lunes, 31 de diciembre de 2012

Rito de silencio, Murmullo de la transparencia, Cuestión de desnudez son la misma cosa y concepciones distintas. Estas expresiones resguardan un concepto que interpreta el mundo desde los límites del ser humano, no desde los límites del mundo. Hay un equívoco ya que nuestra interpretación antropocéntrica nos confunde. Los límites están en nosotros mismos, nosotros somos los límites y así los proyectamos sobre el resto del mundo, haciendo el mundo tan pequeño cmo nosostros, haciendo el mundo tan insignificante como nosotros. Pero solo hay que contemplar la noche, contemplar el mar, que son figuras de lo eterno en la Tierra, para advertir que esa insustancial mirada es una insuficiencia. 
   
El rito del silencio comienza una danza en el murmullo de la transparencia. Y, si el poeta llega a atisbar esa esencia, no podrá si no escribir con la palabra desposeída, con la estética pura y delicada de la desnudez. Todo lo demás le parecerá sobrante, añadidos.
La realidad se muestra desplegada ante los ojos del hombre, mas este no puede atisbar más que una porción de todo ello. Los límites están en nosotros mismos y querer desvencijarlos, o, en mejor decir, los que han llegado a desvencijar esos límites con la palabra poética, han instaurado un tiempo y un espacio que no nos peternece a los mortales. Es el tiempo perpetuo que jamás viviremos, tan solo podremos tenerlo en la consciencia. 

Naturaleza se muestra transparente, como un murmullo prosigue su dinámica y cíclica progresión. Naturaleza es un eterno retorno cada vez. Ante esa disposición, el hombre tan solo puede testimoniar su lineal y finita existencia. Acaso querrá fundirse en ese ciclo cuando haya muerto. ¿Qué cantó J.R.J. a los pájaros que seguirán cantando?

En ese murmullo que casi no se percibe, el silencio parece un rito estruendoso. Escucha, esucha dentro de ti y notarás una algarabía. Sosiega el ánimo, diluye las estridencias en Naturaleza, trata de armonizar el silencio interior con el silencio exterior: ese es el rito del silencio. Puede que llegues a escuchar la música del mundo. 

La estación azul del poeta reside en nombrar la realidad: es la cuestión de desnudez. El poeta va desnudando la realidad, no haciendo crecer en ella una nonata realidad, sino que muestra la que ya existe de profundo. En ese nombramiento de lo existente, pero velado a los ojos, el poeta se enfrenta a un entendimiento cuyas razones son luminosas o no son. 

El poeta no nombra una realidad nueva, el poeta nombra una realidad existente, velada hasta entonces al hombre como en una vigilia. El poeta, en el rito de silencio, en el murmullo de la transparencia, eleva su espíritu a la cuestión de la desnudez. 


domingo, 30 de diciembre de 2012

viernes, 28 de diciembre de 2012

ESTÁBAMOS esta mañana en Ronda. La luz golpeaba sobre la piedra en un estallido impropio para los meses de invierno. E. reía, reía con cada uno de lo saltos que soportaba su carro cuando lo arrastrábamos sobre el suelo de piedras. 

Llevaba conmigo un libro de poemas que no quise abrir hasta que no llegáramos al Hotel Reina Victoria, el hotel en que Rilke se hospedó en Ronda. Pedimos dos cafés mientras E., disfrutaba de una plácida siesta. Hablábamos M.C. y uno de las Elegías de Rilke, de los paseos por el castillo de Duino que compartimos, hablábamos de Trieste. De cómo la lectura de esos versos trastocaron la percepción de lo poético profundamente.  

El libro de poemas que llevaba era de Hermann Broch. Es la poesía completa, titulada En mitad de la vida (Gedichte). Le leí a M.C. el primer poema, "Misterio matemático", y los dos estuvimos en silencio largo tiempo ante la evidencia:

Con mesura se abre lo inconsciente
y en lo infinito el mundo alza su vuelo. 

[...]

El Yo, pr fuerza, ha de reconocer 
que el sol contiene la verdad en la forma
y puede consumirse en esta llama fría.

LOS libros se apilan encima de la mesa y tengo la costumbre, en estos casos, de comenzar a anotar en una libreta el número de objetos que hay a mi alrededor. Como George Pérec gusto de registrar, -sí, de hacer una tábula-, los nombres de los objetos que reposan hasta donde pueden ver mis ojos. Libros, cedés de Corelli, diccionarios, sillones, sofás, una alfombra, dos mesas, un taburete, dos lámparas, estanterías, postales de A.M. manuscritas, cartas, una cuna, etc. Podría escribir con detale los aspectos de cada uno de ellos, pues forman un paisaje desgranado en el salón de casa.
En ninguo de los mismos existe nada, toda cosnciencia pertenece a mi espíritu.

*** 

El cambio más potente y rotundo, desde el silencio y la soledad.




 LA palabra luminosa es un despertar a lo que somos.

jueves, 27 de diciembre de 2012

LAS contemplaciones son externas e internas. Da igual la natualeza del paisaje, siempre debemos retirarnos de nosotros mismos de esa visión. Ni de lo externo formamos parte, ni de lo interno formamos parte. Nosotros enturbiamos la visión nítida y esencial que puede transmitir la poesia verdadera. En la poesía nos decimos plenamente y en ello no podemos limitar la evidencia con nuestro cuerpo.

Esa palabra que orbita entre lo que nunca hemos sido, que dicta de la razón las dimensiones de un abismo inexplorado puede obtener formas dispares, pero complementarias. No tiene que ser una turbación del inconsciente, puede que la poesía se concentre en la armonía aparente. Sea cual sea la dirección de la palabra, la condición necesaria para que circule más allá y traiga un nuevo canto perpetuo al hombre es desprenderse del hombre que la tañe. 


Sigo dialogando con Pablo d´Ors. Subrayo algunas líneas de mi interés: "Cualquier orilla a la que esa corriente te lleve es buena para ti: eso es la fe. Tú eres tu principal obstáculo. Deja ya de obstaculizarte. Quítate de en medio todo lo que puedas y, sencillamente, empezarás a descubrir el mundo". 

EL designio del ser para los mortales está repleto de sinrazones y de dolor. Un dolor profundo que recorre, a contracorriente, las escenas de la realidad. Es un dolor profundo pero gozoso al mismo tiempo, que contrae las creencias del individuo y las repliega devolviéndoles el valor de la propia vida. 

El dolor es ético y de la misma forma se despliega en los estético: el dolor de la creación y su posterior contemplación. Así, el artista que na surgido de la verdadera voluntad, no puede desgajar lo ético de lo estético, son el haz y e envés de la msma realidad. El propio Pablo d´Ors escribe: "no correr, sino parar; no esforzarse, sino abandonarse; no ponerse metas, sino simplemente estar ahí".  

El estar no es un principio ni un fin sino una sucesión sin límites. 

El acto de estar en el mundo es un dolorido gozo del ser.



   
HAY un río en la noche de figuras y cumbres,
un río atravesado de cauces invisibles
del que brota una fuente misteriosa.

Hay un río en la noche con un paso invisible
a los ojos prendiendo la consciencia     
 y una fontana colmada de aromas
que estaciona una música con un cuerpo celeste. 

Está dentro de ti ese río, ese cauce
infinito, esa estación fugitiva
en la que eres algo en nada
y gota sumergida para siempre. 


COMO tres estados sucesivos, pero distanciados entre sí, los del ser (algo, nada, todo), la contemplación (pluralidades), el canto (del origen, de la semilla). El poeta, si lograra tener consciencia de los dos pasos anteriores e imprescindibles al canto de la semilla, al ejecutar su palabra, lo haría  temeroso y a sabiendas de que está impostando en todo momento, pues la palabra poética que deviene de estas ideas es siempre limítrofe, abisal, cuasi un carrusel de silencios semánticos. Así, tratará de impregnar su palabra de la verdad más cercana a la contemplación y, por último, al ser.
Ser algo en nada es el resultado de desasirse de uno mismo en la palabra poética, en la palabra numinosa que dice no al hombre o al sujeto que las escribió, sino a la humanidad. 


Esta disposición de la creación poética responde a la gran exhortación que ha existido desde que surgió el hombre: quién o qué somos y por qué. Pablo d´Ors explica en Biografía del silencio que para llegar a percibir los vislumbres de lo real, hay que realizar un acto de entrega sin esfuerzos ni razones. Explica que: "los chinos tienen un concepto para eso: wu wie, hacer no haciendo. Wu wei consiste en ponerse en disposición para que algo pueda hacerse por mediación tuya, pero no hacerlo tú directamente, forzando su arranque, desarrollo o culminación".  De nuevo la mística de san Juan: 

[...]
para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.



