martes, 26 de octubre de 2010

Hoy hemos reído mucho con la punta de Rembrandt, quiero decir, con la punta seca de Rembrandt, porque como él, según R, nadie la usó. Hemos hablado pausadamente, sobre esto y aquello, con gracia y soltura y lo hemos hecho cuando el mundo latía y nos vertíamos, R. y el susodicho, en las palabras como salvavidas.
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En el cuaderno de J.J.L. puede leerse lo siguiente: “Si no hay nada suficientemente entitativo y sacral que llenar de estiércol, ¡cómo sabríamos que somos libres?”. Esta pregunta se la plantea el escritor cuando diserta sobre el problema del arte moderno y la creatividad de los genios. Después de reflexionar a partir de estas palabras, sigo leyendo, interno y sereno, en esta prosa de altura y en este libro sobresaliente.

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Sigo leyendo, igualmente, la poesía de Yeats, en la edición de A.R.T, hasta el momento, la traducción me parece soberbia y a la altura del poeta de marras. Aunque, en ocasiones, compruebo que me sobrepasan algunas referencias, algunas situaciones, algunas presencias naturales. Aún así, la poesía pervive y late con fuerza entre sus páginas.

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…la punta, ay, la punta seca.

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