una lectura que  me inmoviliza y que me hace llorar de emoción, llorar plenamente, con lágrimas de un azul del serrallo.

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TRAS leer los últimos pasajes, ¿quien soy y quién me precede? ¿Qué causa me mantiene en la vida?


NO dejamos de escuchar la música de Verdi y de emboscarnos, con lentitud, en las melodías que nuestras caminatas marcaron en Trieste. La estatua de Verdi se alza contundente entre las calles demediadas de la ciudad del mestizaje.
Allí, cerca del Adriático, comprendí por momentos a Rilke. Realizamos el sendero rilkeano que bordea el acantilado en que se construyó el Castillo de Duino. Hoy he entendido el símbolo de ese sendero que el poeta realizaba diariamente, sin brújulas, sin caminos trazados, sin más ser que él mismo. Y lo numinoso ha llegado cuando leía, con miedo, las palabras de otro poeta, A.C.

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CON Paul Valèry: “La música es la superación del pensamiento articulado”. Es la superación del pensamiento articulado que ofrece la palabra, pues esta es incapaz de armonizar y concertar  el mundo. Su disposición es lineal, su construcción es demasiado monovocal para aprehender la complejidad que posee la realidad: la realidad es polifónica. Y la palabra, como expresión totalizadora, es una simbología extraordinaria, cuya concepción  sobrepasa las propiedades de la palabra  y que la emparenta, más bien, con las propiedades de la música. Por tanto, la palabra aspira a la música y comparte con ella algunas propiedades, pero carece de lo extraordinario.       

jueves, 19 de enero de 2012


QUÉ mecanismos se ponen en funcionamiento no lo sé, pero no hay una causa constante y aparente para que alguien, todas las mañanas, comience a escribir en un cuaderno o a escuchar música o a pasear por el campo, envuelto en la claridad de naturaleza y deleitándose con ello. Menos aún, no conozco lo que principia que alguien comience a urdir versos hasta terminar un poema. Qué difícil es escribir un poema, uno solo, tan solo un poema y que este sea todo, siempre, al leerlo y que se alce como palabra  edificante.   
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HACIA el enmudecimiento o quizás, en mejor decir,  hacia la claridad compleja. Tiende uno, últimamente, a despojar la palabra de eufonías innecesarias o que considero innecesarias para alcanzar el propósito. En  “Cuaderno de Leonardo”, estos días, reviso los excesos y también las penurias y lo sobrante en los poemas, pero, detenidamente, me pregunto: ¿hay algo verdaderamente esencial en ellos?    

miércoles, 18 de enero de 2012

ESTA mañana, justo al introducirme en la niebla que puebla las lomas de esta campiña, comencé a recordar las lecturas de ayer por la tarde. Quise interpretar la niebla densa como si fuera esa veladura en la  memoria que arropa el recuerdo de las lecturas. Con el paisaje densado por la blancura, pude comprobar cómo la realidad esconde y escinde lo que habita detrás de ella, lo que late y percute en lo perenne. La llegada de la luz no es más que la figuración de la realidad, nada más. 
De un tiempo a esta parte, he estado releyendo la poesía  de fray Luis de León y de San Juan de la Cruz. Cree uno que las lecturas de este tipo de autores ya están realizadas y que, con aquel acercamiento, quedó finiquitada la comprensión de esos textos.   Si, como decía Ítalo Calvino, un clásico es una obra que no termina de decir lo que tiene que decir, creo que lo que se establece entre estas obras y los lectores es un diálogo permanente que, si se realiza en silencio, perdura por siempre.
Un diálogo que permanece en silencio y que se renueva, que toma nuevos bríos, cada vez que volvemos sobre los textos. Cada lectura es un reinicio, un nuevo “voltaje” que renace. Con la relectura se humedece el recuerdo último y la palabra brota nueva, limpia, despojada, otra vez, de nuevo. Después de estas experiencias, puede uno volver a leer poesía y a contemplar el paisaje descargado de niebla. Claro está que, al renovar la lectura, nos renovamos nosotros mismos, pues ni escribimos ni leemos siendo los mismos cada vez.