Pablo afirma lo siguiente: "Tanto el arte como la meditación nacen siempre de la entrega; nunca del esfuerzo".





miércoles, 26 de diciembre de 2012

ES el canto del vislumbre de lo real.
ES ser el estado de lo real.
ES el vislumbre de lo real.



Es el canto del aire
sonorosa presencia;
es la luz en los ojos
un espejo vacío;
es la tierra en las manos
la figura y el sueño.
Es el centro, la vida
la unidad del encuentro.  


Así el hombre, así su palabra. La palabra nos limita y nos acecha, pero es la paradoja del ser humano. Digo que nos limita, pues la palabra, -como he advertido en este cuaderno en algunas ocasiones- razona con causas y consecuencias linealmente. No pueden colocarse las palabras en un discurso armónico como en la música, no podemos eatablecer los vocablos en el lugar en que queramos, pues están obligadas a aparecer en el discurso por su semántica. Esa conjunción sintáctico-semántica es un prodigio si tenemos en cuenta el número limitado de vocales y consonantes  que poseemos, pero es la absoluta limitación para el hombre.
La palabra aspira a la armonía que es posible en la música, a los acordes de varios sonidos conjuntados y que tan solo al unirse crean nuevas realidades al nombrarlas.

El poeta que se entrega a la palabra únicamente encontrará los límites de inmediato e impreganará su poesía de artificios y retoricismos vacuos y superficiales. Las llamadas "convenciones". Es por ello por lo que, a poco que la filosofía y la música van tomando cuerpo en las lecturas, puede el poeta caer en la cuenta de la ineficacia de la palabra para nombrar. Llegado a este punto hay dos opciones: silencio o consciencia de la imposibilidad. 

Tan solo los poetas que se creen adánicos seres son no-poetas. 

No cabe el mar más que en la idea del mar; no cabe el Bien, el Amor más que en sus ideas, no en sus formas gramaticales. Platón, que descubrió esto mismo hace siglos, ya lo advertía. Así, podemos entender el sentido de sus afirmaciones sobre la memoria y la palabra verdadera, sobre la memoria y la palabra escrita.

martes, 25 de diciembre de 2012

LOS contornos de los objetos contienen una exhortación para el que los contempla. Ha de observarse todo con meditada paciencia hasta la extenuación. Primeramente, acuden los pensamentos más soberbios y fugaces; luego, las reminiscencias de lo ocurrido; por último, la blancura de los contornos. Es un discurso de la realidad que no es sucesivo, que no sigue las propiedades narrativas de la palabra.

El mundo no es una narración; la narración mítica es nuestra forma de comprender el mundo. 


Las contemplaciones nos hacen desembocar con el espíritu en el misterio de la unidad. La unidad que se encuentra en las realidades materiales y sensibles, pero igualmente en las que se sitúan en la abstracción. Platón y Aristóteles estaban marcando el camino de ida y de vuelta de la misma esencia para el mortal: ir y venir, como Heráclito, en un mismo camino en que da igual por donde comenzar, lo sustancial es no apartarse de él nunca. 
En esos derroteros trazados por los filósofos griegos, el hombre tratará de llevar a la práctica el número de Pitágoras, por ejemplo, la capital y decisiva presencia de las cuatro materias o la fundamental estación de piedra que propone Parménides. Todo es lo mismo y distinto, todo uno y diverso. 


Pablo d´Ors apunta a una de las claves de la contemplación, afirma: "No aspiro a contemplar, sino a ser contemplativo, que es tanto como ser sin anhelar".

lunes, 24 de diciembre de 2012

TANTO más huido de mí mismo, tanto más cerca de mí mismo.


*** 
Sigo leyendo el libro de Pablo d´Ors, Biografía del silencio. Un libro deleteioso, que desprende verdades y bellezas. Dice Pablo: "Al estar aparentemente inactivo, cuando estoy sentado comprendo mejor que el mundo no depende de mí, y que las cosas son como son con independencia de mi intervención. Ver esto es muy sano: coloca al ser humano en una posición más humilde, le descentra, le ofrece un espejo a su medida". 

Es el poema mismo de san Juan de la Cruz. La acción de dejar de ser para serlo todo es de la consciencia, nunca de los hechos materiales. La tranformación consiste en un dejar-de-ser-para-ser continuo, gerundizado; es una acción de la contemplación que confirma nuestra posición y medida frente al cosmos. 

¿No es esto mismo el Canto XXXV de Noche más allá de la noche, de Antonio Colinas?

Unas palabras de Pablo d´Ors resumen perfectamente esto que trato de razonar escribiendo: "ser conscientes consiste en contemplar los pensamientos. La consciencia es la unidad consigo mismo. [...] Tú eres lo que queda cuando desaparecen tus pensamientos".



domingo, 23 de diciembre de 2012

"LA verdadera vida está detrás de lo que nosotros llamamos vida. No viajar, no leer, no hablar...: todo eso es casi siempre mejor que su contrario para el descubrimiento de la luz y de la paz", escribe d´Ors en Biografía del silencio.

En efecto, las especualares acciones con las que tratamos de colmarnos, son vivacidades, no la vida misma. Ser algo en nada es precisamente la consciencia absoluta de esa encrucijada. Es un estado que conviene en que las acciones con que tratamos de desarrollar nuestra vida son nada, que las acciones que no se acerquen al origen que edifica el interior del individuo son nada. Y todos, absolutamente todos, somos algo en nada, pues como mortales modernos nos dejamos arrastrar por las sombras, por la llamarada de lo inmediato. 

Hemos desatendido el ritmo interno del corazón. El ritmo que nos anuncia, dentro de cada uno, una armonización superior, que habita en todas las dimensiones de la realidad a la que podemos llegar con nuestro raciocinio lábil y soberbio. La poesía actual es testimonio de este alejamiento: una poesía desvaída, sin música...más cerca del derrumbe que de la edificación del espíritu.  
LEO, en la noche Biografía del silencio, de Pablo d´Ors. Coincido con todas las descripciones vertidas acerca de la incomprensión del hombre de sí mismo debido a las distracciones, las eventualidades, las rápidas y sucesivas acciones que parecen llenar su vida. Pues, como afirma Pablo,  "la pura observación es transformadora". 

Exactamente es lo que vengo descubriendo con las contemplaciones: suponen una transformación, pues se interioriza la realidad en la vida de uno hasta desvencijarla con otros mecanismos y con otras aritméticas. Todo ello con la preclara estación del silencio que todo lo antecede y que tan necesario es para la poesía y el arte mismo. 


jueves, 20 de diciembre de 2012

"En una noche oscura, que aquí entiende por la contemplación purgativa, como después de dirá, la cual pasivamente causa en el alma la dicha negación de sí misma y de todas las cosas". Leo en los Comentarios, de San Juan de la Cruz. Eso es, una negación dichosa de uno mismo y de todo lo que se agolpa en los ojos para establecer la purga de lo no poético.
LO decíamos hace unos años, las bitácoras no eran literatura. Comenzaron a surgir como lo podría haber hecho cualquier otro formato. Y, ahora, mucho menos, cuando los escritores suceden poco más que testimonios, como este mismo, repletos de nimiedades. Habría que cerrarlas todas, para ir mundanizando la realidad y para, en alguna charla, comprobar que en silencio y en soledad la literatura posee el ritmo del mundo, el largo meditar de las encinas. 

Escasea entre los poetas el verdadero diálogo, el que se aleja de preceptos establecidos y de opiniones grupales. El diálogo de pareceres forjados en silencio y mostrados, con todos sus materiales, en bruto, frente a un interlocutor que los matice, que los vuelva irreconocibles. No de otra manera el poeta trastocará su pensamiento y tomará la medida (pobre) de sus pareceres. 


Alguien me cuestiona la posibilidad de seguir leyendo y escribiendo con E. en el mundo. Le digo que E. ha traido la verdad más grande y preclara que he tenido en mi vida sobre la literatura. Leo, escribo com no lo había hecho nunca antes, con la plenitud en la consciencia de ser algo en nada, de estar silabeando el curso de un río inmenso y anchuroso que no me pertenece, al que no pertenezco y que llamamos, por convención, poesía. E. me ha individualizado y eso conlleva una consciencia de la mortalidad ajustada a la vida. Su vida se ha vertido en la mía con su sola presencia. 

