miércoles, 21 de septiembre de 2011


ESTE año, en el trabajo, estoy rodeado de archivos, papeles y números. Todo es una reducción, un acortamiento, incluida mi vida. Todo lo que allí existe solo existe allí; fuera del topos, junto a la tierra, la luz, el aire, lo verdadero, no significan nada. Entre esa nada y el todo me sitúo. Normalmente estoy solo en el habitáculo y, de vez en cuando, me sobreviene  un conato kafkiano o melvilliano u onettiano de sentirme solo una letra como toda la realidad que se nombra allí, solo allí, en  el habitáculo en que trabajo este año. Por tanto, podríamos decir que cuando penetro en aquel umbral soy T. y que cuando salgo soy Nadie; que cuando me adentro solo puede reconocerse la superficie del yo que me habita y que cuando salgo, en cuanto la humedad de la luz golpea la frente, soy un ajeno asentamiento sobre un ego, una tribu que danza.

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ME he acordado mucho de Kafka, demasiado. Y de Pessoa. Por eso voy al trabajo con las gafas y me he dejado un bigote. En cuanto llegue el invierno, agarraré el abrigo negro y comenzaré a danzar con zancadas de centauro. A sabiendas de los minutos en soledad, coloqué en la maleta los Diarios, de Kafka, y hoy he podido leer unas líneas salvíficas que llegaron como un salmo imperecedero para el absurdo, como un bálsamo indicado para esos estados de solipsismo.

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HE confirmado que la literatura no significa nada en la vida de la gente, ni siquiera entre los que proclaman su gusto por la literatura. La mayoría vive la literatura desde el cascarilleo, el anecdotario. Sobrevive de las convenciones sociales y cuando cree llegar a alguna conclusión, no sabe que esa idea fue fundada hace siglos por autores como Platón.  La literatura es una cosmovisión como lo es la botánica o como el entomólogo aprehende los complejos mecanismos de la realidad.
En ocasiones, intenta uno adaptarse a una conversación que le apetece poco y antes de lo que pensaba huyo, escapo, me persigo por de dentro. Cada vez más me  soporto menos y menos aún lo que me rodea. Solo haría permanecer por siempre la aspereza sensual del amor y la iluminación de las palabras. Me quedaría quieto de sol, mudo de luz, amante transformado en el silencio. Como dice Pedro de Santa Fe: “Los hombres de amor tocados/ ni hoyen ni sienten ni veyen:/ […] aquí es cierto que megua/toda savieza pensada;”.

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LA realidad posee su retórica como la luz que traspasa el vuelo de un pájaro solitario.

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POR mor de la fobia social, voy creyendo firmemente que escribo desde un limbo. Quizás desde donde no podemos identificarnos con nadie y donde la palabra persona vuelve a su étimo con naturalidad y sin histrionismo.

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EL MAR sepulta los sones de la bruma y devuelve pulidas las ansias del espíritu. Inmensa soledad ensimismada, mar de mar venido del origen; despierta con tu útero los rosales de la aurora. De ti la luz desprende la memoria de lo vivo, de ti la luz perfila el cauce de la noche más clara. No despertad el sonido del mar entre los brazos, soñad tan solo con el aroma de su cuerpo desprendido. Entre cimas, entre álamos fruncidos de azul, pasas tu lágrima por la tierra vencida, despojas a lo oscuro de su probable habitáculo. Oh, mar de luz, he sido en ti un destello del crepúsculo, racimo meditado del sueño que me habita.