lunes, 10 de octubre de 2011

A PESAR de todos los referentes que uno va encontrando en las lecturas, a pesar de los intentos por encauzar la escritura con mayor o menor firmeza, de los esfuerzos desmedidos por escribir con tino, con mesura, aplicando lo mejor que pueda ofrecer uno, lo cierto es que me encuentro perdido. 
 Al final de este ciclo, la poesía va tornándose confusa y la prosa del diario embadurnándose de no sé qué ropajes. Llevo semanas con el rumbo cambiante: explorando, sin renuncias, cualquier tipo de escritura. Modos de vida, escribí ayer, y nada hay más cierto que esta aseveración de Tólstoi.   

Con el tiempo, se va encontrado uno solo ante la palabra. Todo comienza con el encuentro coral del hecho literario: palabras, sonidos, realidades múltiples a las que accedemos mediante la ficción.  Esa situación extraordinaria, que lo contrae todo y lo reduce al infinito, es una encrucijada a la que se le puede dar una respuesta: escribir o callar. El caso es que, en ocasiones, la escritura y el silencio son el haz y el envés de la misma realidad.

En muchas ocasiones, he comentado cómo Borges estaba describiendo con el aleph y el jardín de senderos que se bifurcan la condición del escritor y la escritura. Esa era su preocupación real y la que preponderaba por encima de todas las demás letras. Cervantes trasladó a su obra estas preocupaciones utilizando el humor y la tragicomedia. Añadió, a estas músicas trágicas, la evidencia taciturna de la mortalidad. No hay más mortalidad que en Cervantes.   

Ciclos, son ciclos que se van solapando como una fuga interminable que sufre variaciones en diversos tesituras. En todas ellas aparece un rostro desfigurado: somos nosotros siendo.  No sé cuál de ellas es la más verdadera porque, hasta ahora, todo es incertidumbre, por mucho que parezca que uno tiene certezas establecidas y que son estas las que guían la tarea de escribir, el modo de vida. Así que va uno conformándose con estas migajas de diario, con aquellos pretenciosos versos, con lo nimio y banal y finito que nos dice exactamente lo que nos pertenece.