Me invade una consciencia de que la tarea de la escritura estaba demasiado cerca de mí mismo. Leer, leer es un ejercicio de virtud, es un acto de solemnidad con la humanidad, pues en la página estamos todos los lectores convocando el sonido de las grafías.  


En el cuaderno que me regaló J.S.M., Actos de templanza, escribí esta madrugada: "Un acto de templanza con E.: escuchábamos la música de Beethoven, Romanza para violín y orquesta en Fa mayor opus 50, agarrados, moviéndonos armónicamente. M.C., arriba, en la casa, parecía estar dándonos su benevolencia al observarnos. E. sonreía. La luz de la tarde se había transmutado en símbolo y perplejidad". 


miércoles, 19 de diciembre de 2012

CUÁNTO me agrada el título Renatus Cartesius, Meditaciones metafísicas. En el prólogo despliega unas síntesis definitorias de lo que el lector va a encontrarse a poco que avance entre las páginas del libro. Advierte lo siguiente sobre sus medtiaciones: "en la sexta, distingo el acto del entendimiento del de la imaginación, describo los signos de esta distinción, muestro que el alma del hombre es realmente distinta del cuerpo y, sin embargo, que está tan estrechamente junta y unida a él, que compone con él como una cosa misma". 
Con estos asertos podría estar uno dialogando con el texto durante algunas horas, pues en él se concentran sentencias y conclusiones profundas y de calado: entendimiento, imaginación, alma, cuerpo; términos todos que ofrecen una dualidad establecida de inequívoca relación. 

Algunas líneas después, Descartes afirma: "al considerarlas de cerca [se refiere a los cuerpos y a los objetos] caemos en la cuenta de que no son tan firmes y evidentes como las que nos levan al conocimiento de Dios y de nuestra alma, de suerte que estas últimas son las más ciertas y evidentes que puede entrar en el conocimiento del espíritu humano".  

Propone el autor una conlusión arriesgada, rayana en el subjetivismo y la dimensión mítica de la realidad, pero es por ello atractiva para un poeta. Las dualidades, las contemplaciones de los estados sucesivos, aparentes, esenciales del cuerpo y del alma. Sobre todo, el discernimiento entre el entendimiento y la imaginación, ya que creo cada vez con más preclaridad que la poesía es el género más cercano al entendimiento y  más alejado de la imaginación, tan desarrollada y necesaria para la prosa, por otra parte. El poeta tiene como encarnadura el espíritu humano y en él se anega de infinitos ciertos y soledades razonadas, de símbolos que trascienden el inmediato parecer de la realidad pero que son la realidad misma. El alma y el cuerpo una cosa misma.

  

martes, 18 de diciembre de 2012

UN poeta de este tiempo dice: "La poesía no vive al margen de la realidad, sino que aspira a ser realidad". Podría uno matizar esta afirmación con demsiadas palabras, pero prefiere uno quedar callado ante tal exabrupto. Porque, en ocasiones, conviene mantenerse al margen de las actuaciones de los que creen estar en posesión de la poesía y de la verdad poética cuando, más bien, ellos mismos están poseídos y en posesión del mercado y de los discursos grupales. Nada más lejos de esta nota que introducir en este cuaderno algunas afirmaciones de los contemporáneos, de los que viven estos mismos años, estas mismas realidades sociales para contemplarlas. Porque también las palabras son contemplaciones. 

Afirmaciones de este tipo no vienen sino a confirmar el estado de conciencia sobre la poesía. Quizás, el daño y la malevolencia implícita en este tipo de asertos son ajenas para el poeta que las prescribe, pero no puedo tener por respuesta más que esta contemplación, pues las contemplaciones pueden derivar, las más de las veces, a un sucedáneo tan alejado de la esencia, tan vituperado por el hombre que pudiera confundirnos en una egolatría banal y sinsentido. 

Escribo estas líneas como un métdo de defensa, como si quisiera establecer la trinchera conceptual en la que no deseo incursiones ideológicas. Estar solo y en silencio es el estado del mundo para el poeta, la realidad para el poeta,  y si dicen los bardos actuales que la poesía aspira a ser realidad, no puedo más que volver a leer a Descartes y a Platón y a sentir con la cabeza mientras esbozo una sonrisa. 

***  
 Ayer por la mañana me alegré muchísimo, ya que Siltolá publicará, en breve, un libro inédito de Juan Ramón Jiménez titulado Idilios. Qué grandeza y qué consciencia hay en toda la palabra de J.R.J., pues considero toda su Obra como una corriente continua cuyos límites deseados y deseantes anchuran las realidades del lector. Qué diferencia entre creer que la poesía aspira a la realidad y evidenciar que la realidad es migaja para la poesía cuand esta la nombra y la establece. 
  
***  

E. es la suma contemplación, claro está, la que ha motivado la aparición de esta vertiente del Trópico. Ella es la que recoge todas las contemplaciones verdaderas: su voz balbuceante, su piel renacentista, sus ojos de aurora en la noche, su olor a vida y a trigo limpio, su presencia cargada de verdades y de símbolos. E. es la contemplación de mí mismo, en ella advierto todas mis carencias y todas las mentiras que vamos acumulando con el tiempo. 
Escribí, hace poco, que un grito de E. contiene más verdad que un poema contemporáneo. Y lo escribí porque cuando E. silabea está metafrizándome, haciéndonos a los presentes una conjura desde el origen: ella nos trae el ritmo desde el silencio, desde el nonato verbo, de donde los poetas no debieron alejarse jamás. 

lunes, 17 de diciembre de 2012

LA niebla, la niebla de esta mañana inundaba las retinas. Todo era una nívea estación, tan preclara, tan deseable. Fundirse en ella, desplegar en ella el aire y respirarlo todo para ser algo en nada.

domingo, 16 de diciembre de 2012

LOS estados precedentes al conocimiento son las contemplaciones. Estas pertenecen a la tierra, a Naturaleza. En ella se dan con un ajuste premeditado que el contemplador debe desentrañar con la lentitud requerida. El temple es la música que acondiciona el espíritu a la mirada sobre la realidad. Es un estado intermedio, azul, -sí, las contemplaciones son azules aparentemente-, y dejan en el individuo que las ejercita una insatisfacción permanente, un anhelo azuzante, un deseo perpetuado. Las contemplaciones también son los límites y precede, claro está, a lo que se intuye más allá, en donde seguimos siendo aun sin tener conocimiento de ello. Eso mismo es ya ser algo en nada (que es verde), porque para serlo necesitamos serlo todo. 
Para la poesía, ese territorio inexplicable, es su esencia misma, pues la poesía contiene lo inefable a pesar de su naturaleza. Así el poeta, hombre por completo que posee un afán de misterios y decires de la aurora que jamas serán dictados por su espíritu.   

***
El poeta ejecuta con la palabra una acción sobre la realidad. Las acciones no contienen, como pensamos a priori, una causa y una consecuencia. Ese mecanismo pertenece a la ciencia, a lo que la realidad desarrolla con el signo de lo científico y que el hombre, en buena medida, puede llegar a intuir.  Todo el que establece los orígenes de sus poemas como si estuviera hablando de un recuerdo nítido, debería dudar mucho de ello.
Sin embargo, la poesía, cuando brota, es misterio desde el origen hasta su dilución. Llega sin ser notada y además es innecesario establecer sus formas de aparición, pues ella es canto de la semilla (que es rojo) en la luz, rastro luminoso de una razón insospechada. Como dijimos en este Trópico, la luz carece de relato y ello queire decir que su aparición en la mente del hombre es tan antigua como él mismo. 
La poesía es la condición mágica de la palabra, es ritual y danza y apropiación de lo que el verbo cotidiano jamás podrá nombrar. En la palabra utilitaria, la que usamos para comunicarnos, la música no es naturaleza esencial. Sin embargo, no hay poesía sin ritmo musical, sea este de un tipo o de otro, ya que la música es la cermonia interior que establece una posición del espíritu en el cosmos. La poesía no comunica, revierte el mundo; la pesía no es comunicación, es afán de verdad; la poesía no es comunicación, es el discurso de lo vedado; la poesía no es comunicación, es la armonía para el hombre del mundo. 

