jueves, 16 de agosto de 2007

DOÑANA Y EL HOMBRE

Tenía preparado para esta semana un artículo que comenzaba en Siena y terminaba en Xalapa -o en Veracruz-, tierra del escritor mejicano Sergio Pitol. Sin embargo, corría el peligro de extraviarme de nuevo de lo que en Sanlúcar llamamos “temas locales”, ese acueducto de denuncias en que se mezclan churros, merinas, chivos y cabras.
Después de este regateo al primer párrafo, comienzo a darle pábulo al asunto. Un compañero de vida (llamo de vida a quienes han hurgado hasta las entrañas de mi rutina) decidió una tarde pasear junto al amor en la otra banda. Como tiene por costumbre, se dirigió a Bajo de Guía para embarcarse hasta el Coto. Toda vez que llegaron a la orilla de la playa que se supone en el desembarco, entraron en ese estado de desencanto y convulsión que provoca el aterrizaje en la desidia de los hombres. El panorama es el siguiente: cajas de corcho por doquier, suciedad en el agua, anzuelos, maderas, hierros, restos de gasolina y decenas de botellines de cervezas y güisqui alrededor de lo que parece una botellona. Rápidamente me envían las fotos (que se pueden ver en la bitácora) con la intención de que escriba sobre el tema porque él ha ido en otras ocasiones y el terreno no era el mismo, la dejadez no lo inundaba todo. Escribo esto no para aplacar con la crítica a unas siglas políticas, sino a los ciudadanos que han dejado las playas colmadas de basura.
Gracias a Manu y a Celia tenemos la oportunidad de ver en qué estado se encuentra el lugar limítrofe entre la infancia, los recuerdos, lo insospechado y lo natural.
(Extracto del artículo para Información Sanlúcar)

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