martes, 17 de enero de 2012


EL sábado, a la ópera. Escucharemos Rigoletto, de Verdi. Ya nos embarga el prodigio. Será el primer concierto al que vayamos los tres.    
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QUÉ insuficiencia y qué desarraigo de lo puro; qué finitud y qué inconsciencia. ¿No serán las artes, todas, al unísono, complementarias, secuencias de una dimensión inadvertida, armónica, concertada? Y la música…  

lunes, 16 de enero de 2012


LLEGO emocionado a casa por las palabras iniciales de JMJ esta tarde en Sevilla. Este rubor se parece al que me invadió, hace ya algunos años, cuando interpreté Réquiem, de Faurè, con una orquesta austríaca. Ni el clarinete principal ni yo pudimos comunicarnos más que con la música, pero fue tan pleno y delicioso todo... Parecía que hubimos de conocernos antes de interpretar juntos, a dos voces, la partitura. Sin embargo, lo único que quiso unirnos fue la música. Hoy hemos interpretado, con JMJ, una sonata de invierno en honor a JSM.    
Ahora que lo pienso, comprendo que no estuve a la altura de su intervención y que hubiera sido más honesto haber escrito un texto agavillando los elogios sinceros a su libro, Cúpulas y capiteles.  Sin embargo, antes de comenzar a intervenir, pude escribir la siguiente frase en las vueltas de una hoja blanca: "Hay escritores a los que cuando uno escucha y lee, al hacerlo, desea, imantado por el verbo, parecerse a ellos". JMJ, esta tarde, ha dejado, a la altura de las cúpulas y de los capiteles, su palabra arbotante y de contornos sixtinos.
Escasea, entre los escritores contemporáneos, el manejo literario de la lengua. No el que deriva en excesos e irrumpe en desconcertantes juegos fónicos, sino el que ahonda y lustra las palabras de nuevo. La complementación en la prosa de JMJ, así como la bimembración de sus ritmos léxicos tan sujetos a la adjetivación, se unen a la elipsis y la metalepis para ofrecer unos frutos que, siempre, ofrecen Literatura, nada más y nada menos.     
Existe en su palabra una virtud sostenida y que es escasa en la actualidad: la del fervor literario; y, eso, sí, es un deseo compartido, compañero. 

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HOY, lección de vida. Todo proviene de los demás: la amistad, la gratitud, la palabras aceradas de sinceridad. Sin embargo, lo más hondo y profundo sucedió sin palabras, en silencio, con la figura en quietud y la mirada sostenida de claridad. Al fondo, al fondo de las retinas la claridad, el silencio, el centro del bosque.  

domingo, 15 de enero de 2012


ESCRIBÍA, hace poco, sobre las diferencias entre el novelista y el poeta. Sobre este asunto, podría uno estar escribiendo eternamente, pues el origen de la dicotomía es ya un engaño o, en mejor decir, una reflexión demasiado débil, casi un maniqueísmo, pues los dos trabajan con una materia común, la lengua, la palabra y cada cual, crea con ella con unos mecanismos pertinentes y adecuados a lo que se quiere expresar. Sin embargo, esta circunstancia no elimina el hecho de que sean distintos y de que, además, consigan, en la expresión literaria, resultados dispares.    
En cualquier caso, sigo pensando que un novelista, si escribe, por ejemplo, de Leopardi, lo hará ateniéndose a las insustanciales acciones del poeta, al anecdotario más o menos conocido, dejando la introspección de su obra y de su vida al margen de lo primordial de su discurso. Sin embargo, un poeta, cuando es verdadero y escribe, por ejemplo, sobre Leopardi, comparte la sustancia poética con él, se posiciona como un lector cuya tendencia es el ahondamiento. Hay, entre los poetas, un fuego compartido, un nutriente común que los empareja. No así con los novelistas.
Mientras uno, el narrador, dejará en los márgenes el verdadero pálpito de la poesía, el otro, el poeta, habitará en ella con él y gracias a él.  Por este motivo, cuando alguien está leyendo la palabra de un poeta, sea cual sea el género, hay un cuidado y un esmero y una vuelta a la semilla que en raras ocasiones sucede en los novelistas. Por este motivo, las novelas que se han escrito desde otro entendimiento, son consideradas poéticas, líricas quizás, alejadas de lo que se espera en la narración. Podríamos decir que el poeta escribe y lee hacia la verticalidad y el narrador tiende a la horizontalidad. Aunque, evidentemente, qué lábiles son estas conclusiones.  
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LA literatura es siempre un texto de textos, pues el lector va convocando las voces de los escritores de los que ha ido aprendiendo cómo entender la realidad. El cedazo de la palabra literaria es la lectura, el origen, el deslumbramiento. Luego, ya apocopada la impresión inicial, el poeta comienza a oscilar entre el pensamiento y la vida, lo vivido, lo sentido, lo ensoñado: desea habitar y explorar el misterio. Del equilibrio entre estas vetas de la ficción y la realidad depende que su palabra sea palabra en el tiempo o floritura de paso. 