*** 

La poesía es sagrada en el sentido en que Mircea Eliade habla de lo sagrado: aquello que está en una dimensión distinta a lo rutinario, que nombra más allá de la palabra misma. Esta interpretación me ha conducido a tomar muchos de los poemas actuales, -por no decir la mayoría; los de uno los primeros-, como intentos desmayados por ser poesía. 
El hombre moderno ha perdido la consciencia necesaria para que brote de él la palabra poética. Es este un hecho trascendental y terrible, que pocos advierten de esta forma, pues hoy más que nunca existen los poetas en todo lugar. La poesía se resguarda de las eventualidades y el hombre es una eventualidad más como lo es la lluvia, el humo, la sombra...las contemplaciones. 
     

sábado, 15 de diciembre de 2012

Eso es, expandir las letras, explorar la expresión y anchurar el mundo con la palabra:

Ser algo en nada;
Las contemplaciones;
Escribir la lectura
Canto de la semilla;
Trópico de la mancha;
...

viernes, 14 de diciembre de 2012

Un cuaderno de cuadernoS, eso deseo que sea el Trópico. Las contemplaciones será otro de los derroteros por los que transite en este espacio escriturario. Ser algo en nada, Las contemplaciones, Escribir la lectura...presiento que vendrán más caminos y derroteros por los que expandir el espíritu por el cauce más ajustado. Hoy, en invierno, Las contemplaciones, pues qué es la vida sino contemplación de todo en nada. 

jueves, 13 de diciembre de 2012


Uno de los ritos mistéricos con los que he soñado últimamente: imitar la búsqueda de Deméter con antorchas en las manos. "¡Cielo, llueve!, ¡Tierra, concibe! ¡Bromio ha nacido!", grité en la tiniebla de la noche, arropado por un olor a incienso penetrante y subrepticio. Me vi en un espejo contemplando silenciosamente una espiga de trigo: en ella se concentraban la vida y la muerte, la fusión de la physis. Vida citerior y vida ulterior, descenso a los fondos predecesores que contenemos sin advertirlos. Descenso y ascenso.
Tan solo describo. La acción de Naturaleza no puede ser narrada; sucede lo propio con el misterio, pues este  reside en no contar lo que sucede.  El silencio como finalidad, claro. Cuando JRJ afirmaba que la poesía era misterio estaba describiendo que la poesía es el silencio, lo oculto, lo cerrado, lo distinto, lo incomunicable en su esencia. 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

EN este Trópico se suceden los jardines que se bifrucan y esa circunstancia, que atisbo cíclicamente, me conduce a pensar que quizás debiera gestar ya un sucedáneo con otro título. He pensado que muchas de estas páginas que voy escribiendo, casi tarareando al hacerlo, debieran llamarse Ser algo en nada
 Todos los años surge una conmonción por el ejercicio de la escritura. O dejarlo por siempre y callar ceremoniosamente o seguir escribiendo, como Glenn Gould, tarareando las sílabas cada mañana, cada noche, sin más pretensiones que la de mover los dedos con el espíritu. 

Ser algo en nada puede que aglutine la esencia de estas últimas letras en el Diario de este año. Cuando comenzaron a brotar, lo hicieron queriendo narrar lo que una vida (triste, mísera, lábil) tenía por extraordinario. Al poco tiempo, las palabras ajustaron ese despropósito y ajustaron también la talla del espíritu del que escribe justamente a su altura: un ínfimo, casi insustancial verbo. 

Verbo, en latín, significa acción. Y es la acción de la palabra lo que he intentado trazar de un tiempo a esta parte. La acción de la palabra que sucede en la consciencia y gracias a los mecanismos de la memoria. La acción solitaria y sonora de la soledad que traza una música callada de la razón poética. Somos una contradicción que no puede más que caer en la cuenta de eso mismo y esa consciencia es suficiente. Todo lo demás es glosa. Todo lo demás es silencio. Todo lo demás es ser algo en nada.  

Un círculo sucesivo que lleva a otro círculo. La lectura es origen y sustancia para poder realizar este dilatado silabeo.La acción del lector debe estar cargada de una ética etética fundamental que, en armonía con el espíritu del individu que la profesa, concierten el mundo en un centro nunca vivido, pero siempre deseado.  

martes, 11 de diciembre de 2012

ESTAS notas están escritas y pertenecen al cuaderno titulado La fontana clara, iniciado en febrero de dos mil doce. Escribo en el escritorio de M.C., en la mesa portuguesa lacrada con tonos blancos, anaranjados, azulones y malvas. Su porte, de madera de teka natural, le confiere una bella y sostenida presencia al que la contempla en el silencio del sótano y la acaricia con las manos al dejarlas caer sobre el frío tapete. Escribo, decía, en el escritorio de M.C. rodeado de sus libros escritos en italiano (Lampedusa, Mastrocola, Magris, Camilleri, U. Eco, Primo Levi, ...) y me siento tan ajeno de mí, tan plenamente...

Hace unos minutos me he dirigido a las baldas en que reunimos los volúmenes dedicados a Filosofía y Antropología. Las más de las veces es mi rincón preferido de toda la biblioteca, en la que los momentos más misteriosos y deleitosos han ocurrido. Allí, ante el colorido de los lomos, he comenzado a desplegar un juego que tanto me agrada y con el que tanto aprendo.  
Consiste en escoger de las estanterías aquellos libros que aparentemente contienen una sustancia que los hermana y vincula. La búsqueda de ese material, de ese sustrato libresco, de ese concepto que impregna la clave del pensamiento contado es, para mí, la tarea permanente del lector. El lector es siempre en intertextualidad, pues él mismo es un texto de textos, su memoria es siempre un palimpsesto continuo, pero maravilloso. La voz de un lector es de ventrílocuo textual.  En el juego, toda vez que parece que puede intuirse la esencia, si es que eso sucede, comienzo a escribir la lectura. 
En unas ocasiones, la lectura escrita suplanta por completo las palabras leídas. Es el caso que menos me agrada, el más cercano a la creación personal. En otras, trascribo las palabras de otros literalmente. Es un gozo ir grafiando las palabras de otros a quienes admiramos. En la copia, en la amanuense copia de un texto, el lector parece encontrar una nueva disposición ante el mismo. He aquí los resultados, aunque hoy prefiera expandir el juego a otros lectores, a ti, por ejemplo, que aguardas en el trópico, y a ti mismo, que miras en el espejo los ritmos del silencio:

"Es la confirmación de una idea que mantuve larga y confiadamente: la unidad de la raza humana, no solo en su historia biológica sino también en lo espiritual, que por doquier se ha desarrollado a la manera de una única y sinfonía, con sus temas anunciados, desarrollados, ampliados y retomados, deformados, reafirmados, que hoy día, en su gran fortissimo con todas las secciones tocando a la vez". (J. Campbell, El héroe de las mil caras).

"para mí manifiesta ahora, que los cuerpos no son propiamente conocidos porque los vemos y los tocamos sino porque los entendemos o comprendemos por el pensamiento; veo claramente que nada hay que se sea más fácil de conocer que mi propio espíritu" (R. Decartes, Meditaciones metafísicas). 


"el cristianismo es la paideia griega de Cristo" (W. Jaeger, Cristianismo primitivo y paideia griega).

"Yo soy este haz de lo realizado y lo pasado" (C. G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos). 



  

lunes, 10 de diciembre de 2012


Las “palabras” precedentes a la primera entrada del Diccionario de música, mitología, magia y religión, de Ramón Andrés, ofrecen una luminosa propuesta. Esa puesta en abismo que se defiende es para uno un sendero hacia lo inevitable, una postura asumida para vivir.

Escribo inevitable pues desgajo la palabra verdad de estos conceptos y prejuicios con que los humanos pretendemos aprehender la realidad tanto conocida como desconocida. Parece que tras el empujón del XVIII el hombre ha reducido lo real a lo explicable y lo trascendental a lo inexplicable, pero he leído razonamientos más rotundos sobre Dios o sobre Naturaleza que sobre lo conocido como material.

Enciendo los límites para arrebatarles todos los prejuicios: las palabras ajenas, los juicios cargados de vanidades, la inexistencia de la empatía. El hombre que vive en sí, destacando sus juicios, sus actuaciones, sus pareceres queda reducido a la miseria intelectual. Por el contrario, ser otro permanentemente, existir en lo que siempre ha sido y está siendo en el hombre es quedar siempre en un tiempo sin espacios. Hay que advertir las carencias de uno, que son todas y escuchar, mediante el diálogo, las virtudes del toro. Para eso, nuestro espíritu debe contener el anhelo y la consciencia de lo mortal. 
Me aburren los hombres de hoy, los que se piensan en una dimensión inalcanzable para el resto. Como recuerda Andrés, Nietzsche afirmaba, en relación al desconocimiento del pasado y su negación como una forma de comprender el mundo, “Solamente sobre el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en posesión de una verdad”. Esta pandemia, la creencia de los que se creen con verdades absolutas, es lo que nos sucede cada día, frente a cualquier hombre.

