sábado, 22 de octubre de 2011

NOMBRAR lo que no existe es tarea de los mortales. El poeta es la suma mortalidad.


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EL amor, en poesía, consiste en decir lo que nunca antes había dicho nadie.

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DESPUÉS de leer Vita nova, de Dante, emprendo la lectura de Il Convivio. Conocer con el entendimiento propone el libro desde el comienzo.
No recuerdo haber escrito aquí, en el diario, que el volumen que poseo de Dante es el de las Obras completas, de la B.A.C, publicadas en 1956, en la versión castellana de Nicolás González Ruiz. Es un volumen hermoso, bien cuidado, que no presenta la fatiga del tiempo. Ahora bien, como lo compré de lance, el libro proviene de la biblioteca del Noviciado de los Benedictinos de la Santa Cruz del Valle de los caídos. Desde que lo compré y pude leer el sello en sus páginas iniciales, he vertido en mi imaginación todo tipo de historias para justificar cómo llegó el libro a la librería en Guadarrama. Algunas son muy divertidas, pero las guardaré para mejor momento.
Es cierto que la versión que ofrece Martínez Merlo de la Comedia, en la editorial Cátedra, es un espectáculo y una experiencia fundamental, pues se lee en verso lo que fue verso. Pero es condición sine quae non releer el texto dantesco con la versión en italiano por delante y para poder, así, detenerse y ensoñar aquí y allí, en esta y aquella página o en algunos versos tales como estos: “O luce eterna che sola in te sidi,/ sola t´intendi te, ami e arridi!”

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En Luces de Bohemia: “El cielo raso y remoto”.



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DESDE que leí las páginas de Nosotros y nuestros clásicos, de Enrique Moreno Báez, en la edición de Gredos, no he dejado de conjeturar sobre muchas de las propuestas interpretativas que aliñan esas páginas. Algunas son de una lucidez extrema y me sorprende que, ciertos entendidos de la literatura, hagan pocas referencias a ellas. Pongo por caso, la lucidez de entendimiento sobre el fenómeno literario que se expresa en la sección titulada “Los clásicos y el conocimiento de la tradición”.

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Diario anónimo, de JAV, es sin duda, superior a muchos de los diarios que ha leído uno en los últimos años. Por encima de los que se creen diaristas y no anotadores de minucias y extravagancias que se ven publicadas por mero azar.
En ocasiones, una página sola de este Diario o las cientos de referencias a otras obras o poetas o ideas equivalen a todos los volúmenes de otros que han enjuiciado con mal criterio, y cayendo en lucha de vanidades, esta edición reciente.
Por ejemplo, después de una mención a Hölderlin, escribe a finales de 1971 lo siguiente: “La experiencia poética es la generación de un vacío, de una pasividad infinitamente activa. Creación de quietud”. Estas palabras, cargadas de profundidad y verdad, están tan alejadas de lo que acostumbra el panorama literario español, que sonrío cuando otros salen al paso a desdecir y a criticar a JAV. Parece más bien, que no son capaces de interpretarlo.
Y, en la última anotación de ese mismo año, puede el lector ensimismarse con algunas apreciaciones sobre la corrección poética. Estas notas me han recordado algunas referencias que el poeta José María Jurado verbalizó, -y escribió en Tablero de sueños (Siltolá, 2011)-, en una cena, acerca de estas acciones a posteriori. Dice JAV: “La corrección nunca es corrección de lo esencial. La corrección consiste en ajustes secundarios que la palabra esencial impone. El proceso de la corrección pertenece al orden de la retórica, no al de la creación”.