sábado, 14 de enero de 2012

YA habita entre nosotros y así lo concebimos. Percibir su existencia entraña una sensación vital que nunca antes había soportado con una felicidad parecida a esta. Quizás esta misma sensación estoica y plena se está apoderando del nacimiento de mi hija, a quien comienzo a imaginar ya presente y ya respirando.
Una hija vivifica la realidad. Vivificamos, por ejemplo, la música de Tosca que estos días carga el ambiente de la casa, e lucevan la stelle…En la garganta de Caruso, Mario Lanza, Domingo o en la versión prodigiosa de Giuseppe Di Stefano.
Los tres, en la tranquila tarde de este invierno en que compartimos el silencio amniótico de nuestra hija, disfrutamos de la música en la bóveda cerrada de la belleza cierta.  
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EL otro día, alguien me preguntaba por todos los fenómenos de la literatura e Internet. La bitácora y el libro de papel, el libro electrónico…Como el tema me aburre en demasía, el interlocutor quiso conminarme a que le ofreciera una respuesta clara y personal. Únicamente le dije algo en lo que creo y que, todos los días, me hace situarme en la tesitura del abandono de lo público para replegar las velas a la intimidad: “Solo creo en la palabra, la Literatura es una”.        

viernes, 13 de enero de 2012


HACE unos meses, comencé a escribir unas notas sobre Dante que partían de las que inicié en el verano de  2010. En pleno ferragosto, terminaba una de las lecturas más exultantes y traumáticas de las que llevaba hasta el momento. A decir verdad, ninguna otra lectura ha supuesto tanto como la experiencia con la Divina Comedia. Todavía hoy perdura el eclipse, el trastoque, la admiración y la fascinación. Solo Platón y pasajes de los presocráticos están en ese nivel de influencia. 

Esta inconfundible persistencia de volver a releer a Dante (así como a Virgilio, Leopardi,  Cervantes, Rilke o JRJ), parece que debo comenzar a interpretarla como una condición que jamás abandonaré y sobre la que tengo que seguir percutiendo una y otra vez, una y otra vez,... aunque sea con sordina.
Leí versos de Dante y de Leopardi en italiano, en Arezzo, en Gubbio, Asís, Florencia (junto al poeta Galbarro mientras paseábamos por el tramonto de Fiésole), Roma, Bérgamo y Perugia, mientras M.C. iba asesorando mis torpezas con su buen tino. Aquella lectura fue, sobre todo, un modo de vida que jamás volveré a repetir, un modo del que solo tengo ya el recuerdo.  
Hoy, al leer una línea de T.S. Eliot, en La aventura sin fin, en una sola línea, digo,  ha brotado, de golpe, como en un aleph insospechado, esa franja de la memoria que se mantenía al resguardo de la luz toscana y umbría. Eliot, cargado de verdad, escribió, hace ya décadas, lo que vengo sosteniendo como una tesis: “La imaginación de Dante es visual”.
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La literatura comienza antes de la palabra, aunque sea en ella donde existe.

