miércoles, 25 de agosto de 2010

-No ha leído a Steinfield. Su obra es un dechado de afortunadas sentencias; su prosa es fabulosa y su pensamiento profundiza en las cuestiones capitales del hombre en el siglo XX.

-No. Ahora leo a Dante y a Virgilio.

-¿No los había leído ya?

-Sí, también he visto ya París, los frescos de Giotto y he escuchado millones de veces a Bach. Cada día lo sigo haciendo.

-No entiendo esa actitud.

-Yo tampoco la suya, perdóneme.



***

Mientras tanto seguía paseando por las calles de la capital. Iba recordando lo que la noche antes había sucedido. Estrépito en la calle por el tumulto de coches que abocinaban el centro. Una mujer esbelta y cariátide cruzaba la calle con la mirada gacha, parecía recogida y ensimismada por algún suceso fortuito. Decidí seguirla. Era lo único que justificaba estar allí, a esas horas en que la noche vierte su galaxia con las ubres del deseo.

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