viernes, 26 de junio de 2009

El ranúnculo de la totovía.

Esta tarde, este cuaderno se ve invadido por el reino de la imagen. Realmente, es como si las palabras hubieran decidido emplumarse entre tanta comitiva de la escritura. Un vuelo a ras de líneas que perfilan el sucedáneo mundo de un eremita que sale todas las tardes al campo en busca de un movimiento. Porque creo que mi compañero, Manuel Ángel, sale preparado para hacer del movimiento la anatomía del instante. Aquí os dejo las aves con sus nombres significativos y sonoros: cojugada, collalba, ranúnculo, tarabilla y totovía. ¡Qué deliciosos sonidos entre naturalezas vivas, qué soniquete taciturno!
Al observarlas, me pregunto qué obturador verbal es el idóneo para describir esa quietud que duró un canto. ¿Qué palabra sostiene en lo sucesivo la pose de una realidad envolada?















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