sábado, 1 de octubre de 2011


DESDE la mañana, el día ha tenido ese halo de fantasía que otorga lo inesperado. Nunca había previsto tener la posibilidad de agrupar unas prosas, al menos, unas nota sueltas de diario en un libro de papel. Se confirmó esta mañana cuando JSM me puso el libro entre mis gruesos dedos como si fuera un pajarillo acorralado que necesita de ese calor maniatado. Lo contemplé por unos instantes y solo pude emitir palabras de agradecimiento y empatía. Cuando he llegado a casa, M.C. se ha emocionado con más vehemencia que yo, cosa habitual, por otra parte. Se ha manifestado con un entusiasmo que nunca antes había visto en ella. Los dos, tumbados en los sillones del salón, hemos recorrido algunos recovecos de sus páginas; M.C. leyendo algunos pasajes, yo, recluido en la vergüenza y la contemplación del fracaso.

***
EN la librería me hice con varios volúmenes. Por ejemplo, compré Los jeroglíficos de Sir Thomas Browne, de Roberto Calasso. Solo el comienzo y la evocación de la figura de Browne son memorables. Un reencuentro con un autor que, en los últimos días, ha vuelto a situarse en alguna casilla del tablero.

Sé que el poeta JAV no posee un grupo de devocionarios notorio, máxime si su mayor defensor es el novelista JG, quien no se granjea amigos desde antiguo. Sin embargo, siempre he pensado que algunos poemas de JAV son extraordinarios y que su capacidad crítica y erudita no le va a la zaga. En Diario íntimo (1959-2000), el autor demuestra, al menos, un interés por la literatura y el conocimiento poco habitual entre quienes lo critican con argumentos lábiles. Pocos han leído a Baudelaire y a TS Eliot como él y eso, que era antes intuición, se confirma en el arranque de este nuevo libro. La concisión, la claridad de preferencias y la recurrente reformulación del concepto de literatura son dignos de mención. 
Por otra parte, sus reflexiones sobre la poesía, la mística y algunos poetas como San Juan se me antojan sobresalientes, porque la profundidad y la inteligencia con que son tratadas son poco habituales entre tanto poeta de medio pelo. A ello se suma una lectura constante de los estudios lingüísticos y literarios que tan necesarios son para entender la materia, el magma con que construye el poeta. No me extraña que algunos eruditos de moda quieran mofarse de estas páginas hondas y clarividentes, nunca llegarán a entender afirmaciones de este tipo: “No solo el silencio que entra como elemento de composición en la música, sino –y acaso sobre todo- el silencio que rodea a la música”.   

La compra se completó con un libro de Samuel Taylor Coleridge, Biographia literaria del que daré noticas de lectura en este diario.