            Yo creo, con Andrés, que “la razón, por paradójico que resulte,  tiene uno de sus sustratos en las tradiciones espirituales y, aunque sea para refutarlas, ha precisado de una operación cuya estrategia bien podría pertenecer al terreno religioso: apartarse para, desde una visión de perspectiva, lograr una supuesta búsqueda de objetividad”.

En la misma realidad sobre la que se pronuncia un hombre, pueden intuirse múltiples acontecimientos. Cada uno de ellos deben ser atendidos por la razón y la voluntad, pues la cerrazón y el egotismo pueden provocar un paro en el raciocinio y un embelesamiento del ego que en nada favorece ni al hombre, ni a las acciones, por ende, de esos hombres. El mismo Andrés lo condensa a la perfección: “somos genética y fabulación”. 

sábado, 8 de diciembre de 2012

LA última palabra que estaba escrita desde el viernes, veintrés de noviembre de 2012, era "desprendimiento". Aquello me hizo prosesguir el cuaderno titulado Actos de templanza; desde entonces, me acompaña cada día, cada tarde y cada noche que escribo alguna impresión sobre lo circundante y lo absoluto, sobre ls hombres y las cosas. En muchas ocasiones, he pensado que este hermoso cuaderno hubiera sido pasto de las llamas y que su humo podría haber virado hacia el hogar de donde salió, para sorpresa de su dueño. Un humo vivo, dialogante, que ofrece reprimendas. Sin embargo, ahora está aquí el cuaderno, entre mis manos, soportando la escritura con la tinta verde que he seleccionado para su hechura y discurrir; todo él es ya testimonio de una mediocre e insustancia vida, la mía.

Pienso y escribo; leo y existo. Escribo lo que leo como una acción que deviene de la falta de talento para comenzar desde el origen. Quiero enraizame en la voz de los que han permanecido y han dictado el secreto de ser hombres a los hombres venideros. No sé cómo comenzar a escribir si no he leído; pocas veces la realidad misma ha donado a mi conciencia un pricnipio o un fin para la escritura si no ha sido por el cedazo de lo literario. Vivo la palabra literaria, ella es el axioma y el lugar de mis apariciones.

 Ahora, en el silencio que envuelve el cuerpo de E., leo a Leopardi, el Zibaldone. Asiento y enmudezco, tan antiguo me he sentido, como una encina en la obra de Platón: "la lettura per  l´arte deleo scrivere è come l´esperienza per l´arte di viver nel mondo, e di conscer gli homini e la cose". 




viernes, 7 de diciembre de 2012

EL hocico de la vida va asomando en serio y eso provoca que me refugie en lo realmente verdadero: amor y lectura. Es cierto que, tras estos vocablos, se encierra toda la naturaleza. Las palabras terminan por convertirse en atajos para someternos a nuestro corto raciocinio. Pensamos que ellas tienen la realidad toda y, en puridad, son la estratagema más perversa para abordar el entendimiento de la realidad. 

Deseo ser sin palabras. Amor y lectura, claro. Amor como la reconciliación con los elementos de naturaleza: seres, sentimientos, percepciones, la respiración, el propio latido interno. Porque somos un ritmo perpetuo que suena a escondidas, un ritmo coronario al que nadie dirige su atención. 

Para comprendernos, para comprender todo, hay que volver al origen. El origen es límite del ser. Como Orfeo, hay que realizar un descenso a donde nunca hemos sido, a donde nunca llegaremos a volver de nuevo más que transformados. Ello, por supuesto, es inexplicable más allá del silencio y de la soledad.

Es esta condición de renacimiento la que debe impregnar las palabras. Ellas, si deben mostrar o sugerir algo, deberían contener la soledad del mundo, el silencio de Naturaleza. 

Ser lector es atestiguar un acontecimiento insonoro que solo resuena en nuestra conciencia y cada vez que la memoria tañe su figura. Por esto mismo, aspirar a convertirse únicamente en lector no es un acto de renuncia, antes al contrario, es una delicada manera de ser en el origen de lo que fuimos.

 
 

jueves, 6 de diciembre de 2012

MIS hábitos son de la soledad, no de los hombres. No hay estímulo alguno en el contacto con los demás: todo me resulta contraestimulante. Las ideas, los diálogos, acaso el parecer de los compañeros. Todo es nada para mi persona y no es esto por vanidad alguna, antes al contrario, es por una devastadora indiferencia por lo cotidiano y por las minucias de cada cual.  Una tremenda humildad acaba de invadirme, pues leo a Platón y comprendo la estación de lo humilde tal y como los griegos. Cuánta humildad falta en la literatura de estos días, ¿existe, acaso?



miércoles, 5 de diciembre de 2012


LEER es ya una reconciliación con el ser.

LEER por siempre.

DESEO ser un lector omnímodo y omnívoro.

LEER es apreciar la cadencia del hombre.

¿CUÁL es el estado natural de la lectura? El silencio.


SCHOPENHAUER en referencia a la música: “No es otra cosa que el medio de concebir inmediatamente y concretamente grandes números y complicadas relaciones numéricas que, por lo demás, , nosotros no podríamos conocer mediatamente por medio de conceptos, sintetizando ahora estas dos concepciones tan profundamente distintas y, sin embargo, tan ciertas ambas de la música”. 



martes, 4 de diciembre de 2012

TERSA mañana y fría tempestad en la conciencia. Estos días leo de madrugada, arropado por las palabras de Thomas Mann y de Herman Hesse. Siempre tengo cera de mí el volumen de Montaigne, pues se convierte en un bálsamo cuando las palabras de los novelistas y escritores comienzan a desfallacer. Porque la palabra poética es siempre vida, vida y muerte. Renacimiento toda vez y siempre. Pues si leemos forzados a mantenernos solo en la acción que describe, el texto caerá en el más solemne olvido. Solo recordamos el misterio de la palabra, que es música callada, que es soledad sonora, que es silbo sonoroso.

Participa esta de la realidad tanto como un tejido del cual no podemos resarcirnos ni separarnos; las palabras son sueños de la noche en nuestras manos, melodías insonoras en la conciencia. Materia inexplicable que nos explica. Pura verdad que siempre es mentira para el hombre; un velo que nos ensimisma, pues ofrece una imagen reflectante del mundo que nos confunde y embelesa.

Tersa noche de copiosas estrellas... el firmamento, desde la azotea, la inmensidad a la que acudo vertebrado de galaxias, es en mí mismo. Respiro y escucho el largo lamento de las luces en el cosmos. Respirar, inspirar.

El silencio posee una música cadenciosa que solo resuena en la bóveda interna de nuestra conciencia. Esa cúpula achatada está repleta de sueños y de delirios.Son destellos, entonces, lo que somos. Iluminaciones.  El caos es allí un principio y un fin, ¿no es cierto? 

Toda tú, noche, toda tu verdad encierra un proverbio y una sentencia de la luz. Vacío mi cuerpo en tus destellos, en cada parte de tu esencia diluyo mis células. Soy en ti, noche, más que nunca, pues dejo de ser plenamente. Eres orilla de una inmensidad, principio de un abismo que nos contiene y nos explica. Y es a ti a quien ofrezco la palabra, el canto impotente y desvaído de los hombres. Traigo ante ti mi presencia nada más que para comprobar mi inexistencia. Traigo ante ti la palabra, mi palabra, que es silencio y rotundo eco. 

 

lunes, 3 de diciembre de 2012

SIENTO un enorme desapego a todo. Es un sentir que me ha acompañado toda la vida. Siento un desapego tremendo por todo lo que rodea a la literatura, por todo lo sobrante. Este desasoiego se vuelve interno y recorre todo la memoria de la vida. Ante ella, solo encuentro dos posturas: la soledad y el silencio.