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ASÍ, por ejemplo, la diferencia entre un narrador y un poeta estriba en la comprensión de la realidad. Mientras que el narrador aprehende la sustancia de la realidad con los mecanismos narrativos y así mismo la expresa posteriormente en horizontalidad, el poeta comprende en síntesis, hundiendo la consciencia en la verticalidad absoluta que solo conduce a la palabra desasida y al uno pleno que es plural. Por esa condición, la palabra poética es nueva, nonata, renacida de su propia realidad. 

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UNOS días inseparables de Verdi. A Verdi hay que escucharlo en Trieste, con la bora, como lo hicimos, ¿te acuerdas de aquella Tosca?   

jueves, 12 de enero de 2012


NO sé si un espejo en el camino, pero el cuaderno debe estar abierto siempre para que la imagen especular de uno mismo se figure en la blancura de los márgenes. El  “Cuaderno del caminante”, con sus relucientes tapas rojas, asoma el lomo por entre los libros de Virgilio y de Bocaccio. Allí, retenido, me pregunto qué recogerá de esta vida que pasa y se posa, cada vez más, en lo minúsculo.

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UN sosiego desasosegante. Una parsimonia de trote vivo. Quietud y ensimismamiento. La vida y la muerte consonantes en los ojos, la lágrima furtiva de una plaza abandonada en que resuenan los ecos y las voces y los sueños que quisieron traducirnos.
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CONTEMPLO, por unos momentos, el cesto de frutas que hemos colocado en el centro de la mesa: naranjas, limas, uvas, limones, plátanos, mangos, mandarinas, manzanas y una piña. La piña parece un trofeo de hojalata y su cresta, verdeante, corona el cesto con su contorno de mandorla.
El silencio cítrico me agrada y me ayuda a penetrar en la figuración de estos cuerpos redondeados. De pronto, comienzo a recordar los paseos por el Museo del Prado y a poner la memoria en algunas de las naturalezas muertas que allí se exponen. El recuerdo comienza a brotar del misterio y los versos de Darío se solapan a esta imagen viva ante mis ojos. Lilas, amarilláceas sombras sobre el cristal fundido del tiempo.
HOY ya he visto entornada entre tus ojos la virtud del estoico.

miércoles, 11 de enero de 2012


EN cualquier caso, nos queda el hogar. Ítaca doméstica que recoge el mundo para nosotros. La heroicidad del hombre actual debe consistir, si es que existe, en mantener la fidelidad a su hogar. Fuego secreto, interno.
En él, ni el tiempo, ni la desmemoria, ni los otros. Solo el amor y lo privado, quizás el aire profundo que invade la consciencia. Allí, allí es donde somos más realidad y más ficción que en ningún otro sitio, justo donde el mundo se concentra y se concilia en lo interno. He recibido la gracia de la luz al mirarme a los ojos, les has dado la certeza de la vida.
ESTA mañana, recogí, con mucha ilusión, Función social de la poesía, escrito por el poeta de "Cántico" Ricardo Molina. Es la edición de Guadarrama, perteneciente a la colección de monografías de la Fundación Juan March, editada en 1971. Hace más de cuarenta años que se publicó este volumen, pero los libros de poemas o los que tratan la materia poética, si  habitan en la esencia y redundan en ella, se mantienen perennes, frescos, permanentes. Cuarenta años y sin embargo, cualesquiera de sus páginas arroja una lucidez y una celebración de la poesía envidiables. En las líneas que dedica al “poeta actual” subrayo las siguientes: “El poeta actual descubre con ojos de vidente la primigenia razón de ser de la poesía y lucha, con denuedo por regresar a las fuentes y convertirla  en lo que originariamente fue: la gran fuerza espiritual del hombre”.

