domingo, 18 de septiembre de 2011


DESDE un vientre de sueños y de raíces mudas, sortilegio de voces y de auroras vencidas; desde un centro inspirado, blanco del blanco todo, en la profunda esencia de materia irradiada, sin nostalgias vertidas donde no existe la vida, sin la luz pronunciada de los hombres que tañen el tiempo en el deseo de armonía, palpo creciente el halo de una música, reptante profundidad en la nada que habito y que me habita antes de ser sueño o discurso, antes del ser que pretendo edificar, análoga presencia de lo informe que zumba, belleza natural sin cadencia de pájaro.          

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EL día de ayer, como fue todo una pérdida, provoca que hoy reaccione leyendo. En cuanto me he levantado, después de tomar un café espumoso, me he dirijido a los estantes como el sediento que encuentra un oasis en la soledad.
Recorro los lomos de los libros con las yemas de los dedos como si fuera un pianista que quiere sacarle al instrumento la afinación perfecta, que quiere diluirse en el propio sonido que emite o, como Gould, que quiere ser él mismo libro, palabra, literatura. Los ojos vivos recorren los colores y los títulos poseídos por la falta de concreción, pues  suelo llegar a las baldas sin previos tanteos. Llego virgen, observando y leyendo como si nunca antes lo hubiera hecho. Pero qué pocos autores se van quedando en lo prioritario, qué panoplia más comedida resulta de la selección. Qué paradoja, qué oxímoron. En este ejercicio y en cualquier momento en que uno va y compra un libro, se hace la crítica literaria en este país. Es la más tajante y verdadera.
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EN la palabra latina res el ser en un espejismo de la cosa