Son dos ofrendas en reconocimiento de la naturaleza cuando se vuelve palabra. Una pequeña dádiva de un minúsculo hombre. Encuento más verdad en una vocal de E. que un poema de la mayoría de poetas vivos. ¡Qué prodigioso el balbuceo! E. entona el origen: el caos, la verdad, el sonido que busca su referente, la naturaleza vertida desde su piel.    

domingo, 2 de diciembre de 2012

AYER estuvimos en Tavira con E. Era la primera salida que E. realizaba a pesar de sus pocos meses de vida. Ella se mostraba tranquila y atenta y no se explicaba el nerviosismo de sus padres. Es cierto que supo amoldarse a todas las circunstancas, incluido el almuerzo regado con bacalo. Había algo en su mirada, en su forma de estar, a pesar del frío, que me comunicaba un mensaje cifrado, el mismo que ella mantiene desde que consigue mirarme fijamente y hablar desde la esencia. Porque el lenguaje de E. es sin palabras, sin mediaciones léxicas; su lenguaje reside en la contemplación y el descubrimiento. Es una mirada poética, que deviene del origen, de la naturaleza. Y es esa fascinación de E. por la realidad la que me conmueve y entristece, pues parece que el hombre, con los años, se va convirtiendo en un insensato y un vanidoso al que ya nada le sorprende. 

La caída del sol en las fachas, un animalillo en el agua, el soniquete de las campanas, los colores del atardecer, la voz de los demás, el tacto delicado de una caricia...y cualquier ora acción que se prduzca a su alrededor contiene, para los ojos de E. otra dimensión, la misma que me comunica en silencio cada vez que me mira y parece describirme los límites de la contemlación inmediata.  

jueves, 29 de noviembre de 2012

VIVIR para ser. SER para vivir. VIVIR-SER. SIENDO-VIVIR...balbuceos.

Hoy me ha preguntado E. por qué estaba mirando tanto tiempo por la ventana. Ella no atisbaba a entender que observaba cómo dos gorrioncillos peleaban por un mendrugo. Toda una batalla de aleteos, de sueñs iracundos, de idas y venidas. Ella sonreía y, mientras daba con sus ojos en mi cara, al volver la vista sbre los pajarillos, se habían marchado. Solo quedaba el mendrugo, despedazado. Miraba la metáfora, E., la metáfora. 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

¡Qué grandeza la de Vivaldi!

*** 

Cognoscere.

*** 

Humilitas---sapiencia---templanza----epicúreo ser.

*** 

El poeta que es todos no es poeta.

*** 

El poeta solo es ser único, silencio limítrofe, soledad cósmica.
Sí, mi querido maestro, mi admirado señor Michel, he vuelto a leer y a pensar las palabras de Propercio:

"Fortunae miseras auximus arte vias". 

Trataré de escribirlas por de dentro, pues existe una caligrafía del alma, interna, que pertenece al silencio, la meditación; siempre supone un encuentro y una metamorfosis. Sí, señor Montaigne, también me asomo a contemplar la noche y el cielo y las estrellas y a verme a mí mismo, a la minúscula y diluida presencia que tanto ignoro frente a una orilla inmensa. 

Evidentemente, he leído la pregunta que usted se hace en los Ensayos, "¿no es el hombre un miserable animal?". Sí, el arte aumenta la miseria de los hombres. 


 

martes, 27 de noviembre de 2012

LLEVO dos días sin leer más que algunas páginas del Diccionario de Ramón Andrés, pasajes vespertinos y luminosos de Simone Weil, fragmentos de la Biblia y algunos cantos de la Commedia, de Dante.

Todos los diccionarios pueden ser leídos como una sinécdoque de la palabra, incluso como una galería de aproximaciones semánticas a la realidad. En todas, existe el límite preclaro al que debe acomodarse el escritor, pues la vanidad del poeta consiste en creer que su palabra sustituye al mundo. 


Bella historia la que recuerda R.A. de Angus Mac Ogg, "y con el tiempo, todos los enamorados  lo invocaron a través de los símbolos del círculo, el arpa, el cuarzo rosa y el roble". Pienso en esta historia de amor trasladada a la poesía. ¿No encierra una transformación cuando la poesía se acerca al poeta? La metamorfosis, si es verdadera, supone un verdadero cambio físico en el bardo. Una metamorfosis completa del cuerpo y el alma por siempre.


Deseo ser solo verbo, eliminar todo resquicio del sujeto. 


Una imagen portentosa de Simone Weil: "Cristo clavado en la Cruz, expuesto a las lanzas. No tener ya conciencia de uno mismo más que como de una cosa consagrada a la obediencia". 

¿Y qué ser humano entrega su vida a la obediencia sea cual sea el principio? Al fin, cuando uno no deja de explorar los límites, de trazar precisamente todo lo que lo frena para poder seguir escalando, como decía san Juan de la Cruz, consiste en entregar la ceguera a una obediencia. Eso mismo se llama fidelidad y, como si fuera fe religiosa, hacer de la fe literaria un dogma insoslayable en el que no cabe nadie más que la palabra y le hombre. Nada más. 

Porque pienso que Simone Weil, aun apegada a una determinada forma de religión, describe las cúpulas interiores del hombre. Leo y anoto: "Dios me ha creado como no ser que tiene apariencia de existir, para que renunciando por amor a esta existencia aparente, la plenitud del ser me aniquile". 
Escribo: "apariencia del existir, existencia aparente"...cuanto más clara voy teniendo la proximidad del centro, más alejado me encuentro.

domingo, 25 de noviembre de 2012


PARA ser yo mismo en la literatura necesito ser otro, apoderarme de las voces de los otros. Es un acto de fe y de verdad, pues someto toda la vanidad a la sombras que me acoge de otros autores, hombres extraordinarios, que dijeron la realidad con más virtud. ¿No entendió orfeo la vida cuando descendió a la muerte?  


El sábado por la mañana, en Sevilla, compré dos nuevos libros. Uno de Simone Weil, titulado El conocimiento sobrenatural. Este volumen recoge las anotaciones realizadas en América y en Londres, está cargado de enjundiosas reflexiones, esquemas, gráficos, ideas...que tratan de hilvanar una secuencia de la verdad vivida. El otro volumen acaba de publicarse y el autor es una referencia para mis últimas lecturas ligadas a la música, la filosofía, la palabra. Ramón Andrés ha publicado un prodigioso Diccionario de música, mitología, magia y religión. En las palabras prologales añade lo siguiente: "Hay un luminoso mundo de los oscuro [...]Conjeturamos en términos de verdad y mentira, de verdadero y falso, y así juzgamos la realidad de cuanto nos conforma, pero en épocas arcanas estos conceptos apenas se diferenciaban; nada en sí era enteramente verdadero ni nada, en consecuencia, se antojaba del todo falso. [...]. 

Simone Weil me susurra: "Nada puede tener como destino lo que no tiene como origen". 

sábado, 24 de noviembre de 2012

ODISEO era Nadie porque nadie sabrá de nosotros en la tierra, por muy dilatada y portentosa que pensemos nuestra vida. Y nadie la entiende. Nadie.  

viernes, 23 de noviembre de 2012

VIENE un holgrama que dice ser J.S.M. Me entrega un cuaderno marrón con un título Actos de templanza. Su voz roza, en cada sílaba, el susurro. Los silencios son redondos, esféricos, con olor a acaias.
Mientras todo sucede sobre la nada, anoto en ese cuaderno algunas palabras. Por ejemplo, transcribo "alimento y crecimiento del alma". ¿A qué nos referimos? A la lectura, claro está.

Bebemos agua, la transparencia.

Seguidamente escribo con caligrafía menuda unas palabras del interlocutor :

"Todo en nosotros es un único error".

También anoté: "----------------", cuya explicación dejaré para otras páginas. 
 
Lo último que aparece en el cuaderno marrón es lo más enigmático, pero profundo al mismo tiempo; son rests de un paseo por la alameda verde, por el claro del bosque:

"El desprendimiento"

"Sin rumbo a pesar de mundo"

"Las dádivas"

"la música es el elnguaje que supera los límites de la palabra, que son los del entendimiento". 

jueves, 22 de noviembre de 2012

LEO asombrado unas páginas de Kant, Lo bello y lo sublime. La paz perpetua. Dirime el filósofo entre el concepto de lo bello y de lo sublime. No puedo dejar de subrayar las páginas, de releerlas y de escudriñar, con mi limitada capacidad, esas líneas que encierran un enigma portentoso: 

"La noche es sublime, el día es bello".

No he encontrado una descripción más precisa que esa adjetivación para distinguir el día y la noche aun sin dejar de elogiar las virtudes del día frente a la noche. Muchos poemas escritos para la noche, para ensalzar las cualidades que en ella se intuían, que de ellas emanaba para los contempladores. Sigue Kant: 

"Lo sublime conmueve, lo bello encanta".