martes, 10 de enero de 2012


EL texto debe decir lo siguiente: “¿por qué el hombre se siente desconcertado ante la armonía de Naturaleza? ¿Por qué proyecta su tiempo lineal y finito en el círculo goetheniano de las estaciones de la luz? ¿No será que, la palabra, como querían Antonio Machado y Bécquer, es anillo y tiempo?  
Por esta causa de impotencia, la música es el único artefacto  que redime al hombre de su condición finita. Siempre que alguien escuche una música estará descomponiendo su tiempo y reformulándolo hacia un origen desconocido, refundando su vida y su memoria.   

domingo, 8 de enero de 2012


REVISANDO un texto de Azorín, recojo unas anotaciones de aquel lector que, hace ya algunos años, leyó enfervorecido  los pasajes de La voluntad. Aquella lectura  fue resultado de un impulso por conocer la afamada revolución de la novela en España a comienzos del siglo XX. El primer texto que leí, después de  Sonata de otoño, de Valle-Inclán, fue el de Azorín.  Guardo tan grato recuerdo que, hoy, al abrir sus páginas, he confirmado la dimensión de este memorándum tras comprobar que la anotaciones –garabateadas en los márgenes- son todas elogiosas. En uno de los recovecos de la novela tengo subrayado lo siguiente y aquí lo traigo y recupero para una relectura feliz: “Cuando yo muevo mi pluma para escribir una página, ¿puedo asegurar que esa página es mía y no de las generaciones y generaciones que han inventado el alfabeto, la gramática, la retórica, la dialéctica?”
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UN corifeo de pájaros nos saludó al asomarnos a la puerta de la casa. La puerta de la casa contenía un sol de lumbre templada. Esa lumbre palpitaba por el ramaje del limonero. El limonero tenía la hechura de una melancolía ensoñada.
Creo que los pájaros habían entendido esa circunstancia y que cantaban, -solemnes, revueltos-, la dimensión de la tarde. Quisiera para mi canto esa naturalidad con que los pájaros ofrecen los vítores a la tierra. 

jueves, 5 de enero de 2012


ZIBALDONE, de Leopardi y Cahiers, de Valéry, poseen la misma sustancia: pensamiento dinámico, diario de una mente. En uno y en otro, el pensamiento es el que dirige el devenir de las palabras y el que va configurando una estación total en movimiento. ¿Tienen, por ello, menos validez artística que una novela? No lo creo así; además sería difícil que una novela pudiera abarcar lo que se escribe en estos libros, como tampoco lo abordaría la poesía, por ejemplo. No existe en nuestra literatura ningún libro a la altura de estos que menciono. [Llaman a la puerta. El cartero. Por fin el libro de ensayos de A.C. Con él, Letras flamencas, de R.L.Gracias.]   
Bien pensado, este tipo de volúmenes quizás se perdió para siempre cuando llegó el siglo XX y se extinguió las voluntades universalista y enciclopedista para las letras. Porque, en cualquier caso, tanto en las palabras de Leopardi como en las de Valéry, lo que existe con evidencia es una pulsión de comprender el mundo vinculándolo a la palabra, como si hubieran sido fotógrafos que saben que la realidad solo permanece en esas hechuras por unos momentos -fugitivos, raudos, ágiles- y ya nunca más se pudieran transmutar y captar con la cámara.   
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CON Leonardo da Vinci el ser humano comprendió que comprender es crear. Comprender es un acto de creación que puede, incluso, estar compuesto con fines estéticos e intencionalidad artística. El ojo que ve no es el ojo que siente, es cierto, pero de la misma manera que comprender continuamente el universo que nos acoge no es distinto a crear. ¿Será un matiz de la creación o la condición indispensable para crear?

