martes, 28 de abril de 2009

Un ir y venir.

Hoy solo me quedo con dos reflexiones de Márai entreveradas. Schopenhauer y Rilke. El Filósofo dijo que solo leía libros publicados hacía más de cincuenta años. El segundo, el Poeta, afirmó: "He entendido que nunca te he amado, solo he querido mi propia pasión". Hay algo que las une, alguna presencia delicuescente que ha llevado a Márai a citarlos tan próximos en sus Diarios. Inlcuso imagino que los dos fragmentos son partes de un diálogo posible, un debate intenso sobre las premuras de la pasión individual y la extenuación social.
S. "Yo solo leo libros una vez que han pasado cincuenta años desde su publicación. Mi voluntad no es otra que enriquecer mi espíritu y cargarlo de deseo. Nada nuevo es entendible a mi espíritu. No hay mayor gozo que la solemne antigüedad".
R. "Yo sólo he entendido que nunca he amado lo ajeno y que sólo he mimado mi propia pasión".

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Para entonces, desde el 6 de marzo, comienza a tener presencia un glaucoma. Esta gran molestia en el ojo lo turba y le hace sentirse un Polifemo cansado, atávico, consumido. Y con él deviene la introspección en la música: Bartók, Berg, Schoenberg,... y luego la muerte, como coda final:
"Tengo miedo de no aceptar la muerte cuando llegue la hora". Es la primera vez que observo el derrumbe de Márai y ello ha acontecido tras un problema físico. Entonces pienso que con la edad, ya en la vejez, el cuerpo es un estratagema de la muerte para ir preparándonos a ella, a su concepción. La enfermedad es un tatuaje, un aviso de naviero. Borges, lectura de cabecera.


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Siempre he pensado que el yo que fui no sobrevivió más que las palabras que escribí. Ni siquiera las imágenes rescatan el hálito templado de nuestra vida. En ese rescate, que produce náuseas y placebo conjuntamente, las secuelas pueden ser demoledoras, algo así como un bombardeo sobre un edificio ya derruido que se mantiene a pesar de la decrepitud de sus materiales, un ensañamiento ponzoñoso: "Hoy hace cuarenta años que se destruyó el yo que fui y cobró forma ese otro que soy en la actualidad. El mismo que ahora se desmorona".

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8 de mayo. Márai, luego de su glaucoma y de su derrumbe, de su asilo en la poesía y en la literatura, vuelve al nacimiento y a la muerte como sístole y diástole de un proceso al que le ve su fin. Y ahí veo de nuevo al Filósofo y al Poeta, ¿qué son, si no trasuntos de la muerte y de la vida? Sus palabras son tan rotundas, de una sinceridad tan ecuánime, que me provocan la irresistible visita al silencio: "Nacer no es una experiencia, porque es accidental: nos pasa, sin más, involuntariamente. La muerte sí constituye una experiencia, puesto que nos sobreviene contra nuestra voluntad".

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