Esa es una de las claves del texto y quizás del arte. Como una partitura que desprende acordes inmarcesibles, leo conmovido. Asimilo, trato de aplicar la inteligencia: vuelvo al origen y al comienzo, a un comienzo anchuroso cuyos límites no se advierten:

"Lo sublime ha de ser siempre grande; lo bello puede ser también pequeño. Lo sublime ha de ser sencillo; lo bello puede estar engalanado". 


Es esa sencillez la que persigo de un tiempo a esta parte, esa sencillez que uno llamaba naturalidad, pues creo la naturalidad es el sublime discurrir de la armonía en los objetos y en el ser, es decir, en el mundo. 

La poesía, la poesía cercana a lo sublime, la que impregna su discurso con los aromas de esa grandeza de la que habla el filósofo. Tantas veces ha querido uno establecer las virtudes de muchos poetas, cualidades que no llegaban a conmover, sino solo a mostrar una técnica, una mera capacidad monolítica para el lector. Esta circunstancia en la poesía puede establecerse con estos conceptos. Digo aquí Juan Ramón Jiménez es sublime, Lorca es bello; Antonio Machado es sublime, Rubén Darío es bello; san Juan de la Cruz es sublime, Garcilaso es bello;  Virgilio, Dante, Leopardi o Rilke son sublimes, Pound, Eliot o Rimbaud son bellos.

"La inteligencia es sublime; el ingenio, bello", dice Kant. 

Sin embargo, ninguna de esta distinción en la naturaleza o en el arte ha sido la que más ha conmovido mi espíritu en la lectura. Antes al contrario, una breve línea, que pasa casi desapercibida para la mayoría de lectores, pero que, después de haber estado indagando en ella, profesando con fidelidad inamovible su realidad, transcribo en este trópico:

"Una soledad profunda es sublime, pero de naturaleza terrorífica". 


miércoles, 21 de noviembre de 2012

QUIZÁS un nueva forma de razonamiento lingüístico. No el que propuso la lógica filosófica, sino algo ligado estrictamente a las palabras sin conexiones sintácticas; una ligazón de términos en los que tenga que ser el lector el que aparezca para establecer las relaciones; y en el que se pudieran utilizar signos de todo punto, matemáticos y poéticos, terrenales y celestiales.Un lenguaje del ser.


VERdad+ BElleza} POESÍA>elSeR.

martes, 20 de noviembre de 2012

DESPUÉS de unas semanas trabajando en la traducción de algunos autores, he terminado por acumular algunas sentencias, versos sueltos o reflexiones que hoy las traigo a Montaigne para que podamos debatirlas, escribirlas, revivirlas en cada uno de nosostros. Llego a su torre, de la que poco sale y en la que tanto vive en soledad, casi sin hacer ruido. Cuando me abre la puerta, tras haber golpeado en tres ocasiones rítmicas y pausadas, me lo encuentro. Está sonriente. Le digo sin más: "Maestro, escuche y explíqueme estos versos":

Fue mi visión mayor en adelante
del que puede el habla, que a tal vista,
cede y a tanto exceso la memoria.

Como aquel que en el sueño ha visto algo,
que tras el sueño la pasión impresa
permanece, y el resto no recuerda,

así estoy yo, que casi se ha extinguido
mi visión, más destila todavía
en mi pecho el dulzor que nace de ella. 

Visión, habla, vista, memoria, sueño, pasión, permanece, estoy...¿No es la vida misma lo que Dante convoca en estas palabras; no son términos capitales de nuestra condición? 


Cuando termino con Dante, Montaigne se queda pensativo en la habitación y solo me dice que anote dos palabras ("en mayúsculas, por favor", me aclara): Poesía y Verdad. Me aconseja que dirima entre estos dos concpetos, que trate de establecer qué hay de común en ellos o que establezca si son totalmente diferentes. "Comience con Platón", concluye. 

¿Existe el azar? Esto mismo se lo plantea Boecio en La consolación de la filosofía y se lo pregunto a usted, querido Montaigne. Escuche: "como un hecho o acontecimiento ineperado, producto de la conjunción de causas que actúan en la realización de un fin. La conjunción y coincidencia de causas procede del orden inmutable del universo". Esto mismo llevado a la poesía podría aplicarse sin problemas mayores, pues la poesía y el centro del que proviene son ordenantes y causantes de su claridad. No hay un hallazgo del poeta de la palabra justa y portentosa, sino la armonización con la providente aritmética musical del mundo. 

"Son claridades sucesivas", me responde el maetsro, "lo que armoniza el poeta".


Por último, señor. Lucrecio, en el Libro IV, de De la naturaleza de las cosas, establece un magnífico texto titulado "Teoría el espejo". Dice en él: "Parecen entran y salen igualmente con nosotros también simulacros imitando gestos y actitudes [...]". Yo le pregunto y perdone mi torpeza e insistencia, ¿no seremos nosotros mismos simulacros de otras realidades a la que representamos o a las que aspiramos en la vida terrena y material? 

 









domingo, 18 de noviembre de 2012

Esta noche no he podido dormir en ningún momento. He estado leyendo a Apolodoro, Biblioteca, y a San Agustín, Confesiones. Sin embargo, el maestro Michel ha dormitado toda la noche, toda la noche ha estado respirando con una solemnidad parecida a sus escritos. 
En varias ocasiones, he tenido la tentación de despertarlo; sobre todo, cuando leía un pasaje de algún libro que me parecía digno y fructífero para su interpretación posterior. Aunque, debo sacar a la luz un secreto que corroe mi conciencia: cada día me siento más incapacitdo para la lectura, cada día me siento más miserable por dedicarme a la poesía o, en mejor decir, por intentar acercarme al hecho poético. 

Estamos en la mañana. Montaigne se ha despertado pausadamente y ha dado al ire un pequeño suspiro. Luego me ha mirado y ha sonreído, "¿qué estás haciendo?", me preguntó con extrañeza. He estado anotando algunos pasajes que no termino de entender o algunas líneas que presumo profundas y con un significado desapercibido para mi torpe cabeza, le contesté. Él, sin embargo, se muestra feliz por ello, se muestra oportunamente contento y motivado y resurgente. ¿Cómo entender esta respuesta?, me digo para mí mismo.

Leéme en voz alta esas anotaciones nocturnas que has realizado tras la lectura. Así lo hice: "He querido con Apolodoro leer un conjunto de historias mitológicas tomadas como explicación del mundo, pues no de otra manera trata el literato de aportar con su palabra una interpretación del mundo. Cuando los escritores hablan y explican sus libros, lo hacen para establecer qué quisieron explorar y explicar de la condición humana: un sentimiento, una relación social, un acontecimiento histórico, desde su propia experiencia como ser humano o como investigador material y metafísico de la cuestión. Otra cosa es que lo consigan; cosa poco común. 
Por ejemplo, Apolodoro, este extraño personaje del que nada sabemos con certeza, escribe en "Epítome" sobre el regreso de Odiseo a su patria. Toda vez que ha llegado allí, comprueba que han sido y son muchos los pretendientes de Penélope. Homero detallaba en Odisea que fueron ciento ocho; Apolodoro lo extiende hasta ciento treinta y siete. Obviamente, lo portentoso de este pasaje reside en que Apolodoro detalla los nombres de los cincuenta y siete de Duliquio; los doce de Ítaca; los veintrés de Same y los cuarenta y cuatro de Zacinto, más los doce de Ítaca", le explico todo esto a Montaigne ante su mirada atenta. 
Realizo una pausa y le digo, además, "el gran enigma y la modernidad de esta recopilación de Apolodoro está en la recolección y en la propia invención con que trufa las leyendas". 

"¿No es acaso esa condición demediada la natural del escritor?", le vuelvo a preguntar para concluir a pesar de su silencio. 