O, más bien, pudiéramos decir que, en los grandes autores, no hubo creación sin antes comprensión, pues toda obra artística sobresaliente sintetiza en ella misma una cosmovisión de lo que somos y entendemos. No es meramente el pensamiento trasvasado a la literatura sin más, como se piensa demasiadas veces. Así, cuando el lector se encuentra leyendo este tipo de páginas, halla en ellas una placidez, un cauce en que desplegarse, una armonía amplia y hermosa que lo sobrecoge y por la que discurre sintiéndose vivido.
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HAY peligrosos allegados a la literatura que están interesados por la pequeña reputación que pudiera otorgarle el participar de ella. Ocurre con mucha frecuencia en los últimos años; pequeños demiurgos instigados por su vanidad o su prepotencia o por su ego, comienzan a encender aquí y allí antorchas para beneficiarse de los demás. Sin embargo, qué claridad otorga la literatura en estos aspectos, con qué clarividencia atisba uno que a un señor lo que le importa de la literatura es todo menos ella misma.
A estos ahogados por sus pretensiones alejadas de lo literario, que comienzan a almendrar sus discursos de vacuas sentencias, de porcentajes de ventas, de premios y publicaciones peregrinas, de mediocres mensajes a escritores que creen importantes, de amistades únicamente establecidas por otros fines que no son, en nada, literarios [y que son, como este párrafo que estoy terminando, digresión y complementación redundante] , deberá decirles el Balzac de nuestra época: “gracias por esta comedia humana”.          

miércoles, 4 de enero de 2012


ESTA forma de escribir es una forma de estar conmigo, de ser yo. Y con ser basta.
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LA pregunta fundamental es, ¿escribo lo que podría escribir?
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LA falsedad. Hoy, por ejemplo, con María José  e Iván todo era verdadero. Sin embargo, cuando me escriben los que se llaman poetas, todo es falso.   

martes, 3 de enero de 2012

 LAS primeras líneas  del nuevo volumen se dirigen hacia una cuestión que no intuía. Quiero decir  que la escritura es desvelo del ser y que, por mucho que la intuición se haya tomado como un axioma o una explicación de ese desvelo, la literatura siempre ofrece una realidad desconocida, ni siquiera intuida para el escritor. Por lo que pensar que el escritor está determinado por los avatares sintácticos de la lengua es un silogismo. Los presocráticos denominaban esta forma de conocimiento aletheia y creo que, con este término, la poesía ha encontrado un vocablo que define su funcionamiento o que, al menos, dirige la atención del lector-creador.      

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PLATÓN conminaba, en República, a predisponer el espíritu a la música, pues ella precipita la llegada de la belleza a nuestra alma.

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PALABRA de poeta que vaya a los más alto; que no sufra compañía, ni siquiera la de su naturaleza,; que cante al aire y que en el aire sea; que no tenga color alguno, que sea transparente y que cante suave y dulce con la claridad asumida del silencio. 

domingo, 1 de enero de 2012

¿POESÍA?

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AYER conseguí una libreta roja. Ya le he puesto título a sus páginas, "Cuaderno del caminante". Y he comenzado a escribir en ella después de que "Cuaderno de Leonardo" esté exclusivamente reservado a la poesía. 
Quiero, para el nuevo cuaderno, que se convierta en un lugar de apariciones intermitente, que refleje los pasos de un ser cambiante para confirmarle que siempre da los mismos. Ya he escrito las primeras líneas en sus páginas patinadas con un leve amarillo insinuante: "La virtud del caminante es contemplar sus pasos en los pasos del mundo; caminar solo, pero en la armonía del cosmos; parecer silencioso con una música completa en su alma."

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PENSANDO en mi hija escribo: "Abandonada mi vida, tú eres todo convocada en ti."

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AL REVISAR los textos de los años 2010 y 2011, me doy cuenta de que debo preservarlos y ordenarlos. De un tiempo a esta parte, me atrae la idea de realizar una edición artesanal con ellos, una edición con muy pocos ejemplares numerados, por supuesto. Los reuniría como un Diario, aunque hay páginas que ya se han desgajado del curso del diario y pertenecen a otro cauce de la expresión. 
¿Para qué? No lo sé, como tampoco en estos días sé si alguna vez contuve poesía en mis versos o literatura en alguna de las líneas que pergeñé. Es cierto, la literatura es una duda permanente que disputa el almay el cuerpo con el escritor. ¿Poesía?