*** 

Pasan unas horas y Montaigne no ha dado respuesta alguna. Es su costumbre, su enseñanza. Pareciera decirme sí, sí, sigue en ese estela y estréllate cuantas veces puedas, estréllate fuertemente, desocúpate de tí mismo y entréga tus fuerzas a lo más inmediato. Seguí y sigo leyendo como la única respuesta verdadera a la literatura y a la vida. Cuando escribo, siento que me distancio de lo que me dicta mi espíritu, que me alejo y miento a los hombres. 
En Confesiones releí el pasaje que provoca el encuentro entre San Ambrosio y San Agustín. Es una manifestación que puede trasladarse a cualquier circunstancia de la vida humana, incluida la que habita en los razonamientos del arte. Porque la vida puede embaucarse en distintas orientaciones, nobles unas, miserables, otras. La razón artística de la vida sazona los días con éticas estéticas, pues siempre se pregunta el artista de espíritu si las acciones pueden realizarse de alguna otra manera. No le importa tanto al artista la esencia del mensaje como la presencia del mensaje, aunque, con el tiempo, va tomando la consciencia necesaria para entender sumariamente que la naturalidad y la claridad son las claves de la profundidad. No hay texto de genio sin naturalidad, pues cuando la palabra aprehende la realidad de la forma más ajustada lo hace como florece el campo o asoma la aurora. 
Dice San Agustín, enfermo del alma en Milán: "decidí permanecer [...] hasta que irrumpiese el brillo de alguna certeza hacia donde orientar mi rumbo". En ese momento, cuando termino el pasaje, levanto la mirada del cuaderno y le pregunto a Montaigne:

"¿Cuál es el brillo que debo esperar, maestro, para orientar el mío?"   


   

sábado, 17 de noviembre de 2012

ESTOY en la torre, con Montaigne, grabando en el techo con un punzón algunas sentencias en latín. Michel me advierte de la dureza de la madera, de la fuerza que tenemos que ejercer para grabarla, "la misma fuerza con la que hay que aprehenderla en la cabeza", me dice muy serio, mientras observa el vuelo de un pájaro por la ventana. 

Cuando termina su pequeña sentencia, con la que sigue en silencio durante algunos minutos, le recuerdo su capítulo dedicado a lo verdadero y lo falso desde la locura y la inteligencia. Es entonces cuando le consigno que algunos poetas creen que la poesía debe cantar lo que tenemos delante de los ojos, que la poesía y las artes, en general, no deben acudir a esa intuición de lo esencial, de lo que los griegos o los renacentistas buscaban en la realidad reflectante del gran arquitecto. 

Merodea el maestro Montaigne por el recinto, se pasa las manos a la espalda, las une. Lanza un pequeña patada al aire, sonríe, me mira. En ese instante saco el volumen con sus Ensayos y le leo en voz alta: "la razón me ha enseñado que condenar tan resueltamente algo como falso e imposible es arrogarse el privilegio de tener en la cabeza las lindes y los límites de la voluntad de Dios y del poder de la naturaleza; y no hay mayor locura en el mundo que reducir la medida de nuestra capacidad e inteligencia". Cuando acabo de leerlas, me pregunta, "¿quién a escrito esas reflexiones?".


Montaigne vuelve a su asiento. Desde allí me da la espalda. No me queda más que escribir en el cuaderno con una caligrafía menuda y turbada por la escena: "El hombre explora los límites y apenas tendrá consciencia de ello; será un estar fugitivo, meramente testimonial de su presencia. Solo algunos logran, con la mesura del espeleólogo y del arqueólogo, rescatar de su memoria ese conocimiento. Cuando esta acción se ha producido en un hombre, estamos ante un momento estelar, una estampa única de la condición humana. Platón, Leopardi, Dante, Montaigne, Virgilio, Rilke o JRJ son ejemplos de esto mismo, por eso no debemos apartarnos nunca de la lumbre y de la inteligencia de estas voces, pues sus límites son los límites conocidos hasta ahora y siempre apuntan a la infinitud. 

viernes, 16 de noviembre de 2012

LLEVO dos semanas sin conciliar el sueño. E. me ha llevado a la lengua de la noche. He conocido, en esta travesía, el sonido de la aurora perpetrando su presencia; y he escuchado, como de un ciclón, el inefable contenido del cosmos. He respirado, una vez, otra, he vuelto a respirar por dentro, con lentitud, con armonía, y me he dejado desocupado por la aritmética de la noche copiosa de rosas.

*** 

TU resides en silencio y yo te contemplo con el rictus de una efigie. Piedra y noche, la piedra encendida, la ígnea melodía que convoca el ser que nos sustancia. 

*** 

Hay unos universales que nos han forjado como hombres. Si la literatura no emana de ellos y a ellos revuelve, será palabra volandera. 

***  
Llamamos esencia a la vértebra que nos erecta hacia la luz.   

jueves, 15 de noviembre de 2012

miércoles, 14 de noviembre de 2012

HOY, al leer el correo de P.D. y los fragmentos iniciales de Biografía del silencio, he recuperado un fragmento de Simone Weil. Lo he realizado ya que esta autora encabeza y principia el libro de P. Al transcribirlo, me ha parecido estar caligrafiando un mensaje cifrado, un mensaje que encierra una clave vital que he intentado descifrar una y mil veces. Este fragmento, como repito, lo he caligrafiado de distintas formas y en distintos cuadernos, siempre escuchando música y apoderándome de un ritmo nonato hasta el momento. Hoy llega al Trópico por vez primera, pero pareciera que siempre ha estado escrito debajo de la piel, en el alma misma.

"La armonía es la unidad de los contrarios; los contrarios son ese ser que constituye el centro del mundo y ese otro que es un fragmentito dentro de la totalidad del mundo. Sólo puede haber unidad cuando el pensamiento emprende con todo cuanto abarca una operación similar a la que permite percibir el espacio rebajando a su verdadero rango las ilusiones de la perspectiva. Hay que reconocer que el centro del mundo no es algo que esté dentro del mundo, el centro del mundo está fuera del mundo, y nadie aquí abajo tiene derecho ha decir yo" [...].

martes, 13 de noviembre de 2012

EN el capítulo XX escribe Montaigne amparado por el siguiente axioma: De cómo filosofar es aprender a morir. Esta sentencia debe sus resortes a Cicerón y ahora lo lee uno intrometido en este diálogo entre grandes espíritus.
La contemplación y el pensamiento como ejercicios preparatorios para la desunión del cuerpo y del alma, pero en vida. Contemplar la realidad más allá de los ojos es ceder por unos instantes nuestro espíritu a la naturaleza de las cosas, de nosostros mismos, sin importarnos las muchas rémoras que el cuerpo nos presenta. Al ceder nuestro espíritu podremos contemplarnos a nosotros mismos en un ejercicico especular.  

Esa contemplación, que es avezada con la consciencia, es probablemente una de las cuestiones capitales para entendernos como seres mortales, como seres humanos. En ellas, en esas preocupaciones, deberíamos volcar toda nuestra imaginación y nuestro entendimiento. Siempre desde la humildad y con la preclara evidencia de que lo desconocido es infinitamente más amplio que lo que conocemos; que todo lo que vamos explicando con leyes físicas y científicas conduce a un cuetionamiento profundo de las leyes morales. No hay ciencia en eso más que la de espíritu, más que la que dicta la consciencia subjetiva en que cada hombre convierte su vida en una teoría distinta, pero universal al mismo tiempo. 

Puede ser que con la poesía suceda lo mismo, que la poesía no sea más que un sucedáneo de esa naturaleza esencial de las cosas que nos rodea y que aún no conocemos. Puede que la poesía sea una muestra ígnea de aquella grandeza, que su razón luminosa haya acogido todos los ecos y reminiscencias del centro indudable. Como Séneca: "transcurramus solertissimas nugas", esto es, no nos detengamos en frívolas sutilezas, en meras minucias y miserias de los poetas de hoy. Vayamos a las palabras de los que tañeron el sonido del espíritu en su más alta inmensidad en la tierra, a los que anchuraron la dimensión de la palabra poética con su propia sabiduría. Vayamos a ellos y unámonos al corifeo de los que reconocen en ellos la evidencia de la poesía y de la vida toda. 

lunes, 12 de noviembre de 2012



HE decidido que voy a llevar conmigo, en el bolso que me acompaña, a Montaigne y a Cervantes. Abrir sus libros es entrar en un diálogo pertinente en cualquier momento y en cualquier lugar. Hoy, acompañado del primer tomo de los Ensayos, de Montaigne, leo entre una algarbía: "Los hombres están atormentados por la idea que tiene  de las cosas, no por las cosas en sí".  Con ellas, me traslado a una torre, a una torre recoleta pero inmensda, donde resuenan los pasos perdidos.

Las ideas, las ideas, las cosas, las cosas. Precisamente lo que nos hace humanos nos deshumaniza y nos atormenta. Es en el límte de la moratlidad en donde hay que aprender a vivir. Es en el límite de la palabra el espacio de entendimiento de la poesía. 

La razón de la poesía es un merodeo por el espacio inconcebible. Ella, con sus razones luminosas, trata de sugerir, de acercar, de configurar. Desde el salto infinito, la poesía testimonia el grito universal del hombre que se enfrenta a sí mismo, a su tremenda desnudez y torpeza.